Peque?a defensa de la Constituci¨®n
El problema catal¨¢n no se produce en el marco de un Estado centralista a la francesa
En el primer n¨²mero de la Revista Espa?ola de Ciencia Pol¨ªtica, publicado en 1999, el polit¨®logo Juan Jos¨¦ Linz, uno de los padres de la ciencia pol¨ªtica moderna, public¨® un interesante art¨ªculo llamado Democracia, multinacionalismo y federalismo. El trabajo de Linz, un ejercicio de an¨¢lisis sobre la compleja forma en la que se articulan federalismo, democracia e idea nacional, sosten¨ªa que cualquier Estado multinacional deber¨ªa basarse en el pluralismo y en el reconocimiento del valor de la diversidad, antes que en la mera aceptaci¨®n de la pluralidad de la sociedad como un hecho.
No deja de llamar la atenci¨®n que el modelo elegido por Linz para ilustrar su razonamiento fuese la Constituci¨®n espa?ola de 1978. Seg¨²n Linz, su pre¨¢mbulo formulaba muy bien su tesis: ¡°La Naci¨®n espa?ola (¡) proclama su voluntad de: (¡) proteger a todos los espa?oles y pueblos de Espa?a en el ejercicio de los derechos humanos, sus culturas y tradiciones, lenguas e instituciones¡±. Y nos dec¨ªa que se completa en el art¨ªculo 3.3, cuando la Constituci¨®n establece que: ¡°La riqueza de las distintas modalidades ling¨¹¨ªsticas de Espa?a es un patrimonio cultural que ser¨¢ objeto de especial respeto y protecci¨®n¡±.
Recuperar las ideas de Linz no es un mero ejercicio de arqueolog¨ªa acad¨¦mica. Al contrario, se trata de incorporar una voz autorizada al debate sobre la reforma constitucional que va tomando cuerpo tras las elecciones catalanas. Una voz que pone en valor la capacidad de la Constituci¨®n de 1978 para responder a la cuesti¨®n nacional y que hace justicia a su vocaci¨®n de reconocimiento de la pluralidad territorial espa?ola. A¨²n m¨¢s, una voz que se?ala la sinton¨ªa del texto constitucional y el Estado de las autonom¨ªas con los principios que inspirar¨ªan una constituci¨®n de corte federal y plurinacional.
En nuestro debate p¨²blico, quienes cifran la soluci¨®n del problema catal¨¢n en una reforma constitucional que lleve la singularidad catalana a la ley fundamental tildan de ¡°inmovilista¡± o ¡°defensor del statu quo¡± a cualquiera que ose plantear una m¨ªnima sombra de duda sobre su proyecto. Y las etiquetas no se eligen al azar, sino que trabajan sobre el trasfondo de nuestra historia pol¨ªtica reciente y tienen, por ende, un sentido peyorativo claro. Sin embargo, al promocionar una imagen de la Constituci¨®n como realidad jur¨ªdica impermeable a la singularidad catalana, no solo se oscurece la verdadera naturaleza de la planta del Estado, sino que se induce a la opini¨®n p¨²blica a hacer una evaluaci¨®n equivocada de los or¨ªgenes de la actual crisis. Pues el problema catal¨¢n no se produce en el marco de un Estado centralista a la francesa, sino en una estructura de organizaci¨®n territorial que destaca en el entorno europeo por su nivel de descentralizaci¨®n y autogobierno de sus regiones y nacionalidades.
Obviar la singularidad de nuestro sistema territorial y hacerlo para acomodar los hechos a una estrategia de tercera v¨ªa, que se dice virtuosa por ubicarse entre separatistas e inmovilistas, ha contribuido de forma imprudente, primero, a una mala comprensi¨®n de la naturaleza y l¨®gica pol¨ªtica del nacionalismo y, segundo, a desdibujar su responsabilidad en el estado actual de las cosas.
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