El bombero africano de un pueblo de Soria que es Embajador por la Paz de la ONU
Yiboula Emmanuel Bazie es un vecino mod¨¦lico de una zona rural. Nacido en Burkina Faso, dej¨® la universidad para ayudar a las v¨ªctimas de la violencia en ?frica. En 2004 se mud¨® a Espa?a, donde hoy trabaja en extinci¨®n de incendios, es concejal y se vuelca en la asistencia social
Yiboula Emmanuel Bazie naci¨® en Burkina Faso hace 41 a?os y se considera un soriano m¨¢s. Residir en Quintana Redonda (480 habitantes) le ofrece lujos como pasear por vast¨ªsimos pinares, recoger setas en oto?o o hincharse a torreznos, aunque hay algo que echa de menos comer: el cocodrilo. ¡°Est¨¢ buen¨ªsimo¡±, se relame, y explica la compleja caza del saurio y las formas de cocinarlo. Para su desdicha, este amenazador reptil no abunda en la zona, aunque reconoce que apenas tendr¨ªa ti...
Yiboula Emmanuel Bazie naci¨® en Burkina Faso hace 41 a?os y se considera un soriano m¨¢s. Residir en Quintana Redonda (480 habitantes) le ofrece lujos como pasear por vast¨ªsimos pinares, recoger setas en oto?o o hincharse a torreznos, aunque hay algo que echa de menos comer: el cocodrilo. ¡°Est¨¢ buen¨ªsimo¡±, se relame, y explica la compleja caza del saurio y las formas de cocinarlo. Para su desdicha, este amenazador reptil no abunda en la zona, aunque reconoce que apenas tendr¨ªa tiempo para intentar atrapar a bicharracos de ese calibre. Su agenda apenas incluye cinco horas de sue?o diarias. Bazie compatibiliza sus labores como bombero forestal con el trabajo no remunerado como concejal socialista de Tajahuerce (26 vecinos, donde est¨¢ empadronado) y una labor que le ha valido el reconocimiento de la ONU: la ayuda a la integraci¨®n de migrantes. ¡°Mi pacto con la vida es ayudar¡±, resume.
El ¨²nico tiempo que no invierte en el trabajo o en sus ocupaciones altruistas se lo dedica a su pareja, Olga Gancedo, y al revoltoso Samuel Yipoa, su hijo. El ni?o, soriano de cuna con sangre africana y leonesa, va camino de cumplir un a?o, pero es tan despierto y est¨¢ tan desarrollado que no sorprender¨ªa que de repente echara a correr en busca de aventuras. El peque?o observa con ojos grandes y negros la historia de su padre, que ense?a las fotos que ilustran su vida mientras vigila los pataleos de su reto?o. La historia del burkin¨¦s parte de una familia de ocho hijos que no sufri¨® la pobreza de su pa¨ªs. ?l pudo estudiar y desarrollarse con cierta comodidad ¡ªalgo infrecuente en la tierra en la que naci¨®¡ª hasta que en 1999 la guerra civil en Costa de Marfil sacudi¨® su regi¨®n, y decidi¨® abandonar su formaci¨®n en filolog¨ªa francoafricana para asistir a los m¨¢s d¨¦biles. Las escenas, recuerda con pesar este creyente cristiano, eran espantosas. La gente sufr¨ªa las heridas del conflicto. Las m¨¢s f¨¢ciles de curar eran las externas. Las internas, agravadas por el dolor, las drogas y el hambre, necesitaban de ¡°humanismo¡±, un concepto que Yiboula Emmanuel Bazie repite como un mantra.
Su compromiso con los necesitados dio lugar a su conexi¨®n con Espa?a. ¡°Era mi destino¡±, afirma este vecino mod¨¦lico al que mientras pasea por Quintana Redonda saludan unos y otros, encantados con su disposici¨®n a colaborar, bien sea en cosas cotidianas, como echar una mano en una chapucilla casera o en el huerto, bien en cuestiones de envergadura, como proveer de alimentos a personas sin recursos. Bazie colaboraba con la asociaci¨®n espa?ola Remar desde 2001, viajando por m¨²ltiples naciones de su continente de origen gracias a su manejo de seis lenguas africanas y tres europeas, y as¨ª conoci¨® a unos militares sanitarios espa?oles retirados que desarrollaban acciones solidarias. Ellos le ofrecieron ir a Europa. ?l no lo dud¨® y, seg¨²n relata, tras un proceso plagado de traiciones de socios y amenazas de muerte mientras trataba de conseguir los visados para viajar, aterriz¨® en Madrid a finales de 2004. Acto seguido se mont¨® en un autob¨²s de ALSA. El bus lo llev¨® a Le¨®n, donde ser¨ªa acogido mientras se reubicaba. ¡°?Hac¨ªa un fr¨ªo!¡±, exclama el burkin¨¦s, como si a¨²n sintiera la gelidez en la piel, al rememorar ese camino entre una nieve que solo hab¨ªa visto en una excursi¨®n al monte Kilimanjaro.
