?Qu¨¦ ocurre despu¨¦s de la muerte?
La mayor¨ªa preferimos no pensar en lo que sucede con nuestro cuerpo cuando morimos. Pero esa descomposici¨®n es el origen inesperado de una nueva vida
¡°No va a ser f¨¢cil quebrar esto¡±, dice Holly Williams, de la funeraria, mientras levanta el brazo de John y dobla con delicadeza los dedos, el codo y la mu?eca. ¡°En general, cuanto m¨¢s reciente es un cad¨¢ver, mejor se trabaja con ¨¦l¡±.
Williams habla en voz baja, con una despreocupaci¨®n que contrasta con la naturaleza de su labor. Creci¨® en el norte de Texas, en la funeraria familiar donde trabaja, y ha visto y manipulado cad¨¢veres casi a diario desde la infancia. Unos mil cuerpos, calcula a sus 28 a?os. Su trabajo consiste en recoger cuerpos de personas reci¨¦n fallecidas en el ¨¢rea de Dallas-Fort Worth y prepararlos para su funeral.
¡°La mayor¨ªa los recogemos en residencias de ancianos¡±, dice Williams, ¡°pero a veces traemos gente que ha muerto por herida de bala o en un accidente de circulaci¨®n. Pueden llamarnos para que vayamos a por alguien que muri¨® en soledad hace d¨ªas o semanas, alguien que ya ha empezado a descomponerse, lo que dificulta el trabajo¡±.
Lejos de estar muerto, un cuerpo en descomposici¨®n rebosa de vida
John llevaba unas cuatro horas muerto cuando su cuerpo fue trasladado a la funeraria. Hab¨ªa gozado casi siempre de una salud razonable. Su trabajo de toda la vida, en las explotaciones petrol¨ªferas de Texas, lo manten¨ªa activo y en forma. Llevaba a?os sin fumar y no abusaba del alcohol. Hasta que una fr¨ªa ma?ana de enero sufri¨® un infarto en su casa (por complicaciones inesperadas, al parecer), cay¨® al suelo y muri¨® casi en el acto. Ten¨ªa apenas 57 a?os.
La mesa met¨¢lica de Williams acoge ahora el cuerpo de John cubierto con una s¨¢bana blanca de lino, fr¨ªo y duro al tacto y con la piel entre gris y purp¨²rea, s¨ªntomas claros de que la descomposici¨®n ya ha empezado.
Autolisis
Lejos de estar muerto, un cuerpo en descomposici¨®n rebosa de vida. Cada vez hay m¨¢s cient¨ªficos que hacen del cad¨¢ver la piedra angular de un ecosistema vasto y complejo que surge poco despu¨¦s de la muerte, y prospera y evoluciona a medida que la descomposici¨®n avanza.
La descomposici¨®n empieza unos minutos m¨¢s tarde de la muerte con un proceso llamado autolisis, o autodigesti¨®n. Poco despu¨¦s de que el coraz¨®n se pare, las c¨¦lulas se quedan sin ox¨ªgeno y su acidez aumenta a medida que los derivados t¨®xicos de las reacciones qu¨ªmicas se acumulan en su interior. Las enzimas comienzan a digerir las membranas celulares antes de filtrarse por las c¨¦lulas rotas. El proceso suele empezar en el h¨ªgado, rico en enzimas, y en el cerebro, que tiene un alto contenido en agua. Finalmente, todos los tejidos y ¨®rganos se colapsan del mismo modo. Rotos los vasos sangu¨ªneos, las c¨¦lulas se depositan, por efecto de la gravedad, en los capilares y las venas peque?as, decolorando la piel.
La descomposici¨®n es un final, un recordatorio morboso de que toda la materia del universo debe obedecer estas leyes fundamentales. Nos desbarata, equilibrando nuestra masa corporal con su entorno, recicl¨¢ndola para que otros seres vivos puedan usarla
La temperatura corporal empieza a caer tambi¨¦n, hasta adaptarse al entorno. Es el momento del rigor mortis ¨C¡°la rigidez de la muerte¡±-, que comienza por los p¨¢rpados, la mand¨ªbula y los m¨²sculos del cuello y sigue con el tronco y las extremidades. En un cuerpo vivo, las c¨¦lulas musculares se contraen y se relajan gracias a la acci¨®n de dos prote¨ªnas filamentosas (la actina y la miosina), que se deslizan a la par. Tras la muerte, las c¨¦lulas se ven privadas de su fuente de energ¨ªa y los filamentos proteicos quedan inmovilizados. Esto provoca la rigidez de los m¨²sculos y la par¨¢lisis de las articulaciones.
