Una estrategia mundial contra la Covid-19
Llevo 20 a?os pidiendo a los l¨ªderes mundiales que inviertan en la salud de las poblaciones m¨¢s pobres del mundo. Las pandemias nos recuerdan que ayudar a los dem¨¢s no solo es correcto, sino que es inteligente

A lo largo de las ¨²ltimas semanas he hablado con docenas de expertos sobre la Covid-19, y hay pruebas claras de que la enfermedad discrimina de diferentes maneras: mata m¨¢s a los ancianos que a los j¨®venes, m¨¢s a los hombres que a las mujeres, y tiene un impacto desproporcionado sobre los pobres. Pero hay algo de lo que no he encontrado ninguna prueba, y es de que la enfermedad discrimine en funci¨®n de la nacionalidad. Al virus le dan igual las fronteras. Menciono esto porque, desde que el mundo detect¨® la presencia del pat¨®geno, los Gobiernos se han centrado en respuestas nacionales, pregunt¨¢ndose c¨®mo pueden proteger a las personas que viven dentro de sus fronteras. Su reacci¨®n es comprensible, pero trat¨¢ndose de un virus tan contagioso y extendido, los l¨ªderes tienen que reconocer tambi¨¦n que mientras la Covid-19 siga presente en alg¨²n lugar, ser¨¢ un problema para todo el mundo.
De momento, la enfermedad no ha atacado con fuerza a demasiados pa¨ªses de medios y bajos ingresos. No sabemos exactamente por qu¨¦, pero lo que s¨ª sabemos es que acabar¨¢ propag¨¢ndose por ellos, y que, sin m¨¢s ayuda, es probable que el n¨²mero de casos y las cifras de muertos superen todo lo visto hasta ahora. Pensemos que la Covid-19 ha desbordado a ciudades como Nueva York, cuando las cifras indican que un solo hospital de Manhattan tiene m¨¢s camas para cuidados intensivos que la mayor¨ªa de los pa¨ªses africanos. Millones de personas podr¨ªan morir.
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No hace falta vivir en un pa¨ªs en desarrollo para que las consecuencias de todo ello sean motivo de preocupaci¨®n. Aunque los pa¨ªses ricos consigan frenar el contagio en los pr¨®ximos meses, la Covid-19 podr¨ªa rebrotar si la pandemia sigue siendo lo bastante aguda en otras zonas. Seguramente solo ser¨¢ cuesti¨®n de tiempo que una regi¨®n del planeta vuelva a contagiar a otra.
Por eso necesitamos una estrategia mundial para luchar contra esta enfermedad. Sus caracter¨ªsticas seguramente ir¨¢n cambiando a medida que evolucione la pandemia, pero hay al menos tres medidas que los l¨ªderes mundiales, en particular los del G-20, pueden tomar ya.
La primera es asegurarse de que los recursos mundiales para luchar contra la enfermedad est¨¦n distribuidos eficazmente; me refiero a las mascarillas, los guantes y las pruebas diagn¨®sticas. Esperamos que, al final, haya bastantes para todos, pero mientras el suministro mundial sea limitado, tenemos que tomar decisiones inteligentes. Por desgracia, en estos momentos no siempre se est¨¢ haciendo.
Hay que asegurarse de que los recursos para luchar contra la enfermedad est¨¦n distribuidos eficazmente
Hay algunas cosas respecto a las cuales los l¨ªderes han empezado a ponerse de acuerdo, como por ejemplo que los sanitarios que est¨¢n en primera l¨ªnea sean los primeros a los que se les hagan las pruebas y tengan acceso prioritario a los equipos de protecci¨®n individual. Pero piensen en las decisiones que se est¨¢n tomando a mayor escala. ?C¨®mo se est¨¢n distribuyendo las mascarillas y las pruebas en una comunidad o un pa¨ªs respecto a otro? La respuesta suele reducirse a esta preocupante cuesti¨®n: ?qui¨¦n es el mejor postor?
Creo firmemente en el capitalismo, pero hay mercados que, lisa y llanamente, no funcionan bien en caso de pandemia, y el de los suministros de emergencia es un ejemplo evidente. El sector privado tiene un papel importante que desempe?ar, pero si la estrategia para combatir la Covid-19 deriva en una guerra de pujas entre pa¨ªses, la enfermedad matar¨¢ a muchas m¨¢s personas. Tenemos que distribuir los recursos en funci¨®n de la salud p¨²blica y las necesidades m¨¦dicas. Hay muchos excombatientes de las epidemias del ¨¦bola y el sida que pueden ayudar a elaborar directrices que lo hagan posible, y los l¨ªderes de los pa¨ªses desarrollados y en desarrollo deber¨ªan colaborar con la Organizaci¨®n Mundial de la Salud (OMS) y sus socios para ponerlas por escrito. A rengl¨®n seguido, todos los pa¨ªses participantes tendr¨ªan que suscribirlas, de manera que se les pueda exigir responsabilidades. Estos acuerdos ser¨¢n especialmente importantes cuando por fin dispongamos de una vacuna, porque la ¨²nica manera de acabar con esta pandemia es inmunizar a la poblaci¨®n contra la enfermedad.
