El agua envenenada de Bangladesh
Unos 40 millones de personas beben agua contaminada con ars¨¦nico pese a que es un problema denunciado hace d¨¦cadas

Con su barba blanca como la nieve y su sarong color pastel, rodeado de sus nietos, sus sobrinas y sus sobrinos, Shadaz Uddin, un comerciante retirado de 63 a?os, deber¨ªa estar disfrutando de su jubilaci¨®n. En cambio, vive preocupado por unas manchas min¨²sculas que le salpican el pecho. Al principio, los puntos de pigmentaci¨®n son de color negro, y luego se vuelven blancos, explica el doctor Tariqul Islam inclin¨¢ndose hacia delante para reconocer a Uddin. Parecen ¡°gotas de lluvia en la tierra¡±, explica.
Son las se?ales que delatan el envenenamiento por ars¨¦nico.
Uddin vive en el pueblo de Totar Bagh, una comunidad agr¨ªcola formada por caba?as de chapa ondulada, bamb¨² y hormig¨®n situadas entre bosques y campos de arroz al este de Dacca, la capital de Bangladesh. La colada multicolor cuelga entre las palmeras, sobre el suelo de tierra apisonada, mientras las familias se dedican a sus quehaceres limpiando, cocinando y acarreando el agua que sacan de los pozos pr¨®ximos a las viviendas con ayuda de una bomba manual.
El agua es la causa de que el doctor Tariq est¨¦ hoy en el pueblo. El m¨¦dico colabora con las Universidades de Chicago y Columbia en la investigaci¨®n de los efectos a largo plazo de la exposici¨®n al ars¨¦nico. Alrededor de la mitad de los pozos en la zona de estudio, en la que viven 35.000 personas, est¨¢ contaminada con este veneno. La presencia de ars¨¦nico en el agua potable del pa¨ªs se detect¨® por primera vez hace m¨¢s de dos d¨¦cadas. Entre las consecuencias de la exposici¨®n prolongada se encuentra el aumento significativo de las posibilidades de contraer enfermedades card¨ªacas, diabetes, y c¨¢ncer de pulm¨®n, piel y vejiga. Las repercusiones para la salud y el desarrollo de los ni?os se arrastran toda la vida.
Como muchos otros habitantes del pueblo, Uddin sigue bebiendo de su pozo. ¡°Me dijeron que consiguiese agua mejor¡±, cuenta, y a?ade que intent¨® construir otro pozo ¨¦l mismo, pero que tambi¨¦n estaba contaminado. ¡°S¨¦ que el agua no es buena para mi salud, pero no puedo hacer nada¡±, se lamenta. Su familia, incluidos sus nietos, tambi¨¦n la beben. Uddin extiende las manos y levanta la vista al cielo: ¡°No tengo alternativa. He intentado conseguir agua sana, pero no he podido¡±.
Se calcula que, en Bangladesh, 40 millones de personas ¡ªuna cuarta parte de la poblaci¨®n¡ª est¨¢n expuestas a beber agua contaminada con ars¨¦nico, una perniciosa sustancia t¨®xica con pocos s¨ªntomas visibles que ataca a m¨²ltiples ¨®rganos simult¨¢neamente. El Bolet¨ªn de la Organizaci¨®n Mundial de la Salud calcula que puede ser la causa de 43.000 muertes al a?o en el pa¨ªs.

El ya fallecido geoqu¨ªmico Jim Simpson, de la Universidad de Columbia, fue uno de los primeros cient¨ªficos estadounidenses en enfrentarse al problema del ars¨¦nico. En el a?o 2001, la universidad celebr¨® un congreso al que se hab¨ªa convocado a especialistas en ars¨¦nico del mundo entero y que congreg¨® a todo un abanico de expertos en diferentes disciplinas ¡ªsalud p¨²blica, ingenier¨ªa, qu¨ªmica, hidrolog¨ªa, medicina, toxicolog¨ªa y geolog¨ªa¡ª procedentes de las facultades m¨¢s prestigiosas del planeta. Las intervenciones se prolongaron durante varios d¨ªas y tras escucharlas sorprend¨ªa el hecho de que estuviese teniendo lugar una cat¨¢strofe de proporciones inconcebibles, y, sin embargo, remediable. En esa ¨¦poca estaban sucediendo muchas cosas aparentemente sin soluci¨®n, como los conflictos ¨¦tnicos de Yugoslavia o Ruanda, la pobreza o el hambre en el mundo. ?Est¨¢bamos ante una desgracia m¨¢s de un pa¨ªs pobre mientras nos limit¨¢bamos a rasgarnos las vestiduras?
