El Algarve de este a oeste, un viaje primaveral entre playas, pueblos y restaurantes
En esta ¨¦poca del a?o la punta m¨¢s meridional de la Pen¨ªnsula recibe con su cara m¨¢s amable y relajada. Desde Vila Real de Santo Ant¨®nio hasta Odeceixe, con paradas en Tavira y Lagos o la interior y rural S?o Br¨¢s de Alportel
Junio sigue ara?ando minutos al d¨ªa, estirando la luz y subiendo la temperatura, poni¨¦ndonos cuerpo de verano anticipado. Y con el verano, ya se sabe, uno querr¨ªa estar en cualquier sitio menos en el que est¨¢ y busca opciones por mar y aire, pero la respuesta est¨¢ por tierra. Dudo que haya mala ¨¦poca para viajar a Portugal, pero esta es una de las mejores. M¨¢s a¨²n si el viaje es al Algarve, des...
Junio sigue ara?ando minutos al d¨ªa, estirando la luz y subiendo la temperatura, poni¨¦ndonos cuerpo de verano anticipado. Y con el verano, ya se sabe, uno querr¨ªa estar en cualquier sitio menos en el que est¨¢ y busca opciones por mar y aire, pero la respuesta est¨¢ por tierra. Dudo que haya mala ¨¦poca para viajar a Portugal, pero esta es una de las mejores. M¨¢s a¨²n si el viaje es al Algarve, destino tur¨ªstico portugu¨¦s por excelencia que, en ¨¦poca estival, pierde parte de su encanto oculto bajo toallas de playa y sombrillas de colores. Por eso siempre es mejor ir cuando a¨²n no ha llegado la temporada alta.
En primavera, la punta m¨¢s meridional de la Pen¨ªnsula recibe con su cara m¨¢s amable y relajada. El Puente Internacional del Guadiana cruza la frontera en volandas desde Ayamonte (Huelva) hasta la portuguesa Castro Marim. Cerquita de aqu¨ª, Vila Real de Santo Ant¨®nio recuerda un tiempo en que viv¨ªamos de espaldas a nuestros vecinos y solo volte¨¢bamos a mirarles para hacernos con botines de s¨¢banas finas, toallas de doble rizo y vajillas completas compradas al peso en viajes de ida y vuelta en el d¨ªa. Estas incursiones apresuradas a la caza de gangas nos impidieron ver que el verdadero bot¨ªn por el que habr¨ªa que cruzar la frontera no estaba en las tiendas, sino muy cerquita de all¨ª, en los espectaculares paisajes alrededor de Ria Formosa, un ecosistema ¨²nico de islas, pen¨ªnsulas, lagunas, esteros y playas, considerada una de las joyas medioambientales de Europa. Protegida y mimada, la extracci¨®n de sal, el marisqueo y la pesca artesanal conviven de forma pl¨¢cida y oxigenan la vida de esta albufera del Algarve. De aqu¨ª sale el 90% del marisco de Portugal, con las almejas y las ostras como productos estrella.
Con el apetito abierto y el mar entre ceja y ceja, pocos sitios m¨¢s aut¨¦nticos para desquitarse que la Tasquinha da Muralha, un modesto chiringuito junto al puerto en Vila Real de Santo Ant¨®nio donde disfrutar de una dorada abierta y hecha sobre brasas, servida con un chorro de aceite de oliva virgen, patatas asadas, ensalada verde y pan de pueblo. Si hubiera que poner un nombre al lujo de la simplicidad, ser¨ªa, sin duda, el de este chiringuito.
