Pascua y resurrecci¨®n donde reina la muerte
Los vecinos de Igualada se echan a la calle tras concluir la clausura del p¨¦rimetro del municipio
El hombre se ha detenido en el camell¨®n que divide las dos v¨ªas de la avenida de Balmes, una de las arterias que alimentan de personas a Igualada: saluda con la mano en alto a un auto, luego a otro y da paso a un tercero antes de retomar su propia marcha, parsimonioso y de buen humor. Cuando alcanza la otra acera, echa el trasero a descansar en un banco junto a una parada de autob¨²s. El hombre es breve, algo encorvado, de largos setenta y luce una eleg...
El hombre se ha detenido en el camell¨®n que divide las dos v¨ªas de la avenida de Balmes, una de las arterias que alimentan de personas a Igualada: saluda con la mano en alto a un auto, luego a otro y da paso a un tercero antes de retomar su propia marcha, parsimonioso y de buen humor. Cuando alcanza la otra acera, echa el trasero a descansar en un banco junto a una parada de autob¨²s. El hombre es breve, algo encorvado, de largos setenta y luce una elegancia impar: pantalones grises de vestir, chaqueta negra y una boina oscura que deja ver sus canas cort¨ªsimas, como si no hubiera pasado ya un mes de confinamiento.
¡°No¡±, dice, ¡°no s¨¦ cu¨¢ndo pasa el transporte¡±. El hombre no est¨¢ ah¨ª para viajar a ning¨²n lado: ha salido de su apartamento a pasear, pero no lo dice. ¡°Estaba cansado de estar en casa. Y estoy solo. Camino solo y no molesto a nadie¡±. Y muestra que lleva mascarilla ¡ªde algod¨®n verde, una que reparten en algunas farmacias de la ciudad¡ª y guantes de l¨¢tex blancos. ¡°Adem¨¢s, ya vamos saliendo de esto, ?no es verdad?¡±.
El hombre est¨¢ en la calle por confusi¨®n, como cientos de otros habitantes de Igualada. El lunes 6, la Generalitat levant¨® el confinamiento perimetral que cercaba la comarca de la Anoia, donde est¨¢n las primeras cuatro ciudades espa?olas cerradas a cal y canto por la brutalidad de su brote de coronavirus, y la medida produjo el mismo efecto que abrir una ventana cerrada por demasiado tiempo: cambi¨® el aire.
Esto es, como si fuera un mal chiste, mucha gente no ley¨® que finalizaba el ¡°confinamiento perimetral¡± sino que se acababa el ¡°confinamiento¡±, a secas, y comenz¨® a salir a la calle como hormigas despu¨¦s de una tormenta. Decenas de autos comenzaron a circular por las calles perimetrales el primer d¨ªa. Decenas m¨¢s por las avenidas, los pasajes del centro hist¨®rico y las calles laterales. Y cientos de vecinos dejaron que el sol les diese en la cara, lanzados a merodear por los barrios, donde la polic¨ªa no llegaba a vigilar.
Nadie pens¨® en un riesgo de rebrote, tal vez porque, como el se?or de la boina, han visto que ya no muere tanta gente como antes ni se enferme tanta gente como antes. Por eso Igualada no ha estado sola en esa escapada inc¨ªvica. El tr¨¢fico aument¨® en Barcelona y las carreteras catalanas en v¨ªsperas de la Pascua. Cuando la Generalitat levant¨® el cerco sobre Igualada, vecinos de pueblos cercanos tomaron sus autos y bajaron a la ciudad a visitar a sus familiares. El problema de Igualada y la Anoia es la marca escarlata que lleva la comarca: son m¨¢s de 200 muertos en una regi¨®n de 70.000 habitantes, la tasa m¨¢s alta de decesos por habitantes de toda Espa?a.
El lunes 6, primer d¨ªa sin los Mossos en los accesos, Igualada tuvo un sol de paseo y la gente se anim¨® a sacar la nariz de sus casas. Algunos vecinos se juntaban a fumar o conversar en los portales ¡ªa distancia prudencial¡ª y los veh¨ªculos circulaban como si sus conductores tuvieran urgencia de llegar a alg¨²n lugar o de no ser vistos. Decenas de personas recorr¨ªan las callejuelas secundarias, lejos de las avenidas. El martes, el tr¨¢fico de autos y personas subi¨® y para el jueves el silencio humano que hab¨ªa dominado una ciudad en estado de siesta permanente ya no era reemplazado por trinos y gorjeos sino por el rumor tenue de mototes a la distancia. Muchas personas ya andaban por la calle entonces sin mascarillas ¡ªno en los supermercados¡ª y algunos se animaban tanto a pasear perros en grupo como a salir en pareja o andar a la vista sin bolsas de supermercados o mascota, los salvoconductos del virus. Hasta circulaban coches con dos y tres pasajeros a bordo.