Sin embargo, lo que se discut¨ªa no era si el problema se pod¨ªa resolver, sino c¨®mo hacerlo; qu¨¦ soluci¨®n funcionar¨ªa mejor, m¨¢s pr¨¢ctica y eficazmente. Hab¨ªa cuestiones t¨¦cnicas que discutir, desde luego, pero no cab¨ªa duda de que era factible. El agua contaminada es un problema f¨ªsico, y existen fundamentalmente dos opciones: filtrarla, o encontrar una nueva fuente. No hay m¨¢s. Seg¨²n los c¨¢lculos, solucionarlo costar¨ªa entre 100 y 300 millones de d¨®lares, es decir, apenas unos d¨®lares por cada vida.
Actualmente, los ingenieros y los ge¨®logos est¨¢n de acuerdo en que, en la mayor¨ªa de los casos, unos pozos m¨¢s profundos, por debajo de los 150 metros, pueden proporcionar agua sin ars¨¦nico. Otras opciones son filtrar el agua de superficie, o mejor a¨²n, suministrar agua canalizada a una comunidad entera utilizando una planta central de filtraci¨®n. Los expertos banglades¨ªes e internacionales creen que en unos cinco a 10 a?os se podr¨ªan construir pozos suficientes para proveer de agua a los 20 millones de personas m¨¢s gravemente expuestas.
As¨ª que la pregunta era aparentemente sencilla: ?por qu¨¦ sigue pasando?, ?por qu¨¦ el problema no se ha resuelto a¨²n?
¡°La geolog¨ªa y la ingenier¨ªa tienen soluciones de sobra conocidas. Lo que necesitamos es m¨¢s recursos y m¨¢s esfuerzos concretos para poder aplicarlas¡±, se?ala Kazi Matin Ahmed, director del departamento de Geolog¨ªa de la Universidad de Dacca, que lleva trabajando en el problema casi desde que se descubri¨®.
El problema del ars¨¦nico ha quedado totalmente fuera de los radares de los donantes
Peter Kim Streatfield, experto
¡°Con un modesto aumento de la inversi¨®n en pozos entubados profundos ¡ªque son relativamente seguros, adem¨¢s de conocidos y rentables¡ª, y m¨¢s precisi¨®n, la intoxicaci¨®n por ars¨¦nico podr¨ªa quedar pr¨¢cticamente eliminada en cinco o 10 a?os¡±, puntualiza el hidroge¨®logo Peter Ravenscroft en el Journal of Water, Sanitation and Hygiene for Development. Ravenscroft se dedica al problema del ars¨¦nico en Bangladesh desde finales de la d¨¦cada de 1990.
Pero esta clase de pozos son demasiado caros para los aldeanos como Uddin, y necesita financiaci¨®n del Gobierno y de los donantes internacionales.
Lo cual es l¨®gico teniendo en cuenta que, involuntariamente, ellos fueron el origen del problema.
Entonces parec¨ªa una buena idea.
Pozos t¨®xicos
En la d¨¦cada de 1970, en Bangladesh miles de personas mor¨ªan cada a?o a causa de enfermedades como el c¨®lera, la disenter¨ªa y la diarrea. Por aquel entonces, Unicef y otras organizaciones internacionales estaban desarrollando una misi¨®n dirigida a ayudar a los pa¨ªses en desarrollo a acceder al agua potable. En un intento por lograr que la gente dejase de beber el agua sucia de superficie, colaboraron con el Gobierno de Bangladesh para fomentar el uso de pozos poco profundos accionados con bombas manuales. Desde muchos puntos de vista, era la soluci¨®n ideal para procurar agua potable a las poblaciones rurales con pocas infraestructuras; un remedio barato, f¨¢cil de mantener, puesto en pr¨¢ctica con la cooperaci¨®n del Gobierno y la intervenci¨®n de la comunidad y el sector privado, y que atacaba la ra¨ªz, y no los s¨ªntomas, del problema. Se calcula que se perforaron 10 millones de pozos en todo el pa¨ªs. Al principio fueron el Gobierno, Unicef, y otros donantes y ONG, y luego los particulares y las familias. Aparentemente, el proyecto fue un ¨¦xito rotundo. La pureza del agua fue comprobada incluso por el Instituto Brit¨¢nico de Estudios Geol¨®gicos (BGS, por sus siglas en ingl¨¦s). El problema es que a nadie se le ocurri¨® analizar la presencia de ars¨¦nico.
