El hist¨®rico alegato de Francisco
La lucha contra el cambio clim¨¢tico depende de decisiones pol¨ªticas y si hay alguien con autoridad para lograr la conversi¨®n ecol¨®gica de los legisladores cat¨®licos negacionistas y de las personas que les apoyan en las urnas, es el Papa
La enc¨ªclica del papa Francisco Laudato si¡¯ ha supuesto un hito en la conversaci¨®n global sobre la situaci¨®n ambiental de nuestro mundo. Tras el documento de Bergoglio nada ser¨¢ igual en la mirada de la comunidad cat¨®lica hacia la custodia de la naturaleza. El texto ha hecho historia por razones que van m¨¢s all¨¢ de su importante repercusi¨®n en el actual debate sobre el cambio clim¨¢tico. El que el m¨¢ximo responsable de una tradici¨®n religiosa milenaria en la que se reconocen cientos de millones de personas haga una apelaci¨®n expresa a sus fieles, en el marco de un documento formal del m¨¢s alto rango, a una profunda conversi¨®n ecol¨®gica es algo inaudito, por mucho que algunas voces insistan en la continuidad de esa ense?anza respecto a las impartidas por papas anteriores.
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Bergoglio ha escrito un texto de hondo contenido espiritual, pol¨ªtico, ecol¨®gico y social, en el que el compromiso con los m¨¢s vulnerables y desfavorecidos de la Tierra cruza transversalmente todo el documento. Mi intuici¨®n es que su repercusi¨®n perdurar¨¢ a lo largo de los pr¨®ximos a?os, contribuyendo a alimentar los necesarios debates sobre la reconducci¨®n de la crisis ambiental, el problema de la pobreza extrema y la desigualdad Norte-Sur. Es tambi¨¦n un escrito de rica urdimbre intelectual en la mejor tradici¨®n de la Compa?¨ªa de Jes¨²s. El jesuita argentino ha presentado un diagn¨®stico implacable sobre la crisis ambiental y ha tenido el acierto de situar el problema del cambio clim¨¢tico en ese marco m¨¢s amplio, incorporando a su reflexi¨®n otros temas cruciales como la p¨¦rdida de diversidad biol¨®gica, la escasez de agua potable o la degradaci¨®n de los oc¨¦anos. En ese sentido, estamos ante un diagn¨®stico alineado con los informes m¨¢s serios de las instituciones internacionales de referencia.
En la descripci¨®n de la crisis ambiental global existe una amplia coincidencia entre la comunidad epist¨¦mica de la ciencia, el movimiento ambiental internacional y las instituciones de la ONU relacionadas con el tema, si bien a la hora de explicar las causas profundas del deterioro, las explicaciones y los ¨¦nfasis, como no pod¨ªa ser de otro modo, son diversos. Desde el prisma de la ecolog¨ªa cient¨ªfica, el punto m¨¢s d¨¦bil de la aproximaci¨®n de Bergoglio a las causas de la crisis ambiental es la no inclusi¨®n de la variable demogr¨¢fica. Hay razones doctrinales en la cosmovisi¨®n cat¨®lica relacionadas con la natalidad y la planificaci¨®n familiar que se interponen en esa comprensi¨®n. Ahora bien, desde una perspectiva cient¨ªfica el hecho de que la poblaci¨®n humana se haya multiplicado casi por 10 en los dos ¨²ltimos siglos (ha pasado de 790 a 7.300 millones y la previsi¨®n es que alcance los 9.600 millones a mediados de este siglo) es un dato muy contundente que no puede quedar fuera de una explicaci¨®n rigurosa de la crisis ambiental.
El Pont¨ªfice ha presentado un diagn¨®stico implacable de la crisis ambiental
Siempre ha sido un falso debate la disyuntiva causal entre la explicaci¨®n demogr¨¢fica versus el modelo de producci¨®n y consumo de los pa¨ªses desarrollados. Ambas cadenas de argumentos se complementan y refuerzan. Explicar el deterioro ambiental en funci¨®n exclusivamente del modelo de producci¨®n y consumo de los pa¨ªses ricos es reduccionista y no se ajusta a los datos disponibles de la realidad emp¨ªrica. El diferente modelo de producci¨®n y consumo que prevaleci¨® durante siete d¨¦cadas en las econom¨ªas planificadas sovi¨¦ticas dej¨® un balance ambiental desolador. Asimismo, una de las mayores debilidades del actual sistema mixto de China, en el que la econom¨ªa de mercado est¨¢ sujeta a un f¨¦rreo control planificador por parte de su Gobierno comunista, ha sido el desastre ambiental provocado por su modelo de desarrollo. En otras palabras, la orientaci¨®n consumista y la tendencia al exceso y el despilfarro que, sin duda, forman parte de la econom¨ªa capitalista de mercado y del modelo de consumo de las sociedades opulentas, siendo relevantes, no agotan la explicaci¨®n de las causas profundas de la crisis ambiental.
