El fuera de juego m¨¢s clamoroso de Sito Mi?anco
La pasi¨®n del narco por el f¨²tbol lo llev¨® a la presidencia del modesto Cambados, un error de c¨¢lculo que desmenuza el libro ¡®Sito Presidente¡¯, un retrato de la ¨¦poca
Jos¨¦ Ram¨®n Prado Bugallo, Sito Mi?anco, pelo rojizo y bigote del mismo color, ojos claros, est¨¢ aburrido. Tiene 33 a?os y es el narcotraficante m¨¢s importante a este lado del Atl¨¢ntico, pero el equipo de su pueblo, el Juventud Cambados, no ha subido a Tercera Divisi¨®n como era de esperar tras el desembolso de la temporada anterior. Es septiembre de 1988. Se ha tra¨ªdo a un peque?o pueblo de las R¨ªas Baixas a jugadores de categor¨ªas superiores pag¨¢ndoles primas metidas en bolsas de basura; a un ...
Reg¨ªstrate gratis para seguir leyendo
Si tienes cuenta en EL PA?S, puedes utilizarla para identificarte
Jos¨¦ Ram¨®n Prado Bugallo, Sito Mi?anco, pelo rojizo y bigote del mismo color, ojos claros, est¨¢ aburrido. Tiene 33 a?os y es el narcotraficante m¨¢s importante a este lado del Atl¨¢ntico, pero el equipo de su pueblo, el Juventud Cambados, no ha subido a Tercera Divisi¨®n como era de esperar tras el desembolso de la temporada anterior. Es septiembre de 1988. Se ha tra¨ªdo a un peque?o pueblo de las R¨ªas Baixas a jugadores de categor¨ªas superiores pag¨¢ndoles primas metidas en bolsas de basura; a un entrenador del Ourense, Mario Guede; a un antiguo vicepresidente del Pontevedra y leyenda de los despachos y campos gallegos, Rafa Lino, como consejero ¨¢ulico. Pero Sito est¨¢ aburrido y Guede horrorizado, porque el Cambados es un fen¨®meno medi¨¢tico y ¨¦l prefiere menos ruido. ¡°Presi, tenemos que dejar de salir en los medios, dediqu¨¦monos al f¨²tbol y ya est¨¢¡±, le dice a Mi?anco.
¡°Sito asent¨ªa tranquiliz¨¢ndolo y despu¨¦s hac¨ªa lo que le daba la gana¡±, cuenta Felipe de Luis Manero, autor de Sito Presidente (Pepitas de Calabaza, 2020), un libro -a la venta el 7 de octubre- sobre los a?os de Mi?anco como m¨¢ximo dirigente de un equipo tradicionalmente perdido en categor¨ªas regionales que coloc¨® en cuatro a?os a las puertas de Segunda Divisi¨®n. As¨ª que el joven Sito, necesitado de un golpe de efecto para sacudirse el ensimismamiento, mira el calendario y ve que en la siguiente jornada el Cambados juega en A Pobra do Carami?al, al otro lado de la R¨ªa de Arousa. Era perfecto: ir¨ªan al partido por mar.
Con tres planeadoras, concretamente, usadas por la organizaci¨®n de Sito para mover el tabaco y la fari?a (coca¨ªna); as¨ª se present¨® parte de la plantilla del Cambados al otro lado de la r¨ªa, con la primera lancha conducida por Sito Mi?anco, leyenda local del pilotaje desde que se dedicaba a la pesca furtiva. Feliz al tim¨®n, con los pelos al viento, los motores rugieron aquel domingo al mediod¨ªa y los vecinos at¨®nitos salieron de casa a ver qu¨¦ carallo pasaba. Lanchas de Mi?anco a plena luz del d¨ªa sin Guardia Civil detr¨¢s: c¨®mo habr¨¢ sido la mordida. L¨¢stima de retransmisi¨®n: ¡°Las planeadoras del Cambados empiezan a llegar al estadio¡±. Puro placer y provocaci¨®n, escribe Manero sobre la estampa del capo al tim¨®n de la lancha. ¡°Pero a la vez hab¨ªa algo extra?amente majestuoso en todo aquello. Era Sito Mi?anco, o Se?or do Fume (el se?or del humo, del tabaco), el puto rey del mundo¡±.
