Por qu¨¦ no debes obligar a tu hijo a comer
La Academia Americana de Pediatr¨ªa explica cu¨¢les son los recursos m¨¢s desafortunados que emplean los padres para hacer que los ni?os coman
La maternidad y la paternidad marcan un antes y un despu¨¦s en la vida de todo ser humano. Desde el nacimiento de nuestro hijo, defendemos nuestras expectativas y nuestros deseos casi con ferocidad. Lo tenemos muy claro: queremos que duerman como creemos que deben dormir, queremos que se comporten como consideramos que deben comportarse y, por supuesto, queremos que coman c¨®mo, cu¨¢ndo y cu¨¢nto estimamos que deben comer. Luego, la realidad. Y es que, sobre todo en el tema de la alimentaci¨®n, padres y madres nos pasamos los primeros a?os de crianza angustiados por la supervivencia de esos ni?os que tan injustamente etiquetamos de ¡°malcomedores¡±, por lo poco que pensamos que comen o por los ¡°nadas¡± que parecen servirles de sustento. Tanto nos preocupamos que es un motivo recurrente de consulta en nuestras citas con el pediatra. Pero la respuesta no est¨¢ en el ambulatorio sino que, casi siempre, se halla en nuestras expectativas. Obligarles a comer lo que esperamos que coman no deber¨ªa ser nunca una posibilidad razonable. Una situaci¨®n muy com¨²n y que merece una menci¨®n en este D¨ªa Mundial de la Alimentaci¨®n.
Por qu¨¦ no hay que obligar nunca a comer a un ni?o
¡°No obligue a comer a su hijo. No le obligue jam¨¢s, por ning¨²n m¨¦todo, en ninguna circunstancia, por ning¨²n motivo¡±. En 1999, el pediatra Carlos Gonz¨¢lez ya explicaba en Mi ni?o no me come por qu¨¦ nunca hay que obligar a un ni?o a comer. El dietista-nutricionista Julio Basulto confirmaba en Se me hace bola, publicado en 2013, que no exist¨ªa justificaci¨®n nutricional alguna para obligar. Tambi¨¦n insiste en ello a menudo en sus perfiles de redes sociales y lo reafirma al otro lado del tel¨¦fono a EL PA?S: ¡°Obligar a un ni?o a comer no es ¨¦tico, ni educativo y es contraproducente. El objetivo no es que el ni?o coma sino que quiera comer, y que quiera comer saludable, y eso no se consigue con la coacci¨®n, con la presi¨®n, con la insistencia ni con premios y castigos. El ni?o es el ¨²nico que sabe cu¨¢nto tiene que comer, eso no lo sabemos los nutricionistas, ni los m¨¦dicos ni lo saben los padres. Solo lo sabe el cerebro del ni?o¡±.
Comparte su postura Mar¨ªa Manera Bassols, dietista-nutricionista y autora de diversas publicaciones en torno a la alimentaci¨®n infantil, quien destaca que en nuestro medio la preocupaci¨®n deber¨ªa ser que m¨¢s del 40% de los ni?os y ni?as tiene un problema de exceso de peso. Tambi¨¦n insiste en que obligar a comer a la fuerza, cuando se ha manifestado que no se desea o no se necesita, adem¨¢s de una falta de respeto hacia el ni?o, no es efectivo. ¡°Habitualmente se insiste para que el ni?o coma m¨¢s cantidad o con la voluntad de que aumente la variedad de alimentos que toma, o de que consuma determinados alimentos supuestamente saludables y que ¡°hay que comer¡±. Si el ni?o no los quiere y le forzamos a que los coma, dif¨ªcilmente los elegir¨¢ motu proprio en futuras ocasiones ya que precisamente forzar a comer suele provocar aversi¨®n y rechazo hacia los alimentos a los que se ha obligado a comer¡±, explica.
No obligue a comer a su hijo. No le obligue jam¨¢s, por ning¨²n m¨¦todo, en ninguna circunstancia, por ning¨²n motivo¡±
Recuerda Carlos Casabona, pediatra especializado en alimentaci¨®n infantil, que la Academia Americana de Pediatr¨ªa ya advert¨ªa a finales de los 70 en el Pediatric Nutrition Handbook, que el apetito del ni?o ¡°es err¨¢tico e impredecible¡±, y se?ala que no se debe forzar a comer en casa pero tampoco en el colegio. ¡°Solo el ni?o sabe lo que necesita a trav¨¦s de un experimentad¨ªsimo mecanismo que lleva milenios funcionando a las mil maravillas: el hambre¡±.