Hasta la d¨¦cada de 1990 no se descubri¨® que millones de pozos conten¨ªan niveles de ars¨¦nico 10, 20 y hasta 50 veces superiores a la concentraci¨®n considerada inocua por la Organizaci¨®n Mundial de la Salud (OMS).
?Y por qu¨¦ nadie hizo pruebas en busca de ars¨¦nico? Aunque entonces esta sustancia estaba incluida en la lista de contaminantes naturales del agua para consumo humano de la OMS, ni el Gobierno ni las organizaciones de cooperaci¨®n que promovieron la construcci¨®n de los pozos, consideraron la posibilidad de su presencia. Medir todos los elementos de la lista de la OMS habr¨ªa sido prohibitivo, explica Pauline Smedley, hidrogeoqu¨ªmica principal del BGS. ¡°No ten¨ªamos razones para pensar que entonces el ars¨¦nico fuese un problema en esa zona, as¨ª que no se hicieron an¨¢lisis¡±, reconoce. En realidad, unos a?os antes se hab¨ªa detectado el veneno en el agua potable de Bengala Occidental, a dos pasos de Bangladesh, as¨ª que muchos especialistas piensan que eso deber¨ªa haber servido de aviso para que se hiciesen pruebas de ars¨¦nico. Pero no fue as¨ª. De hecho, hace varios a?os, diversas ONG banglades¨ªes presentaron una demanda contra el BGS en Reino Unido, que acab¨® desestim¨¢ndose por cuestiones t¨¦cnicas.
En Bangladesh, el ars¨¦nico est¨¢ presente de forma natural en los acu¨ªferos poco profundos a consecuencia de las part¨ªculas de ¨®xido de hierro que bajan del Himalaya, recorren el Ganges y llegan hasta el pa¨ªs, donde acaban deposit¨¢ndose en las ci¨¦nagas y los pantanos. All¨ª, la vegetaci¨®n en descomposici¨®n hace que se rompan y liberen el ars¨¦nico al agua de las capas fre¨¢ticas pr¨®ximas a la superficie. Nadie se hab¨ªa dado cuenta antes porque la mayor¨ªa de la gente no se abastec¨ªa de agua de pozo, sino de las balsas excavadas a mano o de los r¨ªos. Los agricultores del pa¨ªs, que consumen grandes cantidades de agua y arroz (que tambi¨¦n contiene elevadas concentraciones de ars¨¦nico), sufrieron especialmente los efectos del veneno.
El Gobierno asegura que est¨¢ desarrollando un plan de 250 millones de d¨®lares para hacer frente al problema?
Lo que sucedi¨® despu¨¦s es un ejemplo de los remedios poco eficaces que tantas veces caracterizan las respuestas a los problemas de salud en el mundo. Cuando se descubri¨® el ars¨¦nico, el Banco Mundial encabez¨® una iniciativa para analizar m¨¢s de la mitad de los pozos del pa¨ªs. Se demostr¨® que alrededor del 20% estaban contaminados, lo cual supon¨ªa nada menos que 57 millones de personas afectadas. Por medio de programas educativos se inst¨® a la gente a buscar nuevas fuentes de agua potable, y los pozos contaminados se marcaron con pintura roja. Pero, si bien abundaron los an¨¢lisis y la instrucci¨®n p¨²blica, apenas se hizo nada por proporcionar fuentes de agua seguras a la poblaci¨®n. Se excavaron algunos pozos nuevos, pero ni mucho menos los suficientes, y millones de personas siguieron bebiendo agua contaminada. A lo largo de la ¨²ltima d¨¦cada no se han emprendido bastantes acciones para resolver el problema, como muestran los estudios del Gobierno, en los que se puede ver que los niveles de exposici¨®n apenas cambiaron entre 2009 y 2013. La pintura roja de los pozos se ha desprendido, la educaci¨®n se ha interrumpido, y la gente ha excavado por su cuenta millones de pozos poco profundos sin que se hayan hecho an¨¢lisis. Gran parte de la poblaci¨®n dio por supuesto que el problema hab¨ªa remitido, y aunque siguiese afect¨¢ndoles, tampoco pod¨ªan hacer mucho.
