Nueva York reinventa la vida en sus calles
Sacudida por la covid, la ausencia de turistas y el ¨¦xodo en su coraz¨®n financiero, la Gran Manzana afronta la reapertura con enormes inc¨®gnitas. ?Volver¨¢ la gentrificaci¨®n? ?Seguir¨¢ siendo prohibitiva? Y con algunas lecciones aprendidas. Sus vecinos conquistan espacios, estrenan calles sin coches y ejercen una nueva solidaridad anclada en los barrios
Este reportaje empieza con una merienda. Ante sendas porciones del que, dicen, es el mejor strudel de la ciudad, Hay?fa Bachus, bioqu¨ªmica jubilada, y Basiliki Siuti, due?a de un sal¨®n de est¨¦tica, discuten en la terraza de una pasteler¨ªa de Upper West Side si la pandemia ha modificado el esp¨ªritu de Nueva York. ¡°Ahora es todo carpe diem, nadie hace planes ya¡±, sostiene Siuti sorbiendo un capuchino; ¡°la gente es m¨¢s solidaria, el sufrimiento nos ha hecho m¨¢s emp¨¢ticos¡±, opina Bachus. Las amigas se solazan los domingos en esa terraza, instalada en plena calzada gracias a la iniciativa municipal Open Streets [calles abiertas], una actuaci¨®n de emergencia por la pandemia que cerr¨® al tr¨¢fico decenas de calles ¡ªun centenar de kil¨®metros en total¡ª para favorecer el consumo en el exterior de bares y restaurantes. La irrupci¨®n inopinada de una potente moto, que aparca a su lado, hace que Bachus y Siuti afeen la conducta al conductor. El gesto de reconvenci¨®n resulta in¨¦dito en una ciudad y un pa¨ªs caracterizados por el respeto ¡ªo la indiferencia¡ª a la libertad del otro.
¡°Es que a lo bueno se acostumbra uno enseguida¡±, bromea Bachus sobre el remanso de las calles sin tr¨¢fico. Porque una de las claves tras la pandemia, en la que fuera zona cero de EE UU en marzo de 2020, ser¨¢ averiguar si los sufrimientos y las limitaciones durante m¨¢s de un a?o habr¨¢n compensado, si la ciudad ganar¨¢ en habitabilidad o si el retorno a la normalidad significar¨¢ m¨¢s de lo mismo que antes: congesti¨®n, ruido, inaccesibilidad. Las calles llenas de gente paseando o disfrutando del brunch, de juegos de rayuela y ni?as con faldita de lib¨¦lula, o el baile de patinetes, sibilantes cual serpientes, parecen indicar que los neoyorquinos no quieren dar marcha atr¨¢s. Erwin Figueroa, director de Transportation Alternatives, un grupo de presi¨®n responsable en parte de que el ayuntamiento hiciera permanente por ley el programa Open Streets, explica: ¡°Es un momento crucial. No podemos volver a lo de antes, el exceso de tr¨¢fico, una alta siniestralidad y sin apenas opci¨®n para formas de transporte m¨¢s sostenibles¡±.
Y contin¨²a: ¡°Es ahora cuando debemos reivindicar el espacio p¨²blico. Los peatones disponen de solo el 24%, las aceras; las ciclov¨ªas suponen el 0,93%, pero se trata tambi¨¦n de dar m¨¢s opciones de transporte a los ciudadanos, no solo la bici, tambi¨¦n medios colectivos eficientes. El mensaje es claro: los conductores no pueden ser los ¨²nicos usuarios de la ciudad¡±. Figueroa sostiene que, en la urbe del mill¨®n de millonarios y las decenas de miles de sintecho, ¡°d¨¦cadas de desigualdad han forjado desiguales identidades p¨²blicas¡±.
El ejemplo de la open street en la avenida 34 de ?Elmhurst (Queens) refleja c¨®mo ha cambiado la vida de los vecinos. Gestionada por 150 voluntarios, se extiende a lo largo de 26 manzanas y un amplio bulevar, y es la ¨²nica operativa los siete d¨ªas de la semana, de ocho de la ma?ana a ocho de la tarde, mediante barreras port¨¢tiles que los voluntarios colocan y retiran cada 24 horas. Rita Wade, voluntaria s¨¦nior, asegura que la 34 es el ejemplo m¨¢s relevante de calle abierta porque est¨¢ en ¡°el ¨¢rea con menos zonas verdes de la ciudad en proporci¨®n al n¨²mero de habitantes¡±. Tambi¨¦n fue uno de los epicentros del virus.