Sobre las consecuencias de obligar a los ni?os a comer, Mar¨ªa Vallejo Guardiola, psic¨®loga experta en obesidad y trastornos de la conducta alimentaria (TCA), explica que con esta acci¨®n alteramos la relaci¨®n de los peque?os con la comida en el presente, pero tambi¨¦n en el futuro, un hecho que influye tambi¨¦n en la construcci¨®n del apego. ¡°Si la acci¨®n de comer se fuerza, se altera su funci¨®n natural. Un ni?o obligado a comer desconecta de su cuerpo, no disfruta de la experiencia y ven la hora de las comidas como algo aversivo. Adem¨¢s, el adulto que fuerza a comer no esta? siendo emp¨¢tico y perjudica el establecimiento de un apego seguro basado en la mutualidad. Un ni?o al que en su crianza se le ha forzado a comer tiene muchas m¨¢s probabilidades de convertirse en un adulto con problemas con la comida¡±, cuenta. Detr¨¢s de pacientes con sobrepeso y obesidad, Vallejo ha observado que suele haber ¡°historias de horas interminables en la mesa, donde nadie se levantaba sin el plato totalmente vac¨ªo¡±, algo que provoca desajustes como llegar a la edad adulta con problemas para parar de comer cuando ya se est¨¢ saciado.
El soborno, la forma m¨¢s habitual
Seg¨²n la Academia Americana de Pediatr¨ªa la forma m¨¢s habitual que emplean los padres para obligar a sus hijos a comer es el soborno. Pero no es la ¨²nica. En Se me hace bola, Basulto lo resume en ocho acciones: amenazas, chantaje emocional, hostilidad y despotismo, humillaci¨®n, mentira, presi¨®n y/o coacci¨®n, terror, violencia y/o maltrato psicol¨®gico. Y pone ejemplos de frases como ¡°Si no te lo comes, te llevar¨¦ al hospital y tendr¨¢n que d¨¢rtelo por sonda¡±, ¡°No te levantas de la mesa hasta que no te lo comas¡± o ¡°Te tapo la nariz por tu bien, para que te lo tragues¡±.
Sobre esa acci¨®n precisamente, Gloria Colli, pediatra y autora de Tu lactancia de principio a fin, advierte que hay que tener en cuenta que obligar a comer no es solo tapar la nariz al ni?o y ¡°meterle la cuchara cuando la abra para respirar¡±, tambi¨¦n recurrir a frases aparentemente inocentes como ¡°Si no comes, mam¨¢ se va a poner triste¡±, ¡°Si te lo comes todo te pondr¨¢s grande y fuerte¡± o ¡°Si no te comes la verdura no hay postre¡±. ¡°Son recursos igualmente desafortunados porque implican adem¨¢s una manipulaci¨®n emocional. Incluso recurrir al t¨ªpico avioncito puede ser una forma de obligar si deja de ser un juego y una de las partes ya no lo encuentra divertido¡±, declara.
Si no te lo comes, te llevar¨¦ al hospital y tendr¨¢n que d¨¢rtelo por sonda¡±, ¡°No te levantas de la mesa hasta que no te lo comas¡±
Carlos Casabona a?ade otras maneras encubiertas como "teatritos", alabar las virtudes de lo que se ofrece para comer o el empleo de pantallas (m¨®vil con v¨ªdeos o la tablet con dibujos animados). No obstante, tambi¨¦n a?ade algo de optimismo: lo encuentra en los sistemas del Baby Led Weaning (BLW) o aprender a comer solo (ACS) que han llegado para quedarse. ¡°Muchas madres j¨®venes est¨¢n muy bien informadas y adoptan este sistema que respeta los signos de saciedad del beb¨¦¡±, dice.
Pero no solo el hogar se convierte en el escenario habitual de las presiones por la comida. Los comedores escolares tambi¨¦n lo son. Mar¨ªa Manera Bassols ha participado en diversas gu¨ªas acerca del rol de los adultos en las comidas que comparten con ni?os. Hace un par de a?os la Agencia de Salud P¨²blica de Catalunya publicaba el documento Acompa?ar las comidas de los ni?os. Consejos para comedores escolares y familias, que precisamente aborda este tema, tanto desde el ¨¢mbito escolar como del hogar. El texto surg¨ªa de la necesidad expresada desde el colectivo de comedores escolares (AMPAs, monitores y coordinadores de los comedores) sobre c¨®mo posicionarse ante situaciones como la negativa a comer o a probar determinados alimentos. ¡°El simple hecho de que se genere debate sobre cu¨¢l tiene que ser la actitud del adulto, que surjan dudas, que se pregunte a la administraci¨®n que trabaja con los comedores cu¨¢l es su opini¨®n y posicionamiento, que salga en los medios, etc¨¦tera, evidencia que algunas pr¨¢cticas ¡°tradicionales¡± de imposici¨®n, obligaci¨®n o coerci¨®n est¨¢n siendo cuestionadas¡±, plantea Manera.
