La palabra f¨²tbol
Es el medio preferido para tomar partido sin que eso implique m¨¢s que eso, el fanatismo de la nada | Columna de Mart¨ªn Caparr¨®s
Cuando ya nada se espera / personalmente exaltante¡¡±, escrib¨ªa Gabriel Celaya hace m¨¢s de medio siglo. Durante un mes, tantos nos exaltamos con el f¨²tbol. Ya pas¨®; ahora, sombras nada m¨¢s, nos queda la palabra.
Y un ligero hast¨ªo, que el sol dispersar¨¢ como la niebla. La palabra f¨²tbol se ha impuesto en el mundo. Tanto que, a lo largo de ese largo mes, cuando dec¨ªamos ¡°mundial¡± sab¨ªamos que no habl¨¢bamos del mundo sino de ese deporte. Y sin em...
Cuando ya nada se espera / personalmente exaltante¡¡±, escrib¨ªa Gabriel Celaya hace m¨¢s de medio siglo. Durante un mes, tantos nos exaltamos con el f¨²tbol. Ya pas¨®; ahora, sombras nada m¨¢s, nos queda la palabra.
Y un ligero hast¨ªo, que el sol dispersar¨¢ como la niebla. La palabra f¨²tbol se ha impuesto en el mundo. Tanto que, a lo largo de ese largo mes, cuando dec¨ªamos ¡°mundial¡± sab¨ªamos que no habl¨¢bamos del mundo sino de ese deporte. Y sin embargo, hace dos siglos, ese deporte ¡ªesa palabra¡ª solo exist¨ªa en ingl¨¦s.
Al principio, hace cientos de a?os, foot ball no quer¨ªa decir lo que creemos: designaba ciertos juegos con pelota que se jugaban a pie, plebeyamente, por oposici¨®n a los juegos m¨¢s nobles donde el que corr¨ªa era el caballo. Y a nadie, caballero o vasallo, se le ocurr¨ªa patearla. Despu¨¦s se tomaron la palabra al pie de la letra y empezaron las patadas: hacia principios del siglo XIX la idea ya estaba clara y hacia fines, con la expansi¨®n del Imperio Brit¨¢nico, se hab¨ªa difundido por el mundo. Ahora todos la decimos, cada quien con su acento. Salvo los italianos que, italianos al fin, siguen diciendo calcio ¡ªcoz.
El f¨²tbol no tard¨® en convertirse en el deporte m¨¢s practicado, m¨¢s mirado. Nunca sabremos por qu¨¦: hab¨ªa otros que podr¨ªan haberle competido. Hay hip¨®tesis: que sus reglas eran tan evidentes, que cualquiera con cualquier cuerpo lo pod¨ªa practicar, que se pod¨ªa jugar en cualquier n¨²mero y en cualquier lugar, que una pelota se pod¨ªa improvisar con cualquier cosa. Yo creo, sin embargo, que lo que diferencia al f¨²tbol es el gol. En los dem¨¢s deportes los puntos se suman sin parar, como quien cumple un tr¨¢mite. En cambio el f¨²tbol es fracaso todo el tiempo: es muy raro que uno de los equipos consiga su objetivo de meterla en el arco del otro. Sucede una, dos, tres veces en una hora y media. El fiasco prima. Sociedades m¨¢s oscuras podr¨ªan haber asumido que as¨ª es la vida y que el f¨²tbol servir¨ªa para recordarlo; en cambio, nuestro optimismo nos hizo considerar el gol, ese bien tan escaso, como la gran aspiraci¨®n, el premio raro, la explosi¨®n de gozo.
Yo creo que fue el gol que lo llev¨® a imponerse en casi todos los rincones. Pero aun as¨ª, durante muchas d¨¦cadas, casi nadie lo ve¨ªa realmente. Los que iban a las canchas eran tan pocos comparados con los que se interesaban por ¨¦l, por sus equipos. Lo m¨¢s extra?o del f¨²tbol es que, hasta que lleg¨® a su h¨¢bitat natural, la televisi¨®n, millones de hinchas solo lo conoc¨ªan por las palabras de otros: la radio, un peri¨®dico, alguien que te contaba cosas y ese cuento te enfervorizaba y creaba una sensaci¨®n de pertenencia como pocas.
El f¨²tbol, tanto tiempo, fue un relato; hacia 1970 las transmisiones lo cambiaron todo. De ah¨ª en m¨¢s los aficionados empezaron a verlo. Y empezaron a ver, tambi¨¦n, en sus pantallas, los anuncios que se pon¨ªan en las canchas: la econom¨ªa del f¨²tbol explot¨®. Entonces, como en un c¨ªrculo de vicios y m¨¢s vicios, se arm¨® lo que es ahora: una de las grandes industrias culturales del planeta, el medio preferido para tomar partido sin que eso implique m¨¢s que eso, el fanatismo de la nada, el establecimiento de un modelo de conducta. Los triunfadores del f¨²tbol, los Messis y Cristianos y Mbapp¨¦s y Neymares de esta Tierra, les muestran a millones de muchachos que si se concentran en su talento individual, si dejan a los suyos y abandonan cualquier intento colectivo, si se dejan vender a los pa¨ªses ricos, podr¨¢n ganar fortunas y vivir como millonarios: con las tremendas casas, los coches colosales, las rubias de caricatura, todo eso que fascina a tantos y tan pocos van a conseguir.
As¨ª fue como el f¨²tbol se apoder¨® del mundo. Y as¨ª es, en fin, como el f¨²tbol se apropi¨® de millones de nosotros, nos volvi¨® capaces de pasarnos las horas mirando a unos muchachos que se disputan ese cuero inflado, y leer sobre eso y hablar sobre eso y creer en eso y pelearnos por eso. As¨ª fue, sabemos, durante todo el mes pasado y as¨ª ser¨¢ de nuevo cada vez. Alg¨²n d¨ªa, en un futuro quiz¨¢ no tan lejano, millones se preguntar¨¢n si de verdad est¨¢bamos tan mal, tan hu¨¦rfanos, tan raros. O quiz¨¢s incluso nos envidien, qui¨¦n lo sabe.