David Beriain, el mejor periodista, mi mejor amigo
Nunca les hizo mucho caso, pero le dieron muchos premios. Su forma de estar en el mundo era contarlo y en una profesi¨®n de egos y de firmas, supo siempre que su oficio consiste en compartir
No se puede decir que fuera un flechazo. Yo era becaria en La Voz de Galicia y ¨¦l estaba en la guerra de Irak, pa¨ªs al que hab¨ªa llegado escondido en el falso fondo de un cami¨®n. Cuando se pon¨ªan nerviosos en la secci¨®n con el cierre, me dec¨ªan: ¡°Ll¨¢male y dile que o manda ya la cr¨®nica o metemos una plancha [publicidad]¡±. Yo le llamaba con una versi¨®n edulcorada del ultim¨¢tum ¡ª¡±David, ?c¨®mo vas?¡±¡ª y a continuaci¨®n o¨ªa un mont¨®n de gritos sobre la abundancia de enchufes en la guerra, lo buenos que eran los restaurantes en Faluya y lo limpios que estaban ¨¦l y el sitio donde estaba escrib...
No se puede decir que fuera un flechazo. Yo era becaria en La Voz de Galicia y ¨¦l estaba en la guerra de Irak, pa¨ªs al que hab¨ªa llegado escondido en el falso fondo de un cami¨®n. Cuando se pon¨ªan nerviosos en la secci¨®n con el cierre, me dec¨ªan: ¡°Ll¨¢male y dile que o manda ya la cr¨®nica o metemos una plancha [publicidad]¡±. Yo le llamaba con una versi¨®n edulcorada del ultim¨¢tum ¡ª¡±David, ?c¨®mo vas?¡±¡ª y a continuaci¨®n o¨ªa un mont¨®n de gritos sobre la abundancia de enchufes en la guerra, lo buenos que eran los restaurantes en Faluya y lo limpios que estaban ¨¦l y el sitio donde estaba escribiendo. Al colgar, cuando me preguntaban qu¨¦ hab¨ªa dicho, yo siempre respond¨ªa: ¡°Que manda enseguida¡±. Ni un solo d¨ªa dej¨® de enviar su texto a tiempo. Cuando volvi¨® de la guerra pregunt¨® qui¨¦n era la chica a la que hab¨ªa estado gritando las ¨²ltimas semanas. Lo recuerdo perfectamente porque fue justo antes de convertirse en mi mejor amigo.
Despu¨¦s vinieron m¨¢s guerras, m¨¢s conflictos, m¨¢s reportajes. David me llamaba para leerme sus cr¨®nicas, que siempre eran perfectas: con todos los datos y la emoci¨®n que hace falta para que a miles de kil¨®metros un lector comprenda exactamente lo que significan. Baraj¨¢bamos titulares, le d¨¢bamos el OK al texto y nos pon¨ªamos a hablar durante horas de otras cosas. Daba igual que estuviera en Afganist¨¢n, en Irak o a punto de meterse en un campamento de las FARC: resuelto el periodismo, empezaba el consultorio sentimental. David ten¨ªa much¨ªsimas cosas buenas, pero la mejor, sin ninguna duda, era un buen par de orejas. Como los buenos periodistas ¡ªnunca he conocido uno mejor¡ª ¨¦l quer¨ªa entender y para eso hay que saber escuchar.
De la prensa escrita pas¨® a los documentales con su productora, 93 Metros. La fund¨® despu¨¦s de la muerte de su abuela y se llama as¨ª en su honor. 93 metros era la distancia que separaba la puerta de la casa del banco de la iglesia donde ella rezaba. Juanita nunca sali¨® de all¨ª y no lo necesit¨® para vivir, para querer y que la quisieran. David decidi¨® poner ese nombre a la productora con la que iba a recorrer el mundo para no olvidarse nunca de que a veces las mejores historias est¨¢n en los lugares m¨¢s peque?os.
No era un temerario. Se sent¨® delante de narcos, de sicarios, de v¨ªctimas de una guerra olvidada. Pero cont¨® tambi¨¦n la historia de los percebeiros (documental nominado al premio Goya), la de quienes arriesgan todo por defender el bosque de los incendios forestales (La vida en llamas) y la de Juan Balderas, en el corredor de la muerte, que le vali¨® otra nominaci¨®n a un Emmy en la categor¨ªa de mejor investigaci¨®n period¨ªstica en espa?ol.
Muchos de esos documentales los grab¨® acompa?ado de Roberto Fraile, herido en Siria en 2012, c¨¢mara excepcional. Ambos fueron asesinados mientras realizaban un reportaje sobre la caza furtiva en Burkina Faso. David ten¨ªa 43 a?os. Roberto, 47. Murieron en acto de servicio. Al servicio de usted. Su forma de estar en el mundo era contarlo y en una profesi¨®n de egos y de firmas, entendieron siempre que su oficio consiste en compartir. A David le llenaron las vitrinas de premios, la espalda de palmaditas. Y al principio, durante y al final, la historia que m¨¢s le gustaba contar y la que a m¨ª m¨¢s me gustaba escuchar era la de c¨®mo conoci¨® a su mujer, Rosaura. Recuerdo perfectamente el d¨ªa que su nombre apareci¨® por primera vez en el consultorio sentimental y pens¨¦: ¡°Te cazaron¡±. ?l era el periodista al que todos los periodistas se quieren parecer. Y juntos eran la mejor charla, el mejor consejo, el mejor domingo, la mejor forma de empezar el a?o. Hoy le lloramos en varios continentes los que tuvimos la suerte de tropezarnos con ¨¦l. Para los que no, queda su inmenso trabajo. ?chenle un vistazo. Lo hizo para ustedes.