La polic¨ªa de Igualada levant¨® cada d¨ªa m¨¢s actas de infracci¨®n al confinamiento, pero sus efectivos son limitados para cubrir el ¨¢rea. El Ayuntamiento admit¨ªa que la gente sal¨ªa, y que no pod¨ªa hacer mucho m¨¢s que insistir a los vecinos en que se queden en casa porque sigue la cuarentena domiciliaria. Es un momento ominoso: los alcaldes italianos han alertado hace tiempo a sus pares espa?oles de que, en cuanto se relajan las medidas de confinamiento, los vecinos salen como adolescentes en viernes. ¡°Es el efecto psicol¨®gico de tres semanas de encierro¡±, dice un funcionario municipal de Igualada. ¡°Cuando levantas un poco la presi¨®n, la gente sale a tomar aire¡±. El lunes 6, el funcionario apostaba a que en dos o tres d¨ªas, los vecinos estar¨ªan en casa otra vez. La escapada, seg¨²n ¨¦l, acabar¨ªa ¡°cuando ya hayan respirado¡±.
No sucedi¨®. Para el jueves parec¨ªa haber demasiada gente con los pulmones por limpiar. En la ma?ana, en una calle secundaria como el Carrer de Sant Josep, por ejemplo, se cruzaban al mismo tiempo un anciano arrastrando los pies tras un bast¨®n con un jovencito empleado en arreglar alguna cosa en su garaje; una se?ora mayor enfundada en un chaquet¨®n verde y un padre cuarent¨®n, barbado y sonriente, que quer¨ªa convencer a su hijo adolescente a que le ayudase a sacar las bicicletas a la calle. Unos metros m¨¢s all¨¢, una treinta?era rubia en leggings negros era arrastrada por un mast¨ªn brutal apresurado por llegar a la rotonda arbolada con la vejiga a punto de reventar. Otro hombre mayor, tambi¨¦n con bast¨®n, doblaba desde una peque?a calle transversal y se cruzaba a poca distancia con dos adolescentes. Uno de ellos cantaba Malamente. Ninguno de los ancianos llevaba mascarillas; tampoco los dem¨¢s.
Calles de nuevo vac¨ªas
El viernes, con la Pascua encima y el festivo del Viernes Santo, las calles est¨¢n casi vac¨ªas. Apenas un sesent¨®n en deportivas verdes y un polar naranja va y viene durante 15 minutos por el Passeig Verdaguer ¡ªsi lo miran mucho, dobla en alg¨²n callej¨®n¡ª y unas pocas mujeres y hombres se pasean con y sin perros, una barra de pan, un botell¨®n de whisky o nada, apart¨¢ndose como apestados cuando se cruzan. A la vera del r¨ªo donde se api?an las f¨¢bricas abandonadas de pieles, un padre carga a su beb¨¦ y arregla la pared de su casa antigua con un amigo. Pasan los autos y los siguen con la mirada hasta que se alejan y entonces s¨ª, como si supieran que no estaban haciendo lo correcto, regresan a la reparaci¨®n.
Y nada m¨¢s. Una tranquilidad de domingo anticipado o de un extra?o cementerio bajo un sol v¨ªvido y vivible. ?Durar¨¢ esa reclusi¨®n? ?Volver¨¢n las personas a enclaustrarse una vez que probaron el calor? ?No habr¨¢ rebrote cuando miles en Igualada y millones en Espa?a regresen al trabajo en d¨ªas, horas? En el recuperado silencio de ese viernes de Pascua, mientras, se oyen las voces que bajan de los edificios o suben desde los patios de las casas. Hay m¨²sica en alg¨²n fondo. Gente en jolgorio. Risas. Hay quienes en estos d¨ªas celebran a un dios que no conocen y que muere y dice resucitar. Y tambi¨¦n hay quienes lloran en su silencio confinado a amores que conoc¨ªan y no pudieron despedir, ni volver¨¢n.
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