Los nuevos ultras del f¨²tbol europeo
Los radicales del f¨²tbol ya no son borrachos descontrolados, sino j¨®venes de negro, adictos al gimnasio, organizados y conectados a trav¨¦s de las redes sociales, que recorren Europa en busca de pelea y a veces ni entran al estadio. Visitamos Lisboa, N¨¢poles, Barcelona y Alicante y hablamos con polic¨ªas y ultras sobre un fen¨®meno que ya alcanza todo el continente y podr¨ªa ser protagonista no deseado de la pr¨®xima Eurocopa de Alemania
Miguel Pe?¨ªn, responsable de los 350 antidisturbios de los Mossos d¡¯Esquadra desplegados esta tarde en Barcelona, mira a su alrededor y sonr¨ªe satisfecho. Todav¨ªa quedan tres horas y media para que comience el partido en el Estadi Ol¨ªmpic Llu¨ªs Companys de Montju?c, pero casi 1.000 ultras del Paris Saint-Germain se encuentran ya congregados a pocos metros de distancia del dispositivo policial. Est¨¢n en el punto de encuentro de la plaza de Espa?a, el lugar acordado previamente con ellos para acudir hasta el estadio e...
Miguel Pe?¨ªn, responsable de los 350 antidisturbios de los Mossos d¡¯Esquadra desplegados esta tarde en Barcelona, mira a su alrededor y sonr¨ªe satisfecho. Todav¨ªa quedan tres horas y media para que comience el partido en el Estadi Ol¨ªmpic Llu¨ªs Companys de Montju?c, pero casi 1.000 ultras del Paris Saint-Germain se encuentran ya congregados a pocos metros de distancia del dispositivo policial. Est¨¢n en el punto de encuentro de la plaza de Espa?a, el lugar acordado previamente con ellos para acudir hasta el estadio escoltados y controlados. Lejos en el tiempo quedan aquellos desplazamientos ca¨®ticos que sol¨ªan desbordar a una polic¨ªa desconocedora de lo que ten¨ªa enfrente. Hoy, las fuerzas de seguridad saben perfectamente con qui¨¦n est¨¢n lidiando: con el mundo ultra del siglo XXI, compuesto por grupos altamente organizados que ponen en jaque el funcionamiento de las ciudades europeas que visitan, una mezcla de tribus itinerantes en guerra permanente.
¡°Marsella, junio de 2016, durante la Eurocopa. Ah¨ª cambi¨® todo¡±. El titular lo da, sentado en una terraza con vistas al Vesubio, un conocido radical de la Curva A del N¨¢poles, una de las gradas m¨¢s temidas de Europa. Acepta atender a El Pa¨ªs Semanal con la condici¨®n de mantener su anonimato. Porta gorra y tatuajes. Todas las prendas que lleva son de marcas asociadas a ese movimiento. La subcultura de la grada se ha asociado hist¨®ricamente a la moda, desde su irrupci¨®n en Inglaterra e Italia hace medio siglo, y desde entonces no ha parado de evolucionar. Muchos ultras actuales cuidan su est¨¦tica y se dejan parte de sus salarios en marcas como The North Face, Ellesse o Weekend Offender. Hay tiendas exclusivamente dedicadas a este nicho en casi todas las grandes ciudades de Europa. Ser radical es una militancia contracultural dentro del mercantilizado mundo del f¨²tbol y, como tal, tiene sus c¨®digos est¨¦ticos y de comportamiento: el partido se ve de pie, se anima sin parar, se portan banderas y bufandas (pero rara vez la camiseta del equipo), se defienden los viejos valores del juego y se desprecia el negocio que lo acompa?a. Todo se sintetiza en una frase: odio eterno al f¨²tbol moderno.