Hoy talleres de idiomas, juegos y carreras infantiles, clases de zumba o salsa y hasta una asesor¨ªa legal gratuita para los vecinos afectados por desahucios ¡ªuna de las manchas negras de la pandemia¡ª coexisten en la avenida 34, que a diferencia del resto de calles abiertas, no se ha habilitado para los consumidores ¡ªen el bulevar no hay bares ni restaurantes¡ª, sino para los ciudadanos.
Nueva York es la quintaesencia del contraste, cuando no de la contradicci¨®n: un barrio progre que fuerza el cierre de un hotel reconvertido en albergue para indigentes; una legi¨®n de voluntarios que mima los jardines y dedica desd¨¦n al pr¨®jimo; las tiendas de lujo para mascotas ante las que dormitan vagabundos; el cierre de una torre futurista tras varios suicidios por falta de futuro¡ Un hormiguero fren¨¦tico, de seres en pos de quimeras o del sustento, que exige movimiento continuo, como el ciclista para no caer de la bicicleta. Por eso este oto?o causaba estupor ver Times Square sin coches, las aceras de las grandes avenidas de Manhattan sin el ej¨¦rcito de oficinistas deglutiendo s¨¢ndwiches a zancadas o los neones de Broadway apagados mientras el polvo se acumulaba en los carteles. El tr¨¢nsito en todas sus formas ¡ªtr¨¢fico, tr¨¢fago, turismo ¡ª define la ciudad y la alimenta a la vez que la consume.
Inna Zelikson vive del flujo de viajeros de la hermosa estaci¨®n Grand Central. Due?a con su hermana de una coqueta joyer¨ªa en uno de los pasajes comerciales, hubo d¨ªas que pens¨® en tirar la toalla, cuando su negocio era el ¨²nico abierto de la galer¨ªa. ¡°Antes ten¨ªamos tres turnos de empleados para atender la tienda y abr¨ªamos todos los d¨ªas. Por la estaci¨®n pasaban 750.000 personas cada jornada y m¨¢s de un mill¨®n de turistas al a?o. Tras el confinamiento, parec¨ªa un cementerio. Muchos d¨ªas me plante¨¦ qu¨¦ hac¨ªa aqu¨ª sola, tras el mostrador¡±. Los apuros para pagar el alquiler ¡ªhoy, el 20% de los 12.000 d¨®lares (unos 9.800 euros) que desembolsaba antes de la pandemia¡ª ya son historia ante la perspectiva de futuro. ¡°No s¨¦ si la ciudad va a ser mejor o peor que antes, pero s¨ª distinta, y va a llevarle tiempo recuperar su fortaleza. Pero soy optimista, no solo por la reincorporaci¨®n de la gente a las oficinas, sino por la vuelta de los turistas. Todo el mundo est¨¢ deseando volver a Nueva York porque es LA ciudad. El mundo tiene los ojos puestos en nosotros. Y nosotros hemos cumplido, hemos seguido las pautas sanitarias, nos hemos vacunado: nada puede salir mal¡±.
Aunque los distritos de Queens o Brooklyn sufrieron con mayor virulencia el embate de la covid ¡ªcamiones refrigerados a¨²n conservan en un muelle de Brooklyn los cuerpos de 750 v¨ªctimas no reclamadas¡ª, es Manhattan, y en especial las ¨¢reas de Midtown y Lower Manhattan, epicentro financiero, el que muestra las cicatrices m¨¢s visibles: un rosario de locales comerciales en alquiler y miles de oficinas vac¨ªas. Hudson Yards, la mayor intervenci¨®n urban¨ªstica de capital privado, ha bordeado la bancarrota. Ni siquiera la sofisticada imagen de madrugadores yoguis estir¨¢ndose como gatos en la terraza de The Edge, uno de los miradores de la ciudad, logra ocultar la amenaza de ruina que se cierne sobre el caparaz¨®n m¨¢s lujoso de Nueva York, tan aparente que puede hacer pensar que todo es esplendor y lujuria, y no la ro?a o las ratas que tambi¨¦n coexisten a unos metros.
