Picar, morder o matar: Zimbabue y Botsuana en estado puro
Una ruta de 14 d¨ªas en la que experimentar, en compa?¨ªa del periodista Paco Nadal, la magia y el magnetismo del continente africano
La emoci¨®n y el deseo de explorar el continente africano es una fuerza poderosa capaz de borrar cualquier rastro del cansancio acumulado en el viaje. Aterrizamos en Zimbabue despu¨¦s de un vuelo con escala en Roma y, tras unos breves tr¨¢mites administrativos para obtener los visados, nos encontramos con el cami¨®n que ser¨¢ nuestro medio de transporte durante las pr¨®ximas dos semanas.
Aunque viajar en cami¨®n puede no parecer muy sugerente, este en particular es especial. Cuenta con bancos enfrentados que facilitan la conversaci¨®n entre los viajeros, as¨ª como las explicaciones de Paco Nadal y nuestro gu¨ªa local; una zona de chill out donde tumbarse a descansar un rato en los d¨ªas con jornadas m¨¢s largas de conducci¨®n; grandes ventanas para contemplar el paisaje; e incluso una nevera que no dudamos en aprovisionar con refrescos, cervezas y todo tipo de aperitivos.
Nuestro gu¨ªa nos da las primeras indicaciones. Aunque estamos en un pa¨ªs completamente seguro, nos advierte: ¡°La supervivencia de la fauna en la sabana depende de picar, morder o matar¡±, as¨ª que, a partir de ahora, mejor evitar cualquier temeridad. Visitar estos pa¨ªses y sus parques nacionales es una experiencia ¨²nica, pero siempre respetando a los animales y siguiendo las normas de seguridad. As¨ª se previenen accidentes como los que han ocurrido recientemente en este continente.
Zimbabue se revela ante nosotros en el Parque Nacional de Hwange. Con m¨¢s de 14.600 kil¨®metros cuadrados, es conocido por haber sido parte de los jardines de un antiguo rey ndebele, un grupo ¨¦tnico del sur de ?frica que cazaba en la regi¨®n. Nuestro primer safari en jeep, apenas un par de horas despu¨¦s del amanecer y tras un contundente desayuno, no decepciona. Cientos de elefantes se presentan ante nosotros: machos solitarios y enormes manadas donde las hembras adultas protegen a sus cr¨ªas con una combinaci¨®n sutil pero firme ante nuestras at¨®nitas miradas. Bastar¨¢ con que uno de estos mastod¨®nticos animales levante la cabeza y abra sus enormes orejas para transmitir el mensaje: ¡°Hasta aqu¨ª¡±.
Impalas, jirafas, babuinos, aves de mil colores y una familia de leonas nos acompa?an en una jornada que hasta el momento parece inmejorable. No sab¨ªamos que, al llegar a nuestro hotel, m¨¢s de 20 exhaustos y sedientos elefantes, debido a la severa sequ¨ªa que afecta al pa¨ªs, se acercar¨ªan a nuestra zona para beber agua de una charca cercana y, para sorpresa de los hu¨¦spedes, de la piscina.
Rinocerontes en Matopos
Nuestro siguiente destino ser¨¢ el Parque Nacional de Matopos: aqu¨ª, y dado que no existen depredadores, podemos rastrear rinocerontes a pie siguiendo unas estrictas medidas de seguridad. En pocos minutos tenemos la oportunidad de acercarnos, observar, escuchar y fotografiar desde apenas cinco metros de distancia estos prehist¨®ricos animales.
Mas all¨¢ del fascinante espect¨¢culo, en esta jornada aprendemos mucho sobre la caza furtiva y como ?frica sufre e intenta combatir de forma incansable esta tragedia. La caza furtiva, alimentada especialmente por antiguas tradiciones asi¨¢ticas que atribuyen al polvo de cuerno de rinoceronte propiedades afrodisiacas y curativas, eleva en el mercado negro el precio de un kilo de esta sustancia hasta los 100.000 d¨®lares, lo que presagia, si nada cambia, la posible extinci¨®n de este fascinante animal en tan solo 10 a?os, a pesar del continuado esfuerzo de Gobierno, rangers y sociedades protectoras. Hoy remataremos la jornada con una visita para conocer las antiguas pinturas bosquimanas realizadas en unas extra?as formaciones rocosas y un poblado de la etnia ndebele.