En estas primeras fases, el ecosistema del cad¨¢ver est¨¢ formado sobre todo por bacterias que viven en y del cuerpo humano vivo. Nuestro cuerpo alberga una enorme cantidad de bacterias. Cada superficie, cada rinc¨®n del cuerpo es un h¨¢bitat para comunidades de microbios espec¨ªficas. Con diferencia, la mayor de estas comunidades est¨¢ en el intestino, donde residen billones de bacterias de cientos o miles de especies diferentes.
La microbiota [conjunto de microorganismos localizados en distintos sitios del cuerpo humano] es un tema apasionante para muchos bi¨®logos. Se le han asignado diversos papeles en la salud humana y se la asocia a miles de afecciones y dolencias, desde el autismo y la depresi¨®n hasta el s¨ªndrome del colon irritable y la obesidad. Pero es poco lo que sabemos de estos par¨¢sitos microbianos. Y menos a¨²n lo que sabemos de ellos cuando morimos.
En agosto de 2014, la cient¨ªfica forense Gulnaz Javan, de la Universidad Estatal de Alabama en Montgomery, y sus colegas publicaron el primer estudio sobre lo que llamaron the thanatomicrobiome (del griego thanatos, ¡°muerte¡±).
¡°Muchas de nuestras muestras proceden de casos criminales¡±, dice Javan. ¡°Alguien se suicida, o es asesinado, o muere por una sobredosis o en un accidente de tr¨¢fico, y yo recojo muestras de tejido del cuerpo. Hay cuestiones ¨¦ticas que nos obligan a solicitar un consentimiento¡±.
La mayor¨ªa de los ¨®rganos internos est¨¢n libres de microbios mientras vivimos. Poco despu¨¦s de la muerte, sin embargo, el sistema inmune deja de funcionar, lo que permite su expansi¨®n por todo el cuerpo. Es algo que suele empezar en las tripas, en el cruce entre los intestinos grueso y delgado ¨Cy enseguida en los tejidos vecinos-, de dentro afuera. Aliment¨¢ndose del c¨®ctel qu¨ªmico que se escapa de las c¨¦lulas da?adas, los microbios invaden los capilares del sistema digestivo y los n¨®dulos linf¨¢ticos y se propagan por el h¨ªgado y el bazo antes de pasar al coraz¨®n y el cerebro.
Javan y su equipo trabajaron con muestras del h¨ªgado, bazo, cerebro, coraz¨®n y sangre tomadas de 11 cuerpos entre 20 y 240 horas despu¨¦s de su muerte. Para analizar y comparar el contenido bacteriano de cada muestra, combinaron t¨¦cnicas bioinform¨¢ticas con dos tecnolog¨ªas punteras en secuenciaci¨®n de ADN.
Las muestras tomadas de los ¨®rganos de un cad¨¢ver eran muy semejantes entre s¨ª pero muy distintas de aquellas tomadas de esos mismos ¨®rganos en otro cuerpo. La explicaci¨®n, en parte, podr¨ªa estar en las diferencias en la composici¨®n de la microbiota de cada cad¨¢ver, o bien en las diferencias en el tiempo transcurrido desde la muerte. Un estudio anterior con ratones en descomposici¨®n demostr¨® que si bien la microbiota cambia considerablemente despu¨¦s de la muerte, ese cambio es uniforme y mensurable. Los cient¨ªficos lograron reducir a un lapso de tres d¨ªas el per¨ªodo en que hab¨ªa fallecido una persona que pod¨ªa llevar casi dos meses muerta.
