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Los machos suicidas, o c¨®mo el perfeccionismo puede ser mortal

Los suicidios masculinos superan en n¨²mero a los femeninos en todo el mundo. La ciencia explica por qu¨¦

La presi¨®n para conseguir el ¨¦xito laboral, la conciliaci¨®n familiar y el reconocimiento social es uno de los factores de riesgo de suicidio actual.
La presi¨®n para conseguir el ¨¦xito laboral, la conciliaci¨®n familiar y el reconocimiento social es uno de los factores de riesgo de suicidio actual.Bill Varie/CORBIS

Drummond consigui¨® por fin realizar sus sue?os. Hab¨ªa sido un largo camino desde que, de ni?o y con gran molestia, no pudo superar el acceso a secundaria. Fue una gran decepci¨®n para su madre, pero sobre todo para su padre, que era ingeniero en una empresa farmac¨¦utica. ?ste nunca hab¨ªa mostrado un gran inter¨¦s por ¨¦l de peque?o; nunca jugaban juntos y si se portaba mal lo inclinaba sobre el respaldo de una silla y le daba una zurra. As¨ª eran los hombres de entonces. Un padre era objeto de temor y respeto. Un padre era un padre.

Fue duro ver pasar cada ma?ana frente a su casa a los alumnos de secundaria con sus gorras, tan elegantes. El sue?o de Drummond siempre hab¨ªa sido llegar a director de una peque?a escuela en un pueblo tan perfecto como el que le vio crecer, pero s¨®lo consigui¨® plaza en un instituto t¨¦cnico como aprendiz de carpintero y alba?il. Su asesor laboral casi rompe a re¨ªr cuando Drummond le habl¨® de sus aspiraciones profesionales, pero no por ello ces¨® en su empe?o. Luch¨® por hacerse un hueco en la universidad y se convirti¨® en presidente del sindicato de estudiantes. Encontr¨® trabajo de profesor, se cas¨® con su novia de toda la vida y poco a poco se abri¨® camino hasta direcci¨®n, en un pueblo de Norfolk. Ten¨ªa tres hijos y dos coches. Su madre estaba orgullosa al menos.

Fue as¨ª como acab¨® solo, sentando en un peque?o cuarto, y barajando la posibilidad de suicidarse.

Factores de riesgo

La impulsividad, la melancol¨ªa obsesiva, los niveles bajos de serotonina o la falta de dotes sociales son algunas de las vulnerabilidades que aumentan el riesgo de suicidio. El presidente de la Academia Internacional de Investigaci¨®n del Suicidio, el profesor Rory O¡¯Connor, lleva veinte a?os estudiando los procesos psicol¨®gicos que se esconden tras la muerte autoinfligida. ¡°?Ha visto las noticias?¡±, pregunta. Los peri¨®dicos matutinos muestran los datos m¨¢s recientes: en el 2013 se registraron 6.233 suicidios en el Reino Unido. Mientras que la tasa de suicidio femenino se mantiene m¨¢s o menos estable desde 2007, la de los hombres se encuentra en su nivel m¨¢s alto desde 2001. Casi ocho de cada diez suicidios son masculinos, una cifra que lleva m¨¢s de tres d¨¦cadas en aumento. En 2013, la causa m¨¢s probable de muerte para un hombre de entre 20 y 49 a?os no era ni asalto, ni accidente de tr¨¢fico, ni las drogas, ni un ataque al coraz¨®n, sino la propia decisi¨®n de no seguir viviendo.

Aquellos que se dedican al estudio del suicidio, o que trabajan en organizaciones ben¨¦ficas de salud mental, est¨¢n empe?ados en convencer a los curiosos de que rara vez, si acaso, existe un ¨²nico factor que explique una muerte autoinducida, y que la enfermedad mental, y m¨¢s com¨²nmente la depresi¨®n, precede por lo general a ese evento. ¡°Pero lo m¨¢s alarmante es que la mayor¨ªa de los depresivos no se suicidan¡±, me comenta O¡¯Connor. ¡°Menos del 5% lo hacen. As¨ª que la enfermedad mental no lo explica. Para m¨ª, la decisi¨®n de suicidarse es un fen¨®meno psicol¨®gico. Aqu¨ª, en el laboratorio, lo que pretendemos es entender la psicolog¨ªa de la mente suicida¡±.

Estamos sentados en el despacho de O'Connor en el Gartnavel Royal Hospital. A trav¨¦s de la ventana, bajo un cielo sombr¨ªo, se alza la torre de la Universidad de Glasgow (Escocia). Sobre un tabl¨®n de corcho, dibujos de sus dos hijos, un monstruo naranja y un tel¨¦fono rojo. Oculta en el armario, una siniestra colecci¨®n de libros: Comprender el suicidio, Por su propia mano inocente, y Una mente inquieta, la c¨¦lebre cr¨®nica de la locura, de Kay Redfield Jamison.

