Ib¨¢?ez, el rey del tebeo
El padre de Mortadelo y Filem¨®n ha dibujado unas 50.000 p¨¢ginas de esta pareja de c¨®mic que ha marcado a varias generaciones de espa?oles. Su obra es tambi¨¦n una especie de cr¨®nica de un pa¨ªs te?ida de ficci¨®n y realidad a partes iguales. Hoy sigue empu?ando el rotulador, asegura, porque siente el cari?o de la gente. Visitamos en su guarida a un veterano mago del humor.
Francisco Ib¨¢?ez lleva 56 de sus 78 a?os dando vida a Mortadelo y Filem¨®n, de los que calcula que habr¨¢ dibujado unas 50.000 p¨¢ginas. As¨ª que cuando uno pulsa el timbre y espera a que le abran la puerta en este bloque corriente y moliente de un barrio corriente y moliente de Barcelona, no puede pensar en otras cosas que las relacionadas con el estajanovismo, la producci¨®n en cadena y las laboriosas hormigas. Lo primero que ve el visitante son unas gafas; detr¨¢s de ellas, un se?or simp¨¢tico, socarr¨®n y vehemente, y detr¨¢s de ¨¦l, estanter¨ªas reventadas de tebeos. Ah, y la mesa. La mesa de dibujo. La mesa de dibujo inclinada, junto a la ventana, poblada de plumillas, l¨¢pices, bol¨ªgrafos, trozos de papel y ¨Caunque no se vean¨C mundos extra?os y pobres diablos protagonistas de cosas que somos todos: la emoci¨®n, la tristeza, la impotencia, el dolor y el fulgor, gama/disparate.
Por ah¨ª pululan, por este saloncito a?os setenta donde pasa sus tardes Francisco Ib¨¢?ez, los disfraces de Mortadelo y los mamporros de Filem¨®n. Mortadelo, trasunto en vi?etas de la vertiente picaresca de la vida, cruce de caminos entre el Quijote, el Lazarillo y el expolic¨ªa Torrente. Filem¨®n, retrato matem¨¢tico, cruel, de cierto espa?olito de cuando entonces, que sigue siendo el de ahora, animoso, resignado, victimista y con mala uva. Mortadelo y Filem¨®n, agencia de informaci¨®n, paridos por la mano de Ib¨¢?ez en 1958 en el n¨²mero 1.394 de la revista Pulgarcito, historieta hecha leyenda o, como titul¨® Antoni Guiral de forma certera su fant¨¢stico libro sobre la escuela Bruguera (1945-1963), Cuando los c¨®mics se llamaban tebeos.
Francisco Ib¨¢?ez sigue ah¨ª, asomado a la mesa, al dulce potro de tortura, dando a la imprenta p¨¢ginas y m¨¢s p¨¢ginas y ¨¢lbumes y m¨¢s ¨¢lbumes, el ¨²ltimo de ellos Mortadelo y Filem¨®n contra Jimmy el cachondo, versi¨®n papel de la pel¨ªcula del mismo t¨ªtulo dirigida por Javier Fesser y recientemente estrenada con el ¨¦xito de p¨²blico que se le auguraba (la tercera, tras La gran historia de Mortadelo y Filem¨®n, del propio Fesser, y Mortadelo y Filem¨®n: misi¨®n, salvar la tierra, de Miguel Bardem). ?Por qu¨¦ seguir despu¨¦s de 56 a?os?
¨C?Es que, si lo dejara, se aburrir¨ªa?
A este paso parece que voy a acabar yo antes que los personajes. Pero cuando ves que la cosa gusta a la gente, sigues con ello¡±
¨CPues¡ s¨ª, desde luego a este paso parece que voy a acabar yo antes que los personajes, ?no? No s¨¦, hay momentos que ya¡ no s¨¦, uno est¨¢ cansado, y dices, ?y para qu¨¦?, pero claro, entonces vuelves a ver que la cosa le gusta a la gente y entonces sigues.
Se llama la irresistible inercia del ¨¦xito popular, o qui¨¦n sabe, la irresistible inercia a secas.