Esto me lleva a la segunda cosa que deben hacer los l¨ªderes: invertir en I+D para desarrollar una vacuna. La Covid-19 ha tra¨ªdo muy pocas buenas noticias, pero una de ellas es la ciencia. Hace tres a?os, nuestra fundaci¨®n, junto con Wellcome Trust y varios Gobiernos, puso en marcha la Coalici¨®n para las Innovaciones en Preparaci¨®n para Epidemias (CEPI). El objetivo era acelerar el proceso de prueba de vacunas y financiar maneras nuevas y r¨¢pidas de desarrollar inmunizaciones. Quer¨ªamos estar preparados por si un nuevo virus empezaba a propagarse por el mundo.
La CEPI ya est¨¢ trabajando como m¨ªnimo en ocho posibles vacunas para la Covid-19, y los investigadores conf¨ªan en tener al menos una en los pr¨®ximos 18 meses. Ser¨ªa la vez que menos ha tardado el ser humano en desarrollar una vacuna desde el momento en que se descubre un pat¨®geno totalmente nuevo. Este plazo, no obstante, depende de la financiaci¨®n. En las ¨²ltimas dos semanas, muchos pa¨ªses han hecho aportaciones a la CEPI, pero la Coalici¨®n necesita un m¨ªnimo de 2.000 millones de d¨®lares [1.800 millones de euros] para realizar su labor. Aunque se trata de una cifra aproximada, la innovaci¨®n es un asunto impredecible y los l¨ªderes del G20 deber¨ªan adquirir ya compromisos serios.
Cualquier vacuna contra el virus deber¨¢ ser considerada ¡°bien p¨²blico mundial¡± y ser asequible y accesible a todos
Tambi¨¦n deber¨ªan reconocer que esta financiaci¨®n es solo para desarrollar la vacuna, y no para producirla o distribuirla. Eso requerir¨¢ todav¨ªa m¨¢s dinero y planificaci¨®n. Para empezar, todav¨ªa no estamos seguros de qu¨¦ vacunas resultar¨¢n m¨¢s eficaces, y la creaci¨®n de cada una de ellas requiere una tecnolog¨ªa espec¨ªfica. Esto significa que los pa¨ªses tienen que invertir en plantas de producci¨®n muy diferentes sabiendo que algunas nunca se utilizar¨¢n. De no ser as¨ª, cuando un laboratorio haya desarrollado una inmunizaci¨®n, perderemos meses esperando a que el fabricante adecuado la produzca a gran escala.
Otra cuesti¨®n importante es el coste. Si, por ejemplo, el sector privado est¨¢ dispuesto a ofrecerse para producir la vacuna, no deber¨ªa suponerle una p¨¦rdida econ¨®mica. Al mismo tiempo, cualquier vacuna contra la Covid-19 deber¨¢ ser considerada ¡°bien p¨²blico mundial¡± y ser asequible y accesible para todos. Por fortuna, existen organizaciones como la Alianza Mundial para Vacunas e Inmunizaci¨®n (Gavi, en sus siglas en ingl¨¦s) que tienen un largo historial de ayuda a los pa¨ªses de medios y bajos ingresos para que accedan a inmunizaciones fundamentales.
En las ¨²ltimas dos d¨¦cadas, gracias en gran parte al apoyo del Reino Unido, Gavi ha colaborado con la OMS y Unicef para introducir 13 nuevas vacunas, entre ellas la del ¨¦bola, en los 73 pa¨ªses m¨¢s pobres. La organizaci¨®n est¨¢ dispuesta a hacer lo mismo con la de la Covid-19, y tiene la capacidad para ello, pero tambi¨¦n necesita m¨¢s financiaci¨®n. En concreto, le har¨¢n falta 7.400 millones de d¨®lares [6.700 millones de euros] a lo largo de los pr¨®ximos cinco a?os solo para mantener sus actuales esfuerzos de inmunizaci¨®n. Distribuir la vacuna costar¨¢ incluso m¨¢s.
Estas cifras multimillonarias pueden parecer enormes, especialmente en una ¨¦poca en la que econom¨ªas enteras est¨¢n reduciendo su actividad casi hasta detenerla, pero no son nada comparadas con el coste de un esfuerzo de inmunizaci¨®n chapucero y un brote m¨¢s prolongado. Llevo 20 a?os pidiendo a los l¨ªderes mundiales que inviertan en la salud de las poblaciones m¨¢s pobres del mundo, argumentando que era lo correcto, y lo es. Pero las pandemias nos recuerdan que ayudar a los dem¨¢s no solo es correcto, sino que es inteligente. Al fin y al cabo, a los seres humanos no nos unen solo unos valores y unos lazos sociales comunes. Tambi¨¦n estamos conectados biol¨®gicamente por una red de g¨¦rmenes microsc¨®picos que vinculan la salud de una persona a la de todas las dem¨¢s. En esta pandemia, todos estamos conectados. Nuestra respuesta tambi¨¦n debe estarlo.
Bill Gates es copresidente de la Fundaci¨®n Bill & Melinda Gates.
Traducci¨®n de News Clips.
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