Contra Bach
Si tienen la inmensa fortuna de no haberlo escuchado nunca en serio, sigan mi consejo y no lo hagan. Puede ser fatal
Recuerdo la primera vez que escuch¨¦ a Juan Sebasti¨¢n. Por entonces yo ten¨ªa 15 o 16 a?os, era un energ¨²meno de una incultura musical escalofriante y aquel d¨ªa ¨ªbamos mis amigotes y yo en el Seat 127 de Robert Soteras, escuchando rock and roll a todo trapo y fumando porros como desesperados. Entonces, no s¨¦ por qu¨¦, Soteras puso un casete con Los conciertos de Brandeburgo. Fue un shock brutal. Lo primero que pens¨¦ fue que aquello era rock and roll, pero a lo bestia, rock and roll elevado a la en¨¦sima potencia. Lo segundo que pens¨¦ fue que el tipo que hab¨ªa compuesto aquello estaba completamente loco. Lo tercero que pens¨¦ fue que aquello lo estaban tocando ma?ana. Luego me mare¨¦, deb¨ª de ponerme p¨¢lido, intent¨¦ fingir que no pasaba nada y al final trat¨¦ de convencerme de que lo ¨²nico que hab¨ªa pasado es que el porro me hab¨ªa sentado mal.
Era falso, por supuesto. Un porro no le sienta mal a nadie: lo peligroso es Juan Sebasti¨¢n; claro que hab¨ªa pasado algo: hab¨ªa pasado Bach. Desde entonces no ha dejado de pasarme. Quiero decir que, aunque sigo siendo un energ¨²meno y mi incultura musical sigue siendo aterradora, desde aquella tarde remota no he parado de escuchar a Bach, a veces en dosis casi letales. (En 2015 se celebraba no s¨¦ qu¨¦ aniversario del maestro; yo pas¨¦ aquella primavera en Oxford, donde su m¨²sica sonaba ma?ana, tarde y noche en todas las iglesias, capillas y salas de conciertos de la ciudad, o esa impresi¨®n tuve. Sobreviv¨ª de milagro). Lo cierto es que es desaconsejable convertirse en un forofo de Bach. No digo que no sea gratificante; lo es: casi infinitamente. Pero tiene contraindicaciones temibles; sobre todo, dos. La primera es que por momentos el resto de la m¨²sica cl¨¢sica, casi el resto de la m¨²sica, tiende a parecerte una especie de pasta informe. La segunda es que, por muy ateo que seas, escuchando a Juan Sebasti¨¢n te entran unas ganas irreprimibles de creer en Dios. Hablo en serio. Recuerdo una ma?ana de hace unos a?os, en la estaci¨®n de metro de Sarri¨¤, Barcelona. Era la hora punta, hac¨ªa un calor atroz y, para evadirme de aquella lata de sardinas, puse m¨²sica en mi iphone, con tan mala fortuna que fui a dar con la celeb¨¦rrima Cantata BWV 147: X. Entonces, apenas empez¨® a sonar esa m¨²sica celestial, tuve la certeza absoluta de que iba a abrirse el firmamento, iba a aparecer Dios Nuestro Se?or e iba a alzar por los aires aquel vag¨®n abarrotado de pasajeros mientras su divino vozarr¨®n tronaba (bastante cabreado, por cierto): ¡°?Con que no existo, eh, mamones? Pues aqu¨ª me ten¨¦is, con barba y todo. ?Se acab¨® la farsa: todos al para¨ªso! ?T¨² tambi¨¦n, Javierito, no te escondas, repugnante sabandija comecuras! Iba a mandarte de cabeza al infierno de los r¨¦probos, con Walt Disney y Jack el Destripador, pero aqu¨ª mi amigo Juan Sebasti¨¢n ha intercedido por ti (en este punto, Bach aparec¨ªa al lado del Redentor, gordo y con su peluca empolvada, junto a sus dos esposas y sus 20 hijos, salud¨¢ndome con una manita). ?Has tenido una potra que te cagas!¡±. Podr¨ªa relatar numerosas experiencias de semejante cariz, pero bastar¨¢ con que cite a Emil Cioran, que escribi¨®: ¡°Dios no sabe cu¨¢ntos creyentes le debe a Bach¡±. En cuanto al resto de la m¨²sica cl¨¢sica, con el tiempo, y si uno se esfuerza mucho, acaba admitiendo que no todo es pasta; yo al menos he aprendido a disfrutar de Mozart, de H?ndel y de Haydn, incluso de Beethoven, Brahms y alguna cosa m¨¢s (Chaikovski y Wagner no, por favor, o no sin bufanda). Ese es otro problema de Bach: que te convierte en un maldito intolerante. Por lo dem¨¢s, me parece imposible no estar de acuerdo con Paul Hindemith, cuando, en un librito magistral titulado Johann Sebastian Bach. Una herencia obligatoria, habla de la ¡°melancol¨ªa de la capacidad¡± que atenaz¨® al m¨²sico en su vejez y que, despu¨¦s de una vida asombrosamente f¨¦rtil, lo redujo casi al silencio, convencido de que ya no era posible ¡°ascender m¨¢s¡±, ir m¨¢s all¨¢ de donde hab¨ªa ido. Tambi¨¦n en esto, Bach llevaba raz¨®n.
En suma: si tienen la inmensa fortuna de no haber escuchado nunca en serio a Juan Sebasti¨¢n, sigan mi consejo y no lo hagan. Puede ser fatal.
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