Bien lo sabe el padre de Mortadelo, y de Pepe Gotera, y del botones Sacarino, y de 13, Rue del Percebe, y sobre todo de Rompetechos ¨C¡°mi favorito¡±, deja caer Ib¨¢?ez sin vacilar¨C, exponente supremo del eterno tebeo espa?ol, ese fen¨®meno de masas que balbucea a mediados de los cincuenta en cabeceras como La Risa o Paseo Infantil, que eclosiona y estalla en los primeros sesenta de la mano de los hermanos Francisco y Pantale¨®n Bruguera (el uno, republicano; el otro, franquista, ambos empresarios de corte paternalista y absolutamente seguros de lo que persegu¨ªan: edificar un imperio y aplastar a la competencia en el sector del tebeo) y que desemboca en el mism¨ªsimo hoy: Barcelona, 2014, Ib¨¢?ez dibujando, a punto de cumplir 79 a?os, a Jimmy el Cachondo, el profesor Bacterio, el S¨²per, Ofelia y nuestros inefables agentes secretos de la T.I.A.
En tiempos no ya de perenne metamorfosis sino de progresiva derrota de lo tangencial y lo anal¨®gico a manos de lo virtual y lo digital, bien puede decirse que nada o pr¨¢cticamente nada ha cambiado para Francisco Ib¨¢?ez Talavera (Barcelona, 1936). Sus lapiceros, sus hojas de papel, sus tintas, su imaginaci¨®n¡ Nada ha sido f¨¢cil en una vida dedicada a construir mundos imaginarios a golpe de vi?eta: ¡°Ah¨ª sigo, igual que siempre, bueno, igual no, porque con el paso del tiempo¡ Mira, en la profesi¨®n m¨ªa, hacer cinco p¨¢ginas a la semana es lo normal. Hacer 10 es una heroicidad. Hacer 15 ya es incre¨ªble. Y yo durante muchos a?os hice 20 p¨¢ginas a la semana. De d¨ªa, de noche, fines de semana, sin vacaciones, nada, nada, a dibujar todo el rato. La verdad es que en aquellos tiempos la editorial Bruguera nos ten¨ªa bastante esclavizados. Era sencillo: quer¨ªan producir y producir, y producir masivamente, y as¨ª reventaban el mercado, reventaban la competencia, que no pod¨ªa seguir aquel ritmo¡±.
Ha evitado, hasta donde ha sido posible, figurar en primera l¨ªnea de fuego en la promoci¨®n de la pel¨ªcula de Javier Fesser, ¡°se lo ha tenido que comer casi todo el Fesser, el pobre¡±, comenta no sin que una risilla asome en sus ojos de ni?o grande. Mortadelo y Filem¨®n, agencia de informaci¨®n (a los que en un principio iba a llamar Mister Cloro y Mister Yesca, agencia detectivesca, o Lentejo y Fide¨ªno, detectives finos) son importantes, pero a¨²n lo es m¨¢s la familia y la salud. Alerta roja. Y as¨ª son hoy las ma?anas de Ib¨¢?ez: ¡°Por la ma?ana salgo un rato a pasear, por prescripci¨®n facultativa m¨¢s que nada, porque me dijo el m¨¦dico que estaba jodidillo y que eso de quedarme quieto todo el d¨ªa en casa que no pod¨ªa ser. As¨ª que me puse con el deporte. Me apunt¨¦ a una piscina de esas de barrio y oye, me hac¨ªa 40 piscinas, pero era aburrid¨ªsimo. El caso es que cuando ya me cre¨ªa un Mark Spitz, un d¨ªa, en la calle de al lado, vi c¨®mo una chiquita se hac¨ªa cuatro largos en el tiempo en que yo me hac¨ªa uno. Me desanim¨¦ y lo dej¨¦. Y ahora salgo a caminar, tres cuartos de hora m¨¢s o menos, y bien¡±.
