La importancia de (no) dimitir
El compromiso con la regeneraci¨®n democr¨¢tica admite un esfuerzo mayor
La fortaleza de un sistema pol¨ªtico y su calidad democr¨¢tica guardan una estrecha relaci¨®n con el momento y la forma en la que se depuran responsabilidades en la vida p¨²blica. Nuestra clase pol¨ªtica no parece, sin embargo, compartir esta tesis. Para corroborar esta apreciaci¨®n, basta con repasar la manera en la que act¨²an los partidos pol¨ªticos frente a una gesti¨®n pol¨ªtica discutible de alguno de sus miembros. Tampoco puede pasar desapercibida la forma que tienen de abordar las denuncias por corrupci¨®n contra sus cargos p¨²blicos.
Para verg¨¹enza de todos, muchos de los representantes pol¨ªticos que en los ¨²ltimos a?os han proclamado enf¨¢ticamente su inocencia, como argumento para seguir en sus puestos, son ahora protagonistas de causas judiciales muy consolidadas. No falta quien ya ha sido condenado o, incluso, est¨¢ en prisi¨®n. Desde el planteamiento de un ciudadano interesado en controlar c¨®mo se ejerce el poder en su nombre, resulta dif¨ªcil de aceptar que la presunci¨®n de inocencia sirva para blindar en el cargo a quien es acusado de un comportamiento il¨ªcito mientras los tribunales no conozcan del caso. El ejercicio de una responsabilidad p¨²blica y la defensa del inter¨¦s general demandan dosis bastante m¨¢s elevadas de virtud p¨²blica. En ning¨²n caso, adem¨¢s, las trayectorias pol¨ªticas personales deben ser objeto de especial preocupaci¨®n colectiva.
Si no resulta f¨¢cil expulsar de la vida p¨²blica a quien presuntamente ha cometido un delito pero todav¨ªa no ha sido enjuiciado, imaginen lo dif¨ªcil que resulta convencer a nuestra clase pol¨ªtica de la importancia de dimitir por actuaciones inadecuadas, inoportunas o err¨®neas. En estos casos, la renuncia simplemente no se contempla al interpretarse como una debilidad, de la que s¨®lo se beneficiar¨ªa el adversario pol¨ªtico, y no como un ejercicio honroso de respeto hacia lo p¨²blico. Desde estos planteamientos, aguantar en el cargo y confiar en que la atenci¨®n medi¨¢tica se desv¨ªe hacia otros asuntos que vaya imponiendo la actualidad es la respuesta automatizada y admitida como v¨¢lida.
La pol¨ªtica nacional y auton¨®mica ofrecen ejemplos suficientes para afirmar que el compromiso de los partidos con la regeneraci¨®n democr¨¢tica de nuestro sistema pol¨ªtico admite un esfuerzo mayor. Para ello, convendr¨ªa empezar por incrementar la exigencia de pericia y ¨¦tica profesional entre quienes asumen responsabilidades pol¨ªticas en cualquiera de las instituciones del Estado. En este sentido, me permito sugerir m¨¢s rigor en los procesos de selecci¨®n de cargos, m¨¢s pudor profesional en la forma de ejercer el poder, m¨¢s humildad para afrontar errores y m¨¢s celeridad para abandonar la vida p¨²blica cuando ¨¦stos sean de cierta gravedad. Son pautas de comportamiento que no requieren cambios legislativos y que contribuir¨ªan a drenar algunos fallos que aquejan al sistema y deterioran su confianza. Nuestros pol¨ªticos no siempre encuentran los incentivos necesarios para incorporar estos h¨¢bitos a su forma de proceder, salvo que lo perciban como una exigencia firme de sus votantes. Teng¨¢moslo presente y no dimitamos de nuestra responsabilidad.
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