?Por qu¨¦ seguimos sin pacto educativo?
Como demuestra nuestra trayectoria en PISA, nadie gana cuando la educaci¨®n se usa como herramienta para dividirnos
Los ¨²ltimos resultados de PISA son malos. No m¨¢s malos que los de algunos pa¨ªses europeos, pero son malos. Primero, Espa?a sigue por debajo de la media de la OCDE. En matem¨¢ticas, por ejemplo, somos el pa¨ªs n¨²mero 25 del grupo de 40 pa¨ªses que se examinan. Segundo, no ha habido progresos, sino m¨¢s bien retroceso en las ¨²nicas ¨¢reas que sabemos, matem¨¢ticas y ciencia, tanto a nivel absoluto como relativo. Tercero, las desigualdades entre CCAA siguen siendo demasiado elevadas, aunque no van en aumento y tampoco son mayores que las de otros pa¨ªses como Canad¨¢ o Italia. En matem¨¢ticas la distancia entre la mejor y peor comunidad aut¨®noma es de m¨¢s de 40 puntos, lo que implica una diferencia de m¨¢s de un curso escolar.
Cuarto, donde s¨ª hay desigualdades crecientes es entre Espa?a (y la mayor¨ªa de pa¨ªses avanzados) y los pa¨ªses emergentes, sobre todo asi¨¢ticos. La distancia entre los resultados de matem¨¢ticas entre Espa?a y China es de 98 puntos, el equivalente a m¨¢s de 3 cursos escolares (?en ni?os de 15 a?os!). En un mundo con creciente movilidad laboral global, en el que m¨¢s de 8 millones de graduados chinos se incorporan al mercado laboral cada a?o, nuestros alumnos lo van a tener complicado para competir en igualdad de condiciones. En quinto lugar, tambi¨¦n tenemos un problema grave de excelencia. Mientras en Espa?a hay alrededor de un 5% de alumnos excelentes, en pa¨ªses de renta similar como B¨¦lgica (20%) o Korea (33%) los resultados son mucho mejores. Finalmente, est¨¢ el problema de la equidad y la segregaci¨®n escolar donde tambi¨¦n estamos en el vag¨®n de cola. La probabilidad de repetir curso es cuatro veces m¨¢s alta entre los alumnos pobres que entre los ricos, siendo la segunda brecha m¨¢s alta de toda la OCDE.
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Cada vez que se publican los resultados de PISA sucede m¨¢s o menos lo mismo. Analistas, colectivos y medios de comunicaci¨®n denuncian las debilidades de nuestro sistema, los padres se frustran, los pol¨ªticos se echan las manos a la cabeza y todos reclaman con vehemencia un gran pacto educativo. Sin embargo, ese pacto nunca llega ?Por qu¨¦?
El problema es que, como sucede tantas veces, a algunos de los actores implicados no les interesa que las cosas cambien. Primero, los partidos pol¨ªticos tienen un conflicto entre sus incentivos de corto plazo y los intereses del pa¨ªs. Un pacto educativo es un premio demasiado suculento como para ced¨¦rselo al partido rival que gobierna. La ¨²ltima vez el PSOE revent¨® la mesa del pacto educativo en marzo de 2018 porque le interesaba separarse de ¡°la derecha¡± para preparar el terreno para la moci¨®n de censura que vino despu¨¦s. La anterior vez, el PP revent¨® el Pacto educativo porque no le interesaba que Gabilondo se apuntara ese tanto, a pocos meses de las elecciones de 2011.
Segundo, como tambi¨¦n sucede en otros ¨¢mbitos, los actores m¨¢s ruidosos y mejor organizados muy a menudo no son un buen reflejo de la comunidad a la que se supone que representan. Por ejemplo, algunos sindicatos de profesores muy organizados defienden leg¨ªtimamente sus intereses ¡ªque no se les eval¨²e o que no se colabore con profesores externos para el refuerzo educativo¡ªpero eso no es lo que piensan ¡°los profesores¡± ni tampoco es ¡°el inter¨¦s de la comunidad educativa¡±. Algo similar sucede con algunas organizaciones de padres: los padres somos muy importantes en la educaci¨®n, pero nuestras opiniones no son mejores que la de cualquiera sobre las pol¨ªticas educativas, por mucho que nos preocupen. Por su parte, las organizaciones que defienden la escuela concertada defienden unos intereses muy leg¨ªtimos, pero tambi¨¦n sesgados, en este caso hacia los padres de renta media-alta.
