Un memorial recrea el pasado de Pamplona como ciudad de los cautivos
El centro identifica 17 espacios de la ciudad que se utilizaron como prisi¨®n durante la Guerra Civil en la capital navarra, donde hubo entre 15.000 y 20.000 presos
¡°Nos partieron la vida¡±. A Joaqu¨ªn Roa se le quiebra la voz al recordar las palabras que pronunci¨® su padre, con el mismo nombre, durante los ¨²ltimos meses de su vida, cuando ya el c¨¢ncer se hab¨ªa hecho con el control de su cuerpo. Su padre era el peque?o de cinco hermanos: Luis, Pablo, Aurora y Jos¨¦ Mari. Junto a sus padres y dos sobrinos, viv¨ªan en una peque?a churrer¨ªa en la calle Eslava, en Pamplona, cuando estall¨® la Guerra Civil. El patriarca, Jos¨¦ Roa Garc¨ªa, era militante del Partido Socialista, y en el a?...
¡°Nos partieron la vida¡±. A Joaqu¨ªn Roa se le quiebra la voz al recordar las palabras que pronunci¨® su padre, con el mismo nombre, durante los ¨²ltimos meses de su vida, cuando ya el c¨¢ncer se hab¨ªa hecho con el control de su cuerpo. Su padre era el peque?o de cinco hermanos: Luis, Pablo, Aurora y Jos¨¦ Mari. Junto a sus padres y dos sobrinos, viv¨ªan en una peque?a churrer¨ªa en la calle Eslava, en Pamplona, cuando estall¨® la Guerra Civil. El patriarca, Jos¨¦ Roa Garc¨ªa, era militante del Partido Socialista, y en el a?o 31 form¨® parte de la gestora creada en el Ayuntamiento de Pamplona tras la proclamaci¨®n de la Rep¨²blica. El 19 de julio de 1936 fue detenido y trasladado a la prisi¨®n de Pamplona. De all¨ª, al fuerte de San Crist¨®bal y, seis meses despu¨¦s, fue asesinado a 20 kil¨®metros de la prisi¨®n, en las Tres Cruces de ?bero.
?l fue uno de los entre 15.000 y 20.000 cautivos que se calcula que tuvo la ciudad durante toda la guerra. En 1939 hab¨ªa unos 12.000 presos, mientras que la poblaci¨®n de la ciudad apenas rozaba los 50.000 ciudadanos. Es decir, un preso por cada cuatro habitantes de Pamplona. Ahora, el Gobierno de Navarra ha inaugurado el Centro Memorial de los centros de detenci¨®n de Pamplona-Iru?a, en un intento de visibilizar la violencia sufrida por los sectores disidentes en la capital navarra entre 1936 y 1945. Y han identificado hasta 17 espacios de cautiverio por toda la ciudad: hab¨ªa detenidos en comisar¨ªas y cuarteles, o en centros improvisados de detenci¨®n en colegios.
Sorprende que Pamplona, una ¡°peque?a capital de provincia¡±, tuviera tal cantidad de prisiones regulares e irregulares. El director de Memoria Hist¨®rica del Gobierno de Navarra, Jos¨¦ Miguel Gast¨®n, explica que fue fruto de tres factores: ¡°Primero, porque es uno de los lugares donde se inicia el golpe de Estado; segundo, porque Pamplona est¨¢ cerca de la frontera y las personas detenidas all¨ª son f¨¢cilmente trasladadas. Y tercero, porque es una ciudad que est¨¢ muy pr¨®xima a los batallones de trabajadores forzados que exist¨ªan en el Pirineo¡±. Estos batallones construyeron la L¨ªnea P, miles de b¨²nkeres de hormig¨®n.
La ubicaci¨®n estrat¨¦gica y el tejido sociopol¨ªtico de la ciudad hace que las historias se multipliquen. La familia de Joaqu¨ªn Roa supo de su destino porque una vecina del pueblo, ¡°a la que tambi¨¦n le hab¨ªan matado al marido¡±, apareci¨® un d¨ªa a decirles que cre¨ªan que lo hab¨ªan matado en Ibero. ¡°Entre otras cosas, porque el enterrador llevaba sus botas, que la familia le hab¨ªa llevado a la c¨¢rcel una semana antes de que lo sacaran¡±, cuenta su nieto. Hace seis a?os, por fin, pudieron recuperar sus restos. Con una espinita clavada: Aurora, la ¨²nica hija y quien m¨¢s lo hab¨ªa buscado, hab¨ªa fallecido un a?o antes.
