Luis Moya, el copiloto legendario
Fue la voz m¨¢s r¨¢pida del ¡®rally¡¯: el escudero de Carlos Sainz Dej¨® las carreras en 2002, pero sigue viviendo de su verbo de v¨¦rtigo: dando charlas para ejecutivos y hablando en la radio
Luis Moya culebrea con el coche por las calles de la zona alta de Barcelona. Es media ma?ana de un lunes, lleva 13 a?os retirado de la competici¨®n de rallies y va de camino al club deportivo donde suele nadar 3.000 metros diarios. Ya ha hecho una sesi¨®n ma?anera de abdominales (suele alcanzar las 325 cada jornada). Tiene 54 a?os. Se mantiene en forma. Con el mismo f¨ªsico flaco y nudoso con el que se proclam¨® bicampe¨®n del mundo junto a Carlos Sainz a principios de los noventa. Una d¨¦cada despu¨¦s le dio por los triatlones. Ahora, sobre todo, practica nataci¨®n. As¨ª mata el viejo ¡°gusanillo¡± de las carreras con pruebas de nado de larga distancia. Como si se hubiera quedado enganchado a la tensi¨®n, el estr¨¦s y la adrenalina que le generaba ir en un veh¨ªculo a 180, por carreteras de monta?a, sentado en el sill¨®n del miedo. Detiene el coche en un sem¨¢foro: ¡°Me encanta competir. Y adem¨¢s me gusta que me ganen los menos posibles. Pero hay una cosa que me llama la atenci¨®n: ?sabes estos que dicen que el segundo es el primero de los perdedores? Yo discrepo mucho de eso, macho. Yo reivindico al segundo¡±.
Moya, cuatro veces subcampe¨®n del mundo de rallies, habla como un rayo. Con su dicci¨®n inconfundible y ametrallada. En el trayecto a la piscina, a 10 minutos de su casa, le da tiempo a repasar media vida. Lo hab¨ªa avisado: ¡°No te preocupes por el tiempo. Con la velocidad a la que voy, te voy a contar muchas cosas¡±. En el coche, a su lado, la sensaci¨®n resulta extra?a. La voz es la misma. Pero hay elementos fuera de sitio, como en un mal sue?o: el copiloto, m¨¢s viejo, conduce una berlina familiar de Volkswagen; no lleva casco, ni canta ¨®rdenes de su bloc de notas. Dice que ahora le gusta conducir este tipo de coches. ¡°Uno confortable. Ya me pas¨¦ muchos a?os de ir saltando. Y este no sabes c¨®mo va. Me pidieron que lo probara, exigi¨¦ndole un poco m¨¢s. Porque a esta velocidad todos los coches son iguales. Lo que tienes que ver es si vas a 100 y, de repente, te sale un animal y tienes que esquivarlo, dar un volantazo fuerte. Con este coche no pierdes el culo¡¡±.
Dicen que el segundo es el primero de los perdedores. Yo reivindico al segundo¡±
Es un d¨ªa de calor h¨²medo. El veh¨ªculo sigue trepando por Barcelona. Y lo que cuenta del animal recuerda a uno de esos episodios m¨ªticos que vivi¨® junto a Carlos Sainz. Rally de Nueva Zelanda. A?o 1997. Se oye la voz de Moya en el interior de un veh¨ªculo revolucionad¨ªsimo. ¡°Para derecha r¨¢pida m¨¢s. Uno. Rasante en derecha r¨¢pida menos, menos, ras, se abre a fondo. Con ce¡¡±. El sol les golpea de frente. Hay un cambio de rasante. Y en un visto y no visto aparece la figura blanca y algodonada en mitad de la pista. ¡°?Hostia, la oveja!¡±, exclama entonces Moya. Sus v¨ªsceras saltan al parabrisas.