El ultra napolitano se extiende sobre aquel d¨ªa de junio en Marsella en el que varias decenas de rusos sembraron el terror. Perfectamente coordinados y haciendo gala de artes marciales, atacaron a una marabunta de ingleses que estaba bebiendo cerveza y que no pudo hacer demasiado por defenderse. Para muchos, ese fue el momento en el que se pas¨® de las peleas de hooligans alocados y cerveceros a alumbrar batallas medidas entre j¨®venes jerarquizados, en plena forma y con conocimientos de lucha. La espontaneidad brit¨¢nica y el Eng-er-land, Eng-er-land dieron paso a la coordinaci¨®n, la disciplina y al gimnasio proveniente de los grupos de Europa del Este. ¡°La influencia de los del Este, muy preparados f¨ªsicamente, gente que ni bebe ni se droga, empez¨® a expandirse por todos lados¡±, explica. Pero la militancia ultra en el f¨²tbol europeo no es patrimonio exclusivo de los grandes clubes con dilatado historial y t¨ªtulos en sus vitrinas. Lewis, un radical del H¨¦rcules de Alicante que accede a participar en este reportaje, a?ade que el cambio tambi¨¦n fue est¨¦tico: ¡°Hasta ese momento ¨ªbamos todos con el polito de colores, la gorrita a cuadros, el rollo casual¡ y ahora todo el mundo va de negro¡±. La transici¨®n, actualmente, parece completada: los grupos de casi toda Europa son hoy bloques de j¨®venes atl¨¦ticos, vestidos de negro, perfectamente organizados y que pueden llegar a poner una ciudad en alerta m¨¢xima. Algunos de ellos estar¨¢n presentes en la inminente Eurocopa, que albergar¨¢ Alemania desde el 14 de junio. Sedes como Fr¨¢ncfort, D¨¹sseldorf, Gelsenkirchen, Hamburgo, Colonia o Berl¨ªn cuentan con grupos radicales muy potentes que se encontrar¨¢n en las calles con hooligans de todo el continente. Como Barcelona este 16 de abril y los casi 1.000 ultras del PSG esperando.
El lugar de encuentro ha sido establecido entre la polic¨ªa francesa ¡ª?presente en la escena¡ª, la seguridad privada del club parisiense y los Mossos. Los hinchas llegados a la capital catalana han acudido a un hotel a por las entradas, se les ha dado una pulsera acorde a su peligrosidad (naranja para aficionados menos radicales; amarilla para ultras) y se los cita en la plaza de Espa?a para llevarlos en corteo ¡ªes decir, en formaci¨®n y escoltados¡ª hasta el estadio. Todo organizado y vigilado. Si no fuera as¨ª, Barcelona podr¨ªa convertirse esta tarde en un campo de batalla.
La marcha se prepara para arrancar, y aunque de vez en cuando cantan alg¨²n insulto contra los barcelonistas que pasan a su lado, estos no se revuelven y, por tanto, el ¨¢nimo belicoso se mantiene dentro de lo tolerable. ¡°Est¨¢ siendo un d¨ªa particularmente tranquilo¡±, dice el agente Pe?¨ªn. ¡°En parte porque los m¨¢s peligrosos, la gente que viene solo a pegarse, no han viajado¡±.
Los m¨¢s peligrosos son unos tipos conocidos como ¡°los Boulogne¡± debido al fondo que ocupaban en el Parque de los Pr¨ªncipes hasta su expulsi¨®n en 2010. A diferencia del resto de ultras del PSG presentes en Montju?c, ellos no est¨¢n dispuestos a dejarse escoltar por la polic¨ªa ni por la seguridad privada del club. Los Boulogne sintetizan muy bien una vertiente del mundo ultra contempor¨¢neo: la hooligan o independiente. En esencia, el equipo al que dicen representar les resulta secundario. Lo primero es el grupo, defender su nombre y la ciudad a la que pertenecen y viajar a otras localidades para intentar una confrontaci¨®n contra el grupo local.
¡°A m¨ª que el N¨¢poles gane o pierda no me importa mucho¡±, reconoce el ultra napolitano. ¡°Prefiero que gane, obviamente, pero a m¨ª lo que m¨¢s me importa es el viaje, lograr un enfrentamiento con otro grupo y que el m¨ªo demuestre estar a la altura¡±. De hecho, confiesa, hay muchos partidos del N¨¢poles en casa a los que no acude. ¡°?Para qu¨¦? Si ya s¨¦ que no va a pasar nada. Imposible conseguir una pelea con tanta polic¨ªa¡±. Y sabiendo la nacionalidad de sus interlocutores, a?ade: ¡°Ocurre lo mismo con Espa?a. No vamos. Los grupos espa?oles, en su mayor¨ªa, no quieren una confrontaci¨®n con nosotros y la polic¨ªa es demasiado violenta¡±. ¡°A Espa?a vamos de vacaciones, a beber y divertirnos¡±, dice riendo.