El caso de Jos¨¦ Roa no fue la excepci¨®n en su familia. Su hijo mayor, Luis Roa Lasa, tambi¨¦n militante del Partido Socialista, fue detenido y trasladado a la c¨¢rcel de Pamplona. Se libr¨® de ser fusilado por la intermediaci¨®n del cura de la prisi¨®n, Maisterrena. ¡°Daba la casualidad de que hab¨ªa sido vecino de mi abuela de cr¨ªo¡±, narra Roa. Logr¨® escapar a Francia y volvi¨® a Catalu?a a pelear en el frente. All¨ª se encontr¨® con otro de sus hermanos, Pablo, militar republicano. Luis logr¨® salvar la vida, pero su hermano falleci¨® en el frente. Luis sobrevivi¨® en el campo de concentraci¨®n de Gurs (Francia) hasta que poco despu¨¦s logr¨® escapar a Latinoam¨¦rica. ¡°Mi t¨ªo lleg¨® a Chile destrozado, lo tuvieron que rehacer¡±. Al terminar la guerra, se emociona Roa, en esa casa apenas no quedaba nadie: ¡°Al padre lo hab¨ªan matado, la madre estaba en la c¨¢rcel, el hermano mayor, exiliado en Chile; y el segundo hermano hab¨ªa muerto en el frente. Quedaban mi t¨ªa Aurora, mi t¨ªo Jos¨¦ Mari y mi padre, de 14 a?os¡±.
De los dos sobrinos, poco se sabe. Uno march¨® a la guerra, en el bando franquista. La otra era miembro del Socorro Rojo y particip¨® en la organizaci¨®n de las redes para sacar gente a Francia, pero muri¨® de tuberculosis antes de terminar la guerra. Precisamente, uno de los varones a los que salv¨®, fue detenido y termin¨® confesando que la churrer¨ªa de la familia Roa estaba implicada. ¡°Fueron a la churrer¨ªa y detuvieron a mi abuela, Patro Lasa. Estuvo m¨¢s de tres meses en la c¨¢rcel de Pamplona, lleg¨® a juicio y, a ¨²ltima hora, al parecer por la intersecci¨®n otra vez de Maisterrena, la declararon inocente y no le pas¨® nada¡±, detalla Joaqu¨ªn.
Los centros de detenci¨®n marcaron tambi¨¦n la vida de los Rubio. Blanca Oria, nieta de Florentino Rubio Mart¨ªnez, rememora el asesinato de su abuelo, un agricultor que fue fusilado en 1937 en una cuneta en el pueblo de Beriain, cuando apenas ten¨ªa 42 a?os. ¡°Un hombre que estuvo retenido sin causa varios meses en la c¨¢rcel de Estella y luego, tras ser firmada su puesta en libertad, fue secuestrado y tra¨ªdo al fuerte de San Crist¨®bal para sufrir las consecuencias de esos centros de detenci¨®n, retenci¨®n y exterminio f¨ªsico y moral a los que varios miles de personas en Navarra fueron condenados sin juicio¡±, narra.
Historias que se entrelazaron en prisiones que eran, ante todo, inhumanas. Gast¨®n confirma que eran condiciones indignas. ¡°Tuvieron a varios miles de personas en la plaza de toros o en un front¨®n como el Euskal Jai. Ah¨ª no hay condiciones para mantener la dignidad humana¡±, explica. Tampoco en los centros de detenci¨®n habilitados en colegios como el de Salesianos, ¡°donde el hacinamiento era una de las caracter¨ªsticas fundamentales¡±. Aquellas personas eran en su mayor¨ªa hombres que eran detenidos en sus propias casas, no eran juzgados ¡°y luego eran sacados y asesinados en fosas comunes¡±, apunta Gast¨®n.
El Instituto Navarro de la Memoria ha inaugurado ahora este memorial, obra del escultor Alberto Od¨¦riz. Est¨¢ ubicado en un espacio cedido por el Consistorio pamplon¨¦s, pr¨®ximo a cinco de los m¨¢s destacados centros de cautiverio de la ciudad: los centros provisionales de detenci¨®n de la Junta Carlista de Guerra en el colegio de los Escolapios y de Falange en el de Salesianos; los campos de concentraci¨®n de la Plaza de Toros y del Convento de la Merced, y el dep¨®sito municipal o Perrera. Desde el lugar se divisa tambi¨¦n el penal del Fuerte de San Crist¨®bal, en el monte Ezkaba, donde m¨¢s de 6.000 presos sufrieron todo tipo de penurias.
El memorial tiene el objetivo de recordar y contar la historia de aquellos que sufrieron en aquellos centros de detenci¨®n y a quienes fueron asesinados y enterrados en fosas comunes. Familiares y organizaciones memorialistas han recogido tierra de las fosas m¨¢s conocidas, como las de Bera, Valcaldera u Otsoportillo y las depositaron en dos huecos habilitados para ello en el memorial.
Esta tierra, de diferentes zonas de Navarra, permite ¡°dibujar el mapa de la represi¨®n que se fue desarrollando por todo el territorio¡±, explica Gast¨®n. ¡°La tierra de Patern¨¢in es blanquecina, porque la fosa fue recubierta con cal. La fosa de Otsoportillo es mucho m¨¢s rojiza, porque es de la sierra de Urbasa y tiene hojarasca. De la fosa de Valcaldera, por ejemplo, se ha tra¨ªdo tierra con trozos de teja, procedentes del techo del corral de ovejas en cuya pared fueron asesinados¡±. Tierra para dar sepultura, sin olvidarlos, a quienes fueron represaliados y asesinados por el franquismo.