Las vidas espa?olas que deja la guerra de Ucrania: ¡°Todo lo tengo all¨ª, el plan es volver¡±
Un centenar de espa?oles que abandonaron el pa¨ªs tras la invasi¨®n rusa se alojan en casa de allegados a la espera de un futuro incierto
Gorka Barrig¨®n, de 44 a?os, viste unos pantalones color beige, impolutos. Su madre se los compr¨® en San Sebasti¨¢n justo el d¨ªa de antes de que llegara en autob¨²s desde Madrid, con una mochila en la que solo hab¨ªa un par de mudas. Una mochila que hizo a toda prisa, empujado por la invasi¨®n rusa a Ucrania que le oblig¨® a romper su vida de cuajo. En el apartamento de Kiev quedaron todas sus pertenencias, como si el tiempo se hubiera detenido. Como si hubiera bajado ¡°a hacer una gesti¨®n en el banco¡±. No solo quedaron all¨ª sus enseres: tambi¨¦n amigos, trabajo y el d¨ªa a d¨ªa con David, su hijo. Ambos pudieron salir del pa¨ªs gracias a uno de los convoyes de la Embajada espa?ola en Kiev que hace una semana evacuaron a un centenar de compatriotas y a sus familiares a Espa?a. Otros, los menos, lograron cruzar la frontera ucrania por sus propios medios.
La vida paralizada. Hace poco m¨¢s de una semana, el peque?o David correteaba por las calles de Kiev, ahora asediadas por las bombas. Su padre, Gorka, se instal¨® en la capital ucrania hace cinco a?os y hab¨ªa construido su vida en torno a la del peque?o, de cuatro. En los d¨ªas previos a la invasi¨®n, la rutina de este donostiarra discurr¨ªa como si nada. Trabajaba en una empresa tecnol¨®gica junto al resto de compa?eros, iba a restaurantes con amigos, a discotecas... Todo normal. Hasta que empez¨® la ofensiva rusa. ¡°Entre nosotros hab¨ªa una calma total en la ciudad. No hab¨ªa nada que dijeras ¡®?ostras!¡±, cuenta Barrig¨®n, tras la ¡°escapada¡±. De regreso a Espa?a, un d¨ªa despu¨¦s de dejar a David ¡°a salvo¡± con los abuelos, en San Sebasti¨¢n, volvi¨® el mi¨¦rcoles a la frontera polaca con Ucrania, donde se reuni¨® con otros amigos y con la madre del peque?o. Desde entonces, ayuda como voluntario a los miles de refugiados a los que, como a ellos, el mundo se convirti¨® en el mundo de ayer. ¡°Ahora, realmente, nuestra vida ha parado. Lo que nos sobra es tiempo. Qu¨¦ menos que utilizarlo ayudando¡±, dice Gorka.
El regreso. A Alejandro Nievas, de 27 a?os, todav¨ªa le cuesta dormir. Llevaba desde 2019 instalado en la regi¨®n del Donb¨¢s, en el este de Ucrania, conviviendo desde hace a?os con trincheras, controles militares y la escalada de tensi¨®n ante las tropas rusas. Pero, a¨²n as¨ª, ve¨ªa ¡°impensable¡± que el Kremlin ordenase una invasi¨®n como la que se ha precipitado. A este malague?o, nacido en Torremolinos, el primer bombardeo le pill¨® en Sof¨ªa (Bulgaria), donde hab¨ªa viajado dos d¨ªas antes para una conferencia. Nievas trabajaba como cooperante para una ONG con ¡ªparad¨®jicamente¡ª desplazados de la guerra que desde 2014 azota la regi¨®n. ¡°No me gusta decir que soy tambi¨¦n un refugiado porque puedo volver a mi casa. A mi casa en Espa?a, digamos¡±, explica Nievas por videollamada, durante el viaje de regreso.
La mayor¨ªa de desplazados espa?oles se han alojado temporalmente con allegados y amigos hasta que encuentren un rumbo. Nievas tom¨® un coche y recogi¨® a su pareja, de nacionalidad ucrania, y a otros familiares en la frontera con Rumania. Desde all¨ª, emprendieron el periplo de vuelta hasta Torremolinos. Nievas se ha quedado sin trabajo. Y sentencia: ¡°No podemos estar viviendo con mis padres mucho tiempo. Espa?a es mi pa¨ªs y me gusta mucho. Pero mi vida estaba all¨ª. Nuestra casa, todo, est¨¢ all¨ª. El plan es volver. Quedarse en Espa?a o en otro pa¨ªs ser¨ªa ya en una situaci¨®n en la que fuera imposible volver. Es literalmente empezar de cero otra vez¡±.
El futuro. Acaban de escapar de la guerra en Ucrania y ya est¨¢n pensando en volver a viajar. Tatiana Mendoza, de 30 a?os, y Adri¨¢n Mart¨ªnez, de 28, quieren mirar hacia delante y seguir con los planes de conocer mundo, sin dejar de lado su agencia de marketing digital. Pero no olvidan ni por un instante lo que han sufrido. Tampoco, a sus compa?eros de trabajo que quedaron atr¨¢s. ¡°El ¨²nico que no se ha enterado de nada es Liam¡±, comenta el joven mientras mira a su beb¨¦ de nueve meses, que come una tostada en una cafeter¨ªa de Valencia. Resid¨ªan con su hijo en la ciudad espa?ola hasta hace un mes, cuando aceptaron una propuesta empresarial de su amigo hispanoucranio Igor y se instalaron en Kiev.