Los precios de las oficinas se han desplomado en Manhattan, una isla que depend¨ªa vitalmente de 1,6 millones de transe¨²ntes diarios, y nunca ha habido tanto espacio disponible, el 16,4%, mucho m¨¢s que tras los atentados del 11-S en 2001 o la Gran Recesi¨®n de 2008. La transformaci¨®n ser¨¢ evidente: si el teletrabajo se consolida como opci¨®n prioritaria, muchas colmenas de acero y cristal continuar¨¢n vac¨ªas. Kenneth T. Jackson, historiador de la ciudad y profesor em¨¦rito de Columbia, aventura por tel¨¦fono: ¡°Seguir¨¢ la tendencia del teletrabajo, pero no tan acusada porque somos seres sociales y nos necesitamos. Es probable que la gran cantidad de oficinas disponibles no logre alquilarse en tres o cuatro a?os, pero se alquilar¨¢; puede que parte se destine a uso residencial, y que a Manhattan le cueste algo m¨¢s recuperarse que al resto de la ciudad, tal vez hasta 2022 o 2023¡±. Jackson subraya la capacidad de resistencia de Nueva York. Hay se?ales para el optimismo, asegura: ¡°De los 450 barrios que forman oficialmente la ciudad, algunos ya han vuelto por completo a la normalidad¡±.
En una calle al sur de Central Park, el restaurante de Maria Loi registraba una actividad inusitada antes de que la ciudad levantara las restricciones, el 19 de mayo. Fil¨¢ntropa, divulgadora y conductora de programas culinarios en la televisi¨®n, Loi hizo de su local el lar de un barrio arrasado por la oscuridad y el miedo. No cerr¨® un solo d¨ªa, aunque no abr¨ªa al p¨²blico, y la cocina preparaba ¡°600 raciones diarias, a veces hasta un millar, para el personal de los hospitales; luego para los sintecho y para los que perdieron sus ingresos por la pandemia¡±, explica. El ayuntamiento ha agradecido su contribuci¨®n con un premio, pero Loi asegura que para ella el mejor reconocimiento es alimentar a la gente. ¡°No hago nada distinto a lo que hac¨ªa antes¡±, dice la chef; ¡°una de las lecciones de la pandemia es habernos dado cuenta de lo interdependientes que somos¡±. Es optimista. ¡°Creo que la sociedad ser¨¢ mejor, que la gente se ha dado cuenta de que el individualismo no conduce a ning¨²n sitio. Tambi¨¦n nos ha hecho redescubrir la importancia de la naturaleza. La sociedad, en general, es ahora m¨¢s solidaria y est¨¢ m¨¢s conectada con el entorno¡±, concluye, asegurando que por precauci¨®n no habilitar¨¢ todo el aforo del restaurante aunque pueda hacerlo desde el 19 de mayo. Sobre el fin de las restricciones, advierte: ¡°Nueva York no funcionar¨¢ al 100% hasta que reabra Broadway¡±.
Broadway, que antes de la pandemia aportaba a la econom¨ªa de la ciudad 11.500 millones de d¨®lares al a?o ¡ª8.000 millones en gasto en restaurantes, hoteles, tiendas y taxis, seg¨²n la patronal The Broadway League¡ª, es la espinita clavada en la recuperaci¨®n. El 65% de sus espectadores eran turistas y a¨²n no han vuelto. Los teatros no reabrir¨¢n hasta mediados de septiembre por la dificultad de los montajes y la necesidad de implementar medidas de seguridad en las salas. El par¨®n ha obligado a sus 1.100 profesionales a reinventarse como solo un neoyorquino sabe hacer: con un completo giro de guion.
Anne Brummel estaba de gira con una producci¨®n de My Fair Lady cuando estall¨® la pandemia. Con su marido, tambi¨¦n actor; un hijo de un a?o y dos perros, se vio de repente sin trabajo y sin saber cu¨¢ndo volver¨ªan a pisar un escenario. ¡°Por el verano empec¨¦ a ver en redes sociales c¨®mo muchos colegas anunciaban peque?os negocios, y pens¨¦ que ser¨ªa una buena idea crear una web que los agrupara a todos¡±, asegura. Brummel lanz¨® en tiempo r¨¦cord The Broadway Merchant Collective, que hoy representa a unos 80 profesionales de Broadway reciclados en emprendedores. ¡°Hay de todo, desde dise?adores de ropa infantil hasta cerveceros artesanos, y en aumento. Mi marido y yo queremos volver a los escenarios, pero siendo realistas creo que eso llevar¨¢ tiempo. Nueva York depende mucho del turismo¡±.