La opini¨®n de este hincha italiano no es compartida por todos. Hay muchos ultras ¡ªla mayor¨ªa¡ª a los que el equipo y la animaci¨®n en la grada les importa tanto como la confrontaci¨®n violenta. O m¨¢s. As¨ª lo expresan algunos de los radicales entrevistados para este reportaje. ¡°A muchos de nosotros lo que nos atrae de la grada es la pasi¨®n que sentimos por el equipo¡±, cuenta a trav¨¦s de un correo electr¨®nico un veterano del fondo del Panathinaikos, uno de los principales equipos de Grecia. Lewis, el ultra del H¨¦rcules, asegura que ¨¦l antepone ¡°la animaci¨®n a la jarana¡± y explica que ¡°antes hab¨ªa mucha gente que antepon¨ªa el grupo al equipo, pero ahora muchos j¨®venes dan la misma importancia a ambas cosas, aunque es verdad que hay mucha m¨¢s cultura de gimnasio entre los j¨®venes. Es como un pack inseparable, grupo y gimnasio, con lo cual si eres un chaval echado para delante al que le gusta un poco la gresca, es muy probable que termines en esto¡±, explica.
Cuando toca viajar el objetivo primordial de muchos grupos ultras es despistar a la polic¨ªa. El ¨¦xito reside en plantarse por libre en una ciudad ajena y tratar de encontrarse con el grupo rival. A veces se llaman por tel¨¦fono para informarse mutuamente de d¨®nde est¨¢n. Incluso puede llegar a pactarse directamente una pelea. Sin embargo, a estas alturas del siglo no son frecuentes: la polic¨ªa casi siempre est¨¢ aguardando. ¡°Esperamos en el aeropuerto o en la estaci¨®n desde el d¨ªa anterior y a partir de ah¨ª los ponemos bajo vigilancia¡±, explica un agente de la polic¨ªa italiana que ha accedido a atender a El Pa¨ªs Semanal. ¡°Despu¨¦s los acompa?amos hasta el estadio¡±, a?ade. Su cuerpo policial fue pionero al montar en el a?o 2000 un grupo espec¨ªficamente dedicado al movimiento ultra fundamentado m¨¢s en la prevenci¨®n que en la represi¨®n. ¡°Hoy en d¨ªa es muy raro que consigan llegar a pelearse porque todas las polic¨ªas de Europa estamos en contacto y compartimos la informaci¨®n¡±. Es el caso de los ultras del PSG que esperan para arrancar hacia el estadio: los mossos se desplegaron la noche anterior en La Jonquera, frontera con Francia, para vigilarlos desde que pusieran un pie en Catalu?a. Y no los abandonar¨¢n hasta que crucen de vuelta.
Puede sonar exagerado, pero no lo es. En marzo del a?o pasado, pese a la prohibici¨®n de viajar a N¨¢poles, medio millar de ultras del Eintracht de Fr¨¢ncfort despistaron a la polic¨ªa italiana y se plantaron por sorpresa en la ciudad. Al parecer, iban acompa?ados por varios ultras del Atalanta, con quienes mantienen amistad desde hace a?os y, seg¨²n se dijo, ejercieron de cicerones para poder llegar sin ser detectados. Fue al tocar el centro de la ciudad cuando se descubrieron y comenzaron a correr todo tipo de v¨ªdeos por las redes sociales. Las im¨¢genes no tardaron en llegar hasta los ultras napolitanos, que se organizaron a toda prisa para dirigirse en busca de los alemanes, pertrechados con cascos de moto, palos y cohetes. Lo ¨²nico que evit¨® un enfrentamiento de dimensiones colosales fue la intervenci¨®n de la polic¨ªa, que logr¨® encapsular a los visitantes antes de que ambos grupos se encararan. ¡°Los alemanes aparecieron por sorpresa y empezaron a dar vueltas por la ciudad¡±, confirma el agente de la polic¨ªa italiana. ¡°Sin embargo, conseguimos rodearlos en la plaza del Ges¨´ y gracias a ello no sucedi¨® nada grave¡±. Por nada grave quiere decir que solo se registraron destrozos, palos y piedras volando, veh¨ªculos calcinados y el p¨¢nico de vecinos y turistas.
