Viendo pasar cad¨¢veres
En efecto, hemos salido supuestamente de la crisis, el dinero corre, los restaurantes est¨¢n de nuevo a reventar y la alegr¨ªa impera. Pero ?a qu¨¦ coste?
EL RECIENTE aniversario de la ca¨ªda de Lehman Brothers, que fue el chupinazo de la crisis econ¨®mica, me ha dejado rumiando pensamientos oscuros. En primer lugar, por el simple v¨¦rtigo del tiempo: pero c¨®mo, ?ya ha pasado una d¨¦cada? Recuerdo el miedo y el desconsuelo de los primeros momentos, cuando la Gran Recesi¨®n nos iba devorando a dentelladas, cuando el desempleo se disparaba, los negocios del barrio iban cerrando uno tras otro y los desahucios eran un drama continuo. Y recuerdo tambi¨¦n que los expertos auguraban que tardar¨ªamos de seis a ocho a?os en salir y que no levantar¨ªamos cabeza hasta 2016. Qu¨¦ lejos me parec¨ªa entonces 2016. Y qu¨¦ penoso el camino. Pero ya hemos rebasado esa fecha, ya forma parte de un pasado que se aleja r¨¢pidamente a nuestras espaldas. El tiempo es un r¨ªo atronador y tumultuoso que todo lo arrastra.
Y en este caso, adem¨¢s, es un r¨ªo especialmente turbio, lleno de detritus y de lodo y en el que flotan cad¨¢veres hinchados. Porque s¨ª, en efecto, hemos salido supuestamente de la crisis, el dinero corre, los restaurantes est¨¢n de nuevo a reventar y la alegr¨ªa impera. Pero ?a qu¨¦ coste? Espa?a es el segundo pa¨ªs entre los 34 de la Organizaci¨®n para la Cooperaci¨®n y el Desarrollo Econ¨®mico (OCDE) con m¨¢s personas en edad de trabajar en riesgo de pobreza: un 15,9%. S¨®lo nos supera Grecia y por muy poco: un 16%. Seg¨²n una encuesta del Instituto Nacional de Estad¨ªstica, uno de cada cinco espa?oles (21,6%) gana menos de 8.500 euros anuales y est¨¢ en el filo de la miseria. Yo lo que s¨¦ es que, en lo m¨¢s ¨¢lgido de la crisis, conoc¨ª muchos hogares en los que se viv¨ªa en condiciones extremas, sin empleo y ya sin paro, sufriendo cortes de gas, de luz o de agua por no poder pagar las facturas. Pues bien, hoy s¨¦ de muchas personas con una situaci¨®n igual de penosa, pero teniendo trabajo. Es decir, ocupan infraempleos con los que ganan quiz¨¢ 400 o como mucho 600 euros al mes, un salario de explotaci¨®n que no evita que les sigan cortando la luz. ?Se acuerdan de cuando los mileuristas se quejaban? Hoy parece un sueldo principesco. A veces me asalta la loca y envenenada sospecha de que esta crisis, la mayor de los ¨²ltimos 80 a?os, puede haber sido una herramienta del capital para abaratar los costes laborales y aumentar las ganancias. Desde luego les ha servido para eso: el 1% de la poblaci¨®n mundial detenta hoy el 46% de la riqueza, 10 puntos m¨¢s que en 2010. En concreto en Espa?a, los salarios del 10% de empleados que menos cobran han bajado sustancialmente, mientras que el 10% de los salarios m¨¢s altos han subido a¨²n m¨¢s (datos de un interesante reportaje de Nu?o Rodrigo Palacios en Cinco D¨ªas/EL PA?S). Por no hablar del temor a que la recesi¨®n pueda repetirse en cualquier momento. S¨ª, al parecer los bancos est¨¢n algo m¨¢s controlados, pero los mismos canallas que nos hundieron contin¨²an ocupando las mismas poltronas, desde las que siguen mandando y enriqueci¨¦ndose. La crisis nos ha dejado una sensaci¨®n de abuso y de impunidad.
Y esto es lo peor, esto es lo m¨¢s grave. ?Qu¨¦ ha sucedido en estos 10 a?os desde la ca¨ªda de Lehman Brothers? El auge de las demagogias ultraderechistas, de los neofascismos y neonazismos, el creciente incendio antidemocr¨¢tico. Ver¨¢n, el partido de Hitler se present¨® por primera vez a las elecciones en Alemania en mayo de 1924 y sac¨® un 6,5% de los votos. A partir de ah¨ª no hizo m¨¢s que bajar en los sucesivos comicios, hasta llegar a un exiguo 2,6% en las legislativas de 1928. Sin embargo, en las elecciones de septiembre de 1930, los nazis obtuvieron un alucinante 18,3% de los votos y se convirtieron en el segundo partido del pa¨ªs. ?Qu¨¦ hab¨ªa ocurrido entre ambas votaciones? La crisis de 1929, el crash, la Gran Depresi¨®n, una inflaci¨®n brutal que arras¨® Alemania y que les oblig¨® a pagar los salarios todos los d¨ªas a media jornada, para poder comprar comida antes de que la moneda se devaluase (lo cuenta maravillosamente Solmssen en su novela Una princesa en Berl¨ªn). Ocurri¨®, en fin, que la sociedad se sinti¨® estafada. La historia nos avisa, pero no escuchamos. Ya digo que el r¨ªo de este tiempo arrastra cad¨¢veres.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.