Sin alejarse demasiado, y para saborear el interior antes de que las marismas y el mar se conviertan en br¨²jula de nuestro viaje, el hotel Companhia das Culturas invita a experimentar una antigua finca de trabajo, refinada y exquisita, pero con su esencia ecol¨®gica y su relaci¨®n ¨ªntima con la naturaleza intactas. La antigua almazara, transformada en una enorme habitaci¨®n, a¨²n conserva en el suelo la circunferencia de piedra donde se prensaban las aceitunas. Por la ma?ana, la finca invita a perderse entre encinas gigantes y olivos centenarios a¨²n cubiertos de roc¨ªo. La hora del aperitivo la marca una copa de espumoso portugu¨¦s en el cenador acristalado, unas gambas a la plancha y unas carnosas aceitunas de esos mismos olivos que te miran al otro lado del cristal.
En este Algarve oriental, Tavira, a unos 20 kil¨®metros hacia el suroeste, es la joya de la corona. La de fuera de temporada tiene poco que ver con la Tavira estival. Ahora sigue siendo esa ciudad rom¨¢ntica y l¨¢nguida que enamor¨® a escritores, m¨²sicos y artistas de todo el mundo que encontraron aqu¨ª su lugar, entre sus calles empedradas, su casco hist¨®rico monumental y las fachadas blancas de las casas sobre la ribera del r¨ªo Gil?o. El puente romano de siete arcos une una ciudad partida en dos por el r¨ªo y lleva directamente hasta la acogedora plaza de Antonio Padinha, donde est¨¢n los bares, terrazas y restaurantes que se expanden por las estrechas callejuelas cercanas. Uno de esos que ech¨® ra¨ªces aqu¨ª hace 30 a?os es Fred Levy, dise?ador de espacios verdes y construcciones sostenibles e impulsor del movimiento Tavira em Transi??o, promotor de la permacultura. El paisajismo de los mejores alojamientos del Algarve lleva su firma y en ning¨²n lugar su idea es m¨¢s clara como en el hotel que regenta, Altanure Casa Terra Hotel Ecol¨®gico, a las afueras de la ciudad. En este oasis de paz la naturaleza es la protagonista, con su propio lago donde zambullirse en compa?¨ªa de ranas y nen¨²fares. Retiros de yoga y meditaci¨®n, silencio sepulcral en las noches y ma?anas que comienzan con desayunos org¨¢nicos y saludables servidos en la mesa exterior de madera bajo la jacaranda.
Tavira es tambi¨¦n conocida por sus playas de arena blanca a las que se accede en un breve viaje en barco. Son 11 kil¨®metros de extensi¨®n que en estas fechas son todas para ti. Incluso en pleno agosto basta alejarse un poco de los accesos para estar totalmente solo y dejar el ba?ador en la orilla mientras te zambulles en un agua limp¨ªsima. Otro arenal que conviene no perderse es la playa do Barril, a la que se llega a lomos de un peque?o tren que cruza el parque natural de Ria Formosa. La playa recibe con un cementerio de enormes anclas que da pistas de la vocaci¨®n pesquera de este lugar. De vuelta a tierra firme, el minimalismo de revista viene de la mano de Casa Modesta, en la cercana Moncarapacho, a los pies de Ria Formosa. Uno aqu¨ª se siente en mitad de ning¨²n lado y, a la vez, en el sitio justo. La transformaci¨®n de esta casa rural en un coqueto hotel boutique de nueve habitaciones le ha valido premios de arquitectura. Pero m¨¢s all¨¢ de sus formas, el alma de este lugar est¨¢ en el fondo de sus rincones repletos de recuerdos infantiles que le sirven a su due?o, Carlos Fernandes, como su particular ¨¢lbum familiar. A la hora del desayuno, el minimalismo salta por la ventana y la mesa corrida del comedor se convierte en un aut¨¦ntico fest¨ªn de mermeladas y quesos caseros, zumos reci¨¦n exprimidos, fruta del huerto y bizcochos hechos en casa.
Cerca de aqu¨ª est¨¢ Olh?o, una antigua ciudad de pescadores que sorprendentemente a¨²n mantiene la pesca como actividad principal, por encima del turismo. Los puestos del mercado de paredes de ladrillo rojo y c¨²pulas verdes, rebosantes de pescado fresco, dan fe de ello.