Tras la muerte, las c¨¦lulas se ven privadas de su fuente de energ¨ªa y los filamentos proteicos quedan inmovilizados. Esto provoca la rigidez de los m¨²sculos y la par¨¢lisis de las articulaciones
El estudio de Javan suger¨ªa que ese ¡°reloj microbiano¡± podr¨ªa estar a¨²n funcionando dentro del cuerpo humano en descomposici¨®n. Demostraba que las bacterias alcanzaron el h¨ªgado unas 20 horas despu¨¦s de la muerte y que transcurrieron al menos 58 horas hasta que se propagaron por todos los ¨®rganos de los que se tomaron muestras. Es posible, por tanto, que tras la muerte nuestras bacterias se expandan por el cuerpo de un modo sistem¨¢tico, y que la cadencia con la que se infiltran primero en un ¨®rgano interno y despu¨¦s en otro nos ofrezca otro modo de estimar el tiempo transcurrido desde la muerte.
¡°El grado de descomposici¨®n var¨ªa entre los distintos individuos pero tambi¨¦n entre los distintos ¨®rganos¡±, dice Javan. ¡°El bazo, el intestino y el est¨®mago, as¨ª como el ¨²tero de una embarazada, se descomponen antes, mientras que el ri?¨®n, el coraz¨®n y los huesos sufren un deterioro m¨¢s lento¡±. En 2014, Javan y sus colegas obtuvieron una ayuda de 200.000 d¨®lares de la National Science Foundation para continuar investigando. ¡°Seguiremos usando tecnolog¨ªas punteras de secuenciaci¨®n y t¨¦cnicas bioinform¨¢ticas con el fin de averiguar qu¨¦ ¨®rgano es el m¨¢s adecuado para establecer la hora de la muerte. Eso es algo que todav¨ªa no est¨¢ claro¡±, dice.
Lo que s¨ª parece claro es que las fases en la descomposici¨®n de un cuerpo dependen de la composici¨®n bacteriana.
Putrefacci¨®n
Hay media docena de cad¨¢veres, en diversos estados de descomposici¨®n, desparramados entre los pinos de Huntsville, en Texas. En el centro del recinto est¨¢n los dos ¨²ltimos en llegar, con los brazos y las piernas en cruz, la piel fl¨¢ccida y c¨¢rdena a¨²n intacta, y la caja tor¨¢cica y los huesos p¨¦lvicos visibles entre la carne que se pudre lentamente. Unos metros m¨¢s all¨¢ hay otro cad¨¢ver, reducido a su condici¨®n de esqueleto, con la piel negra y endurecida pegada a los huesos, como si llevara un traje de l¨¢tex y un casquete en la cabeza. Al fondo, tras unos restos esquel¨¦ticos diseminados por los buitres, hay todav¨ªa otro cuerpo en un armaz¨®n de madera y alambre. Est¨¢ llegando al final del ciclo mortuorio, momificado ya en parte. Varios hongos, grandes y pardos, crecen all¨ª donde una vez hubo un abdomen.
Para la mayor¨ªa de nosotros un cad¨¢ver en descomposici¨®n es algo perturbador, cuando no repulsivo y espeluznante, una de esas cosas que luego se nos aparece en sue?os. Pero para los chicos del Complejo de Ciencia Forense Aplicada del Sudeste de Texas, los cad¨¢veres son el pan nuestro de cada d¨ªa. Sus instalaciones, abiertas en 2009, ocupan casi 100 hect¨¢reas del National Forest, propiedad de la Universidad Estatal Sam Houston (SHSU). En su interior hay un terreno de 3 hect¨¢reas de bosque espeso que ha sido aislado y subdividido por medio de alambradas de 3 metros erizadas de p¨²as.
El ecosistema del cad¨¢ver est¨¢ formado sobre todo por bacterias que viven en y del cuerpo humano vivo. Cada superficie, cada rinc¨®n del cuerpo es un h¨¢bitat para comunidades de microbios. Con diferencia, la mayor de estas comunidades est¨¢ en el intestino
A finales de 2011, Sibyl Bucheli, Aaron Lynne y sus colegas del SHSU dejaron descomponerse all¨ª dos cad¨¢veres recientes sin modificar las condiciones del entorno.
Una vez que la autolisis se inicia y las bacterias van escapando del tracto gatrointestinal, comienza la putrefacci¨®n. Es la muerte molecular, la descomposici¨®n, a¨²n m¨¢s aguda, de los tejidos blandos en gases, l¨ªquidos y sales. En realidad es algo que ya hab¨ªa empezado, pero es con la intervenci¨®n de las bacterias anaer¨®bicas cuando de verdad coge impulso.