El matrimonio de emprendedores estaba a gusto en la capital de Ucrania, una ¡°ciudad muy bonita¡± en la que no notaron problemas de convivencia entre sus vecinos, apunta Mendoza. Pero todo se trunc¨® el jueves de la pasada semana, cuando las tropas rusas atravesaron las fronteras y entraron en el pa¨ªs. ¡°Decidimos salir ese mismo d¨ªa. Igor insist¨ªa. Se sent¨ªa responsable. Nos llevamos los ordenadores, la comida y la ropa del ni?o. Poco m¨¢s. Tuvimos suerte: pudimos salir en el primer convoy organizado por la Embajada. Nos dieron preferencia por ir con el beb¨¦. Para nosotros ha sido duro, pero no dram¨¢tico¡±, relata Mart¨ªnez, sereno, al tiempo que apura su infusi¨®n.
Dram¨¢tica es la situaci¨®n que vive desde hace a?os un compa?ero de la empresa. ¡°Cuando baja al b¨²nker pierde la conexi¨®n de Internet, pero sigue trabajando. Dice que est¨¢ acostumbrado y no puede dejar de hacerlo. Vive en el Donb¨¢s¡±, prosigue Mendoza. Tambi¨¦n est¨¢n en contacto con los espa?oles del grupo de Telegram que crearon con el estallido de la guerra y que pas¨® de un pu?ado de conocidos a un centenar. ¡°A¨²n quedan cuatro o cinco espa?oles en Ucrania y te preocupas cuando no dicen nada¡±, se?ala ella, de nacionalidad colombiana, en¨¦rgica y de hablar decidido. La pareja y el beb¨¦ se han acomodado temporalmente en la casa de los padres de Mart¨ªnez, en un pueblo cercano a Valencia. Dejaron su piso en la ciudad del Turia para marcharse a Kiev con un proyecto de futuro por delante. Hoy interrumpido. No se lamentan. No descartan volver a la capital ucrania, recuperar sus cosas y ver a amigos. A saber ¡°cu¨¢ndo podr¨¢ ser¡±, expresan con gestos.
El miedo. Arturo, de 32 a?os, se despert¨® ¡°en shock¡± la noche en la que estallaron los ataques. Desde hace dos a?os, resid¨ªa en el centro de Kiev. All¨ª ten¨ªa un empleo en una empresa tecnol¨®gica y compart¨ªa el domicilio junto a su novia, Yulia Diachenko, de 27 a?os y nacionalidad ucrania. La pareja se embarc¨® en el primero de los convoyes organizados por la Embajada espa?ola en la capital. Con lo puesto, cargando un equipaje de 10 kilogramos m¨¢ximo por persona. Lo ¨²ltimo que hicieron antes de abandonar el inmueble fue fijar la mirada en la conserje de su edificio. ¡°En aquel momento solo pude pensar en hacer las maletas. Fue al salir cuando llor¨¦¡±, recuerda Diachenko.
La principal preocupaci¨®n de la pareja, a resguardo en casa de los padres de Arturo, en Pontevedra, es el miedo ante la situaci¨®n en la que quedan los allegados de Diachenko. Todos permanecen en el pa¨ªs: sus padres, dos abuelos, t¨ªas y primas. ¡°Pero estoy orgullosa de la gente ucrania que est¨¢ luchando y levant¨¢ndose¡±, asegura por tel¨¦fono. Los hombres de la familia se han unido a la ¡°defensa territorial civil¡± ¡ªciudadanos que se han sumado a las milicias¡ª, mientras que las mujeres y los abuelos transportan comida desde el pueblo a la gente de Kiev. Arturo y Diachenko barajaban volver a Espa?a pr¨®ximamente, pero nunca pensaron que dejar¨ªan Ucrania de esta manera.
Al igual que Arturo y Diachenko, Jordi Escura tiene la mente en otra parte. Desde noviembre es preparador f¨ªsico del equipo de la selecci¨®n femenina de f¨²tbol de Ucrania, adonde se desplazaba puntualmente para realizar intensivos de dos semanas. En el ¨²ltimo viaje se qued¨® atrapado en medio de un pa¨ªs bajo amenaza militar. ¡°Nos enteramos de que empezaban los bombardeos con las propias bombas. Estaba durmiendo y las o¨ª caer¡±, relata.
Tras reencontrarse con los suyos en Zaragoza, su ¨²nica preocupaci¨®n es ayudar a su equipo desde Espa?a: buscando competiciones para ellas fuera del pa¨ªs ¡ªimprescindible para que puedan seguir llevando dinero a sus casas¡ª o enviando material all¨ª. En marzo ten¨ªan previsto volver, pero todo ha quedado en suspenso: ¡°Nuestra situaci¨®n laboral est¨¢ en el aire, pero no tiene importancia. Hay una guerra, qu¨¦ pinta el f¨²tbol. Lo importante es lo que les toca a ellas. Lo dem¨¢s ya se ver¨¢¡±.
Con informaci¨®n de Elena San Jos¨¦.
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