En casa con el padre del detenido por el crimen de Mocej¨®n: ¡°Dej¨® de hacerme caso. Se volvi¨® un ni?o contra su padre¡±
El padre del arrestado por el apu?alamiento mortal del ni?o de 11 a?os asegura que el chico tiene una discapacidad intelectual del 75% y est¨¢ escolarizado en un centro especial
Fernando se quita la camisa, deja caer su cuerpo en la silla de pl¨¢stico de la cocina donde suele desayunar, suspira y la luz tarda 20 segundos en encenderse desde que puls¨® el interruptor. ¡°Solo quiero cerrar los ojos¡±, afirma. Acaba de aparcar el coche en la puerta del cementerio de Mocej¨®n (Toledo, 5.000 habitantes). Es un Opel Zafira familiar de color azul oscuro y ¨¦l es un hombre corpulento, con los ojos azules y unas manos rudas. Al bajarse da una vuelta al veh¨ªculo comprobando su estado. ¡°Mira c¨®mo me lo han dejado. ¡°Asesino, me ponen¡±, comenta refiri¨¦ndose a los rayajos que tiene en el...
Fernando se quita la camisa, deja caer su cuerpo en la silla de pl¨¢stico de la cocina donde suele desayunar, suspira y la luz tarda 20 segundos en encenderse desde que puls¨® el interruptor. ¡°Solo quiero cerrar los ojos¡±, afirma. Acaba de aparcar el coche en la puerta del cementerio de Mocej¨®n (Toledo, 5.000 habitantes). Es un Opel Zafira familiar de color azul oscuro y ¨¦l es un hombre corpulento, con los ojos azules y unas manos rudas. Al bajarse da una vuelta al veh¨ªculo comprobando su estado. ¡°Mira c¨®mo me lo han dejado. ¡°Asesino, me ponen¡±, comenta refiri¨¦ndose a los rayajos que tiene en el cap¨® y la puerta del copiloto. Fernando es el padre del joven de 20 a?os detenido por el asesinato a pu?aladas de Mateo, un ni?o de 11 a?os que jugaba tranquilamente con sus amigos el pasado domingo en un polideportivo del pueblo. El padre no ha cambiado su rutina desde que sucedi¨® el tr¨¢gico suceso. Tras pasar por la Comandancia de Toledo junto a su abogada de oficio para visitar a su hijo Juan ¨Dpresunto autor del crimen¨D en el calabozo, el hombre ha acudido como cada d¨ªa a comer a la casa de su madre, en la calle Juan XIII del pueblo. ¡°Necesito dormir, olvidarme¡±, apunta, descalzo y con las piernas encima de la encimera mientras apoya la cabeza en los azulejos de la pared.
El interior del domicilio en el que se llev¨® a cabo la detenci¨®n de Juan el lunes al mediod¨ªa, situado en el mismo municipio en el que ocurri¨® el crimen, es un lugar en penumbra, con todas las persianas bajadas, y desordenado tras el registro de la Guardia Civil. Fernando hab¨ªa acudido esa ma?ana a su puesto de trabajo como vigilante de seguridad sin que nada le hiciera sospechar del acto que Juan hab¨ªa cometido 24 horas antes. El uniforme amarillo de trabajo a¨²n puede verse tirado sobre la mesa del sal¨®n, donde est¨¢ todo como si por all¨ª hubiera pasado un hurac¨¢n. Ropa, s¨¢banas, pilas de DVDs antiguos, un libro de Hanna Montana o unas raquetas de b¨¢dminton para ni?os se amontonan en el suelo y los sillones. El hombre, que ha trabajado como ganadero o alba?il en distintos momentos de su vida, parece que todav¨ªa no asimila lo sucedido. ¡°Es que yo he coincidido con Mat¨ªas, uno de los familiares de Mateo que lleva la panader¨ªa de los Hermanos P¨¦rez. Es horrible¡±, recuerda. ?l estaba durmiendo la siesta cuando ¡°llamaron a la puerta y preguntaron por Juan. Yo le llam¨¦ para que bajara y ¨¦l lo hizo¡±. ¡°Al principio yo no me cre¨ªa lo que dec¨ªa la Guardia Civil, pensaba que mi hijo hab¨ªa salido directamente a casa de su abuela. Despu¨¦s vi que ten¨ªan un mont¨®n de datos, que ten¨ªan toda la informaci¨®n necesaria para detenerle y le dije que les hiciera caso. Hicieron el registro, dejaron todo como lo ves ahora y se llevaron a Juan detenido. Entonces empec¨¦ a cre¨¦rmelo¡±, a?ade. A Fernando tambi¨¦n le interrogaron, pero finalmente le dejaron quedarse en la vivienda.