Los famosos tipos de Boulogne que hoy no han aparecido en Barcelona s¨ª consiguieron plantarse en San Sebasti¨¢n el pasado mes de marzo una noche antes de que Anoeta acogiese los octavos de final de la Champions League. Viajaron hasta all¨ª en coches con palos de golf, bates, pu?os americanos y una idea clara: encontrarse con los radicales de la Real Sociedad. El encuentro no lleg¨® a producirse gracias a la Ertzaintza, que intercept¨® a los dos grupos a tiempo. La acci¨®n policial no evit¨®, sin embargo, que el p¨¢nico corriera por las redes, donde se sucedieron las alarmas ante la posible llegada de m¨¢s ultras parisienses. Como si fuera una guerra, hubo incluso quien recomend¨® a los donostiarras quedarse en casa.
En ocasiones las peleas se concretan de antemano: n¨²mero de participantes y reglas (no se pega a un rival postrado en el suelo, por ejemplo), y se llevan a cabo el d¨ªa anterior al partido en un bosque o parque a las afueras. Esta pr¨¢ctica, hace a?os exclusiva del Este, ya se da en toda Europa y algunos grupos espa?oles participan en ella.
Pasadas las seis de la tarde, los stewards tra¨ªdos por el PSG (exultras veteranos con ascendiente en la grada) para ejercer de intermediarios entre sus radicales y los Mossos d¡¯Esquadra advierten a los mandos de la Brimo ¡ªla unidad de antidisturbios de la polic¨ªa catalana¡ª de que sus chicos se est¨¢n empezando a poner nerviosos. Si quieren evitar tensiones, lo mejor es moverse. Antes de dar una respuesta, el jefe de los antidisturbios certifica que sus agentes est¨¢n donde deben: unos circunvalando la masa de aficionados a punto de arrancar y otros en la cima del monte, custodiando a los 3.500 radicales barcelonistas que se han congregado en un lugar conocido como ¡°la campana¡± para calentar motores. ¡°En esa zona ambas aficiones quedan a la vista¡±, explica el agente Pe?¨ªn, ¡°y el d¨ªa del N¨¢poles, cuando llegamos a ese punto, lograron tirar la valla que sirve de separaci¨®n¡±. Para restaurar el orden, dice, hubo que realizar varias cargas.
M¨¢s all¨¢ de la coerci¨®n, la clave est¨¢ en la informaci¨®n policial. Los distintos cuerpos europeos conocen al detalle cada uno de los grupos que ocupan los estadios del continente y saben qu¨¦ lazos los unen. Esa mara?a de amistades y enemistades ¡ªque en el ¨²ltimo par de d¨¦cadas ha adquirido dimensiones paneuropeas¡ª es una informaci¨®n clave para decidir el despliegue de seguridad. ¡°Debemos saber qui¨¦n es amigo y enemigo porque los ultras de un equipo hermanado con el Bar?a pueden venir aqu¨ª y acabar en una pelea con los del Espanyol aunque no jueguen entre ellos¡±, explica un agente de Informaci¨®n de los Mossos d¡¯Esquadra. Ocurri¨®, sin ir m¨¢s lejos, en la final de la Copa del Rey de este a?o, donde ultras del Atl¨¦tico de Madrid y del Betis se unieron a los del Mallorca para saldar viejas deudas con Herri Norte Taldea, los hinchas del Athletic de Bilbao, el otro participante en la final. ¡°Conocer las interrelaciones entre los grupos es vital¡±, dice el mosso. ¡°Y para ello estamos constantemente hablando con nuestros colegas europeos¡±. Lo mismo explica el polic¨ªa italiano: ¡°Lo primero que hago si veo que a un equipo de nuestro pa¨ªs le ha tocado en el sorteo de la Champions un equipo b¨²lgaro es llamar a mis colegas de all¨ª y pedirles toda la informaci¨®n: ?de qui¨¦n son enemigos? Porque tal vez les ha tocado jugar contra la Roma, pero el problema lo tienen con los del Milan y van a aprovechar el viaje para buscarse¡±. El agente de los Mossos completa: ¡°Yo veo los sorteos de las competiciones europeas pensando solo en los grupos ultras¡±.