En 2013, la causa m¨¢s probable de muerte para un hombre de entre 20 y 49 a?os no era ni asalto, ni accidente de tr¨¢fico, ni las drogas, ni un ataque al coraz¨®n, sino la propia decisi¨®n de no seguir viviendo

El Laboratorio de Investigaci¨®n de Conductas Suicidas de O¡¯Connor trabaja con supervivientes en hospitales, evaluando sus casos dentro de las primeras 24 horas tras un intento, y haciendo el seguimiento de su progreso posterior. Tambi¨¦n llevan a cabo estudios experimentales para poner a prueba hip¨®tesis sobre cuestiones tales como la tolerancia al dolor en personas suicidas, o los posibles cambios cognitivos tras per¨ªodos breves de estr¨¦s inducido.

Tras a?os de estudio, O¡¯Connor descubri¨® algo sorprendente acerca de las mentes suicidas. Se llama perfeccionismo social, y podr¨ªa ayudarnos a comprender por qu¨¦ los varones tienden tanto a suicidarse.

El padre perfecto

Drummond se cas¨® con Livvy, su novia de ojos marrones, a la edad de 22 a?os. Dieciocho meses despu¨¦s se convirti¨® en padre. Al poco tiempo ya ten¨ªa dos ni?os y una ni?a. El dinero era escaso, por supuesto, pero ¨¦l era fiel a sus responsabilidades. Daba clases durante el d¨ªa y trabajaba detr¨¢s de la barra de un bar por la noche. Los viernes acud¨ªa a hacer el turno de noche en una bolera, de 6 de la tarde a 6 de la ma?ana. Dorm¨ªa durante el d¨ªa y regresaba a tiempo de hacer un nuevo turno la noche del s¨¢bado. A continuaci¨®n, el turno del almuerzo en un pub los domingos, un peque?o descanso, y vuelta al cole en la ma?ana del lunes. No ve¨ªa mucho a sus hijos, pero para ¨¦l lo m¨¢s importante era garantizar la comodidad de su familia.

Adem¨¢s de trabajar, Drummond tambi¨¦n estudiaba, decidido a hacerse con la titulaci¨®n necesaria para ser director. M¨¢s ambici¨®n, m¨¢s progresos. Consigui¨® nuevos trabajos en escuelas mejores. Guiaba a su familia hacia un destino mejor. Sent¨ªa que era un buen l¨ªder . El marido perfecto.

Tras a?os de estudio, O'Connor descubri¨® algo sorprendente acerca de las mentes suicidas. Se llama perfeccionismo social

S¨®lo que no lo era.

El valor de los roles

Cuando se es un perfeccionista social, uno tiende a identificarse con los roles y responsabilidades que cree tener en la vida. ¡°No se trata de lo que uno espera de s¨ª mismo¡±, explica O¡¯Connor, ¡°sino de lo que cree que piensan los dem¨¢s. Que ha decepcionado a otros, que ha fracasado como padre, como hermano, o lo que sea¡±.

Esto puede resultar especialmente t¨®xico, pues se est¨¢n juzgando los juicios imaginados de otras personas acerca de uno mismo. ¡°No tiene nada que ver con lo que la gente piensa realmente acerca de uno,¡± asegura. ¡°Sino con lo que uno cree que ellos esperan. Lo verdaderamente problem¨¢tico es que esto est¨¢ siempre fuera de tu control¡±.

La primera vez que O¡¯Connor supo de la existencia del perfeccionismo social fue leyendo estudios con sujetos universitarios norteamericanos. ¡°Pens¨¦ que no ser¨ªa lo mismo dentro de un contexto brit¨¢nico, y que no funcionar¨ªa con personas procedentes de entornos m¨¢s adversos, pero vaya que s¨ª. Es un efecto sorprendentemente robusto. Lo hemos estudiado en las zonas m¨¢s desfavorecidas de Glasgow¡±. Su primer estudio tuvo lugar en el 2003, con veintid¨®s personas que hab¨ªan intentado suicidarse recientemente, m¨¢s un grupo de control. Fueron evaluados mediante un cuestionario de quince preguntas para medir el acuerdo con afirmaciones tales como: ¡®El ¨¦xito est¨¢ en trabajar todav¨ªa m¨¢s para complacer a los dem¨¢s¡¯, o ¡®la gente no espera de m¨ª menos que la perfecci¨®n¡¯. ¡°La relaci¨®n entre perfeccionismo social y tendencias suicidas est¨¢ presente en todas las poblaciones con las que hemos trabajado¡±, dice O¡¯Connor, ¡°tanto entre los desfavorecidos como entre los ricos".

Lo que a¨²n no conocemos es el por qu¨¦. "Manejamos la hip¨®tesis de que los perfeccionistas sociales son mucho m¨¢s sensibles a las se?ales de fracaso dentro del entorno", comenta.

Casi ocho de cada diez suicidios son masculinos, una cifra que lleva m¨¢s de tres d¨¦cadas en aumento

Pero, ?se trata de un fracaso percibido, a la hora de ajustarse a las expectativas, y sobre cu¨¢les son los roles a los que los hombres sienten que deben ajustarse, ?padres? ?proveedores? ¡°La sociedad est¨¢ sufriendo cambios¡±, responde O¡¯Connor, ¡°ahora tambi¨¦n tienes que ser el Sr. Metrosexual. Las expectativas son a¨²n m¨¢s grandes, hay m¨¢s oportunidades para que un hombre pueda sentir que fracasa¡±.

La presi¨®n en Asia?