En la putrefacci¨®n, las especies bacterianas aer¨®bicas, que necesitan ox¨ªgeno para crecer, ceden el terreno a las anaer¨®bicas, que no lo necesitan. Estas comienzan a alimentarse de los tejidos corporales, fermentando los az¨²cares en su interior y produciendo as¨ª derivados gaseosos como el metano, el sulfuro de hidr¨®geno y el amoniaco, que se acumulan en el cuerpo e inflan (o ¡°entumecen¡±) el abdomen y a veces otras partes del cuerpo.
De esta forma el cuerpo se decolora a¨²n m¨¢s. A medida que las c¨¦lulas sangu¨ªneas escapan de los vasos en desintegraci¨®n, las bacterias anaer¨®bicas transforman las mol¨¦culas de la hemoglobina, que llevaban el ox¨ªgeno por el cuerpo, en sulfohemoglobina. La presencia de esta mol¨¦cula en la sangre es lo que da al cuerpo en plena descomposici¨®n esa apariencia transl¨²cida, oliv¨¢cea, tan caracter¨ªstica.
Con el aumento de la presi¨®n gaseosa en el interior, la superficie del cuerpo se llena de ampollas. A continuaci¨®n viene la flaccidez y enseguida el desprendimiento de grandes capas de piel, que apenas se sujetan ya al armaz¨®n. Finalmente, los gases y los tejidos licuados abandonan el cuerpo, por lo com¨²n a trav¨¦s del ano u otros orificios, a veces por la piel desgarrada en otras zonas. Puede ocurrir que la presi¨®n sea tan grande que el abdomen se abra de golpe.
El entumecimiento sirve a menudo para indicar la transici¨®n de las primeras fases de la descomposici¨®n a las siguientes. Otro estudio reciente ha demostrado que esa transici¨®n se caracteriza por un cambio evidente en la composici¨®n bacteriana del cad¨¢ver.
Bucheli y Lynne recogieron muestras de bacterias de diversas partes de los cad¨¢veres al inicio y al final de la fase de entumecimiento. A continuaci¨®n extrajeron ADN bacteriano de las muestras y lo secuenciaron.
Como entom¨®loga, a Bucheli le interesan sobre todo los insectos que colonizan los cad¨¢veres. Ve el cad¨¢ver como un h¨¢bitat espec¨ªfico para las diversas especies de insectos necr¨®fagos, algunas de las cuales completan su ciclo vital dentro, sobre o alrededor de los restos mortales.
Colonizaci¨®n
Cuando un cuerpo en descomposici¨®n comienza a purgarse queda expuesto al entorno. En esta fase, el ecosistema cadav¨¦rico es ya completamente aut¨®nomo: un nido de microbios, insectos y carro?eros.
Dos especies asociadas a la descomposici¨®n son la moscarda y la mosca de la carne (y sus larvas). Los cad¨¢veres desprenden un olor f¨¦tido, dulz¨®n, nacido de una compleja mezcla de compuestos vol¨¢tiles que cambia seg¨²n progresa la descomposici¨®n. Las moscardas detectan el olor mediante receptores especializados en sus antenas, se posan en el cad¨¢ver y ponen sus huevos en los orificios y las heridas abiertas.
Cada mosca pone unos 250 huevos que se abren en el espacio de 24 horas. Las peque?as larvas se alimentan de la carne putrefacta y mudan en larvas m¨¢s grandes, que se alimentan durante varias horas antes de volver a mudar. Tras seguir aliment¨¢ndose, estas larvas, ya de mayor tama?o, se arrastran fuera del cuerpo. Entonces pupan y se transforman en moscas adultas, y el ciclo recomienza hasta que no queda con qu¨¦ alimentarse.
Es posible que, tras la muerte, nuestras bacterias se expandan por el cuerpo de un modo sistem¨¢tico, y que la cadencia con la que se infiltran primero en un ¨®rgano interno y despu¨¦s en otro nos ofrezca otro modo de estimar el tiempo transcurrido desde la muerte
En condiciones normales, un cuerpo en descomposici¨®n contendr¨¢ un gran n¨²mero de larvas en la tercera fase. Esta ¡°masa larval¡± genera mucho calor, elevando la temperatura en el interior del cad¨¢ver en m¨¢s de 10?C. Igual que una pi?a de ping¨¹inos en el Polo Sur, la masa larval est¨¢ en constante movimiento. Pero mientras los ping¨¹inos se juntan para darse calor, las larvas se mueven para refrigerarse.