Un ejemplo reciente ¡ªy tr¨¢gico¡ª tuvo lugar el pasado agosto, cuando los ultras del Dinamo de Zagreb se enfrentaron en Atenas a los hooligans del AEK y uno de estos, Michalis Katsouris, result¨® muerto. Al parecer, aquella pelea no solo se vio alentada por las diferencias ideol¨®gicas ¡ªlos primeros son de extrema derecha y muchos de los segundos se definen como antifascistas¡ª, sino tambi¨¦n por la amistad de los primeros con los del Panathinaikos (quienes, para mayor enredo, no tienen una tendencia pol¨ªtica definida). El panorama se agrava al tratarse de un ecosistema en constante cambio. Los que hoy son amigos ma?ana pueden no serlo tanto. O los que hoy no son ni una cosa ni la otra pueden convertirse, a ra¨ªz de un episodio puntual, en enemigos. De ah¨ª que no se pueda descansar sobre informaciones recogidas hace dos o tres a?os. El agente de Informaci¨®n pone como ejemplo el partido jugado hace dos a?os entre el Bar?a y el Eintracht de Fr¨¢ncfort, cuando 30.000 alemanes se plantaron en la capital catalana para animar a su equipo. ¡°No exist¨ªan antecedentes, pero uno de ellos entr¨® en los jardines de Bacard¨ª, que es territorio prohibido para los visitantes, y lo reventaron¡±, explica. Con lo que, si en el futuro vuelven a enfrentarse ambos equipos, deber¨¢n tener en cuenta ese antecedente dado que, seg¨²n dice, ¡°esta gente no olvida¡±.
Uno de los factores a considerar es la ideolog¨ªa, especialmente en Espa?a, donde la pol¨ªtica define las relaciones entre los grupos ultras. Con todo, los grupos espa?oles, tal y como expresaba el hincha napolitano al principio de este relato, no suelen estar a la altura de las agrupaciones europeas. Lo corrobora el agente de los Mossos: ¡°El fen¨®meno ultra en Espa?a no tiene la fuerza que se da en lugares como Francia, Italia o Suecia. Tampoco Grecia o Turqu¨ªa. Y, por supuesto, nada que ver con el este de Europa¡±. ¡°Los grupos de los Balcanes son otra cosa¡±, apunta el ultra del N¨¢poles. ¡°Esos no son ultras, son paramilitares¡±.
Los 1.000 ultras parisienses, bajo la atenta mirada de los Mossos, comienzan a caminar ¡ªcantando y encendiendo bengalas¡ª rumbo al estadio, y Pe?¨ªn confirma que sus compa?eros de Informaci¨®n han acertado plenamente con su informe: el qui¨¦nes, el cu¨¢ntos y la tensi¨®n ambiental a esperar. ¡°Esa es la informaci¨®n que utilizamos luego para preparar el dispositivo. Si nos dicen que vienen 1.000 y luego aparecen el doble, tenemos un problema¡±, afirma antes de aclarar que hoy en d¨ªa todos los partidos de competiciones europeas se consideran de alto riesgo.
La comitiva avanza aparentemente tranquila, pero al paso de la fuente de Montju?c varios encapuchados encienden y lanzan dos bengalas. Los parisienses responden al instante contra ellos ¡ªque se han arrancado con un sonoro ¡°?puta PSG, puta PSG!¡±¡ª tirando otras dos bengalas de vuelta. Mientras, los antidisturbios que los custodian cierran filas y ponen orden. Pe?¨ªn cruza miradas con otro intendente, Joan Salama?a, que al ver c¨®mo los encapuchados escapan a la carrera se relaja. ¡°Lo m¨¢s importante en estos casos es reaccionar r¨¢pido¡±, dice. Si consiguen atraparlos, lo m¨¢s probable es que los identifiquen y los multen con varios miles de euros (en la temporada 21/22, la ¨²ltima de la que se tienen datos oficiales, las diferentes polic¨ªas espa?olas tramitaron 1.600 sanciones econ¨®micas).
Poco despu¨¦s, los Mossos d¡¯Esquadra detienen abruptamente al contingente franc¨¦s. Han llegado noticias de que los radicales barcelonistas han lanzado cosas contra el autob¨²s de uno de los equipos ¡ªluego se sabr¨¢ que era el suyo¡ª y urge asegurar la zona. Los mandos de la Brimo aprovechan la parada para despejar los laterales del trayecto, invitando sin demasiados miramientos a los barcelonistas que pululan alrededor del corteo a esfumarse. Tambi¨¦n echan a la mayor¨ªa de los periodistas que revolotean alrededor del despliegue c¨¢mara en mano esperando el foll¨®n. ¡°?Aqu¨ª solo los que est¨¦n autorizados!¡±, gritan.