La capacidad de percibir las expectativas ajenas, junto a la catastr¨®fica creencia de no estar cumpliendo con ellas, muestra un r¨¢pido crecimiento en Asia, cuyas tasas de suicidio se han disparado. Corea del Sur es el pa¨ªs peor parado de la zona; algunos c¨¢lculos aseguran que ya posee la segunda tasa de suicidios m¨¢s alta del mundo. Cerca de 40 surcoreanos toman su propia vida cada d¨ªa, seg¨²n informes del 2011. En 2014, una encuesta de la Fundaci¨®n para la Promoci¨®n de la Salud en Corea, revel¨® que algo m¨¢s de la mitad de sus adolescentes hab¨ªa tenido pensamientos suicidas durante el a?o previo.

Un psic¨®logo social de la Universidad Inha de Corea del Sur, el profesor Uichol Kim, cree que esto puede deberse en gran parte a la miseria desatada tras el vertiginoso paso del pa¨ªs de la pobreza rural a la opulencia urbana. Hace sesenta a?os, el pa¨ªs estaba entre los m¨¢s pobres del mundo, asegura, comparando su posguerra con el estado de Hait¨ª tras el terremoto del 2010. En el pasado casi todo el mundo viv¨ªa en comunidades agr¨ªcolas, mientras que hoy, el 90% vive en zonas urbanas.

Este cambio ha hecho a?icos los cimientos de una cultura que, durante 2.500 a?os, hab¨ªa estado profundamente arraigada en el confucianismo, un sistema de valores que obtiene su sentido de la subsistencia en peque?as comunidades agr¨ªcolas, frecuentemente aisladas. ¡°La vida giraba en torno la cooperaci¨®n y el trabajo en com¨²n¡±, explica Kim. ¡°Por lo general, se trataba de una cultura basada en compartir, dar y cuidar. Pero en la ciudad moderna es todo mucho m¨¢s competitivo, m¨¢s basado en la superaci¨®n de logros¡±. El significado de ¨¦xito personal ha cambiado para la gran mayor¨ªa. ¡°Ahora uno se define seg¨²n su estatus, su poder o su riqueza, y esto no forma parte de la tradici¨®n cultural¡±. ?A qu¨¦ se deben estos cambios? ¡°Un estudioso de Confucio, viviendo en una granja dentro de una aldea, podr¨ªa ser muy sabio, pero nunca dejar¨ªa de ser pobre¡±, afirma Kim. ¡°Hemos querido enriquecernos¡±, y como resultado, hemos sufrido una especie de amputaci¨®n del significado personal. ¡°Hablamos de una cultura sin ra¨ªces¡±.

Trabajadores en un edificio de Corea del Sur, donde la tasa de suicidios es la segunda m¨¢s alta del mundo.
Trabajadores en un edificio de Corea del Sur, donde la tasa de suicidios es la segunda m¨¢s alta del mundo.

Tambi¨¦n se trata de una cultura cuyo camino hacia el ¨¦xito est¨¢ entre los m¨¢s exigentes -Corea tiene el horario laboral m¨¢s prolongado de entre todas las naciones pr¨®speras de la OCDE¨C adem¨¢s de ser de los m¨¢s estrictos. Si fracasas como adolescente, es f¨¢cil sentir que has fracasado de por vida. ¡°La empresa m¨¢s respetada de Corea es Samsung¡±, afirma Kim. Entre el 80% y el 90% de su plantilla proviene de tres ¨²nicas universidades. ¡°A no ser que consigas acceder a una de ellas, no podr¨¢s conseguir trabajo en ninguna de las principales corporaciones¡±.?

Pero se trata de algo m¨¢s que la perspectiva de empleo para la juventud del pa¨ªs. ¡°Si eres un buen estudiante obtendr¨¢s el respeto de tus profesores, de tus padres y de tus amigos. Ser¨¢s popular, y todos querr¨¢n salir contigo¡±. La presi¨®n para conseguir este nivel de perfecci¨®n, no s¨®lo social, puede ser inmensa. ¡°La autoestima, la consideraci¨®n social y el estatus, se combinan todos en una ¨²nica meta¡±, asegura. Y ¡°?qu¨¦ pasa si no lo consigues?¡±.

El cambio de la vida agraria a la urbana en Corea del Sur ha hecho a?icos los cimientos de una cultura que, durante 2.500 a?os, hab¨ªa estado profundamente arraigada en el confucianismo, un sistema de valores que obtiene su sentido de la subsistencia en peque?as comunidades agr¨ªcolas, frecuentemente aisladas

"Devaluado como hombre"

Por si fuera poco, adem¨¢s de todo el trabajo a tiempo parcial que hac¨ªa por dinero, y sus estudios, Drummond tambi¨¦n realizaba labores de voluntariado que le quitaban a¨²n m¨¢s tiempo de estar con su mujer y sus hijos. Livvy se quejaba de lo mucho que trabajaba, dec¨ªa sentirse abandonada. "Est¨¢s m¨¢s interesado por tu carrera que por m¨ª", le insist¨ªa. Y el constante trasiego de las mudanzas de una escuela a otra tampoco ayudaba.

