Muera el ¡®hipster¡¯, larga vida al ¡®twee¡¯
Este calificativo tan dad¨¢ define a los j¨®venes simp¨¢ticos, educados, comprometidos, sensibles y nada engre¨ªdos

Lamento decirlo en la primera l¨ªnea pero el hipsterismo est¨¢ en las ¨²ltimas. Una nueva sensibilidad moderna se nos viene encima y, seg¨²n sus ide¨®logos, ha provocado una revoluci¨®n cultural y social similar a la que acarre¨® el estallido punk o la irrupci¨®n del hip-hop.
Se trata de un movimiento que arrasa en Estados Unidos gracias a iconos como Wes Anderson o Zooey Deschanel llamado twee, que es como los beb¨¦s pronuncian la palabra sweet (dulce). Este calificativo tan dad¨¢ define a los j¨®venes simp¨¢ticos, educados, comprometidos, sensibles y nada engre¨ªdos. Tambi¨¦n admite a entusiastas de cervezas locales, galletas artesanales, mermeladas caseras, est¨¦tica ani?ada, cine de culto, verduras biol¨®gicas e incluso animales (si es un p¨¢jaro, mejor) a los que cuidar con mimo.
La culpa la tiene el ¨²ltimo libro del prol¨ªfico Marc Spitz, Twee: the gentle revolution in music, books, television, fashion and film (twee: la apacible revoluci¨®n en la m¨²sica, los libros, la televisi¨®n, la moda y el cine), publicado por It Books. 350 p¨¢ginas en las que traza la morfolog¨ªa de un movimiento ecl¨¦ctico y un recorrido por los vectores de la historia twee: Anna Frank, Buddy Hollie, Belle & Sebastian y otras figuras que marcan la ruta por este melanc¨®lico universo de m¨¢s de 70 a?os. De hecho, el autor considera a Walt Disney un precursor: ¡°La est¨¦tica twee nace despu¨¦s de la Segunda Guerra Mundial y gente como ¨¦l apostaron por la fantas¨ªa¡±.
Spitz certifica que los twees no tienen capacidad para la maldad, pero es inevitable que sean anti-hipster y detesten lo cool. El conflicto que se avecina promete. Seg¨²n ¨¦l, los hipsters se creen intelectualmente superiores, carecen de conciencia ecol¨®gica o salen sin freno por las noches, mientras que un twee visita a menudo a su abuela, recicla, mantiene los v¨ªnculos con su infancia, no es cruel, respeta a los geeks (fans de la tecnolog¨ªa), protege a los nerds (fascinados por el estudio o alg¨²n tema espec¨ªfico), pasea en bicicleta, puede enamorarse hasta la taquicardia de una p¨¢gina web e incluso podr¨ªa identificarse con la virginidad.
Tanto se habla de ello que el periodista James Parker ha dedicado una p¨¢gina en la revista mensual The Atlantic para crear su propio pante¨®n twee en el que destaca dos ancestros: Kurt Cobain, el ¡°Elvis del twee¡±, por su actitud antihom¨®foba, sus u?as pintadas, su ¡°Grandma, take me home¡± (abuela, ll¨¦vame a casa); y J. D. Salinger, por haber vivido los horrores de la guerra como soldado y luego crear al eterno Holden Caulfield.
En un entrevista a Q&A, Marc Spitz argumenta que el movimiento tiene muchas caras, ¡°hay gente como Tavi Gevinson (musa adolescente, superdotada de la moda) o Morrissey, el verdadero rey¡, todos sabemos qu¨¦ pertenece a la comunidad twee y qu¨¦ no. Quer¨ªa titular el libro Generation twee porque hubiera atrapado inmediatamente y vender¨ªa m¨¢s, pero, siendo honesto, no pod¨ªa, porque no hay solo una generaci¨®n¡±.
Tras analizar tantos conceptos llamo a una amiga a la que identifico con el movimiento, pero su respuesta me confunde: ¡°Yo no soy eso, soy acad¨¦mica, anarquista y vegana. Deber¨ªas llamar a mi amiga la ilustradora Raquel Aparicio¡±. Qu¨¦ dif¨ªcil es ponerse de acuerdo para hacer la revoluci¨®n. Acudo a Raquel, y ella s¨ª, se acerca: ¡°Vale, soy twee en todo menos en lo de la virginidad¡±. Vaya, siempre falla algo.
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