La gran pregunta es por qu¨¦ miles de j¨®venes ¡ªy no tan j¨®venes¡ª de toda Europa acaban militando en este movimiento. ¡°El esp¨ªritu rebelde, el deseo de probarse a uno mismo, de vencer, el sentimiento de pertenencia, el chute de adrenalina, la energ¨ªa que trae consigo esta vida¡¡±, cuenta Drazn, un radical del Budu?nost Podgorica, de Montenegro. Alberto Palmisciano, autor de una colecci¨®n de libros titulada OldSkool y uno de los estudiosos m¨¢s importantes de este fen¨®meno, destaca: ¡°Ahora, gracias a todas las pel¨ªculas que han ido saliendo en los ¨²ltimos a?os ese rollo mola, es cool, y despierta mucha curiosidad entre los dem¨¢s chavales del barrio o del instituto¡±. Es, concluye, un tema de estatus. ¡°Ser ultra¡±, a?ade un veterano hooligan del Bayer Leverkusen llamado Andre, ¡°puede abrirte puertas a otros mundos m¨¢s chungos¡±. O puede ser, tambi¨¦n, mero instinto primario como el que suele experimentar el fan¨¢tico del N¨¢poles cada vez que hay partido: ¡°En el f¨²tbol me transformo, me convierto en un demonio, y la violencia, que es algo que no contemplo en ning¨²n otro ¨¢mbito de la vida, se convierte en una parte inseparable de mi yo futbolero¡±. En cualquier caso, Axel, un hooligan del Charleroi, relativiza un posible horizonte lleno de chavales dedicando toda una vida al mundo ultra: ¡°Algunos permanecer¨¢n, pero creo que para muchos la militancia comprender¨¢ solo unos a?os de vida, los de la loca juventud, y luego puede que sigan interesados pero sin participar o lo abandonar¨¢n por completo sin mantener ning¨²n v¨ªnculo¡±. Sabe de lo que habla porque, como explica a trav¨¦s de un intermediario, lleva m¨¢s de 30 a?os movi¨¦ndose con su ¡°banda¡± y ha visto todo tipo de casos.
¡°Al final, entrar en un grupo de estos es un proceso largo, un proceso de radicalizaci¨®n similar al que experimentas en cualquier grupo pol¨ªtico que tire a los extremos¡±, apunta el agente de los Mossos. ¡°Una vez entras se da el proceso de ir ascendiendo en el escalaf¨®n a base de ganarte el respeto, y ese respeto tambi¨¦n se gana cometiendo agresiones¡±. Al respecto cuenta que al finalizar el partido entre el Bar?a y el PSG varios radicales barcelonistas agredieron a un parisiense. ¡°El objetivo primordial es atacar a la afici¨®n en su conjunto, al grupo rival, no a dos o tres rezagados, pero si lo primero no se puede y te encuentran¡¡±.
La clave de que el mundo ultra se perciba como un fen¨®meno en crecimiento parece estar, seg¨²n los entrevistados, en las redes sociales. En la visibilidad que otorgan a un universo del que hasta hace 10 o 15 a?os solo se hablaba a trav¨¦s de los medios de comunicaci¨®n convencionales. ¡°Ahora desde el sof¨¢ de casa tienes acceso a v¨ªdeos de todo tipo: que si los alemanes animando, que si los v¨ªdeos de peleas¡¡±, dice Lewis. ¡°Con lo cual est¨¢n muy enterados de todo y, si les llama m¨ªnimamente la atenci¨®n, ya saben d¨®nde ir o, muy probablemente, tengan alg¨²n amigo que ya est¨¢ medio dentro¡±. ?lex, un veterano de las gradas de Vigo, corrobora que las redes sociales son clave para entender la llegada de gente joven a estos grupos: ¡°Ya no es que est¨¦n a un clic de enterarse de todo; es que est¨¢n a un clic de interactuar con quien quieran¡±. M¨¢s ilustrativo es Niko, ultra del Legia de Varsovia, uno de los grandes grupos del Este: ¡°En m¨¢s de una ocasi¨®n me ha ocurrido recibir la felicitaci¨®n de alg¨²n amigo europeo por el tifo [lona gigante desplegada en las gradas antes de un partido importante] realizado y yo ni siquiera lo hab¨ªa podido ver¡ ?porque todav¨ªa estaba debajo!¡±.