Sus peripecias en Espa?a han quedado marcadas por las temperaturas extremas: los crudos inviernos de Le¨®n y Soria, provincia donde lleva instalado cinco a?os por motivos laborales, contrastan con el fuego que combate como bombero forestal. La acogida, dice, fue ¡°perfecta¡±, e incluso cuida del huerto que le cedieron los padres del alcalde. El burkin¨¦s describe en un bosque cercano a su casa su trabajo en las brigadas, con entrenamientos consistentes en realizar rutas con pesadas mochilas, ensayar la actuaci¨®n ante las llamas y, en resumen, ¡°estar siempre disponible¡± cuando le toca el turno. Nada nuevo, no obstante, pues bromea con que adem¨¢s de bombero es apagafuegos de segunda profesi¨®n. Su tel¨¦fono no para de recibir llamadas y mensajes de personas que le piden respaldo. La mejor manera de charlar un rato con ¨¦l consiste en acompa?arlo intentando molestar lo menos posible mientras realiza sus diversas tareas.
Bazie se apura para coger comida que almacena en una nave de Quintana Redonda, en coordinaci¨®n con el banco de alimentos local, antes de montarse en su modesto utilitario y poner rumbo al pueblo de El Royo, a unos 40 minutos de conducci¨®n entre las sinuosas carreteras de Soria.
El aparato de m¨²sica del coche mezcla m¨²sica religiosa en franc¨¦s con rap el¨¦ctrico y algunas canciones de Joaqu¨ªn Sabina, el autor espa?ol preferido del burkin¨¦s. El Royo acoge una de las iniciativas respaldadas por Yiboula Emmanuel Bazie, que asiste a un grupo de migrantes que ha recalado all¨ª para trabajar en unas plantaciones de frambuesas. Las viejas casas con muros de piedra, ropa tendida a orear al sol y rosas en los parterres acogen a hombres y mujeres que tienen en este empleo una oportunidad para integrarse y ganar algo de dinero. Roberth Okenue, guineano, y Nuba Hydara, gambiano, dicen frente a su vivienda que no saben qui¨¦n es ese hombre tan amable que les trae huevos, pasta, arroz, legumbres, leche o aceite. A la vez, el voluntarioso Bazie les recordar¨¢ en la apa?ada cocina, donde reina el olor a arroz con pollo, que aunque no se conozcan son ¡°hermanos¡±. Ellos le dir¨¢n que est¨¢n encajando bien, que tienen trabajo y alimentos; en parte, claro, gracias a este samaritano.
Bazie a¨²n se sorprende al hablar de c¨®mo su labor solidaria iniciada en ?frica y continuada en pueblitos de Soria ha llegado a la ONU, que lo ha nombrado embajador mundial para la paz. La organizaci¨®n internacional, cuenta con alegr¨ªa, llevaba 15 a?os siguiendo sus acciones con los colectivos de Burkina Faso y ha continuado observando con inter¨¦s su buena fe para tender puentes entre continentes. El premio tambi¨¦n lo han recibido Josu G¨®mez, asesor del expresidente de Estados Unidos Barack Obama, y Uria Seheil, presidenta y fundadora de la Casa de ?frica en Espa?a. Entre los tres han fundado el Foro Euroafricano, un sistema con el que aspiran a seguir creando lazos entre ambos continentes.
El vuelo de las golondrinas y el de los vencejos, estos tan agradables a la vista en el cielo como inoportunos cuando anidan encima de un alf¨¦izar como el de la propia casa del bombero forestal, marca el paso de las horas y, por tanto, se?ala que Yiboula Emmanuel Bazie tiene todav¨ªa quehaceres. Actualmente est¨¢ cursando a distancia una diplomatura de Pol¨ªtica Municipal y Cooperaci¨®n Internacional, unos conocimientos que ni pintados para un concejal reconvertido a samaritano internacional, o viceversa. ¡°De esta manera he descubierto que la gente tiene necesidades muy distintas, y todas importantes¡±, reflexiona antes de regresar a un hogar que jam¨¢s hubiera imaginado hace 20 a?os y a 6.000 kil¨®metros.