A la provincia de Faridpur pertenecen Abdul Latif Sheij y a su mujer Rokeya. Al igual que muchos de sus paisanos, hace a?os que beben de un pozo contaminado con ars¨¦nico. Rokeya tiene marcas en las manos, las mu?ecas, el pecho y los pies, que se va tocando mientras habla. Sehij dice que su esposa ha estado enferma y que est¨¢ perdiendo peso. Se perciben la frustraci¨®n y el desencanto en su voz. Quiere que las cosas mejoren para que su mujer pueda recibir cuidados, pero ella dice que no tiene tiempo de ir al m¨¦dico, ya que, como su marido no puede trabajar, le toca a ella llevar el dinero a casa. Su hijo y su hija viven con ellos.
¡°Si nosotros morimos, ?qui¨¦n va a cuidar de nuestra familia?¡±, se pregunta Rokeya. En un esfuerzo por conseguir agua limpia, la mujer acarrea agua del pozo que hay en las instalaciones de la planta pesquera del pueblo, donde ella trabaja. Muchos vecinos hacen lo mismo pensando que, como es un pozo del Gobierno, el agua tiene que ser potable. En realidad, una visita al lugar muestra que no tiene ninguna marca que indique que ha sido analizado. Una prueba posterior de una muestra de este agua en el laboratorio revela que el contenido de ars¨¦nico es de 100 partes por bill¨®n (ppb), 10 veces superior al umbral de seguridad establecido por la OMS.
Otro problema ha sido que, por lo general, las respuestas mundiales en materia de salud han dado prioridad a las intervenciones aparentemente baratas. Al principio, gran parte del esfuerzo se dirigi¨® a instalar filtros de agua en las viviendas. Tambi¨¦n en este caso parec¨ªa la soluci¨®n perfecta: el producto del esmero de la ciencia trasladado al terreno, fabricado con materiales locales y barato a corto plazo. Pero, a la larga, los filtros no sirvieron de soluci¨®n. Eran lentos, solo funcionaban con cantidades de agua relativamente peque?as, y la eliminaci¨®n del residuo t¨®xico era complicada. El caso refleja un error frecuente de las iniciativas mundiales en materia de sanidad: se llevan a cabo intervenciones a escala individual, que son baratas, en vez de a escala de comunidad o de pa¨ªs, que requieren m¨¢s capital. En asuntos como el agua y el saneamiento, los remedios r¨¢pidos rara vez compensan.

¡°No se puede actuar contra el ars¨¦nico a escala individual. Se necesitan medidas para toda la comunidad; hacen falta intervenciones globales que incluyan a todo el pa¨ªs; hay que tener unas normas oficiales y hay que actuar de verdad sobre el agua y sobre los alimentos para eliminar el ars¨¦nico de esas fuentes¡±, remacha Ana Navas-Aci¨¦n, epidemi¨®loga especialista en medicina preventiva de la Universidad de Columbia. ¡°A escala individual no se puede hacer pr¨¢cticamente nada¡±.
La capacidad para resolver el problema est¨¢ ah¨ª. En la mayor¨ªa de los casos, excavar pozos m¨¢s profundos dar¨ªa buenos resultados y, a largo plazo, la canalizaci¨®n del agua combinada con una planta central de filtrado es una soluci¨®n mejor, aunque m¨¢s cara. ?Por qu¨¦ no se ha hecho nada de esto? El dinero no es verdaderamente un factor. Construir los pozos y canalizar el agua costar¨ªa unos 300 millones de d¨®lares. De hecho, solo el Gobierno ha instalado m¨¢s de 200.000 nuevos pozos entubados en la ¨²ltima d¨¦cada. El problema es que no se hicieron pensando en el ars¨¦nico. Como observaba el catedr¨¢tico de Columbia Alexander van Geen en su estudio del distrito de Araihazar, si los pozos se hubiesen planificado como es debido, habr¨ªan contribuido a que el triple de personas tuviese acceso a agua sin contaminar. Un informe reciente de Human Rights Watch revelaba que, por el contrario, los pozos se hab¨ªan hecho para los vecinos bien relacionados pol¨ªticamente. El Gobierno niega las acusaciones de corrupci¨®n o clientelismo. Sin embargo, en privado, un alto funcionario reconoc¨ªa que es la pol¨ªtica local la que decide qui¨¦n tendr¨¢ pozo.