¡°Es una espada de doble filo¡±, explica Bucheli en su despacho del SHSU, rodeada de enormes insectos de pl¨¢stico y su colecci¨®n de mu?ecas Monster High. ¡°Si est¨¢s siempre en el borde, puede comerte un p¨¢jaro, y si est¨¢s siempre en el centro, te puedes cocer. As¨ª que se mueven constantemente entre el centro y los extremos¡±.
La presencia de moscas atrae a diversos depredadores, como el escarabajo de la piel, el ¨¢caro, la hormiga, la avispa y la ara?a, que se alimentan de las larvas y los huevos de las moscas, o bien los parasitan. Los buitres y otros carro?eros, al igual que algunos grandes carn¨ªvoros, pueden tambi¨¦n aparecer por all¨ª.
Pero son las larvas, en ausencia de carro?eros, las encargadas de eliminar los tejidos blandos. Como anot¨® en 1767 Carl Linneo (a quien debemos el sistema usado por los cient¨ªficos para nombrar las distintas especies), ¡°tres moscas pueden consumir el cad¨¢ver de un caballo en el mismo tiempo que un le¨®n¡±. Las larvas de la tercera fase saldr¨¢n por fin del cad¨¢ver en grandes cantidades, casi siempre siguiendo la misma ruta. Su actividad es tan minuciosa que sus rutas migratorias pueden apreciarse, tras la descomposici¨®n, en los hondos surcos que quedan en el suelo emanado del cuerpo.
Cada especie que visita el cad¨¢ver tiene un repertorio ¨²nico de microbios intestinales y es probable que los diferentes tipos de suelo alberguen diferentes comunidades bacterianas cuya composici¨®n est¨¦ determinada por factores como la temperatura, la humedad y el tipo y la textura del suelo.
Dos especies asociadas a la descomposici¨®n son la moscarda y la mosca de la carne (y sus larvas). Los cad¨¢veres desprenden un olor f¨¦tido, dulz¨®n, nacido de una compleja mezcla de compuestos vol¨¢tiles que cambia seg¨²n progresa la descomposici¨®n
Todos estos microbios se mezclan y se relacionan dentro del ecosistema cadav¨¦rico. Adem¨¢s de dejar sus huevos en ¨¦l, las moscas que llegan al cad¨¢ver se llevan algunas de las bacterias que encuentran all¨ª y dejan otras propias. Los tejidos licuados que se filtran a trav¨¦s del cuerpo permiten, por su parte, el intercambio de bacterias entre el cad¨¢ver y el suelo subyacente.
Cuando toman muestras de los cad¨¢veres, Bucheli y Lynne reconocen bacterias que tienen su origen en la piel del cuerpo, en las moscas y los carro?eros que lo colonizan, y tambi¨¦n en el suelo. ¡°Cuando un cuerpo se deshace, las bacterias intestinales empiezan a emerger, y vemos una mayor proporci¨®n fuera de ¨¦l¡±, dice Lynne.
De modo que es probable que cada cad¨¢ver tenga su propia firma microbiol¨®gica y que esta firma pueda cambiar con el tiempo dependiendo de las condiciones precisas del lugar de la muerte. Si se logra entender mejor la composici¨®n de estas comunidades bacterianas, las relaciones entre ellas y c¨®mo se influyen entre s¨ª a medida que avanza la descomposici¨®n, alg¨²n d¨ªa los forenses tendr¨¢n m¨¢s informaci¨®n del d¨®nde, cu¨¢ndo y c¨®mo de la persona muerta.
Por poner un ejemplo, la detecci¨®n, en un cad¨¢ver, de secuencias de ADN espec¨ªficas de un organismo particular o un tipo de suelo podr¨ªa ayudar a los investigadores que trabajan en la escena del crimen a relacionar el cuerpo de una v¨ªctima de asesinato con una localizaci¨®n geogr¨¢fica, o incluso a estrechar a¨²n m¨¢s ¨Cuna finca en un ¨¢rea concreta- la zona donde buscar pistas.
