Vayamos por partes
Si en Espa?a corrieran las armas de fuego con tanta facilidad como en EE UU, podr¨ªamos estar lamentando ya alguna matanza
Se dir¨ªa que, en el largo camino del desmantelamiento del sexismo, las mujeres estamos alcanzando tambi¨¦n cierta igualdad en un registro que no me gusta ni pizca: el de la violencia. A¨²n estoy horrorizada con ese suceso de un instituto de San Blas, en Madrid, en el que una ni?a de 12 a?os fue arrastrada de los pelos y golpeada brutalmente por otra chica. Es un tema complejo, porque tanto la madre como varios compa?eros de la agresora dicen que ¨¦sta llevaba un a?o siendo acosada por la ahora agredida. De hecho, si se pasa el v¨ªdeo completo se ve con claridad c¨®mo la chica que despu¨¦s ser¨ªa arra...
Se dir¨ªa que, en el largo camino del desmantelamiento del sexismo, las mujeres estamos alcanzando tambi¨¦n cierta igualdad en un registro que no me gusta ni pizca: el de la violencia. A¨²n estoy horrorizada con ese suceso de un instituto de San Blas, en Madrid, en el que una ni?a de 12 a?os fue arrastrada de los pelos y golpeada brutalmente por otra chica. Es un tema complejo, porque tanto la madre como varios compa?eros de la agresora dicen que ¨¦sta llevaba un a?o siendo acosada por la ahora agredida. De hecho, si se pasa el v¨ªdeo completo se ve con claridad c¨®mo la chica que despu¨¦s ser¨ªa arrastrada de los pelos persigue a la otra ni?a, que se dir¨ªa que lo ¨²nico que intenta es marcharse de all¨ª; y c¨®mo la perseguidora la fastidia y le da alg¨²n empuj¨®n y se inclina intimidantemente sobre ella (la agredida es mucho m¨¢s alta que la agresora), hasta que la adolescente acosada se revuelve y se convierte por desgracia en verdugo. Todo esto ya es muy triste, pero lo que espeluzna de verdad son las voces de las ni?as que est¨¢n contemplando y grabando la escena, chilliditos de excitaci¨®n feliz, gorjeos alegres de adolescentes mon¨ªsimas que a¨²llan ¡°?m¨¢tala!¡±. Eso es lo que me hel¨® la sangre. M¨¢s a¨²n: estas espectadoras feroces eran al parecer amigas de la golpeada (pese a lo cual se tronchan con la paliza), de modo que cabr¨ªa la posibilidad de que formaran parte de una cohorte de acosadoras, porque su completa falta de empat¨ªa hace temer de ellas lo peor. Sus divertidas risas dan m¨¢s miedo que la ni?a del exorcista.
El atosigamiento de los compa?eros de clase es una crueldad que se paga muy cara y que no podemos permitirnos. Todo el sistema educativo deber¨ªa estar centrado en impedirlo, porque causa un sufrimiento colosal, produce da?os a veces irreparables, origina suicidios y contribuye a la barbarie. Se sabe que tras las sangrientas matanzas en las escuelas de Estados Unidos suele haber un tema previo de acoso contra el agresor. Por supuesto esto no justifica que agarres un rifle y le revientes la cabeza a una docena de compa?eros; hay ni?os y ni?as hostigados en la infancia que consiguen hacer de su vida una obra de arte, como la gran Irene Vallejo. Pero hay otros casos en los que las circunstancias se cierran sobre las v¨ªctimas como un cepo letal.
En Espa?a nos estamos poniendo al d¨ªa en el penoso ranking de asaltos cometidos por escolares, como se demostr¨® hace un par de semanas en un instituto de Jerez, cuando un adolescente de 14 a?os apu?al¨® a tres profesores y dos alumnos (por cierto que, aunque las autoridades lo niegan, hay compa?eros que dicen que el asaltante, que ten¨ªa necesidades educativas especiales, sufr¨ªa burlas por parte de otros chicos). No es un caso aislado: en 2015, un chaval de 13 a?os armado con una ballesta y un machete mat¨® a un profesor e hiri¨® a cuatro personas m¨¢s. En 2017, otro escolar hiri¨® con un cuchillo a cinco alumnos en Alicante; y en 2019, un alumno de 3? de la ESO apu?al¨® a su profesora en Valencia. Estoy convencida de que, si en Espa?a corrieran las armas de fuego con tanta facilidad como corren en Estados Unidos, podr¨ªamos estar lamentando ya alguna matanza. Aunque la abundancia de armas blancas es suficiente pesadilla. La Fiscal¨ªa General del Estado, en su memoria de 2022, manifest¨® su preocupaci¨®n ¡°casi un¨¢nime¡± por el ¡°incremento y auge de todo tipo de conductas cada vez m¨¢s violentas¡± cometidas por ni?os y adolescentes (lo cuenta Jes¨²s A. Ca?as en EL PA?S).
Ni?os asilvestrados, socialmente aislados, amorrados a las pantallas desde que son peque?os para que no fastidien, a menudo poco atendidos por unos padres que quiz¨¢ est¨¦n sobrepasados, ni?os que ven porno desde los 11 a?os (el 17% comienza a los ocho), ni?os en epidemia de agresividad. Ah¨ª est¨¢n esas decenas de chicas de Almendralejo desnudadas artificialmente con la IA por chavales menores de 14 a?os; o los asaltos sexuales cometidos en grupo, con violadores cada vez m¨¢s j¨®venes. O los casi 5.000 adolescentes denunciados cada a?o en Espa?a por maltratar a sus padres, una brutalidad aterradora cuya incidencia ha aumentado un 400% en la ¨²ltima d¨¦cada. Son cifras que dan miedo y que volver¨¦ a tratar en otro art¨ªculo para intentar entenderlas. Hoy me concentrar¨¦ en exigir una lucha radical, colectiva e implacable contra el abuso escolar. Creo que eso ayudar¨ªa bastante. Vayamos por partes.