Pia Ali Shaheb, uno de los aldeanos, es la ¨²nica persona de su pueblo a la que el Gobierno le ha facilitado un pozo nuevo. Tambi¨¦n es el representante local del partido gobernante. Ante la pregunta de si esas conexiones pol¨ªticas hab¨ªan influido, sonr¨ªe y responde: ¡°S¨ª, claro¡±. Entonces, otro vecino que acaba de llegar del campo empapado en sudor, se acerca y empieza a dar voces. Su mujer y ¨¦l hab¨ªan ahorrado y le hab¨ªan entregado el dinero a un pol¨ªtico del pueblo para tener un pozo limpio, pero nunca se lo han construido. Shaheb se encoge de hombros: ¡°Eso es que le dist¨¦is el dinero al tipo que no era¡±.
?A qu¨¦ se debe, pues, la inacci¨®n? No se puede culpar del problema a la corrupci¨®n, como hace mucha gente con las dificultades de los pa¨ªses pobres. Es evidente que, en los pa¨ªses ricos, muchas veces sucede lo mismo. Pensemos en los promotores que consiguen recalificaciones de terrenos o en los colegios p¨²blicos de las zonas ricas en comparaci¨®n con las pobres.
El Gobierno ha instalado m¨¢s de 200.000 nuevos pozos en la ¨²ltima d¨¦cada. El problema es que no se hicieron pensando en el ars¨¦nico
Lo que falta en el caso de Bangladesh es la falta la voluntad pol¨ªtica. Hay conocimiento cient¨ªfico de sobra para entender y resolver el problema. Sin embargo, no parece que este haya alcanzado a los responsables pol¨ªticos, o por lo menos, que haya estado presente en sus decisiones. Una vez m¨¢s, los ejemplos abundan en todo el mundo. Por ejemplo, el cambio clim¨¢tico. Igual que en este decisivo asunto, tambi¨¦n en el caso del ars¨¦nico gran parte del problema reside en que los efectos de la exposici¨®n a la sustancia tardan a?os, y a veces d¨¦cadas, en manifestarse.
¡°Los asesinos silenciosos no causan alarma a los responsables pol¨ªticos¡±, dice Habibul Ahsan, catedr¨¢tico de Salud P¨²blica, director adjunto del Centro de Investigaci¨®n del C¨¢ncer de la Universidad de Chicago, y uno de los principales investigadores en materia de salud de Araihazar. En un estudio que realiz¨® con la Universidad de Columbia descubri¨® que, entre las personas que beben el agua emponzo?ada, la exposici¨®n al ars¨¦nico puede ser responsable de una de cada cinco muertes.
En todo el mundo se ha encontrado ars¨¦nico en el agua para el consumo humano. Los efectos de esta sustancia t¨®xica, lenta y silenciosa, son devastadores. Hace d¨¦cadas se produjo una contaminaci¨®n similar, aunque a menor escala, en Chile y en Taiw¨¢n, as¨ª que los efectos a largo plazo de la substancia t¨®xica se conocen bien. ¡°Han pasado m¨¢s de 40 a?os desde que termin¨® el contacto, y hoy en d¨ªa sigue habiendo personas con un riesgo de desarrollar c¨¢ncer superior al normal¡±, afirma Catterina Ferreccio, subdirectora del Centro de Estudios Avanzados de Enfermedades Cr¨®nicas de la Universidad de Chile. La investigadora cuenta que, a principios de la d¨¦cada de 1970, al llegar al hospital ve¨ªa filas de ni?os que hab¨ªan sufrido ataques al coraz¨®n a consecuencia de la exposici¨®n al veneno.
A pesar de las pruebas abrumadoras, en la pr¨¢ctica el Gobierno ha subestimado en gran medida el problema y ha mantenido un umbral de riesgo para el ars¨¦nico significativamente m¨¢s alto que el de la OMS, lo que significa que, oficialmente, solamente hay unos 20 millones de personas expuestas a la sustancia, en vez de 40. Los funcionarios del Ministerio de Sanidad encargados de hacer el seguimiento del ars¨¦nico desestimaron el descubrimiento de que ten¨ªa repercusiones masivas para la salud afirmando que nada m¨¢s 65.000 personas padec¨ªan arsenicosis. Dijeron que ni siquiera ten¨ªan noticia de los estudios de la OMS y de las Universidades de Columbia y Chicago seg¨²n los cuales se hab¨ªa producido un enorme aumento de la mortalidad. De hecho, se obstinaban en decir que cada a?o mor¨ªan por ars¨¦nico nada m¨¢s que entre 100 y 200 personas.