¡°Ha habido ya varios casos criminales en los que la entomolog¨ªa forense ha aportado piezas vitales para completar el puzle¡±, dice Bucheli, que conf¨ªa en que las bacterias puedan suministrar informaci¨®n adicional y se conviertan en una herramienta m¨¢s para afinar el c¨¢lculo del tiempo en que se produjo una muerte. ¡°Espero que en unos cinco a?os podamos estar usando informaci¨®n bacteriana en un proceso criminal¡±, dice.
Con ese objetivo, los investigadores se afanan en catalogar las especies bacterianas dentro y fuera del cuerpo humano mientras estudian las diferencias entre las poblaciones de bacterias en cada individuo. ¡°Me encantar¨ªa tener datos que vayan de la vida a la muerte¡±, dice Bucheli. ¡°Me encantar¨ªa encontrar un donante que me dejara tomarle muestras bacterianas en vida y cuando hubiera muerto y mientras se descompone¡±.
Purga
¡°Estamos estudiando el fluido de la purga que sale de los cuerpos en descomposici¨®n¡±, dice Daniel Wescott, director del Centro de Antropolog¨ªa Forense de la Universidad del Estado de Texas en San Marcos.
Wescott, antrop¨®logo especializado en estructura craneal, utiliza un esc¨¢ner de micro-CT para analizar la estructura microsc¨®pica de los huesos que le traen de la granja de cad¨¢veres. Tambi¨¦n colabora con entom¨®logos y microbi¨®logos ¨Centre ellos Javan, ocupado ¨²ltimamente en el an¨¢lisis de muestras de suelo cadav¨¦rico recogidas en las instalaciones de San Marcos- adem¨¢s de ingenieros inform¨¢ticos y un piloto que opera un dron que toma fotograf¨ªas a¨¦reas de las instalaciones.
¡°He estado leyendo un art¨ªculo sobre drones que sobrevuelan tierras de cultivo con el fin de decidir cu¨¢les son m¨¢s f¨¦rtiles¡±, dice. ¡°Utilizan un casi-infrarrojo, y los suelos con una mayor riqueza org¨¢nica presentan un color m¨¢s oscuro que los otros. Pens¨¦ que si eso era posible, entonces nosotros pod¨ªamos centrarnos en nuestros peque?os c¨ªrculos¡±.
Esos ¡°peque?os c¨ªrculos¡± son islas de descomposici¨®n cadav¨¦rica. El cad¨¢ver altera significativamente la composici¨®n qu¨ªmica del suelo sobre el que se descompone, provocando cambios que pueden durar a?os. La purga ¨C la expulsi¨®n de desechos de los restos del cuerpo- libera nutrientes en el suelo, y la migraci¨®n de las larvas transfiere casi toda la energ¨ªa del cuerpo a un entorno m¨¢s amplio. Finalmente, el proceso crea una ¡°isla de descomposici¨®n cadav¨¦rica¡±, un ¨¢rea muy concentrada de suelo de gran riqueza org¨¢nica. No solo libera nutrientes en un ecosistema m¨¢s amplio sino que atrae otras materias org¨¢nicas, como insectos muertos y restos fecales de animales m¨¢s grandes.
Se calcula que un cuerpo humano normal est¨¢ formado por entre un 50% y un 75% de agua, y que cada kilo de masa corporal seca acaba por liberar 32 gramos de nitr¨®geno, 10 gramos de f¨®sforo, 4 gramos de potasio y 1 gramo de magnesio en el suelo. En un primer momento destruye parte de la vegetaci¨®n del entorno, bien por la toxicidad del nitr¨®geno, bien por los antibi¨®ticos que contiene el cuerpo, secretados por las larvas de los insectos mientras se alimentan de su carne. Pero, al final, la descomposici¨®n beneficia al ecosistema de los alrededores.
La biomasa microbiana dentro de la isla de descomposici¨®n cadav¨¦rica es mayor que en otras ¨¢reas cercanas. Atra¨ªdos por los nutrientes que el cuerpo va filtrando, los gusanos nematodos, vinculados a la descomposici¨®n, se hacen m¨¢s abundantes, con lo que la vida vegetal es tambi¨¦n m¨¢s diversa. Estudiar en profundidad c¨®mo los cad¨¢veres en descomposici¨®n alteran la ecolog¨ªa del entorno podr¨ªa facilitar la b¨²squeda de v¨ªctimas de asesinato cuyos cuerpos hubieran sido enterrados de manera superficial.