De la primera aventura se enter¨® mientras trabajaba de voluntario en un hospital de King¡¯s Lynn. Una mujer le hizo entrega de un fajo de papeles: ¡°Son las cartas que tu mujer le ha estado escribiendo a mi marido¡±, le espet¨®. Ten¨ªan una alta carga er¨®tica, pero lo peor de todo fue descubrir lo prendada que Livvy hab¨ªa estado de aquel hombre.

Drummond se fue a casa dispuesto a enfrentarse a su esposa. Livvy no pudo negarlo. Estaba todo all¨ª, de su propio pu?o y letra. Se enter¨® de todas las escenas que hab¨ªan tenido lugar en la calle del amante; con ella conduciendo calle arriba y abajo, frente a su casa, tratando de verlo. Pero Drummond fue incapaz de dejarla; los ni?os eran peque?os, y ella le hab¨ªa prometido no volver a hacerlo. As¨ª que decidi¨® perdonar.

Drummond sol¨ªa ausentarse los fines de semana para hacer cursos de formaci¨®n. Al volver un d¨ªa a casa descubri¨® que el coche de Livvy hab¨ªa sufrido un pinchazo, y que un polic¨ªa local le hab¨ªa cambiado la rueda. Aquello, pens¨® ¨¦l, hab¨ªa sido muy amable por su parte. Un tiempo m¨¢s tarde, su hija de 11 a?os le cont¨®, cubierta en l¨¢grimas, que hab¨ªa pillado a su madre en la cama con el polic¨ªa.

El siguiente amante de Livvy fue un visitador m¨¦dico. Esta vez lleg¨® a dejarle, si bien regres¨® a casa un par de semanas m¨¢s tarde. Drummond lidi¨® con ello de la ¨²nica manera en que sab¨ªa hacerlo: resign¨¢ndose. No era su estilo venirse abajo, llorar o patalear. No ten¨ªa amigos masculinos cercanos con los que hablar, y aunque lo hubiera hecho, es poco probable que hubiera dicho nada. No es el tipo de cosas que uno arde en deseos de contar, que tu mujer anda por ah¨ª poni¨¦ndote los cuernos. Fue entonces cuando Livvy decidi¨® que quer¨ªa separarse.

Ellos est¨¢n principalmente motivados para el avance, centrados en ir abriendo paso. Las mujeres se preocupan m¨¢s por el clima organizativo, por c¨®mo conectan con el resto. Creo que esto puede extrapolarse a facetas m¨¢s all¨¢ del entorno laboral¡±

Livvy se qued¨® con la casa y los ni?os tras el divorcio; el lote completo. Una vez pagada la manutenci¨®n no es que quedara gran cosa para Drummond, pero nadie lo supo en el colegio. All¨ª segu¨ªa siendo el var¨®n mod¨¦lico en quien tantos a?os hab¨ªa invertido: el director de ¨¦xito y el marido con tres hijos en la flor de la vida. Pero aquello no pod¨ªa durar. Un d¨ªa se le acerc¨® un monitor y le pregunt¨®: "?Es cierto que tu mujer se ha mudado?".

Para entonces ya estaba viviendo en una g¨¦lida habitaci¨®n de alquiler en una granja a las afueras de King¡¯s Lynn. Se sent¨ªa completamente devaluado como hombre. Estaba en la ruina y se sent¨ªa un fracaso, un cornudo; muy lejos de lo que todos esperaban de ¨¦l. Su m¨¦dico le recet¨® unas pastillas. Recuerda estar sentado en aquel lugar, en los humedales, y darse cuenta de que lo m¨¢s f¨¢cil ser¨ªa asumir sus p¨¦rdidas y acabar con todo.

Perfil del perfeccionista social

Un perfeccionista social tiene unas expectativas inusualmente altas de s¨ª mismo. Su autoestima pende peligrosamente de su capacidad para mantener un nivel, a veces imposible, de ¨¦xito. Ante el fracaso, colapsa.

A¨²n as¨ª, los perfeccionistas sociales no son los ¨²nicos en confundirse con sus objetivos, sus roles o sus aspiraciones. El profesor Brian Little, de la Universidad de Cambridge, es famoso por sus investigaciones en ¡°proyectos personales¡±. ?l cree que si nos identificamos tan estrechamente con ellos, es porque los acabamos integrando en nuestra propia concepci¨®n del yo. ¡°Sois vuestros proyectos personales¡±, como sol¨ªa repetirles a sus estudiantes, en Harvard.

Seg¨²n Little, existen diferentes tipos de proyecto, con diferentes cargas de valor. Pasear al perro no es menos proyecto personal que llegar a director en un bonito pueblo, o convertirse en un buen padre o un buen marido. Sorprendentemente, se cree que lo significativo de nuestros proyectos no influye tanto sobre nuestro bienestar. Lo que marca la verdadera diferencia sobre nuestra felicidad es si estos proyectos son o no realizables.

?Qu¨¦ es lo que ocurre cuando nuestros proyectos personales empiezan a desmoronarse? ?C¨®mo hacemos para afrontarlo? ?Existe una diferencia de g¨¦nero que explique por qu¨¦ tantos hombres deciden acabar con sus vidas?

S¨ª, existe. Se supone que, por lo general, un hombre, en su propio perjuicio, encuentra dif¨ªcil hablar de sus dilemas emocionales. Y lo mismo ocurre cuando se trata de hablar de proyectos si estos empiezan a tambalearse. En su libro Yo, yo mismo y nosotros, Little escribe: ¡°Las mujeres obtienen provecho de dar visibilidad a sus proyectos y a los retos que afrontan en su b¨²squeda, mientras que un hombre prefiere reservarse esos problemas para s¨ª mismo¡±.