¡°El nuevo se?or del humo¡± titul¨® EL PA?S un art¨ªculo en junio de 1990 en el que se esbozaban a grandes rasgos la leyenda que se perpetuar¨ªa de Mi?anco. Por un lado, un tipo de proyecci¨®n social como presidente de club, joven de ¨¦xito aficionado a coches de lujo, benefactor y apoyo de familias y causas vecinales. Por el otro, un tipo entre sombras ya condenado por contrabando de tabaco y cuyas malas compa?¨ªas empezaban a ser detenidas en grandes incautaciones de coca¨ªna; uno de los responsables, en definitiva, de la epidemia de muerte y destrucci¨®n que asol¨® esa d¨¦cada a las familias gallegas. En medio, una comunidad en buena parte (ni mucho menos toda) compinchada con ¨¦l, desde pol¨ªticos a vecinos, pasando por medios de comunicaci¨®n. Y ¨¦l, en una asamblea de socios del Juventud de Cambados, reconoci¨¦ndose fuera de la ley pero con sentidi?o: ¡°Yo fume s¨ª, pero de fari?a nada¡±.
Nadie resume mejor los a?os dorados del hijo de los Mi?ancos en Cambados que uno de los hombres que, pudiendo hacer algo entonces, nada hizo: el alcalde Xo¨¢n Antonio Pillado. En un documental de la TVG sobre el Cambados, Pillado cuenta que a base de pagar operaciones quir¨²rgicas a familias en apuros, sacar de l¨ªos a muchos, pagar las fiestas del pueblo (vean Fari?a, la obra de teatro: mejor explicado imposible) y dem¨¢s, el pueblo de Cambados desarroll¨® una ¡°dependencia afectiva¡± hacia Mi?anco.
Todav¨ªa hoy, treinta a?os despu¨¦s, queda gente en su localidad natal recordando lo que hizo Sito Mi?anco por ella (a un hombre en el restaurante Posta do Sol, habitual de Mi?anco para sus cuchipandas, se le escapan las l¨¢grimas delante de Manero para decir que el error de Sito fue ser ¡°demasiado bueno: los que hablan mal de ¨¦l son unos hijos de puta¡±) y otra gente cuya cabeza, como su vida, sigue hecha un l¨ªo: ¡°Sito era bo rapaz; non deber¨ªa ser bo rapaz para min, que ti?a un irm¨¢n metido na droga e morreu hai pouco [Sito era un buen chico; no deber¨ªa ser un buen chico para m¨ª, que ten¨ªa un hermano involucrado en las drogas y muri¨® recientemente]¡±. Quien lo cuenta es un jugador de aquel hist¨®rico Cambados; ¡°se pas¨® media vida cobrando el dinero que proven¨ªa de la droga, la misma que demacr¨® a su hermano durante a?os¡±, cuenta el autor de Sito Presidente. Pero en general, la batalla del relato la han ganado por KO (el de sus hijos) las madres contra la droga, la justicia y las Fuerzas de Seguridad del Estado. Ya no es posible que, con toda naturalidad, las c¨¢maras vayan a la clase de un colegio a preguntar a los ni?os qu¨¦ quieren ser de mayores, y uno responda con toda la ilusi¨®n del mundo: ¡°Contrabandista¡±.
Mi?anco jug¨® en el Cambados hasta la categor¨ªa juvenil y lleg¨® a debutar jugando algunos minutos en el primer equipo. Era, cuentan quienes lo vieron jugar, trot¨®n, f¨ªsico, corajudo; poca calidad t¨¦cnica pero mucha entrega. Su sue?o de ser presidente del club lo materializ¨® a la muerte de su padre, qui¨¦n sabe si como homenaje. Lo que hizo en unos pocos a?os fue tan absurdo que una teor¨ªa defiende que Mi?anco orden¨® bajar el ritmo para no subir a Segunda Divisi¨®n y acabar saliendo en telediarios de medio mundo. Llegaron a quedar cuartos en Segunda Divisi¨®n B, tercer equipo gallego tras Celta y Deportivo; sus mejores resultados aparecieron cuando Mario Guede (hasta hace unos d¨ªas concejal del PP de Ourense en el gobierno del simpar Gonzalo P¨¦rez J¨¢come) puso freno a ostentaciones como concentrarse en el Parador de Cambados (donde circulaban mariscadas, prostitutas y alcohol) antes de los partidos.