El an¨¢lisis de la tierra de la sepultura podr¨ªa tambi¨¦n proporcionarnos otro modo de calcular el momento de la muerte. Un estudio de 2008 sobre los cambios bioqu¨ªmicos que tienen lugar en una isla de descomposici¨®n cadav¨¦rica mostraba que la concentraci¨®n de l¨ªpido-f¨®sforos que fluye del cad¨¢ver est¨¢ en su apogeo unos 40 d¨ªas despu¨¦s de la muerte, mientras que la del nitr¨®geno y el f¨®sforo extractable alcanzan su punto m¨¢s alto a los 72 y a los 100 d¨ªas de la muerte, respectivamente. Si logr¨¢ramos entender mejor estos procesos, el an¨¢lisis bioqu¨ªmico de la tierra de la sepultura podr¨ªa alg¨²n d¨ªa ayudar a los investigadores forenses a calcular el tiempo que lleva un cuerpo enterrado en un lugar determinado.
Entierro
En el calor seco, sin tregua, del verano de Texas, un cuerpo dejado a su suerte se momificar¨¢ antes de descomponerse del todo. La piel perder¨¢ enseguida toda humedad, y seguir¨¢ pegada a los huesos cuando el proceso haya finalizado.
La velocidad de las reacciones qu¨ªmicas que intervienen en el proceso se dobla con cada aumento de 10? en la temperatura, de modo que un cad¨¢ver alcanzar¨¢ la fase de descomposici¨®n avanzada a los 16 d¨ªas de la muerte en unas condiciones de temperatura media diaria de 25?. Para entonces, el cuerpo habr¨¢ perdido casi toda su carne y podr¨¢ empezar la migraci¨®n masiva de las larvas al exterior del esqueleto.
Los antiguos egipcios aprendieron involuntariamente c¨®mo el entorno afecta a la descomposici¨®n. En el per¨ªodo predin¨¢stico, antes de que empezaran a fabricar tumbas y f¨¦retros, envolv¨ªan a sus muertos en lino y los enterraban directamente en la arena. El calor inhib¨ªa la actividad de los microbios y la sepultura imped¨ªa que los insectos llegaran al cuerpo, de modo que estos se conservaban excepcionalmente bien. M¨¢s adelante empezaron a fabricar tumbas elaboradas para los muertos con el fin de asegurarles una buena vida en el m¨¢s all¨¢, pero el efecto fue el contrario al deseado, ya que al alejar el cuerpo de la arena, la descomposici¨®n se aceler¨®. As¨ª, inventaron el embalsamiento y la momificaci¨®n.
El embalsamiento implica el tratamiento del cuerpo con sustancias qu¨ªmicas que reducen la velocidad del proceso de descomposici¨®n. Un embalsamador del antiguo Egipto lavar¨ªa primero el cuerpo del muerto con vino de palma y agua del Nilo, sacar¨ªa casi todos los ¨®rganos internos a trav¨¦s de una incisi¨®n a lo largo del costado izquierdo y lo llenar¨ªa de natr¨®n (una mezcla salina t¨ªpica del Valle del Nilo). Utilizar¨ªa un gancho largo para extraer el cerebro a trav¨¦s de las fosas nasales y luego cubrir¨ªa todo el cuerpo con natr¨®n y lo dejar¨ªa secarse durante 40 d¨ªas. En un primer momento, los ¨®rganos secos se dejaban en jarras can¨®picas enterradas junto al cuerpo; m¨¢s adelante, se envolv¨ªan en lino y se devolv¨ªan al cad¨¢ver. Por fin, el propio cad¨¢ver era envuelto en m¨²ltiples capas de lino para prepararlo para el entierro. Los funerarios estudian todav¨ªa hoy las t¨¦cnicas de embalsamiento de los antiguos egipcios.
En la funeraria, Holly Williams hace algo parecido, de modo que la familia y los amigos puedan ver a sus seres queridos como alguna vez fueron, y no como realmente son ahora. En el caso de v¨ªctimas de muertes traum¨¢ticas y violentas, eso implica una reconstrucci¨®n facial exhaustiva.