Existe otro Algarve rural e interior que no est¨¢ abrazado al mar, y ning¨²n lugar mejor para asomarse a ¨¦l que S?o Br¨¢s de Alportel. Se encuentra a unos 20 kil¨®metros al norte de Olh?o, y est¨¢ totalmente fuera del circuito tur¨ªstico. Este pueblo fue en el siglo XIX el centro de producci¨®n de corcho m¨¢s importante de Portugal, con 40 f¨¢bricas. Hoy es un tranquilo municipio anclado en un pasado al que es posible asomarse a trav¨¦s del Museo del Traje, un edificio se?orial en el que las habitaciones preservadas como hace siglos y los carruajes antiguos en sus caballerizas conviven con el Centro Cultural Amigos del Museo, donde se realizan eventos que mantienen vivo el espacio. Desde el atelier Palmas Douradas, la dise?adora y artesana del mimbre Maria Jo?o Gomes ha llevado sus creaciones a las pasarelas de Lisboa y Par¨ªs, con extravagantes dise?os de pamelas, mandalas y bolsos hechos en mimbre que ella misma cultiva y seca. Pasado y modernidad entrelazados por un mismo material.
Es hora de dar un salto en este road trip por el Algarve y saltarse de un plumazo los 50 kil¨®metros m¨¢s tur¨ªsticos de la regi¨®n, abonados de grandes cadenas hoteleras, bloques de apartamentos, tiendas de souvenirs y campos de golf. Merece la pena asomarse, eso s¨ª, a Carvoeiro para ver si los atardeceres en este antiguo pueblo pesquero con casas de colores a pie de playa son tan seductores como dicen (la respuesta es s¨ª). Pero cuando el runr¨²n del turismo no te deja escuchar tus propios pensamientos, es hora de buscar otros lugares.
Afortunadamente, el Algarve anda sobrado y al lado de la ciudad de Lagos el espectacular mirador de Praia Do Camilo pone a nuestros pies, a 200 escalones de distancia, la arena fina y las aguas turquesas de una de las playas m¨¢s bellas de la zona, flanqueada por acantilados dorados de tierra caliza. M¨¢s al sur, el mirador Ponta da Piedade continua con el espect¨¢culo de formaciones rocosas, arcos, columnas talladas en la roca caliza por las tormentas, el oleaje y el viento siguiendo la l¨ªnea de la costa hasta donde se pierde la vista.
La ciudad de Lagos a¨²n conserva cierto aire de pueblo con sus calles empedradas, callejuelas estrechas y casas alicatadas con azulejos de colores, como el verde intenso que cubre la casona donde est¨¢ la Loja Obrigado, la tienda m¨¢s coqueta de la ciudad, en la Pra?a Lu¨ªs de Cam?es. En las calles del centro, los restaurantes, bares y caf¨¦s, se dividen entre tur¨ªsticos y aut¨¦nticos, con A Forja como m¨¢ximo representante de estos ¨²ltimos. La opci¨®n cosmopolita corre a cargo de Casa M?e, un espectacular hotel boutique donde comer una cena sofisticada y saludable en su restaurante Orta, o lanzarse sin miramientos a por una suculenta brocheta de carne en la churrasquer¨ªa al aire libre en el patio del alojamiento. Las gruesas murallas del siglo XV de la ciudad delimitan los confines de este hotel levantado en una mansi¨®n del siglo XIX entre enormes jardines, huertos y ¨¢rboles frutales. Junto a la casa tradicional, otros dos edificios m¨¢s modernos completan un complejo donde dejarse mimar en su spa, relajarse al borde de su piscina o darse un capricho en su tienda con art¨ªculos de dise?adores locales.