En aquel equipo jugaban grandes futbolistas; uno de ellos era Emilio Mill¨¢n Gali?anes, alias Toti, procedente del Gran Pe?a que lleg¨® a debutar con el Celta. El ¨²nico de aquel Cambados que prob¨® con el Real Madrid. Un delantero de calidad impresionante, toque, inteligente, poco dado al sacrificio y experto en lucirse. Manero le se?ala como el ojito derecho de Mi?anco, el jugador que por sus condiciones nunca pudo ser. Estrella veintea?era de futbol modesto, Mi?anco poco menos que lo adopta porque se reconoce en ¨¦l diez a?os antes; seductores los dos, amantes de la velocidad y con prisa para todo. Su relaci¨®n, la del delantero y su presidente, se estrecha hasta el desastre: en septiembre de 1990 el jugador es detenido en la frontera francesa con 150 millones de pesetas en el maletero, y a?os despu¨¦s se le requisan a Mi?anco dos tel¨¦fonos m¨®viles en la c¨¢rcel de Valdemoro que estaban a nombre de Toti.
El sue?o amarillo (se dice que las camisetas del Cambados son de ese color porque al fundarse ten¨ªan tan pocos medios que estudiaron las de los equipos rivales de la comarca para ahorrarse la segunda equipaci¨®n) empez¨® a liquidarse con la b¨²squeda y captura de Mi?anco. La Operaci¨®n N¨¦cora confirm¨® p¨²blicamente lo que la resistencia c¨ªvica de las R¨ªas Baixas llevaba tiempo se?alando: el elefante estaba en la habitaci¨®n y mucha gente aparentaba no verlo para beneficiarse de ¨¦l.
Mi?anco no cay¨® en la N¨¦cora pero s¨ª poco despu¨¦s, y varias veces m¨¢s, siempre relacionado con la coca¨ªna. El Cambados regres¨® de donde vino, las categor¨ªas regionales y Tercera Divisi¨®n, marcado por el estigma y leyendas que unos exjugadores confirman en el libro y otros no, casi siempre desde el anonimato. La ¨²ltima captura de Mi?anco, cuando se encontraba en r¨¦gimen de semilibertad, ocurri¨® en 2018. ?Por qu¨¦? Un responsable de la lucha antidroga dijo entonces, off the record: ¡°Si Maradona est¨¢ aqu¨ª sentado, y baja por ah¨ª un bal¨®n, es imposible que no se levante y le d¨¦ una patada. A Mi?anco le pasa lo mismo: lleva en el mar toda la vida, el tr¨¢fico de drogas es lo ¨²nico que sabe hacer, su pasi¨®n. Es una desgracia pero as¨ª se explica que, con su fama y sabi¨¦ndose vigilado, le pasase por delante una operaci¨®n de desembarco y dijese que s¨ª¡±.
Ese mismo a?o La Voz de Galicia public¨® grabaciones obtenidas por la polic¨ªa de narcos jovencitos hablando con admiraci¨®n de Mi?anco: ¡°Hay gente que lo lleva en la piel, que lo lleva en la sangre¡±, dice uno; ¡°a ese ya pueden estar mall¨¢ndole en la cabeza que es igual, como tarden en darle otro martillazo ya escap¨®¡±, contesta otra. ¡°No ten¨ªa ninguna necesidad de estar delante del toro, pero le va la marcha. Y si falla cualquier cosa, sube ¨¦l a la lancha y la va a descargar¡±.
Quiz¨¢ el momento m¨¢s feliz de Mi?anco fue el d¨ªa en que, futbolista frustrado y narco de ¨¦xito, subi¨® a una embarcaci¨®n suya a pilotarla ¨¦l mismo llevando a sus jugadores como si fuesen fardos para desembarcarlos en la r¨ªa. A plena luz del d¨ªa, como en la procesi¨®n de Carmen de la que se lleg¨® a decir que un d¨ªa el sacerdote la cambi¨® de d¨ªa para que Mi?anco, benefactor de la Iglesia, hiciese un desembarco la noche anterior. ¡°Mi?anco entonces era intocable¡±, desmiente un vecino, ¡°pero la virgen de los marineros es la virgen de los marineros, no nos pasemos¡±.