El fuego no derrota la fe del Cristo del Amparo
Jerte, pueblo del norte de C¨¢ceres, convive con el incendio de la Reserva Natural de la Garganta del Infierno el d¨ªa de su festividad m¨¢s importante.
¡°No llegar¨¢ el fuego. Cristo y el agua nos protegen¡±, asegura Pilar Felipe (51 a?os), m¨¢s conocida en el pueblo de Jerte como la Color¨¢. Decenas de helic¨®pteros de extinci¨®n sobrevuelan a escasos metros de los tejados, pero en la calle Ram¨®n Cepeda nadie mira al cielo. Una procesi¨®n de unas treinta personas se emociona a los pies del gigante ramo de tejo que simboliza la ofrenda al Cristo del Amparo. La fe se impone al desastre en las peores circunstancias. Con paso firme, diez hombres portan al hombro el paso de la cofrad¨ªa entre los callejones del pueblo, mientras una charanga trata d...
¡°No llegar¨¢ el fuego. Cristo y el agua nos protegen¡±, asegura Pilar Felipe (51 a?os), m¨¢s conocida en el pueblo de Jerte como la Color¨¢. Decenas de helic¨®pteros de extinci¨®n sobrevuelan a escasos metros de los tejados, pero en la calle Ram¨®n Cepeda nadie mira al cielo. Una procesi¨®n de unas treinta personas se emociona a los pies del gigante ramo de tejo que simboliza la ofrenda al Cristo del Amparo. La fe se impone al desastre en las peores circunstancias. Con paso firme, diez hombres portan al hombro el paso de la cofrad¨ªa entre los callejones del pueblo, mientras una charanga trata de animar el ambiente a bombo y platillo.
La noche anterior, cuando la verbena calentaba motores con los primeros pasodobles de las fiestas del municipio, a escasos kil¨®metros la Reserva Natural Garganta del Infierno comenzaba a arder desde dos puntos distintos para iniciar un destrozo intencionado por la mano del hombre. Todos los presentes ¡ªincluidos los m¨²sicos¡ª dirigieron la mirada al monte durante unos segundos, pero nada se detuvo.
El municipio bail¨® toda la noche a los pies del r¨ªo Jerte, un cortafuegos insalvable para las llamas. Desde la ermita, ¡°otra fuerza divina nos proteg¨ªa: el Cristo del Amparo¡±, cuenta Pilar. Cualquier otra festividad habr¨ªa sido cancelada sin dudarlo, pero no la del cristo, patr¨®n de los jerte?os desde hace siglos. En 1809, durante la guerra de la Independencia, el ej¨¦rcito franc¨¦s arras¨® Jerte y lo convirti¨® en cenizas. Solo la estatua a tama?o real de Jes¨²s de Nazareno colgado en la cruz pudo salvarse. D¨ªas antes hab¨ªa sido escondido y enterrado en un lugar de la sierra que hoy es sagrado para Jerte.
La madrugada del 16 al 17 de julio ¡ªla noche m¨¢s importante del a?o para el pueblo¡ª parad¨®jicamente alguien recorri¨® la ruta en la que se encuentra el refugio para adentrarse en el monte y prenderle fuego. ¡°Si hubiera riesgo real de que Jerte se quemara, no tengas ninguna duda de que el Cristo del Amparo ser¨ªa el primero en salir¡±, explica Antonio Carri¨®n (50 a?os), que revive desde la penumbra de su cochera c¨®mo de peque?o se acercaba a los pies de su figura y le penetraba su mirada. ¡°Incluso los ateos creen en ¨¦l¡±, se despide.
El pueblo amaneci¨® el domingo envuelto en una intensa neblina porque el aire caliente no dejaba ascender el humo del incendio. La gente en sus casas se acicalaba frente al espejo para la misa mientras circulaba el rumor de que la ofrenda ser¨ªa suspendida. Varios convoyes de la UME cercaron el per¨ªmetro de la piscina natural y llegaban los primeros helic¨®pteros.
Los Colorados ¡ªuna de las familias m¨¢s numerosas de Jerte¡ª llevaban desde 2019 esperando su turno como organizadores de la ofrenda. Pilar, una de las hermanas peque?as, no se pod¨ªa creer la mala suerte, ¡°yo a Cristo le pido siempre y que en el d¨ªa m¨¢s importante pase esto¡ No pod¨ªamos dejarle sin su homenaje¡±, cuenta emocionada. Finalmente, la decisi¨®n fue un¨¢nime: el Cristo del Amparo no se quedar¨ªa sin su ramo.
Tras la eucarist¨ªa y la procesi¨®n, los Colorados y dem¨¢s vecinos se re¨²nen en la cochera de casa para comer y pasar la tarde. A ritmo de las canciones m¨¢s populares del imaginario espa?ol, la charanga revive y recupera la alegr¨ªa de los presentes. Sin embargo, Carmelo Manj¨®n (54 a?os), no puede dejar de hacerse la misma pregunta: ¡°?Por qu¨¦?¡±. El hombre, amante del campo y experto en la zona, no comprende los motivos que puede haber detr¨¢s del incendio. ¡°Nadie sale beneficiado con esto, ni cazadores ni agricultores. Estamos muy dolidos por el da?o que esto supone¡±, explica.
A escasos metros de la fiesta, recto como una vela se encuentra Antonio Iglesia (70 a?os) que contempla el dispositivo de la UME con inquietud. Su sombrero de paja hace amague de volarse cuando uno de los helic¨®pteros reposta sobre la piscina natural que se encuentra enfrente, pero el hombre lo caza al vuelo. Con la mano izquierda agarra su bast¨®n y se?ala a la aeronave:
¡ª?Vengo a ver al alcalde! El aire de las aspas ha destrozado la siembra de mi huerto y alguien tiene que dar explicaciones.
¡ª ?Al cristo qu¨¦ le pides, Antonio?
¡ªYo le pido por mis pimientos, que me quede alguno¡ Las gallinas ya he visto que se han salvado.
Jerte se vac¨ªan durante la hora de la siesta por el intenso calor. Alberto, Diego y Manuel, tres adolescentes del pueblo, no aguantan m¨¢s en casa. Ataviados con el uniforme de ba?o y una bolsa de pipas, dan vueltas y vueltas por las calles. ¡°?Has escuchado la ¨²ltima de Quevedo con Bizarrap?¡±, dice Alberto. ¡°Est¨¢ guap¨ªsima, a ver si la ponen esta noche en la verbena¡±, contesta Diego. Puede que el fuego siga ardiendo varios d¨ªas en la ladera del Valle del Jerte, pero la vida sigue. Cristo les ampara.