¡°Mala suerte¡±, contin¨²a de camino a la piscina. ¡°Podr¨ªa haber aparecido despu¨¦s de una curva de 40. La encontramos a 160, ah¨ª puestecita. ?Le metimos un viaje!¡±. Lo relevante de la an¨¦cdota, en cualquier caso, no es el animal. Sino la forma de narrar su atropello. Desde entonces, el exabrupto se ha convertido en una de las frases m¨¢s c¨¦lebres de un copiloto con verbo de leyenda. Seg¨²n su propia clasificaci¨®n, ser¨ªa la segunda del ranking. Por detr¨¢s de la irrepetible ¡°?Trata de arrancarlo! ?Trata de arrancarlo, Carlos! ?Trata de arrancarlo, por Dios!¡±, cuando en 1998, a escasos metros de ganar un mundial, se les para el coche y contemplan impotentes c¨®mo se les escapa la victoria. Hubiera sido su tercer campeonato del mundo. Nunca, como pareja, volvieron a tenerlo tan cerca. Pero hay maneras de verlo. Seg¨²n el vaso de Moya: ¡°F¨ªjate, es un momento deportivamente cruel. Porque pierdes a 400 metros de la meta. Pero yo, desde entonces, como soy tan positivo, le di la vuelta. Cuando vi el motor, hab¨ªa un agujero. Se sali¨® una biela. Eso no arranca en la vida. Y pese a todo, yo le dije a Carlos: ¡®Trata de arrancarlo¡¯. Y ¨¦l lo intent¨®. Joder, ni aun viendo un agujero di mi brazo a torcer. Y menos mal que le di la vuelta, porque si no, ser¨ªa un drama. Desde que ocurri¨® en 1998, no pasa una semana sin que alguien me lo recuerde. Igual subo a un taxi y, como mi voz es peculiar, el taxista se gira y dice: ¡®Usted es el de trata de arrancarlo¡±. Para ser exactos, el tipo que grita con un extintor en la mano y acaba lanzando el casco contra el coche. Aquel mundial se les fue en un grito desesperado que dio la vuelta al mundo. Y el manual de cabecera de este secundario de lujo contiene desde entonces una m¨¢xima: ¡°Eso de que cuando eres segundo pierdes, hay veces que s¨ª, pero muchas veces que no¡±.
Al llegar al club deportivo, el excopiloto aparca bajo una palmera. El Mediterr¨¢neo se intuye ah¨ª abajo tras una bruma blanquecina. Se oye la bocina de un crucero en el puerto. Moya saluda en la recepci¨®n con un ¡°Hola, Vicky¡±. Lleva una mochila al hombro, viste deportivas, pantal¨®n fino de algod¨®n y camisa de cuadros. Un reloj en su mu?eca tambi¨¦n recuerda aquel campeonato perdido. Tiene una inscripci¨®n en el reverso: ¡°A Luis Moya. Trofeo 1998. Mejor copiloto del a?o¡±. Se lo concedi¨® la prensa especializada tras la derrota. Lo usa a menudo. Hace poco le cambi¨® la correa. ¡°Fue la primera vez que no se lo llev¨® el ganador. Reivindicaron al segundo¡±.
Un copiloto, siendo fiel al guion, no deja de ser un papel de reparto. El tipo que acompa?a al protagonista. Su contrapunto. Hay que saber asumirlo. Cuadrarse. Ir al ritmo del piloto. Y no por ello aparcar la personalidad. A Moya se le escapaban la energ¨ªa y el buen humor como fogonazos entre notas que le¨ªa a todo trapo. Seg¨²n el periodista deportivo Jos¨¦ Antonio Ponseti, no ha habido otro copiloto con su carisma. ¡°Y conozco a la mayor¨ªa de ellos¡±. Ponseti coincidi¨® con Sainz y Moya en 1990. Pas¨® una d¨¦cada a su lado retransmitiendo carreras para la cadena Ser y Canal?+. Volando en los mismos aviones, durmiendo en los mismos hoteles. ¡°Sin duda, dentro de la pareja, Luis era el resorte¡±, dice. ¡°La gota extra de gasolina cuando bajaban los ¨¢nimos. Carlos es m¨¢s fr¨ªo, como ha de ser quien conduce a 200. Luis era la parte pasional. Se encabronaba, animaba. Era espectacular escucharle cantar las notas. Estaban muy equilibrados. Ha sido una de las parejas del deporte m¨¢s incre¨ªbles de todos los tiempos¡±. En aquella ¨¦poca, Ponseti le ofreci¨® a Moya comentar los rallies juntos. ¡°Tiene un punto de comunicador innato brutal¡±, seg¨²n el periodista. ¡°Sabe contar historias de lo que sea¡±. Sin quererlo, hab¨ªa inventado el futuro oficio de Moya. Cuando a?os m¨¢s tarde Ponseti se uni¨® al equipo de Carrusel Deportivo, volvi¨® a llamar al copiloto. Moya comenz¨® aportando estad¨ªsticas en los partidos del Bar?a. Cifras y datos que preparaba en un cuaderno, como en los viejos tiempos. ¡°?Qu¨¦ dice la libreta de Luis?¡±, sol¨ªan preguntarle antes de sus intervenciones.
