Juguetes rotos e irrompibles
Williams, Seymour Hoffman y Bacall han demostrado que el mejor efecto especial es el talento del actor
Muerto Robin Williams y con Philip Seymour Hoffman (uno de los mejores actores de su generaci¨®n) todav¨ªa en la memoria, ha vuelto la fatigosa muletilla del juguete roto. Cuando no se sabe nada que decir sobre el trabajo profesional de un actor que acaba de morir se resucita el t¨ªtulo de la pel¨ªcula de Summers y ya est¨¢ todo dicho. El caso es que ni Williams ni Seymour Hoffman respond¨ªan al clich¨¦. Eran actores respetados, con proyectos en marcha y jugosas retribuciones. Williams explot¨® con notable ¨¦xito sus cualidades de hombre orquesta de la interpretaci¨®n y Seymour Hoffman demostr¨® (en Antes que el diablo sepa que has muerto o en Los idus de marzo, por ejemplo) que el mejor efecto especial es el talento del actor. La maquinaria Hollywood trabaja as¨ª: exprime el talento de sus actores (de los que tienen genio), exacerba sus depresiones y destila de ellas el instante de una interpretaci¨®n insuperable. No es que sean juguetes rotos; es que tienen que ser rompibles para que el cine obtenga la plusval¨ªa actoral en la pantalla. Buena parte de la historia de Hollywood est¨¢ tejida con desiertos de drogas, oc¨¦anos de alcohol y galaxias de sexo (l¨¦ase Hollywood Babilonia, de Kenneth Anger); es, en fin, el humus que abona la cosecha.
Pero, claro, otra parte del cat¨¢logo actoral es irrompible. Puede ser por suerte, porque est¨¢n bien acompa?ados o porque ese era el destino se?alado por su car¨¢cter. Es el caso de Lauren Bacall, fallecida despu¨¦s de una vida sin accidentes rese?ables. Ten¨ªa la mirada oblicua (lateral o vertical, a elegir) y sard¨®nica, sonrisa de superioridad y fragilidad escurridiza. Un Dashiell Hammet perezoso hubiera dicho que estaba hecha de la materia de los ensue?os. Construy¨® sin dificultad dos o tres pel¨ªculas memorables (a saber, El sue?o eterno, Escrito sobre el viento y Mi desconfiada esposa) y se dej¨® mecer hasta el fin de sus d¨ªas por el recuerdo asociado de Humphrey Bogart.
Desafortunadamente, ser¨¢ recordada por la frase sumisa en Tener y no tener: ¡°Si me necesitas, silba¡±. Merece un recuerdo mejor. Como la que estampa al propio Bogart en El sue?o eterno: ¡°No es usted muy alto¡± (por ah¨ª le apretaba el zapato a Humphrey). La respuesta es la de un hombre curtido en mil zafarranchos verbales: ¡°Hice lo que pude¡±. Y se qued¨® con la chica.
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