Actualmente muchos comedores escolares est¨¢n vinculados de forma directa a los proyectos pedag¨®gicos de los centros, lo que fomenta la implicaci¨®n, la participaci¨®n y el aprendizaje de los ni?os con respecto a la alimentaci¨®n. ¡°Es verdad que un comedor colectivo es m¨¢s dif¨ªcil de gestionar que un hogar, y que hay determinadas pr¨¢cticas, como el permitir que no se coma algo que no apetece, requiere de un trabajo coordinado y profundo con los adultos responsables del comedor y tambi¨¦n con los ni?os y ni?as; pero si existe la voluntad de trabajar desde esta mirada, la experiencia de muchos comedores nos dice que es posible acompa?ar las comidas de los ni?os desde este prisma¡±, explica Mar¨ªa Manera.
Los ni?os que no comen
La alimentaci¨®n es una de las mayores preocupaciones de los padres durante los tres primeros a?os de vida de sus hijos. Lo ve Carlos Casabona en su consulta, a la que acuden padres preocupados no solo por la cantidad sino tambi¨¦n por el qu¨¦ y cu¨¢ndo dar de comer a sus hijos. ¡°El entorno ha cambiado de manera espectacular y lo que d¨¢bamos antes con cuatro meses, ahora no se recomienda hasta los seis o siete meses. Lo que antes recomend¨¢bamos a los doce meses, ahora decimos que se puede ofertar a los seis. Esto desorienta bastante a muchas familias, pero procuramos dar los consejos nutricionales m¨¢s actuales y siempre en relaci¨®n con la evidencia cient¨ªfica que exista, por encima de intereses comerciales que siempre han estado presentes. Lo que sucede es que ahora estamos m¨¢s atentos y la informaci¨®n corre m¨¢s deprisa¡±, cuenta Casabona.
Considera ¡°parad¨®jico¡± el pediatra que nos preocupemos porque los ni?os de entre dos y cuatro a?os coman "poco" en la ¨¦poca de la humanidad en la que m¨¢s sobrepeso y obesidad infantil hay: ¡°Estamos "fabricando" los que ser¨¢n adultos con obesidad, con todas las repercusiones que esto conlleva¡±. Insiste Casabona en que los padres ¡°no deben preocuparse por lo que come su hijo, sino por si es feliz, corre y juega, sin coger excesivas enfermedades o cogerlas banales¡±, ya que no existe la desnutrici¨®n en Espa?a sino ¡°malnutrici¨®n por exceso y por mala alimentaci¨®n con calor¨ªas vac¨ªas y consumo exagerado de boller¨ªa¡±. No obstante, tambi¨¦n a?ade que hay ocasiones en las que el pediatra deber¨¢ estudiar casos puntuales en los que haya s¨ªntomas asociados a la verdadera falta de apetito como apat¨ªa, debilidad, palidez o diarreas.
La alimentaci¨®n es una de las mayores preocupaciones de los padres durante los tres primeros a?os de vida de sus hijos.
Gloria Colli considera que la preocupaci¨®n por la alimentaci¨®n de los ni?os es inherente a la maternidad y a la paternidad: ¡°Siempre hay algo que nos preocupa. Si no toma suficiente leche o si toma demasiada, si come poca verdura, si no prueba la fruta, si no conseguimos que coma m¨¢s sano... Y es bueno que los padres se preocupen, porque conseguimos que se informen y que se impliquen en la tarea de hacer que toda la familia haga una dieta m¨¢s saludable, pero hay que tener cuidado de que no se transforme en una obsesi¨®n que les impida disfrutar de agradables momentos en torno a la comida¡±.
?Qu¨¦ hacer para que la hora de la comida sea un momento agradable? Colli recomienda que lo primero que debemos hacer es apagar la televisi¨®n y as¨ª aprovechar ese tiempo para charlar en familia, evitando que el tema central sea la comida. ¡°De la comida solo se habla para felicitar al cocinero. Si a tu hijo no le gusta la verdura, por m¨¢s que t¨² le digas 20 veces que est¨¢ muy rica, seguir¨¢ sin gustarle. Si queremos que la comida sea un momento agradable, evitemos situaciones conflictivas. Y demos ejemplo. Los ni?os aprenden por imitaci¨®n por lo que si nosotros comemos bien, al final ellos tambi¨¦n lo har¨¢n¡±.
Y cuando un ni?o no quiere comer, ?qu¨¦ podemos hacer? Responde Mar¨ªa Manera Bassols que debemos respetarle, igual que har¨ªamos con una persona adulta. ¡°Las se?ales de autorregulaci¨®n de hambre y saciedad son innatas y, en los ni?os sanos son efectivas a la hora de cubrir sus requerimientos energ¨¦ticos y nutricionales. En nuestro entorno, con una disponibilidad abundante de alimentos a cualquier hora y en cualquier sitio, no existe justificaci¨®n nutricional para forzar a comer a alguien que no tiene hambre o no quiere comer¡±, concluye.
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