Moya acaba de terminar su sesi¨®n de 40 minutos a crol en una piscina al aire libre. Al lado, un grupo de se?oras juega al p¨¢del. En el club todo el mundo parece querer saludarlo. Tras pasar por el vestuario, se sienta en una mesa que domina la ciudad. Pide una cerveza y enciende un pitillo, el ¨²nico del d¨ªa, mientras llega el almuerzo. Prosigue. Al cabo de un tiempo de colaboraciones espor¨¢dicas en Carrusel¡, se ofreci¨®: ¡°Llevadme donde quer¨¢is, me da igual hacer un Granada-Elche. Lo que me gusta es la radio¡±. Aunque se hizo famoso como copiloto, en realidad ha vivido toda su vida de la palabra. De su voz peculiar, sus erres cabalgadas, y una forma ¨²nica de disparar frases a trompicones. Habl¨® r¨¢pido desde ni?o, y hoy sigue aceler¨¢ndose en sus frecuentes charlas de liderazgo para directivos. Habla cinco idiomas. Estudia alem¨¢n. Y Volkswagen, que lo tiene en n¨®mina como embajador de la marca, lo lleva de viaje por el mundo para que cuente su experiencia en las carreras. Sus an¨¦cdotas con mensaje positivo. ¡°Me tratan a cuerpo de rey. ?Y me pagan por hablar! Como digo yo: ¡®?Joder, si es lo que m¨¢s me gusta del mundo!¡±. Incluso particip¨® en 2007 en un programa de stand-up comedy en televisi¨®n, El club de Flo. Lleg¨® a semifinales contando chistes. Y cuando, a?os despu¨¦s, Ponseti se mud¨® a la emisora M-80, le cedi¨® un nuevo espacio en el que contar lo que le apeteciera.
Dentro de la pareja, Luis era la gota extra de gasolina¡±, seg¨²n el periodista Jos¨¦ Antonio Ponseti
Una de las ¨²ltimas ediciones de Territorio Moya la dedic¨® a las pel¨ªculas del Oeste, una de sus grandes pasiones. Posee una colecci¨®n de 300 t¨ªtulos. Cita directores, int¨¦rpretes, guionistas. Conoce di¨¢logos de memoria. Tambi¨¦n colecciona objetos del Far West. R¨¦plicas de rev¨®lveres, guardapolvos y estrellas de sheriff. Alguna vez se ha disfrazado para ir a tomar un trago con amigos (muestra fotos en el m¨®vil que lo atestiguan; no era carnaval); y hasta le pareci¨® divertido vestirse as¨ª para la imagen que abre este reportaje. Posando con el aire de un actor rescatado por alg¨²n director de culto. Como corresponde a un pistolero retirado, su rostro muestra cicatrices de otro tiempo: 70 puntos de un accidente de juventud. ¡°El rally del s¨¢bado noche¡±, explica. ¡°Que era el peor de todos. No hab¨ªa entonces mentalidad de cintur¨®n de seguridad¡±. Rompi¨® el cristal con la cara. Iba de copiloto. Y ni siquiera hab¨ªa comenzado a competir. Ten¨ªa 20 a?os, y a¨²n faltaban otros tres para que su amigo Jos¨¦ Mari?as (hermano del fallecido presentador de noticias Luis Mari?as) entrara en el bar coru?¨¦s donde sol¨ªan tomar el caf¨¦ un grupo de fan¨¢ticos del motor y le propusiera correr a su lado en una competici¨®n gallega. Hasta entonces, Moya se hab¨ªa distinguido por ser un mal estudiante de ni?o; e igual de malo en Medicina, donde se matricul¨® para seguir los pasos de su padre, Luis Rodr¨ªguez Lago (Moya es el apellido materno), un prestigioso cirujano y anestesista. Dej¨® la carrera; ayud¨® con la contabilidad en los comercios de su madre; dirigi¨® una secci¨®n de coches en El Ideal Gallego. Y un d¨ªa de 1983 se subi¨® a un R-5 Copa Turbo con Mari?as al volante. Comenz¨® a tomar notas de sus indicaciones. Y luego, en carrera, las dict¨® a velocidad de v¨¦rtigo. ¡°No ten¨ªa ni idea de c¨®mo hacerlo y me sali¨® natural¡±, confiesa el copiloto retirado.
