El rescate de nunca empezar en San Isidro

Un muro blanco interrumpe la carretera que asciende al puerto asturiano de San Isidro. Una fresadora la encara y, mientras el sistema escupe parte de la nieve, un operario mina la muralla a mano, con una pala que asoma por la ventanilla. Un alud sepult¨® el d¨ªa de A?o Nuevo una m¨¢quina como esta, de 12 toneladas, y a dos trabajadores como ellos. Uno sigue desaparecido. Detr¨¢s de este veh¨ªculo amarillo, una quitanieves naranja aguarda a que esta primera avanzadilla diez...

Un muro blanco interrumpe la carretera que asciende al puerto asturiano de San Isidro. Una fresadora la encara y, mientras el sistema escupe parte de la nieve, un operario mina la muralla a mano, con una pala que asoma por la ventanilla. Un alud sepult¨® el d¨ªa de A?o Nuevo una m¨¢quina como esta, de 12 toneladas, y a dos trabajadores como ellos. Uno sigue desaparecido. Detr¨¢s de este veh¨ªculo amarillo, una quitanieves naranja aguarda a que esta primera avanzadilla diezme al est¨¢tico enemigo. Pueden tardar media hora en derrotar a una masa colosal y avanzar unos metros. Dos empleados expresan con palabras escuetas su respeto a la monta?a que engull¨® a dos colegas. A¨²n faltan dos kil¨®metros para llegar al punto de la desgracia, y de su labor depende que los rescatadores puedan llegar al lugar. Para ello deber¨¢ remitir el temporal. Actualmente es imposible. Los t¨¦cnicos han tenido que atravesar un alud ca¨ªdo la pasada noche, que hizo caer nieve, ¨¢rboles y roca sobre la calzada. El hacha del asiento del copiloto y los cortes en las ramas acumuladas junto a cornisas blancas de dos metros de altura dan fe de ello.

Caminar hasta el lugar genera una mezcla de quietud y riesgo. El fr¨ªo y el desnivel de la carretera aumentan seg¨²n se avanza entre capas de nieve cada vez m¨¢s altas. Reina el silencio, solo interrumpido por la ca¨ªda de la nieve que se acumula en los ¨¢rboles, un extra?o susurro que permite imaginar la potencia de una avalancha cuando las laderas escarpadas vencen ante tantas toneladas. Alzar la mirada ofrece vistas de bosques y riscos en blanco y negro, finos como si Eduardo Manostijeras hubiera recortado cada una de estas esculturas naturales de hielo y piedra entre la cordillera. Al igual que en la pel¨ªcula de Tim Burton, aqu¨ª subyace el drama entre estampas en apariencia buc¨®licas: hasta que no se abra camino en el cerrado puerto de San Isidro no se reanudar¨¢ la b¨²squeda de Virgilio Garc¨ªa, a¨²n atrapado.

El puesto de mando avanzado que coordina el dispositivo se encuentra a unos cuatro kil¨®metros de ese punto, en Felechosa. Los copos que caen desde primera hora refrendan la postura del equipo: nada de arriesgarse en una trampa que puede ser fatal. El mensaje es tan fr¨ªo como el ambiente: ¡°Lo mejor que puede pasarnos es que haya solo una muerte¡±. En el lugar se citan bomberos especializados en rescates en la cordillera y guardias civiles de monta?a. La Unidad Militar de Emergencia se fue porque a¨²n no puede colaborar. Juanjo Santas, uno de los guardias civiles que asisti¨® a las labores de b¨²squeda antes de su suspensi¨®n, relata que la principal dificultad no es llegar, sino salir vivo. El agente apunta que el objetivo es acceder a la masa desplazada desde arriba y desde debajo, pero solo con la certeza de que no caer¨¢n m¨¢s aludes.

El lugar de la tragedia, sobre cuyo peligro los vecinos del concejo de Aller han alertado hist¨®ricamente, se ubica en un claro entre dos monta?as. Este paraje se llena de nieve y propicia aludes frecuentes. El barranco por donde cay¨® la fresadora tiene m¨¢s de un kil¨®metro de profundidad, una inclinaci¨®n del 70% y carece de escapatorias.

Antonio Villena, jefe de un ¨¢rea de bomberos asturianos, insiste en el riesgo de que otro deslizamiento aumente las v¨ªctimas. La m¨¢quina, de hierro, apareci¨® partida en tres trozos. La virulencia de los derrumbes, sin opci¨®n de refugio, impide actuar. Adem¨¢s de las varas de sondeo de cinco metros de largo y los perros adiestrados empleados hasta ahora, si el tiempo ofrece una tregua, se utilizar¨¢ un helic¨®ptero para observar las laderas y predecir posibles aludes, explica Francisco Carre?osa, jefe de la zona centro de bomberos del Principado. Los drones ofrecer¨¢n m¨¢s detalles mientras aguardan a unos georradares que un familiar del desaparecido intenta conseguir de Noruega.

¡°El problema no es tanto localizarlo como sacarlo¡±, dice un participante en el rescate. El guardia Juanjo Santas detalla que en paredes de este tipo hay que hacer rapel y amarrarse con cuerdas. Toda una odisea en un espacio donde ¡°notas el peligro¡±. Hasta los animales lo padecen. Pablo Mu?oz, un aficionado a la naturaleza, ha acudido al puerto para observar la fauna. Las copiosas nevadas afectan a los jabal¨ªes o a los venados, comenta junto a su perro Beckham. Otros a?os ha visto a varios ejemplares atrapados o muertos al intentar cruzar el r¨ªo. Un grupo de 20 ciervos se encuentra a unos metros por encima de la quitanieves. Se refugian bajo un ¨¢rbol que les proporciona un escaso alimento. Debajo de ellos, los humanos tambi¨¦n sufren. No nieva a gusto de nadie en San Isidro.