Aunque la polic¨ªa lleva a?os consiguiendo adelantarse a los acontecimientos, a veces su af¨¢n por evitar disturbios puede tener consecuencias inesperadas. Ocurri¨® el pasado 18 de abril, por ejemplo, cuando el prefecto de polic¨ªa de Marsella prohibi¨® un viaje de los aficionados del Benfica de Lisboa al estadio marsell¨¦s con motivo de un partido de la Europa League. Lo justific¨® asegurando que as¨ª se evitaba cualquier tipo de incidente. Sin hinchas visitantes ¡ªdictaba su l¨®gica¡ª no cab¨ªa la posibilidad de que se registrara violencia. Hasta ese punto ¡ªrestringir la libre circulaci¨®n de ciudadanos¡ª se mueve a veces la autoridad para intentar dominar el movimiento ultra. El problema, seg¨²n nos cuenta Olivier Laval, un cronista franc¨¦s especializado en la cultura de las gradas, es que el anuncio se produjo el d¨ªa antes de que el propio Olympique de Marsella jugara en Lisboa el partido de ida. ¡°Nada m¨¢s enterarse, el Benfica tom¨® la misma decisi¨®n: prohibir la entrada en su estadio a los marselleses¡±, explica en un correo electr¨®nico. Con tres agravantes. El primero es que los 2.500 expedicionarios franceses ya estaban en camino. El segundo es que buena parte de ellos eran ultras y, por tanto, gente poco dispuesta a dejarse domar. Y el tercero es que dijeron que no pensaban darse la vuelta.
La situaci¨®n, cuenta Laval, desat¨® una crisis en Marsella entre los pol¨ªticos locales, que ped¨ªan al prefecto que levantase la prohibici¨®n del partido de vuelta, y este, que no parec¨ªa dispuesto a dar su brazo a torcer. Mientras los diferentes despachos cruzaban llamadas, centenares de ultras marselleses se iban congregando en los alrededores de la plaza del Comercio. La tensi¨®n fue aumentando conforme iba acerc¨¢ndose la hora de comer. Muchos de los ultras no paraban de mirar el tel¨¦fono m¨®vil y algunos se levantaban cada dos minutos para hacer llamadas mientras lanzaban miradas recelosas a los antidisturbios que hab¨ªan ido despleg¨¢ndose. ¡°Tuvo que intervenir el ministro del Interior y obligar al prefecto a revocar la orden¡±, explica Laval. Y al ser revocada el Benfica tambi¨¦n revoc¨® la suya.
Aquella decisi¨®n tomada in extremis evit¨®, en opini¨®n de un ultra portugu¨¦s que prefiere mantener su anonimato, que aquel d¨ªa se armase un jaleo importante entre los miles de marselleses desplazados ¡ªcon su entrada ya comprada¡ª y la polic¨ªa lusa.
Finalmente, el corteo del PSG llega a los alrededores del estadio ol¨ªmpico barcelon¨¦s a una hora del partido. Ah¨ª se encuentra el punto negro de la valla. Al pasar cerca hay un nuevo lanzamiento de bengalas, pero a diferencia de lo ocurrido el d¨ªa del N¨¢poles esta vez nadie logra tensionar el cord¨®n policial y los parisienses son conducidos a los accesos de la zona visitante. All¨ª los cachean en tandas de 60 personas sin mayor percance. Han sido dos horas de tensi¨®n, nervios y tambi¨¦n de algunos gritos entre polic¨ªas. Y, aunque todo ha terminado bien, Joan Salama?a no puede evitar un peque?o desahogo al repensar mentalmente la cantidad de recursos ¡ªvalorados entre los 50.000 y los 500.000 euros dependiendo del partido¡ª destinados a que nada se desmadre durante las ¨²ltimas 24 horas. ¡°Si te paras a pensarlo es bastante absurdo¡±, dice con mueca incr¨¦dula. ¡°Todo esto por un partido de f¨²tbol¡±.