¡°Lo bord¨®¡±, dice Mari?as. ¡°Quedamos quintos. Para un primer rally no estuvo mal¡±. Poco despu¨¦s ganaron el rally de Ferrol. Y Mari?as recuerda el nacimiento de un copiloto legendario: ¡°Era muy r¨¢pido, muy claro. Hici¨¦ramos un trompo o tuvi¨¦ramos un susto, nunca se perd¨ªa. Y su voz era muy pe?netrante. Le escuchabas perfectamente, y eso que entonces no ten¨ªamos interfonos¡±. De ah¨ª, Moya pas¨® a competir junto a Guillermo Barreras, en Renault. De ¨¦l aprendi¨® mucho ¨C"fue mi maestro"¨C, pero le dej¨® plantado por ser ¡°un cascarrabias¡± al volante.
Moya le da un trago a la cerveza: ¡°Luego la suerte, el destino, quiso que me sentase con Carlos, y eso lo cambi¨® todo¡±. Seg¨²n Moya, un piloto como Sainz ¡°nace¡±, mientras que su oficio ¡°no requiere un talento especial¡±. Recapacita un instante y a?ade: ¡°Hombre, a la hora de leer las notas tienes que cantar. Y entonar. No puedes leer como si fuese un encefalograma plano. Y es como que, si entonas, le pones m¨¢s pasi¨®n. A veces Carlos me dec¨ªa: ¡®Luis, que me asustas¡¯. Ese era el objetivo. Venimos a 180, y tienes que meter primera para hacer un ¨¢ngulo: ¡®Derecha seis, para izquierda seis, ?para derecha uno!¡±.
Luis es superpositivo. El colaborador que siempre te gustar¨ªa tener a tu lado¡±, dice Carlos Sainz
Hace poco, Sainz le llam¨® para que volvieran a sentarse juntos en el Dakar. Se neg¨®. En 2002, cuando dej¨® los rallies, tom¨® una decisi¨®n irrevocable. ¡°Aun as¨ª¡±, dice Moya, ¡°me hace mucha ilusi¨®n. Cuando me insiste es porque algo bueno habr¨¦ hecho con ¨¦l. Tenemos una gran relaci¨®n. Yo lo considero mi mejor amigo¡±. Se pasaron 15 a?os juntos. ¡°Pero muy juntos, ?eh? En casa, con tu pareja, te enfadas y te vas al cuarto de ba?o. En un coche no puedes ir a ning¨²n lado. Tienes que solucionarlo porque si no es un drama¡±.
Dice Carlos Sainz que cada vez que se ven es como si se hubieran bajado del coche ayer. ¡°Estamos en una cena y anticipo lo que va a decir. Supongo que a ¨¦l le pasa lo mismo. Cuando convives con una persona esa cantidad de horas, minutos, segundos; y piensas en la calidad de esa convivencia, en la tensi¨®n y el riesgo, y en el tiempo dedicado al mismo objetivo, puedes imaginar los lazos. Es el colaborador que siempre te gustar¨ªa tener a tu lado. Superpositivo. Parte de nuestros ¨¦xitos provienen de su manera de ser, extrovertida, siempre dispuesto a ayudar¡±. Moya retoma el hilo: ¡°Me enorgullece que me haya pedido que vaya al Dakar con ¨¦l. Pero no voy. Para competir con Carlos, tienes que dar lo mismo que ¨¦l o m¨¢s. Menos no puedes. Con mucha intensidad. Eso lo aprend¨ª de ¨¦l. Que en la vida para conseguir las cosas tienes que darlo todo. Y yo ahora no tengo la cabeza para eso. Ese estr¨¦s ya lo tuve muchos a?os¡±. Ahora practica nataci¨®n, lleva una vida tranquila y recuerda ante auditorios de ejecutivos sus haza?as y frases memorables. La tercera del ranking personal en realidad le corresponde Sainz. A?o 1994. ?ltima etapa del campeonato del mundo. Con posibilidades de alcanzar lo m¨¢s alto. Pero el Subaru derrapa y se sale de la pista. Sainz exclama: ¡°La cagamos, Luis¡±. Moya, incombustible, replica: ¡°No la cagamos, ?dale!¡±.
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