Dejamos Lagos atr¨¢s y con ella las ciudades propiamente dichas. Ahora toca zambullirse en el Algarve m¨¢s natural y sosegado, donde los paisajes siguen siendo los ¨²nicos due?os del territorio y los turistas llevan tablas de surf en lugar de sombrillas. Sagres, una meca internacional de surferos llegados de todo el mundo, ha madurado bien. Donde antes la dieta era a base de bocadillos y cerveza a los pies de caravanas y furgonetas Volkswagen cargadas de tablas, hoy son los modernos establecimientos de cocina internacional, sostenible y de proximidad. Fermento es el mejor ejemplo de ello: un delicioso restaurante donde los raviolis de setas, el falafel, los vinos naturales y la kombucha casera son la cara m¨¢s eco de esta localidad que se asoma a la punta de Pen¨ªnsula entre acantilados salvajes y mares violentos. Las tardes tienen due?o, y en los alrededores del faro de cabo de San Vicente se re¨²nen los peregrinos del sol sobre acantilados de 75 metros de altura para ver c¨®mo terminan los d¨ªas. Este es el ¨²ltimo pedazo de tierra que los marineros portugueses ve¨ªan antes de aventurarse al mar, a?orando el regreso sin pr¨¢cticamente haber partido. Tras 200 kil¨®metros de recorrido por el Algarve, de Este a Oeste, el final de la pen¨ªnsula Ib¨¦rica marca la direcci¨®n ahora rumbo al norte, siguiendo la costa Vicentina 60 kil¨®metros m¨¢s hasta el pueblo de Odeceixe, que marca el fin del Algarve y el principio del Alentejo.
Un l¨ªmite difuso, porque ambos territorios est¨¢n dominados por el parque natural del Suroeste Alentejano y Costa Vicentina, un seguro de vida que protege el territorio m¨¢s hermoso y virgen de Portugal en un recorrido que regala peque?os pueblos y grandes paisajes. El festival de playas y mar salvaje comienza en Vila do Bispo, donde uno tiene que decidir si zambullirse en el oc¨¦ano o com¨¦rselo a pu?ados, en casas de comidas como el Solar do Perceve, donde es posible darse un atrac¨®n de este manjar sin necesidad de hipotecar la casa.
A 15 kil¨®metros de aqu¨ª, en Praia do Amado, un ¨²nico surfero camina con su tabla bajo el brazo la enorme extensi¨®n de arena mojada dejada por la marea baja despu¨¦s de una jornada de olas en solitario. El sol de la tarde ti?e la imagen intensificando el rojizo de las monta?as. Hay otras playas, pero esta, a esta hora, es pura poes¨ªa. A ocho kil¨®metros hacia el interior, la aldea de Pedralva, con 26 casas encaladas con puertas y ventanas de colores, su restaurante y su caf¨¦ central, sigue siendo una excelente alternativa para alojarse en esta aldea recuperada y restaurada para la que no pasan los a?os, ejemplo de que es posible vencer el abandono y el olvido en peque?os pueblos rurales. Sin duda, la proximidad a una costa tan atractiva como esta, hace las cosas m¨¢s f¨¢ciles.
Despu¨¦s llegar¨ªan el turno de Bordeira, que es mar y r¨ªo a la vez, con la playa atravesada por la desembocadura pl¨¢cida del r¨ªo escenario de paddle surf, mientras que el mar es patrimonio del kitesurf; Carrapateira, donde la vida transcurre alrededor de los bancos de su placita y las terrazas del Microbar, con sus hamburguesas y lasa?a casera infalibles para recuperar la energ¨ªa perdida en las olas; Arrifana y sus acantilados de pizarra oscuros vistos desde su fortaleza, bancales de arena surcados por pasarelas de madera, resguardados por acantilados en las playas de Monte Cl¨¦rigo y Amoreira; y Aljezur y su castillo, que fue moro hasta el siglo XIII, observando el espect¨¢culo desde la cima del pueblo. En Odeceixe, el r¨ªo Seixe es la frontera natural que indica de que hemos llegado al final de nuestro viaje. Todo el Algarve a nuestras espaldas y un ¨²nico pensamiento en nuestra mente: volver a recorrerlo.