Little tambi¨¦n descubri¨®, como parte de un estudio sobre individuos en altos cargos directivos, otra diferencia relevante entre g¨¦neros. ¡°No ofrecer resistencia a la corriente es una importante caracter¨ªstica diferenciadora en los hombres¡±, nos cuenta. ¡°Ellos est¨¢n principalmente motivados para el avance, centrados en ir abriendo paso. Las mujeres se preocupan m¨¢s por el clima organizativo, por c¨®mo conectan con el resto. Creo que esto puede extrapolarse a facetas m¨¢s all¨¢ del entorno laboral. No pretendo perpetuar estereotipos, pero los datos son lo suficientemente claros¡±.

Esta teor¨ªa encontr¨® el apoyo de un informe muy influyente, publicado en el a?o 2000 por el equipo de Shelley Taylor, catedr¨¢tica de la UCLA, que trataba sobre las respuestas bioconductuales al estr¨¦s. Descubrieron que mientras los hombres tienden a mostrar una filosof¨ªa de pelea o sal corriendo, las mujeres son m¨¢s propensas a?servir y relacionarse. ¡°Aunque una mujer pueda considerar muy seriamente el suicidio¡±, asegura Little, ¡°dada su conectividad social, es probable que tambi¨¦n piense, ¡®Por Dios, ?Qu¨¦ ser¨¢ de mis hijos? ?Qu¨¦ pensar¨¢ mi madre?¡¯ as¨ª que hay una cierta resistencia a llevar el acto a cabo¡±. En el caso masculino, la muerte podr¨ªa entenderse como el salir corriendo definitivo.

Esta forma letal de huida requiere determinaci¨®n. El doctor Thomas Joiner, de la Universidad Estatal de Florida, ha centrado sus estudios en las diferencias entre los que barajan el suicidio y los que realmente act¨²an sobre su deseo de muerte. ¡°No puede actuarse sin antes vencer el miedo a la muerte¡±, afirma. ¡°Y creo que esto es lo que marca la verdadera diferencia entre g¨¦neros¡±. Joiner nos habla de su vasta colecci¨®n de v¨ªdeos de c¨¢maras de seguridad y policiales, mostrando gente ¡°con un deseo desesperado de quitarse la vida y que, en el ¨²ltimo momento, vacilan por miedo. Es este momento de duda el que salva sus vidas¡±. ?Significa esto que los hombres son menos propensos a flaquear? ¡°Exacto¡±.

Un perfeccionista social tiene unas expectativas inusualmente altas de s¨ª mismo. Su autoestima pende peligrosamente de su capacidad para mantener un nivel, a veces imposible, de ¨¦xito. Ante el fracaso, colapsa

Tampoco deja de ser cierto que, en la mayor¨ªa de pa¨ªses occidentales, las mujeres intentan suicidarse con m¨¢s frecuencia que los hombres. Si los hombres mueren m¨¢s, se debe en gran parte al m¨¦todo escogido. Mientras que los hombres optan por las armas o el ahorcamiento, las mujeres prefieren utilizar pastillas. Martin Seager, psic¨®logo cl¨ªnico y asesor de los Samaritanos, cree que esto demuestra que los hombres albergan una mayor intenci¨®n suicida. ¡°El m¨¦todo escogido refleja su psicolog¨ªa¡±, asegura. Por su parte, Daniel Freeman, del departamento de psiquiatr¨ªa de la Universidad de Oxford, apunta a un estudio con 4.415 pacientes que pasaron por el hospital tras un intento de suicidio, y que revela una mayor intenci¨®n en hombres que en mujeres. A¨²n as¨ª la hip¨®tesis sigue fundamentalmente sin investigar. ¡°No creo que se haya demostrado de forma definitiva,¡± dice. ¡°Pero tambi¨¦n es cierto que ser¨ªa incre¨ªblemente complicado de probar¡±.

La cuesti¨®n de la intenci¨®n tambi¨¦n sigue en el aire para O¡¯Connor. ¡°No estoy al tanto de ning¨²n estudio decente sobre el tema porque tratarlo ser¨ªa realmente complicado¡±, asegura. Pero para Seager la cosa est¨¢ clara. ¡°Los hombres consideran el suicidio una forma de ejecuci¨®n¡±, afirma. ¡°Un hombre se expulsa a s¨ª mismo del mundo. Hablamos de una enorme sensaci¨®n de verg¨¹enza y fracaso. El g¨¦nero masculino se siente responsable de proveer y proteger a los dem¨¢s, adem¨¢s de responsable de su propio ¨¦xito. Cuando una mujer pierde su empleo es doloroso, pero no pierde su sentido de la identidad, ni su feminidad. Cuando un hombre pierde su trabajo siente que ya no es un hombre¡±.

Esta es una idea que comparte el profesor Roy Baumeister, un c¨¦lebre psic¨®logo cuya teor¨ªa del suicidio como ¡®escape del yo¡¯ ha tenido una gran influencia sobre O¡¯Connor. Seg¨²n Baumeister, ¡°un hombre incapaz de proveer a su familia no puede considerarse, de alguna forma, ya un hombre. Mientras que una mujer nunca deja de serlo, la hombr¨ªa s¨ª puede perderse¡±.