Sin tontos registros de nostalgia, pero con mucho respeto y mucho cari?o hacia una ¨¦poca y los nombres y apellidos que la habitaron (sus compa?eros en Bruguera, Escobar, Pe?arroya, Cifr¨¦, V¨¢zquez, Raf¡), aquel antiguo empleado del Banco Espa?ol de Cr¨¦dito reconvertido en dibujante de chistes para gran cabreo y preocupaci¨®n de su padre recuerda la vida de entonces. ¡°A las ocho o nueve de la ma?ana ya me llamaban los de la editorial: ¡®?Ib¨¢?ez! ?C¨®mo van esas p¨¢ginas?¡¯. Y cuando las ten¨ªa acabadas, pues nada, me met¨ªa la carpeta debajo del brazo y me acercaba a entregarlas, un poco como la modista que va a entregar el vestido que ha hecho durante la semana; me pagaban el trabajo de la semana anterior y listos. A veces aprovechaba para comer o tomar algo con alg¨²n otro compa?ero del trabajo que estuviera por all¨ª y luego, hala, vuelta a casa, a volver a sentarte en el taburete y a seguir dibujando¡±.
Los chisteros de la prensa hacen a la gente reflexionar sobre la realidad. Yo les hago evadirse de ella¡±
¨CEs incre¨ªble el ritmo que llev¨® durante aquellos a?os sesenta y setenta, y es incre¨ªble que siga trabajando con esa intensidad. ?No se sinti¨® Francisco Ib¨¢?ez explotado, algo as¨ª como una vaca lechera a la que le exprimen las ubres sin descanso, o como la gallina de los huevos de oro a la que no se deja descansar?
¨CEn Bruguera as¨ª fue, claramente, pero nunca me quej¨¦, nunca dije que me estaban explotando, yo segu¨ªa all¨ª sencillamente porque quer¨ªa. Eso s¨ª, Bruguera siempre se neg¨® a que los autores tuvi¨¦ramos los derechos de nuestros personajes, se neg¨® en redondo. Los due?os pusieron cl¨¢usulas en los contratos que dec¨ªan que aquellos personajes eran ¡°herramientas de trabajo en poder de la editorial, que pagaba por ello a sus autores¡±. O sea, que nosotros no ten¨ªamos derecho absolutamente a nada. Te dec¨ªan: ¡°Oiga, Ib¨¢?ez, aqu¨ª se trata de producir, ?eh?, y si no lo hace usted, pues lo har¨¢ otro, ya sabe¡±.
Era un tiempo en el que centenares de miles de ni?os espa?oles acomet¨ªan, sin saberlo, su primera iniciaci¨®n a la lectura desde las p¨¢ginas de aquellas revistillas que costaban cinco pesetas, que se llamaban Tio Vivo, DDT, Pulgarcito o Din Dan, y que alcanzaban tiradas de 350.000 ejemplares¡ semanales. Luego vendr¨ªan Mortadelo Especial, Mortadelo Gigante, S¨²per Mortadelo¡, hab¨ªa que estrujar a la gallina de los huevos de oro. Otros personajes de autores rivales, como Zipi y Zape, Anacleto, agente secreto, Las hermanas Gilda, Carpanta o Sir Tim O¡¯Theo tambi¨¦n triunfaban¡, pero la comparaci¨®n con Mortadelo y Filem¨®n era inviable. Una era, definitivamente, ida. ¡°Todo eso acab¨®, los tebeos han desaparecido. Hubo un tiempo en el que en los quioscos ve¨ªas decenas de colecciones. En la historieta realista estaban El Capit¨¢n Rel¨¢mpago, El Capit¨¢n Tormenta, El Capit¨¢n Trueno¡ ?Cada fen¨®meno atmosf¨¦rico ten¨ªa su propio capit¨¢n en forma de tebeo! Y en la cosa c¨®mica, el Pulgarcito, el DDT, el Tio Vivo, el Din Dan, hab¨ªa una cantidad tremenda de t¨ªtulos y personajes. Hoy no hay nada. Ha desaparecido todo. S¨®lo han quedado las revistas esas, ?c¨®mo les llaman? Rom¨¢nticas. De autores de tebeos s¨®lo quedamos Jan, que hace el Superl¨®pez, y yo. Pero de mi ¨¦poca, s¨®lo yo, claro, no queda nadie, co?o. Me he quedado solo. Es un poco triste¡±.