De esos problemas anteriores se deriva otro: el marco del debate educativo que imponen partidos y organizaciones est¨¢ dise?ado para que sea imposible alcanzar acuerdos. Por una parte, a las organizaciones les interesa defender sus intereses y eso a menudo resulta en que los intereses m¨¢s importantes, los de los alumnos (los de todos), no los defiende nadie. Por otra parte, puesto que a los partidos les conviene que siga viva la polarizaci¨®n solamente hablan de los temas que les dividen (religi¨®n vs ciudadan¨ªa, concertada vs p¨²blica). Eso se traduce en un empobrecimiento del debate del que participan los medios de comunicaci¨®n: nos pasamos el d¨ªa hablando de problemas que no son los m¨¢s importantes, sino los m¨¢s polarizantes. Y sucede algo peor; la percepci¨®n de la ciudadan¨ªa es que las distancias entre unos partidos y otros son enormes. Cuando en realidad est¨¢n de acuerdo en el 80% de lo que se debate.
En la pasada legislatura se cre¨® una Subcomisi¨®n para un pacto por la educaci¨®n en el Congreso de los Diputados. Dur¨® un a?o y medio y hubo m¨¢s de 80 comparecientes. Cualquiera que siguiera m¨¢s o menos de cerca esa comisi¨®n vivi¨® el fracaso con enorme frustraci¨®n. La realidad es que all¨ª emergieron amplios consensos tanto en el diagn¨®stico de las enfermedades de nuestro sistema (que se reflejan en PISA) como en las soluciones.
Tenemos un problema en la carrera profesional docente, unos profesores poco motivados que trabajan de forma aislada y que no tienen herramientas ni incentivos para mejorar. La gran mayor¨ªa de los partidos comparten que ser¨ªa bueno poner en marcha un sistema parecido al MIR de los m¨¦dicos para profesores. Tenemos un problema con el curr¨ªculum: es demasiado extenso y demasiado memor¨ªstico. Casi todos est¨¢n de acuerdo en que ser¨ªa mejor centrarnos m¨¢s en ense?ar habilidades ¨²tiles (escribir bien, pensar de forma cr¨ªtica, etc.) que en memorizar doscientos r¨ªos de Espa?a o crear una nueva asignatura para cada problema pol¨ªtico que emerge. Tenemos otro problema con la gesti¨®n de los centros: casi todos los partidos est¨¢n de acuerdo en que ser¨ªa mejor que tuvieran m¨¢s autonom¨ªa y m¨¢s profesionalizaci¨®n en su gesti¨®n. Por otro lado, est¨¢ la falta de informaci¨®n: hay un consenso amplio en que debe de haber m¨¢s evaluaciones (aunque no tuvieran implicaciones curriculares) para saber lo que estamos haciendo mal y corregir. Por si fuera poco, los partidos tambi¨¦n est¨¢n de acuerdo en que el abuso de la repetici¨®n es un problema grave: sale muy cara, es injusta y no sirve para que los alumnos tengan m¨¢s ¨¦xito. Y finalmente tenemos tambi¨¦n un problema con el abandono escolar temprano ¡ªel segundo m¨¢s alto de la UE¡ª que en parte se deriva de los anteriores. Todos estamos de acuerdo en que necesitamos invertir m¨¢s en programas con profesores de refuerzo como el PROA que funcionan, en vez de eliminarlos.
En todas esas ¨¢reas existen consensos amplios. En otras no. Pero si se lograra avanzar en los espacios donde s¨ª hay acuerdo, habr¨ªamos dado un paso de gigante. Como demuestra nuestra trayectoria en PISA, nadie gana cuando la educaci¨®n se usa como herramienta para dividirnos.
Toni Rold¨¢n Mon¨¦s es director de Esade EcPol, Center for Economic Policy & Political Economy y fue secretario de programas de Ciudadanos.
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