Suicidio por verg¨¹enza

En China no es inusual que un funcionario corrupto se suicide, en parte para que sus familias puedan disfrutar del bot¨ªn adquirido de forma indebida, pero tambi¨¦n para ahorrarse la verg¨¹enza y la c¨¢rcel. El expresidente de Corea del Sur, Roh Moo-hyun, lo hizo en 2009, tras ser acusado de aceptar sobornos. Uichol Kim dice que, desde el punto de vista de Roh, ¡°se suicidaba para salvar a su esposa e hijo. La ¨²nica manera [pens¨®] de detener la investigaci¨®n era matarse a s¨ª mismo¡±.

Kim aclara que la verg¨¹enza no suele ser un factor de peso en los suicidios en Corea del Sur, si bien puede serlo en otros pa¨ªses. Chikako Ozawa-de Silva, antrop¨®loga en el Emory College de Atlanta, nos cuenta que en Jap¨®n, ¡°la idea es que al suicidarse, un individuo restablece el honor de su familia y salva al resto de la verg¨¹enza¡±.

¡°El valor dado a otras personas se convierte entonces en una carga adicional¡±, explica Kim. La verg¨¹enza individual puede filtrarse y mancillar al entorno. Bajo la antigua ley confuciana, ser¨ªan ejecutadas hasta tres generaciones de los familiares de un criminal.

Tanto en japon¨¦s como en coreano las palabras ¡®ser humano¡¯ significan ¡®humano entre¡¯. El sentimiento de individualidad es mucho m¨¢s laxo en Asia que en occidente, y m¨¢s absorbente. Se expande hasta incluir los grupos de los que uno forma parte. Esto implica un profundo sentimiento de responsabilidad hacia los dem¨¢s que resuena profundamente en aquellos con tendencias suicidas.

No se trata de lo que uno espera de s¨ª mismo sino de lo que cree que piensan los dem¨¢s. Que ha decepcionado a otros, que ha fracasado como padre, como hermano, o lo que sea¡±

La concepci¨®n de uno mismo, en Jap¨®n, est¨¢ muy ¨ªntimamente vinculada a su funci¨®n. Seg¨²n Ozawa-de Silva, es habitual que la gente se presente antes por su t¨ªtulo que por su nombre. ¡°En lugar de decir, ¡®Hola, me llamo David¡¯, en Jap¨®n dir¨¢n, ¡®Hola, soy el David de Sony¡±, asegura. Esto ocurre ¡°incluso al relacionarse en entornos informales¡±. En tiempos adversos, este impulso japon¨¦s de llevar el rol profesional al terreno personal puede resultar especialmente letal. ¡°Llevan a?os, incluso siglos, glorificando el suicidio, probablemente desde los Samur¨¢i¡±. Como la gente tiende a ver su empresa como si de su familia se tratara, ¡°un director general dir¨¢, ¡®me hago cargo de la responsabilidad de la empresa¡¯ y se quitar¨¢ la vida, y lo m¨¢s probable es que los medios vean esto como un acto honorable¡±, asegura Ozawa-de Silva. En Jap¨®n, noveno pa¨ªs mundial en el ranking de suicidios, se estima que dos terceras partes de los suicidios acontecidos en el 2007 fueron masculinos. ¡°En las sociedades patriarcales lo normal es que la responsabilidad la asuma el padre¡±.

El extra?o caso chino

China ha pasado de tener una de las tasas de suicidio m¨¢s alta del mundo, en 1990, a una de las m¨¢s bajas. El a?o pasado, un equipo a cargo de Paul Yip, en el Centro de Investigaci¨®n y Prevenci¨®n del Suicidio de la Universidad de Hong Kong, descubri¨® que la tasa de suicidio hab¨ªa descendido del 23,2 por cada 100.000 personas a finales de 1990 al 9,8 por 100.000 en el 2009-11. Esta asombrosa ca¨ªda del 58 por ciento se produce en un momento de grandes desplazamientos desde el campo a la ciudad, del mismo tipo que en el pasado reciente de Corea del Sur. Y, sin embargo, parece que con el efecto contrario. ?C¨®mo puede ser?

Kim cree que China est¨¢ viviendo una especie de ¡°tregua¡± achacable a la ola de esperanza que siente la gente al encaminarse hacia una nueva vida. ¡°Los suicidios aumentar¨¢n, sin duda¡±, asegura, se?alando que Corea del Sur vivi¨® descensos similares entre los setenta y los ochenta, cuando su econom¨ªa estaba en r¨¢pida expansi¨®n. ¡°La gente cree que ser¨¢ m¨¢s feliz cuanto m¨¢s rica, y concentrados en sus metas no piensan en suicidarse. Pero es distinto cuando alcanzas tus metas y no encuentras lo que esperas¡±.