¨CBueno, yo no dir¨ªa que es el ¨²ltimo superviviente de los tebeos cl¨¢sicos; usted es m¨¢s que eso, es el ¨²ltimo superviviente de toda una ¨¦poca y de toda una forma de cultura popular. Usted hizo re¨ªr al franquismo, al antifranquismo, al tardofranquismo, al posfranquismo, a la Transici¨®n, a la democracia¡
¨C?Je, je, je! S¨ª, es un poco as¨ª, s¨ª. Y la verdad es que guardo buenos recuerdos de aquellos primeros a?os, a pesar del franquismo; co?o, hoy mucha gente dice: ¡°Qu¨¦ horror, qu¨¦ mal est¨¢ todo¡±. Pero yo les dir¨ªa: ¡°Joder, pues menos mal que no tuvisteis que vivir el franquismo, que aquello s¨ª que¡¡±. Pero da igual derecha que izquierda, yo he hecho re¨ªr igual a todos. Y tambi¨¦n les he metido en las historietas, pero con cuidado, ?eh?, sin intenci¨®n de molestar.
¨CY adem¨¢s, siempre tocando temas de actualidad. En ese sentido, ha sido usted en cierto modo un poco periodista, ?no?
¨CPues s¨ª, pero estoy pensando que voy a dejar este sistema. Es que en un peri¨®dico, pum, pasa algo hoy y ma?ana ya sale publicado. Pero aqu¨ª no, a m¨ª hacer un ¨¢lbum me cuesta dos meses, entre que lo dibujas, lo entintas, lo mandas a imprimir, etc¨¦tera. As¨ª que cuando eso sale a la calle, aquel suceso del que he hablado a lo mejor ya no interesa porque mientras tanto han ocurrido 28.000 cosas m¨¢s. O directamente el personaje en cuesti¨®n se ha ido de este mundo. Una vez hice un ¨¢lbum que, parodiando lo de El se?or de los anillos, se titul¨® El se?or de los ladrillos. El protagonista era un se?or muy gordo que viv¨ªa en Andaluc¨ªa y que ten¨ªa un equipo de f¨²tbol y un caballo que se llamaba Imperioso¡, y cuando estaba en las ¨²ltimas p¨¢ginas una ma?ana veo en el peri¨®dico que se ha muerto. ?Hostia, que se ha muerto! Y ya no lo saqu¨¦, claro.
A punto de los 79 a?os ¨Clos cumplir¨¢ en marzo¨C, ¡°a lo que uno aspira es a no molestar demasiado a los dem¨¢s¡±, sostiene Francisco Ib¨¢?ez, que se esfuerza en quitar hierro a la cosa y en no salirse de madre con respecto a la trascendencia a su obra: ¡°El trabajo m¨ªo nunca ha sido de cr¨ªtica social, econ¨®mica o pol¨ªtica; nada de eso, para eso ya est¨¢n los que hacen los chistes de los peri¨®dicos, que por cierto lo hacen magn¨ªficamente, aunque poco a poco tambi¨¦n esa tradici¨®n va desapareciendo. Yo he hecho y hago historietas. Y les gustan. Los chisteros de la prensa hacen a la gente reflexionar sobre la realidad. Yo les hago evadirse de la realidad¡±.
Mucho m¨¢s guionista que dibujante seg¨²n su propia apreciaci¨®n de s¨ª mismo, hay algo que le llama la atenci¨®n: la end¨¦mica escasez de buenos contadores de historias en un pa¨ªs que, asegura, en teor¨ªa est¨¢ especialmente dotado para ello. ¡°Hoy ya no hay buenos guionistas. Y me choca, co?o, vivimos en un pa¨ªs de gente graciosa, t¨² vas a una reuni¨®n y siempre hay el t¨ªpico t¨ªo con una memoria prodigiosa que te cuenta 48 chistes con una gracia que te despatarras de risa, pero yo no s¨¦ qu¨¦ pasa que luego a la gente le das un l¨¢piz y le pones delante de un papel y ?pssssst! Y es una cosa general, yo creo que en el cine y en la televisi¨®n tambi¨¦n pasa esto. Y en la literatura. Hay gente con un estilo literario tremendo¡, pero un co?azo. Yo creo que Harold Bloom exagera cuando dice que desde Beckett no hay nada nuevo¡, pero es verdad que yo ahora mismo no encuentro nada que me interese demasiado¡±. Y prosigue en su reivindicaci¨®n a ultranza de los contadores de historias: ¡°Yo nunca he sido un buen dibujante, ?eh?, a veces me dicen: ¡®Mira, Ib¨¢?ez, el dibujante¡¯; y no, a lo sumo Ib¨¢?ez, el historietista. Hay gente que s¨ª, que hace vi?etas que pod¨ªan colgarse en el Museo del Prado, o en el Louvre, o en la National Gallery, a m¨ª se me cae la baba viendo lo que hacen. No es mi caso. Pero en cambio, a m¨ª se me han dado siempre bien los guiones, contar historias. Y eso es muy dificilillo, ?eh? Lo m¨¢s importante en una historieta es el guion, es lo que atrapa al p¨²blico. T¨² puedes dibujar una p¨¢gina bestial, imponente, barroca, magn¨ªfica, pero si el guion no engancha, eso no funcionar¨¢. Lo que pasa es que despu¨¦s de 60 a?os¡ los temas se agotan. Antes cog¨ªas un l¨¢piz y un bloc, te inventabas cuatro sketches y cuatro gags, los ligabas y ten¨ªas la historia. Ahora te pones delante del papel en blanco y te preguntas: ¡®?Y qu¨¦ pongo?¡±.