Pero no se trata ¨²nicamente de los funcionarios del pa¨ªs. La mayor¨ªa de los donantes internacionales tambi¨¦n han dado la espalda al problema. El Banco Mundial, Unicef y la OMS no tienen ning¨²n proyecto significativo dirigido a paliar los da?os ocasionados por el ars¨¦nico, ni tampoco los donantes bilaterales de Estados Unidos y Europa. ¡°Ha quedado totalmente fuera de los radares de los donantes¡±, lamenta el experto Peter Kim Streatfield, investigador em¨¦rito del Centro Internacional para la Investigaci¨®n de Enfermedades Diarreicas en Bangladesh, una de las principales instituciones de investigaci¨®n sanitaria del pa¨ªs.

¡°En este tema de salud p¨²blica hay un componente de psicolog¨ªa de las organizaciones¡±, afirma Ravenscroft, que en la actualidad est¨¢ escribiendo un manual para Unicef y la OMS sobre c¨®mo paliar los da?os del ars¨¦nico. La escala misma del problema ha sido un obst¨¢culo para que los donantes siguiesen actuando. Seg¨²n el hidroge¨®logo, es posible que estos se hayan rendido al no tener a la vista ninguna soluci¨®n r¨¢pida. ¡°Creo que les da miedo responsabilizarse de un problema que creen que es demasiado grande para ellos¡±.
A fin de cuentas, se trata de un caso de fracaso institucional y falta de responsabilidad. Tambi¨¦n es consecuencia de la pol¨ªtica de la salud p¨²blica: por terribles que sean los efectos de la intoxicaci¨®n por ars¨¦nico, tardan a?os, incluso d¨¦cadas, en hacerse evidentes. En consecuencia, a los pol¨ªticos, a los donantes, a los organismos de cooperaci¨®n internacional y a los Gobiernos locales, les resulta f¨¢cil hacer caso omiso del problema. Mientras que los brotes espectaculares de enfermedades como el ¨¦bola o los desastres naturales como el terremoto de Hait¨ª recaudaron miles de millones de d¨®lares de ayuda (e, incluso entonces, la respuesta tuvo sus fallos), el ars¨¦nico, que afecta a muchas m¨¢s personas, pero que act¨²a despacio y no es teleg¨¦nico, ha visto esfumarse el dinero para investigar y aliviar los da?os.
Tras la publicaci¨®n del informe de Human Rights Watch, el ministro de Desarrollo Rural y diputado por la provincia de Faridpur, declar¨® que nadie hab¨ªa muerto recientemente a causa del ars¨¦nico. El Gobierno se niega a reconocer que el problema persiste, porque, si lo hiciese, estar¨ªa reconociendo su propio fracaso. En esto, Bangladesh no tiene nada de especial. Recordemos la incapacidad de Estados Unidos para hacer frente a la intoxicaci¨®n con plomo en Flynt, en el estado de Michigan, o a las inundaciones de Nueva Orleans, la respuesta absolutamente inadecuada de Europa a la crisis de los refugiados, el fracaso ruso en Chern¨®bil, o el de casi cualquier Gobierno para solucionar los problemas de su sistema educativo.
¡°La pasividad pol¨ªtica est¨¢ presente en todas partes. No se trata exclusivamente de Bangladesh, ni mucho menos. No quieren ocuparse de cosas que no les sirvan para salir elegidos el mes que viene¡±, reflexiona Allan Smith, catedr¨¢tico em¨¦rito de Salud P¨²blica de la Universidad de California en Berkeley y uno de los primeros en escribir sobre el problema en el a?o 2000. Smith se dio cuenta de que, con el Gobierno de George W. Bush, el nivel de ars¨¦nico autorizado subi¨® del l¨ªmite establecido por la OMS a un nivel comparable al fijado por Bangladesh. (Con Obama se rebaj¨®).