Botsuana, un salar m¨¢gico y noches a la luz de las velas
Llega el momento de abandonar Zimbabue, aunque no lo hacemos sin antes disfrutar de un paisaje de ancestrales baobabs, cuyos magn¨ªficos troncos necesitan m¨¢s de 15 personas para ser rodeados. Nos encaminamos hacia el desierto del Kalahari, en Botsuana. Una jornada larga en la que, mientras disfrutamos del paisaje, Paco Nadal nos instruye sobre la fauna, econom¨ªa e historia del lugar, y comparte amenas historias sobre David Livingstone, el m¨¢s legendario de los exploradores africanos del siglo XIX.
Makgadikgadi Pans National Park nos reserva la magia de un enorme salar con una superficie de 8.400 kil¨®metros cuadrados. Formado hace millones de a?os por la evaporaci¨®n de un enorme lago interior, su espectacularidad deslumbra ante nuestros ojos. La seducci¨®n comienza en este instante, con los primeros rayos de sol de un atardecer que, reflejados en este mar de sal, crean una luz inexplicable. Un ocaso que, poco despu¨¦s, se desvela ante nuestros ojos con un inmenso sol rojo fundi¨¦ndose en un cielo te?ido en naranja y amarillo que ninguno de los viajeros podr¨¢ olvidar jam¨¢s.
Una deliciosa cena a la luz de las velas, un fuego de campamento y una noche al raso en c¨®modas y c¨¢lidas camas culminan un d¨ªa inolvidable, antes de que la ausencia de otra luz haga que las estrellas creen, para nosotros, un cuadro aut¨¦nticamente m¨¢gico durante toda la noche.
La majestuosidad de Botsuana, con una superficie de 581.730 kil¨®metros cuadrados (casi equivalente al tama?o de la pen¨ªnsula Ib¨¦rica), se explica con un solo dato, ya que su exigua poblaci¨®n (apenas 2,4 millones de personas) coexiste con m¨¢s del doble de animales, entre ellos, 130.000 elefantes. En los pr¨®ximos d¨ªas veremos cientos de estas majestuosas criaturas, inmersas en una b¨²squeda constante por encontrar cualquier rastro de agua.
El poderoso elefante, que imaginamos haciendo temblar el suelo en cada paso, resulta en realidad incre¨ªblemente silencioso, al tener sus patas totalmente amortiguadas. Al anochecer, despu¨¦s de asistir durante horas a un hipn¨®tico espect¨¢culo donde hemos visto aparecer y desaparecer manadas completas de estos animales y habiendo podido observarles a apenas cuatro metros de distancia, debemos tener cuidado de no cruzarnos con uno de ellos de camino a nuestras habitaciones.
Atardecer en Chobe
Nuestras ¨²ltimas jornadas las pasamos en el Parque Nacional de Chobe, al norte de Botsuana. All¨ª, el abundante caudal del r¨ªo hom¨®nimo crea, a pesar de la sequ¨ªa, un para¨ªso donde manadas de b¨²falos, cebras, hienas y (por supuesto) elefantes llegan exhaustos a beber en las horas m¨¢s calurosas. Otro imponente atardecer junto a la imagen de las mam¨¢s elefantes ayudando a sus cr¨ªas a cruzar a su orilla m¨¢s verde y frondosa ser¨¢ otro de esos momentos inolvidables en nuestra memoria. Al amanecer, despu¨¦s de una campada dentro del parque, este pa¨ªs nos brinda un ¨²ltimo regalo muy dif¨ªcil de observar en primera fila: un leopardo joven cazando a su presa, la naturaleza en su estado m¨¢s salvaje, fascinante y primitivo.
No nos despedimos de este rinc¨®n de ?frica sin antes volver a Zimbabue para visitar el r¨ªo Zambeze y las cataratas Victoria, en la frontera con Zambia: con 1,7 kil¨®metros de longitud y una altura media de 100 metros, es la segunda catarata m¨¢s larga del mundo. Contemplar Mosi-oa-Tunya, ¡°el humo que truena¡± (como las bautizaron los ndebeles y otras tribus locales), corta la respiraci¨®n y deja grabada en la retina una ¨²ltima impresi¨®n que promete tener efectos secundarios: una vez se prueba ?frica, la vida ya no volver¨¢ a ser la misma.
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