Cuando toque corneta la evidencia del paso del tiempo y la llegada del descanso, a Ib¨¢?ez le quedar¨¢n sus criaturas, lo inventado, lo plasmado en papel y l¨¢piz, tantas ma?anas, tantas tardes y tantas noches a bordo del tablero de dibujo. Y m¨¢s cosas, pero sobre todo una: sus lectores, los de antes y los de ahora, los de siempre, incluidos esos padres que compran tebeos a sus nenes para leerlos ellos. Recuerdos, homenajes al p¨²blico: ¡°Cuando empec¨¦ a hacer sesiones de firma de libros casi todos los que ven¨ªan eran ni?os; ahora eso ha cambiado mucho, yo me atrever¨ªa a decir casi que vienen m¨¢s adultos que ni?os, qu¨¦ curioso, ?verdad? Vienen m¨¦dicos, abogados, arquitectos¡ y me cuentan c¨®mo, algunos d¨ªas de esos de nubarrones en la cabeza, se meten por la noche en la cama y cogen un albumito de los m¨ªos y acaban el d¨ªa felices. Yo a veces pienso que a Mortadelo y Filem¨®n los deber¨ªan vender en las farmacias, en tubitos, como somn¨ªferos¡±.
Se ve caer ya la tarde frente a la ventana de Francisco Ib¨¢?ez, por donde muere la Gran V¨ªa y por donde Barcelona enciende sus luces. Debajo de su casa hay un bar de los de siempre y con lo de siempre, Los Porrillos, se llama, que ya es llamarse. All¨ª se acodar¨¢ Ib¨¢?ez junto a Mortadelo y junto a Filem¨®n Pi, el putilla y el eterno perdedor. A tomar algo y a preguntarse cosas. Cosas como por qu¨¦ los vejestorios (o jovenzuelos) gerifaltes de la alta cultura nunca pudieron con los tebeos. ¡°Ha habido siempre un desprecio total hacia los tebeos por parte de la alta cultura; yo me acuerdo de una vez que mi editor me hizo ir al Caf¨¦ Gij¨®n a un encuentro de los autores m¨¢s vendidos. Yo le dije: ¡®No me jodas, ?qu¨¦ pinto yo en el Gij¨®n, t¨² sabes qu¨¦ autores estar¨¢n all¨ª?¡¯. Y bueno, bah, al final fui. Y todav¨ªa me acuerdo de ver c¨®mo pas¨® delante de m¨ª aquel autor de teatro, Buero Vallejo, y me mir¨® como diciendo: ¡®Pero ?qu¨¦ hace este desgraciao aqu¨ª?¡¯. ?Qu¨¦ caras pon¨ªan al verme!¡±.
Pero oigan: que le quiten lo bailao, que levante el dedo el que haya vendido en este pa¨ªs m¨¢s libros que Francisco Ib¨¢?ez. Que levante el dedo el que haya propiciado m¨¢s nuevos lectores que ¨¦l. Que se levante y se reivindique quien crea que ha llegado a m¨¢s corazones que Mortadelo.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.