M¨¢s all¨¢ de esa divergencia, un aspecto fundamental del documento de Bergoglio es su contribuci¨®n a la ampliaci¨®n/renovaci¨®n del marco de referencia en el que se ha situado el debate sobre el cambio clim¨¢tico, sesgado hacia su formulaci¨®n exclusiva en t¨¦rminos cient¨ªficos-t¨¦cnicos. Ha existido al respecto una interesada confusi¨®n entre el papel imprescindible de la ciencia para comprender la esfera de los hechos ¡ªel origen, las causas directas y la din¨¢mica del cambio clim¨¢tico¡ª y la esfera de los significados, es decir, c¨®mo afecta la desestabilizaci¨®n del clima a nuestra autocomprensi¨®n como comunidad global. Esa confusi¨®n ha hecho que el n¨²cleo moral del problema haya quedado relegado durante demasiado tiempo.
Bergoglio ha situado en el centro del debate el desaf¨ªo moral a que nos enfrenta este problema
Sin embargo, el cambio clim¨¢tico afecta a consideraciones muy relevantes de la justicia intrageneracional e intergeneracional y plantea serios interrogantes sobre los fundamentos de equidad a los que aspiran nuestras sociedades democr¨¢ticas. Sus consecuencias negativas impactan e impactar¨¢n de forma devastadora a los cientos de millones de personas pertenecientes a las comunidades m¨¢s pobres y vulnerables de los pa¨ªses en desarrollo, precisamente quienes menos han contribuido a generar el problema. En el caso de diversos Estados-isla del Sur supone incluso una amenaza existencial a su propia supervivencia f¨ªsico-geogr¨¢fica. Adem¨¢s, un incremento de la temperatura por encima de los dos grados cent¨ªgrados supondr¨¢ un desastre sin paliativos para el mundo que recibir¨¢n nuestras hijas y nietos, as¨ª como para el resto de formas de vida que comparten con nosotros la biosfera. Muy oportunamente, el alegato de Bergoglio ha situado en el centro del debate el desaf¨ªo moral con que nos confronta este grave problema.
La reconducci¨®n de la alteraci¨®n del clima s¨®lo es posible si se avanza hacia una econom¨ªa de bajo contenido en carbono. Esa transici¨®n precisa poner fecha de caducidad al sistema energ¨¦tico basado en los combustibles f¨®siles, como lo ha reconocido la reciente cumbre de l¨ªderes del G-7. Un elemento imprescindible para garantizar ese proceso es contar con un Gobierno clim¨¢ticamente responsable en Estados Unidos, ya que la necesaria transici¨®n energ¨¦tica-clim¨¢tica internacional podr¨ªa descarrilar si futuros Gobiernos de ese pa¨ªs se retirasen de una diplomacia clim¨¢tica constructiva. En consecuencia, generar all¨ª un consenso b¨¢sico como el que ha predominado en Europa en los ¨²ltimos 25 a?os es un elemento crucial para el ¨¦xito de esa transformaci¨®n. Si hay alguien con autoridad para lograr la conversi¨®n ecol¨®gica de los numerosos congresistas cat¨®licos negacionistas y de los millones de personas que les apoyan en las urnas, es el papa Francisco. Ya se ha anunciado que, cuando en septiembre se dirija en persona al pleno del Congreso, cientos de miles de norteamericanos van a acompa?arle desde las plazas, las calles y los lugares de culto con las velas de su conciencia encendidas. Ser¨¢ un momento para recordar. Quiero pensar que el gran Stefan Zweig lo incluir¨ªa entre sus momentos estelares de la humanidad.
Antxon Olabe Ega?a es economista ambiental y ensayista.
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