Democracia y expresidentes
El hecho de ganar unas elecciones no justifica conductas antidemocr¨¢ticas
?Hace algunos d¨ªas cumpli¨® 10 a?os de vida la Fundaci¨®n Fernando Henrique Cardoso en S?o Paulo. Para conmemorar el aniversario de su instituto, que entre otros cosas le ha permitido al expresidente de Brasil desplegar una actividad encomiable a favor de un enfoque alternativo frente a las drogas, incluyendo la despenalizaci¨®n de algunas, convoc¨® a una tertulia p¨²blica a varios de sus colegas exmandatarios. El tema que se discut¨ªa era el curso de la democracia y del autoritarismo en Am¨¦rica Latina. Se produjo una sorprendente y a la vez previsible coincidencia de opini¨®n de cuatro expresidentes de Iberoam¨¦rica (y del que escribe, que no ten¨ªa mucho que hacer en tan augusta compa?¨ªa) en torno a tres puntos centrales. Sorprendente porque dos de los participantes ¡ªFelipe Gonz¨¢lez y Ricardo Lagos¡ª fueron y son socialistas; uno ¡ªJulio Mar¨ªa Sanguinetti¡ª francamente conservador, y otro ¡ªel propio Cardoso¡ª siendo una persona de izquierda, condujo a un Gobierno frecuentemente calificado de centrista o incluso de centroderecha. Se trata de una alineaci¨®n plural de dem¨®cratas, ciertamente, mas no todos ubicados en el mismo sitio del espectro pol¨ªtico.
Pero su coincidencia fue tambi¨¦n previsible, ya que lo sucedido en Am¨¦rica Latina durante estos ¨²ltimos a?os conduce de manera ineluctable a personas como ¨¦stas ¡ªy muchas m¨¢s¡ª a sostener posiciones cada vez m¨¢s alejadas de otros l¨ªderes regionales, menos enf¨¢ticos a prop¨®sito de la defensa de la democracia y los derechos humanos. ?Cu¨¢les fueron las coincidencias? La primera, muy sencilla, es que no basta ser electo democr¨¢ticamente para gobernar democr¨¢ticamente o, como dijo Felipe Gonz¨¢lez, la legitimidad de origen debe compaginarse con la legitimidad de gesti¨®n. No se pueden justificar conductas de Gobierno antidemocr¨¢ticas ¡ªrepresi¨®n, suspensi¨®n de libertades, censura¡ª por el simple hecho de haber ganado una elecci¨®n, a¨²n suponiendo ¡ªque no siempre es el caso¡ª que dicha elecci¨®n haya sido limpia, y menos si no fue equitativa. En este mismo sentido, Cardoso subray¨® la deriva autoritaria creciente en la regi¨®n: se justifican las sucesiones din¨¢sticas, las reelecciones permanentes, o comicios cada vez menos transparentes, debido a la utilizaci¨®n del aparato de Estado, de los medios y del dinero del erario para que gane el saliente, o su esposa, o su hijo, o su hermano, o quien fuera. Al generalizarse la reelecci¨®n, o las transferencias din¨¢sticas, se consagra una tendencia tr¨¢gica: de casi 20 intentos de reelecci¨®n presidencial en Am¨¦rica Latina, s¨®lo han fracasado dos: Hip¨®lito Mej¨ªa en Costa Rica, y Alberto Fujimori en Per¨² la segunda vez. Todos los salientes, ganan.
Los dem¨®cratas en Am¨¦rica Latina no han elevado su voz ante la deriva autoritaria? en Venezuela
La segunda coincidencia fue lo que Lagos llam¨® la necesidad de una voz com¨²n para una Am¨¦rica Latina cada vez m¨¢s dividida entre Norte y Sur, entre Atl¨¢ntico y Pac¨ªfico, y entre una izquierda radical, y en ocasiones autoritaria, y un centroizquierda o centroderecha moderado, democr¨¢tico y globalizado. Pero esa voz com¨²n, agregu¨¦ por mi parte, con el acuerdo de los dem¨¢s, s¨®lo puede basarse en ciertos valores: la defensa colectiva de la democracia y de los derechos humanos, tanto en los pa¨ªses de Am¨¦rica Latina como en el mundo entero. Am¨¦rica Latina no tiene mucho m¨¢s que decir, por lo menos en materia pol¨ªtica o econ¨®mica (las exageraciones sobre el buen manejo de la crisis de 2009 terminaron siendo eso: exageraciones). Hablar con esa voz com¨²n, como dijo Sanguinetti, implica abandonar el respeto sacrosanto al principio de no intervenci¨®n, que si bien adquiri¨® relevancia para combatir la injerencia de superpotencias en los asuntos internos de peque?os pa¨ªses, hoy constituye un simple pretexto para justificar la pasividad ante los excesos de Gobiernos ¡°amigos¡± o afines. Los casos m¨¢s escandalosos consisten, por supuesto, en la ya antigua ausencia de democracia en Cuba, y la represi¨®n actual en Venezuela.
La tercera coincidencia fue la concreci¨®n de esta tesis: los dem¨®cratas en Am¨¦rica Latina no han elevado su voz ante la deriva autoritaria o represiva, en particular en Venezuela, durante estos ¨²ltimos meses, pero s¨ª en varios otros pa¨ªses, en otros momentos, durante los ¨²ltimos a?os. Lagos lament¨®, casi desesperado, el intento de equiparar a Nicol¨¢s Maduro con Salvador Allende; quien a tanta oposici¨®n se enfrentaba en Chile sin jam¨¢s amordazarla o reprimirla, que ni siquiera pudo lograr la confirmaci¨®n del propio Lagos como embajador de la Unidad Popular en la Uni¨®n Sovi¨¦tica. Cardoso, que como presidente fue un abanderado de la no intervenci¨®n, lament¨® el silencio del Gobierno brasile?o ante los acontecimientos en Venezuela; y Felipe Gonz¨¢lez, hablando de una regi¨®n que tambi¨¦n le es cercana, lament¨® la complicidad de la Uni¨®n Europea con el derrocamiento por la calle de un payaso corrupto y asesino como Yanuk¨®vych, en Ucrania, pero tambi¨¦n un cierto silencio europeo ante la anexi¨®n rusa de Crimea y, ma?ana, de Ucrania Oriental.
Es cierto que expresidentes ¡ªy en menor medida exministros de algo¡ª hablan con mayor soltura por el mero hecho de abandonar el poder. Pero tambi¨¦n es cierto que aprendieron mucho, en la mejor escuela del mundo: la presidencia de sus respectivos pa¨ªses. Esa sabidur¨ªa colectiva, compartida y publicitada, se convierte en determinadas coyunturas en la consciencia de una regi¨®n, de una etapa, de una causa. Debemos agradecerles su elocuencia cuando se pronuncian sobre el acontecer nacional o mundial, alentar a otros a hacer lo mismo, y lograr que sus sociedades y pares los escuchen. Saben de lo que hablan.
Jorge G. Casta?eda es analista pol¨ªtico y miembro de la Academia de las Ciencias y las Artes de Estados Unidos.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.