La preocupaci¨®n por el efecto del arroz como portador de ars¨¦nico tambi¨¦n es importante
Unicef ha trabajado en la resoluci¨®n del problema en un pu?ado de comunidades. Aunque esto no acabar¨¢ con ¨¦l a escala nacional, es un ejemplo de c¨®mo se podr¨ªa solucionar. En el pueblo de Batachow, en Comilla, al norte de Dacca, el organismo cooper¨® con la aldea para instalar una canalizaci¨®n de agua que utilizase una planta central de filtraci¨®n consistente en una serie de relucientes tanques del tama?o de los que se utilizan en las f¨¢bricas de cerveza, y varios filtros de rejilla para el agua. Batachow, que antes estaba absolutamente contaminado, ahora tiene agua limpia.
¡°No pod¨ªamos ni imaginar que existiese una soluci¨®n as¨ª al abastecimiento de agua¡±, cuenta Mamunur Rashid, miembro de la comisi¨®n del agua del pueblo. El coste por familia es de 50 taka (menos de un euro) al mes, y ellas piensan que bien vale la pena. Pero, hasta el momento, solo se ha puesto en pr¨¢ctica en unas cuantas comunidades.
Los funcionarios de obras p¨²blicas del Gobierno aseguran que actualmente est¨¢n desarrollando un plan de 250 millones de d¨®lares para hacer frente al problema del ars¨¦nico. Pero el plan est¨¢ a la espera de su aprobaci¨®n por parte de los pol¨ªticos, cosa que todav¨ªa es sumamente incierta. En privado, tanto los funcionarios como los expertos externos expresan su profundo escepticismo con respecto a que algo vaya a ocurrir, y observan que, en otras ocasiones, las promesas de los pol¨ªticos de que van a solucionar el asunto ya han quedado en nada, incluso despu¨¦s de las elecciones. Mientras tanto, se sigue investigando.
¡°Voy al terreno, intento recoger muestras, y la gente me pregunta qu¨¦ deber¨ªa hacer, por qu¨¦ no le dan opciones alternativas para abastecerse de agua¡±, explica Ahmed. ¡°Como investigador, me siento muy mal¡±. ¡°Es algo que podr¨ªa estar resuelto en 10 o 15 a?os. Llevamos 22 trabajando en ello y todav¨ªa hay mucha gente expuesta. Es de lo m¨¢s frustrante¡±, lamenta. ¡°Nadie deber¨ªa beber esa agua¡±.
La alimentaci¨®n, en juego
La preocupaci¨®n por el efecto del arroz como portador de ars¨¦nico tambi¨¦n es importante. Sin embargo, los funcionarios del Gobierno de Bangladesh se han resistido obstinadamente a reconocer el problema, al parecer porque temen sembrar el p¨¢nico en torno al alimento principal del pa¨ªs, seg¨²n diversos cient¨ªficos que han pedido que se los mantenga en el anonimato. Los investigadores afirman que altos cargos del Gobierno les han llamado la atenci¨®n por sacar el tema a la luz. Algunos expertos han encontrado pozos de irrigaci¨®n que contienen 0,5 partes de ars¨¦nico por mill¨®n, pero no se han realizado an¨¢lisis a escala nacional.
Un reciente estudio llevado a cabo en Bangladesh detect¨® que, a pesar de que hab¨ªa ni?os que ya no beb¨ªan agua contaminada, los niveles de ars¨¦nico en su organismo segu¨ªan siendo elevados. La causa m¨¢s probable es el consumo de arroz, afirma Marie Vahter, directora del equipo de investigaci¨®n sobre metales t¨®xicos del Instituto Karolinska de Estocolmo.
Efectivamente, se ha comprobado que el ars¨¦nico en el arroz es un peligro en todo el mundo. De hecho, las mayores concentraciones se han registrado en Francia. Si bien la OMS, la Uni¨®n Europea y Estados Unidos han dictado nuevas normas referentes a los niveles de ars¨¦nico permitidos para el arroz, estos siguen siendo excesivos, afirma Andy Meharg, biogeoqu¨ªmico de la Universidad Queen¡¯s de Belfast y uno de los primeros investigadores en descubrir el problema. Las normas son ¡°irrelevantes¡±, declar¨® en un reciente congreso dedicado a la investigaci¨®n sobre el ars¨¦nico que se celebr¨® en Estocolmo. Las normas se han establecido siguiendo criterios econ¨®micos (en qu¨¦ medida pueden afectar a la industria del arroz), m¨¢s que de seguridad, concluye Meharg.
Este reportaje ha sido financiado por el Centro Europeo de Periodismo a trav¨¦s de su programa de becas para la innovaci¨®n en la informaci¨®n sobre el desarrollo (www.journalismgrants.org).
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