De hecho, la esperanza en lugares desesperados puede resultar peliaguda, tal y como descubri¨® Rory O¡¯Connor en Glasgow. ¡°Formulamos la siguiente pregunta: ?Encuentras siempre beneficioso tener una visi¨®n optimista del futuro? Nuestra intuici¨®n nos hac¨ªa pensar que s¨ª¡±. Pero al observar los ¡°pensamientos futuros intrapersonales¡±, aquellos que no consideran otra cosa m¨¢s que el yo, como ¡°quiero ser feliz¡± o ¡°quiero estar bien¡±, el equipo volvi¨® a sorprenderse. O¡¯Connor evalu¨® en el hospital a 388 personas que hab¨ªan intentado acabar con sus vidas, para despu¨¦s llevar a cabo un seguimiento de reincidencias los siguientes 15 meses. ¡°Los estudios previos hab¨ªan revelado una menor tasa de fascinaci¨®n suicida en aquellos con niveles altos de pensamientos intrapersonales futuros¡±, nos cuenta. ¡°Descubrimos que el mejor predictor de intentos futuros era el comportamiento pasado ¨Cnada del otro mundo- pero tambi¨¦n esta cosa del pensamiento intrapersonal futuro. Y no en la direcci¨®n que hubi¨¦ramos pensado¡±. Result¨® que la gente con mayor tendencia a este tipo esperanzador de pensamiento personal era m¨¢s propensa a intentar suicidarse de nuevo. ¡°Estos pensamientos pueden ser positivos en tiempos de crisis¡±, dice. ¡°Pero, ?Qu¨¦ ocurre con el tiempo, una vez te das cuenta de que nunca vas a alcanzarlos?¡±.

Algo que Asia y Occidente s¨ª tienen en com¨²n es la relaci¨®n entre los roles de g¨¦nero y el suicidio. Pero claro, es que los estereotipos occidentales sobre la masculinidad son mucho m¨¢s progresistas, ?no es cierto?

Se cree que lo significativo de nuestros proyectos no influye tanto sobre nuestro bienestar. Lo que marca la verdadera diferencia sobre nuestra felicidad es si estos proyectos son o no realizables

En 2014, el psic¨®logo cl¨ªnico Martin Seager y su equipo decidieron poner a prueba la definici¨®n cultural de lo que entendemos por ser hombre o mujer. Se sirvieron de una serie de preguntas cuidadosamente pensadas para hombres y mujeres reclutados a trav¨¦s de una selecci¨®n de webs norteamericanas y brit¨¢nicas. Lo que descubrieron sugiere, que para los tiempos que corren, las expectativas que albergan ambos sexos en cuanto al concepto de hombre, siguen ancladas en los a?os 50. ¡°El primer requisito es ser un luchador, un triunfador¡±, explica Seager. ¡°El segundo es el deber de proteger y proveer, y el tercero mantener la compostura y el control en todo momento. Si incumples cualquiera de estos requisitos es que no eres un hombre¡±. Ni que decir tiene que adem¨¢s, un ¡®hombre de verdad¡¯ no debe dar nunca muestras de debilidad. ¡°Un hombre que pide ayuda ser¨¢ siempre objeto de burla¡±, asegura. Las conclusiones de este estudio reflejan, de forma notable, lo que O¡¯Connor y sus colegas ven¨ªan diciendo sobre el suicidio masculino desde su informe para los Samaritanos en el 2012: ¡°Un hombre se mide a s¨ª mismo contra un ideal masculino que premia el poder, el control y la invulnerabilidad. Cuando un hombre siente que no se ajusta a este ideal, llega la verg¨¹enza y el sentimiento de derrota¡±.

Metrosexuales

En Occidente, a veces tenemos la sensaci¨®n de que en alg¨²n momento, a mediados de los ochenta, decidimos que los hombres eran algo abominable. La lucha por la igualdad de derechos y la seguridad sexual de las mujeres, ha dado como resultado d¨¦cadas de percepci¨®n del hombre como un abusador, violento y privilegiado. Las versiones modernas del hombre, surgidas en oposici¨®n a estas cr¨ªticas, no son m¨¢s que criaturas risibles: el vanidoso metrosexual; el marido in¨²til que no sabe operar un lavavajillas. Entendemos, como g¨¦nero, que ya no se nos permite mantener la expectativa de control, de liderazgo, de pelea, de soportarlo todo con calma y resignaci¨®n, de perseguir nuestras metas con tal determinaci¨®n que no deje tiempo para amigos ni familia. Estas aspiraciones son ahora motivo de verg¨¹enza sin raz¨®n aparente. Pero, ?qu¨¦ podemos hacer? Nuestra definici¨®n de ¨¦xito no ha cambiado, a pesar de los avances sociales, como tampoco lo ha hecho lo que entendemos por fracaso. ?C¨®mo haremos para desmontar los impulsos de nuestra propia biolog¨ªa o los imperativos culturales, reforzados por ambos sexos desde el Pleistoceno?

Mientras hablamos, le confieso a O¡¯Connor que hace tiempo, quiz¨¢s diez a?os, yo mismo le ped¨ª antidepresivos a mi m¨¦dico, temeroso de que me diera por hacer una tonter¨ªa, y sal¨ª de consulta con la receta: ¡°Vete al bar y divi¨¦rtete un poco¡±.