Al vivir en una ciudad peque?a, Williams ha trabajado con mucha gente a la que conoc¨ªa o con la que creci¨®: amigos que murieron de una sobredosis, se suicidaron o tuvieron un accidente al volante mientras enviaban un mensaje. Cuando su madre muri¨® hace cuatro a?os, Williams tuvo que arreglarla tambi¨¦n, retocando su cara con maquillaje. ¡°Siempre la peinaba y la maquillaba cuando viv¨ªa, as¨ª que sab¨ªa c¨®mo hacerlo¡±.
Lleva a John a la mesa preparatoria, le quita la ropa y le coloca en posici¨®n antes de coger de un armario varias botellitas de fluido para embalsamar. El fluido contiene una mezcla de formaldehido, metanol y otros disolventes. Al enlazar las prote¨ªnas celulares y fijarlas en su lugar, conserva, durante un tiempo, los tejidos del cuerpo El fluido elimina las bacterias e impide que rompan las prote¨ªnas y las utilicen para alimentarse.
Igual que una pi?a de ping¨¹inos en el Polo Sur, la masa larval est¨¢ en constante movimiento. Pero mientras los ping¨¹inos se juntan para darse calor, las larvas se mueven para refrigerarse
Williams vierte el contenido de las botellas en la m¨¢quina embalsamadora. El fluido se despliega en colores que se corresponden con distintos tonos de piel. Williams limpia el cuerpo con una esponja h¨²meda y hace una incisi¨®n diagonal justo sobre la clav¨ªcula izquierda. ¡°Alza¡± la arteria car¨®tida y la vena subclaviana del cuello, las liga con bramante e introduce una c¨¢nula (un tubito) en la arteria y unas pinzas peque?as en la vena para abrir los vasos sangu¨ªneos.
A continuaci¨®n enciende la m¨¢quina, que bombea fluido embalsamador en la arteria car¨®tida y por todo el cuerpo de John. A medida que el fluido avanza, la sangre sale de la incisi¨®n, descendiendo por los bordes acanalados de la mesa de metal hasta la pila. Mientras tanto, Williams coge uno de los miembros para masajearlo con cuidado. ¡°Se necesita cerca de una hora para extraer toda la sangre de una persona de tama?o medio y sustituirla por fluido embalsamador¡±, dice. ¡°Los co¨¢gulos pueden ralentizar el proceso, y el masaje los deshace y facilita el flujo del fluido embalsamador¡±.
Una vez sustituida la sangre, introduce un aspirador en el abdomen de John y aspira los fluidos de la cavidad corporal junto con la orina y las heces que a¨²n pudiera haber all¨ª. Por ¨²ltimo, cose las incisiones, limpia el cuerpo una segunda vez, le arregla las facciones y vuelve a vestirlo. John est¨¢ listo para su funeral.
Los cuerpos embalsamados terminan por descomponerse. Cu¨¢ndo exactamente, y en cu¨¢nto tiempo, es algo que depende de c¨®mo se hiciera el embalsamamiento, del tipo de ata¨²d donde descansa el cuerpo y de c¨®mo fuera enterrado. Al fin y al cabo, los cuerpos son solo formas de energ¨ªa atrapadas en masas de materia a la espera de ser liberadas en el universo.
Seg¨²n las leyes de la termodin¨¢mica, la energ¨ªa no se crea ni se destruye, s¨®lo se transforma. En otras palabras: las cosas se descomponen y, en el proceso, su masa se convierte en energ¨ªa. La descomposici¨®n es un final, un recordatorio morboso de que toda la materia del universo debe obedecer estas leyes fundamentales. Nos desbarata, equilibrando nuestra masa corporal con su entorno, recicl¨¢ndola para que otros seres vivos puedan usarla.
Cenizas a las cenizas, polvo al polvo.
Este art¨ªculo se public¨® por primera vez en Mosaic y se publica aqu¨ª en espa?ol con una licencia de Creative Commons.
Autor: Moheb Costandi
Editor: Mun-Keat Looi
Verificadora de informaci¨®n: Kirsty Strawbridge
Corrector: Tom Freeman
Traductor: Christian Law Palac¨ªn
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