Una gran ocasi¨®n
El nuevo reparto de poder, tras las elecciones, propicia nuevos modos de gobernar en democracia
Con los primeros datos del 24-M, se perfila un novedoso reparto del poder. Muy, muy novedoso. Tanto entre los partidos convencionales ¡ªque en ciertos casos resisten m¨¢s de lo previsto¡ª, como entre estos y los emergentes, que irrumpen con rotundidad, en ocasiones sin dar la campanada profetizada.
Todo nuevo reparto de poder, y sobre todo el que vendr¨¢ ahora, propicia nuevos modos de gobernar: nuevos pactos y alianzas, nuevos formatos y actitudes. Constituye una gran ocasi¨®n para reenderezar las instituciones y vivificar el Estado compuesto que nos regalamos en 1978.
Apliquemos criterios econ¨®micos (la posici¨®n dominante), siempre m¨¢s fr¨ªos y compartibles que los pol¨ªticos (el bipartidismo). La extinci¨®n de las mayor¨ªas absolutas pespuntea el declive del monopolio sucesivo o del duopolio alternante en el nivel auton¨®mico. La consecuencia ser¨¢ impactante. Frente a la casi absoluta absorci¨®n centralista de la din¨¢mica de las comunidades por un solo partido, las autonom¨ªas vuelven a existir, ser¨¢n m¨¢s plurales (la competencia). Reverdece el Consejo de Pol¨ªtica Fiscal y Financiera. Y resucita el Estado auton¨®mico que quer¨ªa la Constituci¨®n y que han deshilachado con denuedo. A este proceso autonomista y federalizante podr¨¢ ayudarle el cambio de roles y el desconcierto en el proc¨¦s soberanista catal¨¢n, algunos de cuyos actores pagan caro el menosprecio a toda convocatoria electoral no manipulable en favor de la Causa unidimensional.
Vuelven tambi¨¦n los municipios. Quienes acaben siendo alcaldes, sobre todo en las metr¨®polis, podr¨¢n proponerse ejercer un liderazgo fuerte (aunque ser¨¢ compartido). Si eso se confirma, los municipios conformar¨¢n el rescate de sus roles de gesti¨®n cercana y de escuela de ciudadan¨ªa, estrenados en 1979. Pero deber¨¢n sajar la corrupci¨®n y sacar pecho por ser la ¨²nica Administraci¨®n saneada, que ya lleva dos ejercicios cumpliendo la ortodoxia presupuestaria: en d¨¦ficit cero.
Estos horizontes deber¨ªan pesar (en bien) para los ciudadanos quiz¨¢ m¨¢s que los nuevos nombres, siglas y porcentajes. Porque ¡°no hay casi ning¨²n problema que pueda solucionarse ¨²nicamente desde un solo nivel de gobierno¡±, como escrib¨ªa hace mucho tiempo Pasqual Maragall (Federalismo y Estado de las autonom¨ªas, Planeta, 1988). Que nadie dilapide esta oportunidad.
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