El valor del arte
Siempre me ha emocionado observar c¨®mo hay gente que lo da todo, hasta la vida, por preservar una escultura o una pintura | Columna de Rosa Montero
Era cuesti¨®n de tiempo que los activistas contra el cambio clim¨¢tico llegaran al Prado a pegarse las manos o a arrojar cualquier l¨ªquido viscoso sobre una obra de arte. Hasta ahora (al menos hasta el momento en que escribo estas l¨ªneas) los ataques han sido cuidadosamente planificados para no producir da?os, porque las piezas atacadas ten¨ªan cristal. En el fondo entiendo el razonamiento que subyace a todo esto; la salud del planeta es algo a¨²n m¨¢s valioso que la obra de arte m¨¢s preciosa y est¨¢ en situaci¨®n catastr¨®fica. Adem¨¢s, los ataques en los museos son muy vistosos, llaman la atenci¨®n y se supone que podr¨ªan divulgar el mensaje ecologista. Pero la verdad es que no creo que est¨¦n consiguiendo eso; me temo que lo que predomina en la conciencia p¨²blica es la imagen de una desagradable y banal gamberrada. Sin duda hay que hacer algo para concienciar a la sociedad del callej¨®n clim¨¢tico en el que estamos, pero me parece que esto no sirve de nada.
Y hasta podr¨ªa acabar siendo un incentivo para que alguna mente retorcida se lanzara a la destrucci¨®n, esta s¨ª verdadera, de una obra art¨ªstica. No ser¨ªa la primera vez. Por ejemplo, en 2019, un chaval de 20 a?os rasg¨® un cuadro de Picasso expuesto en la Tate Gallery de Londres; para m¨¢s guasa, el tipo, un anglo¨ªndio llamado Shakeel Massey, viv¨ªa en el Levante espa?ol y rubric¨® el acto de vandalismo con un ¡°Viva Murcia¡±. En 1974, una mujer manch¨® con pintura roja La Gioconda. La Piedad de Miguel ?ngel fue atacada a martillazos por un h¨²ngaro en 1972 y perdi¨® un ojo y parte de la nariz. Otro cuadro desgraciado es La ronda de noche, de Rembrandt, que fue acuchillado dos veces, una en 1911 por un exchef y la otra, de mayor gravedad, en 1975. Y lo mismo le ocurri¨® a la Venus del espejo de Vel¨¢zquez, que en 1914 fue apu?alada siete veces por una mujer con un gran cuchillo de carnicero.
Pero lo habitual es lo contrario. Siempre me ha emocionado observar c¨®mo hay gente que lo da todo, hasta la vida, por preservar algo tan objetivamente absurdo como una escultura o una pintura. Y digo ¡°absurdo¡± porque el arte es la inutilidad m¨¢s necesaria del mundo. No nos quita el hambre ni la sed, no nos abriga en invierno ni nos protege de las enfermedades. Pero ese arte que no sirve para nada es en realidad lo que nos permite seguir viviendo.
Me encanta, por ejemplo, la historia del franc¨¦s Jacques Jaujard, director de los museos nacionales cuando los nazis invadieron Par¨ªs, un modesto funcionario que salv¨® la casi totalidad de las obras del Louvre, tanto de los bombardeos como de las ¨¢vidas manos de los alemanes, que quer¨ªan llevarse los tesoros. Y as¨ª, Jaujard utiliz¨® t¨¢cticas evasivas, puso excusas a los nazis, dijo que no hab¨ªa camiones para transportar las piezas. En realidad, ya las hab¨ªa sacado todas de Par¨ªs y las hab¨ªa distribuido por diferentes castillos. De haberse sabido, podr¨ªan haberlo ejecutado.
Admirable y heroico fue el esfuerzo de los m¨¢s de 400 bomberos de Par¨ªs, mujeres y hombres, que en 2019 arriesgaron la vida durante horas para salvar la catedral de Notre Dame, enfrent¨¢ndose a temperaturas de 1.000 grados y al plomo l¨ªquido que les ca¨ªa desde las alturas. Pero la historia m¨¢s bonita es la de Anatoli Haritonov, de 47 a?os, vigilante a tiempo parcial de un peque?o museo en el pueblo ucranio de Ivankiv. El mismo d¨ªa que empez¨® la guerra cay¨® un proyectil sobre el museo y se incendi¨®. Anatoli, junto con dos vecinos, arrancaron las rejas con las manos y ¨¦l se meti¨® en el edificio en llamas. No pudo resistir m¨¢s de 15 minutos el ambiente t¨®xico y abrasador, pero por lo menos consiguieron rescatar la joya de la colecci¨®n, 14 cuadros de la artista Maria Primachenko, una de las principales pintoras ucranias, alabada por Picasso. ¡°Si no hubiera hecho nada, no hubiera podido mirarme al espejo¡±, declar¨®. Eso es lo extraordinario: en situaciones catastr¨®ficas, en momentos de devastaci¨®n y crueldad, mientras las personas sufren y mueren por doquier, los humanos seguimos considerando que el arte, esa cosa tan complicada de definir (qu¨¦ es buen arte, qu¨¦ es malo), ese intento desesperado y colectivo de buscar sentido y belleza, tiene un valor que supera el de la vida. Y es as¨ª, en efecto, porque nos muestra que hay un camino para superar la maldad y el caos. Que podemos ser mejores de lo que somos y que siempre, en alg¨²n lugar, hay esperanza.
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