Jackson recuerda: ¡°El turismo ser¨¢ clave para la recuperaci¨®n, antes de la pandemia nos visitaban 67 millones o 68 millones de personas al a?o; tambi¨¦n la gente joven, porque esta siempre ha sido la ciudad de las oportunidades¡±. Pero j¨®venes como Emmanuel Abreu, fot¨®grafo y camar¨®grafo y socio fundador de una librer¨ªa comunitaria en Washington Heights, un barrio de migrantes al norte de Manhattan, asegura que se ir¨ªa a Carolina del Norte, ¡°por poner un ejemplo¡±, si hubiera buenas opciones de trabajo. ¡°All¨ª pagar¨ªa 400 o 500 d¨®lares al mes por un gran apartamento¡±, cuenta Abreu, junto a pilas de libros heredados de voluntarios a los que la pandemia se llev¨® por delante.
¡°En este barrio vimos a gente literalmente hambrienta, contribuimos a bancos de alimentos; luego ofrecimos el local para hacer pruebas de covid¡ Ha sido una experiencia muy dura, que ha mostrado la verdadera cara de la gente. La recuperaci¨®n ser¨¢ a largo plazo, porque la pandemia ha causado verdadera frustraci¨®n y ha demostrado que el american way of life tiene que reajustarse, que lo que llaman Nueva York es una colecci¨®n de grupos dispares¡±. La librer¨ªa que el veintea?ero Abreu cogestiona ofrece clases de alfabetizaci¨®n, m¨²sica, libros gratis, informaci¨®n¡, una acogedora red social para un barrio exhausto. Pero ¨¦l, como ciudadano, percibe una sensaci¨®n colectiva de desconfianza. ¡°?Abrirlo todo? Me parece demasiado optimista porque la gente no tiene dinero para gastar. Para divertirte vale, pero quedarte en esta ciudad no tiene ning¨²n sentido porque te sangra¡±.
El temido repunte de la inflaci¨®n cuando la econom¨ªa alcance velocidad de crucero preocupa a muchos en una ciudad de precios prohibitivos. Antes de la pandemia, 2.600 neoyorquinos se marchaban de la ciudad a la semana por la imposibilidad de afrontar el coste de la vida ¡ªde la vivienda, sobre todo¡ª, seg¨²n la Oficina del Censo de EE UU. ?La nueva normalidad supondr¨¢ de nuevo alquileres astron¨®micos o se habr¨¢ aprendido la lecci¨®n del exceso? ?Acechar¨¢ la gentrificaci¨®n?
El pr¨®ximo libro de Suketu Mehta ser¨¢ un gran reportaje literario sobre la ciudad a la que lleg¨® de ni?o desde la India y en cuya universidad da clases. Mehta, que ha visto hasta la ¨²ltima muda de piel de este ente magn¨¦tico y mostrenco, es optimista. ¡°Para salvar Nueva York, primero hab¨ªa que matarla. Matar el patio de recreo hipergentrificado de los ricos globales en que se hab¨ªa convertido. Quiz¨¢s la ciudad necesitaba este desastre. ?Puede Greenwich Village volver a convertirse en un pueblo, en lugar del campus de una universidad corporativa?¡±, dice en referencia a la instituci¨®n en la que da clases. ¡°?Ha huido la gente de Nueva York? No lo bastante. Para sobrevivir, necesita menos gente rica. M¨¢s aspereza. M¨¢s permeabilidad. Una vez m¨¢s, puede volverse accesible para los j¨®venes, los inmigrantes, los que no son superricos¡±. Mehta defiende el mestizaje frente a la impostura, hasta sus ¨²ltimas consecuencias. ¡°Lo que amo de Queens [el barrio al que lleg¨® en los setenta], la densidad y la diversidad, las dos cosas que la hacen deliciosa, ahora son criticadas como los factores que causaron un infierno especial en Nueva York¡±, dice el escritor, autor de Esta tierra es nuestra tierra. Manifiesto del inmigrante, sobre el brutal impacto del coronavirus en el barrio donde creci¨®. Porque, adicciones aparte ¡ªes probablemente la ciudad del mundo que m¨¢s engancha al visitante, aunque genere una suerte de s¨ªndrome de Estocolmo en el residente¡ª, Nueva York es a la vez la enfermedad y su remedio.
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