¡°?Por Dios!¡± dice, frot¨¢ndose los ojos con incredulidad. ¡°?Y eso ocurri¨® hace tan s¨®lo diez a?os?¡±. ¡°Es cierto que a veces pienso que deber¨ªa estar medicado¡±, le digo. ¡°Y me averg¨¹enza decirlo, pero me preocupa bastante lo que mi mujer pudiera pensar¡±. ¡°?Lo has hablado con ella?¡±, pregunta.

Por un momento siento tal verg¨¹enza que no puedo articular palabra.

¡°No¡±, contesto. ¡°Y me ten¨ªa por alguien que se sentir¨ªa c¨®modo al charlar de estas cosas, pero ha sido aqu¨ª, hablando, que he ca¨ªdo en la cuenta. La t¨ªpica mierda masculina¡±.

?¡°?Pero es que no lo entiendes? No es ninguna mierda¡±, dice. ¡°?Ese es justo el problema! En la narrativa actual se dice que ¡®los hombres son una mierda¡¯, ?verdad? Pero eso es una gilipollez. No hay manera de cambiar a los hombres. Se les puede tunear, no me malinterpretes, pero es la sociedad la que tiene que plantearse, ¡®?A qu¨¦ servicios, que nosotros podamos ofertar, estar¨ªan ellos dispuestos a acudir? ?Qu¨¦ ayuda podemos ofrecerles para cuando se sientan angustiados?¡±

Entonces me habla de una amiga suya que se mat¨® en 2008. ¡°Aquello tuvo un impacto enorme sobre m¨ª¡±, me dice. ¡°No pod¨ªa dejar de preguntarme, ¡®?C¨®mo es posible que no te hayas dado cuenta? Por Dios, llevas a?os dedicado a esto¡¯. Me sent¨ªa un fracaso. Le hab¨ªa fallado a ella y a todo su entorno¡±.

Esto, a m¨ª, no hace m¨¢s que recordarme al perfeccionismo social. ¡°Ah, claro. Es que yo soy un perfeccionista social¡±, asegura. ¡°Soy hipersensible a las cr¨ªticas sociales, aunque se me da bien ocultarlo. Tengo una desproporcionada necesidad de complacer y soy muy propenso a creer que he fallado a los dem¨¢s¡±.

Otro de sus factores de riesgo es la melancol¨ªa obsesiva, los bucles cerrados de pensamiento. ¡°Soy un perfeccionista social y un melanc¨®lico obsesivo, s¨ª, sin lugar a dudas¡±, asegura. ¡°Cuando te vayas me pasar¨¦ el d¨ªa entero, y luego la noche, rumiando, ¡®vaya, no puedo creer que haya dicho eso¡¯. Me voy a matar...¡°, hace una pausa, y corrige, ¡°me voy a castigar mucho con esto¡±.

La relaci¨®n entre perfeccionismo social y tendencias suicidas est¨¢ presente en todas las poblaciones con las que hemos trabajado, tanto entre los desfavorecidos como entre los ricos"

Le pregunto si ¨¦l se considera en riesgo de suicidio. ¡°No meter¨ªa la mano en el fuego¡±, dice. ¡°Creo que a todo el mundo se le pasa por la cabeza en alg¨²n momento. Bueno, no a todo el mundo, pero est¨¢ demostrado que s¨ª a mucha gente. Nunca he estado deprimido o mostrado tendencias suicidas, gracias a Dios¡±.

Voluntarios

De vuelta en su g¨¦lido cuarto, en una granja en los humedales de Norfolk, Drummond sigue sentado con sus pastillas y sus ans¨ªas de tom¨¢rselas. Lo que salv¨® su vida fue la curiosa coincidencia de haber sido voluntario en los Samaritanos. Un d¨ªa fue all¨ª no a escuchar, como hac¨ªa habitualmente, si no a hablar durante horas. ¡°S¨¦ por propia experiencia que hay un mont¨®n de gente que debe sus vidas a lo que all¨ª se hace¡±, nos cuenta.

Drummond ha vuelto a casarse y sus hijos han crecido. Han pasado 30 a?os desde aquella ruptura. Incluso ahora, todav¨ªa le resulta doloroso hablar del tema, as¨ª que no lo hace. ¡°Supongo que uno hace por enterrarlo, ?no?¡±, dice. ¡°Se espera que lo afrontes como un hombre, y no lo hables con nadie. Eso no se hace¡±.

Este art¨ªculo se public¨® por primera vez en Mosaic y se publica de nuevo aqu¨ª con una licencia de Creative Commons.

Los Samaritanos est¨¢n disponibles 24 horas al d¨ªa, 365 d¨ªas al a?o, en el Reino Unido e Irlanda, para escuchar y ofrecer su apoyo confidencial con cualquier problema que pudiera afectarte. Puedes hablar con ellos en el tel¨¦fono 08457 909090, v¨ªa email: jo@samaritans.org, o bien en su oficina local m¨¢s cercana. Si est¨¢s interesado en hacerte voluntario puedes hacerlo aqu¨ª.

Aquellos que residan fuera del Reino Unido e Irlanda pueden buscar la ayuda de Befrienders Worldwide.

Autor: Will Storr

Editor: Mun-Keat Looi

Verificaci¨®n de datos: Lowri Daniels

Correcci¨®n de estilo: Tom Freeman

Arte: Damien Tran

Direcci¨®n de arte: Peta Bell

Traductor: Diego Zaitegui

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