El progenitor define a Juan como un chico con su propio universo. ¡°Es callado, sin amigos, necesita salir a la calle para estar bien, casi sin hambre ni sue?o¡±, lo define. ¡°Desde hace un tiempo ha dejado de hacerme caso. Se ha vuelto un ni?o contra su padre¡±, se lamenta al tiempo que actualiza las noticias en su smartphone. Reconoce que padece una discapacidad del 75%, que no toma medicaci¨®n y que durante el ¨²ltimo curso sigui¨® matriculado en el Colegio P¨²blico de Educaci¨®n Especial Severo Ochoa de Alcorc¨®n (Madrid). Anteriormente, estuvo en un colegio religioso del casco antiguo de Toledo, y del que Fernando no recuerda el nombre. Tambi¨¦n se escolariz¨® en el colegio p¨²blico Miguel de Cervantes de Mocej¨®n cuando la familia al completo se mud¨® all¨ª desde Parla, el municipio madrile?o en el que residieron durante los primeros a?os. Juan naci¨® en un hospital privado y tiene un hermano menor de 16 a?os. Los padres est¨¢n divorciados.
Hace siete u ocho d¨ªas, el presunto autor del crimen lleg¨® a Mocej¨®n para quedarse con Fernando despu¨¦s de unas vacaciones. El muchacho se mostraba igual de hura?o que siempre, y segu¨ªa unas rutinas muy marcadas. Se levantaba a eso de las nueve, su padre le daba el desayuno, un vaso de leche con colacao, unas galletas y una pieza de fruta, normalmente pl¨¢tano. Despu¨¦s sal¨ªa a pasear por el campo y acud¨ªa a la casa de la abuela, quien le cambiaba de ropa tal y como hizo la ma?ana del domingo 18 de agosto. All¨ª com¨ªa para luego regresar con Fernando a casa y pasar la tarde en el patio trasero ¡°al sol¡±. A las once de la noche se marcha a dormir.
El s¨¢bado 17 de agosto Juan se fue a la cama como cualquier otro d¨ªa y el domingo, d¨ªa en el que ocurri¨® el crimen, padre e hijo desayunaron a primera hora juntos en la cocina, donde un reloj de pared se qued¨® parado alg¨²n d¨ªa a eso de las ocho y cuarto. Juan se visti¨® y se fue a la calle.
¡ª?Llevaba alg¨²n objeto cuando sali¨® de casa?
¡ªNo. Comprob¨¦ su ropa, que no estuviera sucia, y que llevara la documentaci¨®n y el tel¨¦fono, dice Fernando.
En torno a las once de la ma?ana el padre llam¨® al hijo. Juan ya estaba junto a la abuela, duch¨¢ndose y cambi¨¢ndose de ropa ¡ªla Guardia Civil, seg¨²n relata Fernando, encontrar¨ªa el lunes las dos camisetas que habr¨ªa usado en el crimen¡ª. A las 12.00 se encontraron en la iglesia para escuchar una homil¨ªa m¨¢s breve de lo habitual. El p¨¢rroco, don Rodrigo, se dirigi¨® en un momento dado a los feligreses para dar la noticia:
¡ªHan apu?alado a un ni?o en el pueblo.
Juan no se inmut¨® desde su asiento y Fernando, por su parte, se qued¨® un poco m¨¢s inquieto, ¡°desconcertado como el resto¡±. Juntos llegaron en el Opel Zafira azul oscuro hasta la calle Juan XXIII, comieron h¨ªgado, huevos y patatas fritas. Por la tarde, en el patio trasero de la vivienda, estuvieron en la piscina hinchable para combatir el calor. Fernando consultaba compulsivamente las noticias que iban llegando. Juan se acerc¨® a su padre para ver qu¨¦ se dec¨ªa, aunque no mostraba especial inter¨¦s. La relaci¨®n entre ambos no es especialmente comunicativa, sobre todo desde que se produjo el divorcio hace nueve a?os. El padre tiene un men¨² recetado por un dietista que Juan tambi¨¦n aplica. Cenaron rag¨² de cerdo, una manzana y un yogur. Antes de acostarse subi¨® al ordenador, un LG antiguo donde visualiza continuamente v¨ªdeos. ¡°Yo le digo que vea cosas de matem¨¢ticas, pero solo pone v¨ªdeos incomprensibles y escucha m¨²sica repetitiva¡±. Juan encendi¨® la pantalla para ver qu¨¦ se dec¨ªa del asesinato de Mateo. Despu¨¦s de unos minutos, se meti¨® a la cama. No tard¨® en dormirse.
En la ma?ana de este martes, cuando ya se hab¨ªa producido la detenci¨®n, el padre pudo intercambiar unas palabras con Juan en el calabozo. Le llev¨® algo de ropa. Fernando sostiene que su hijo dijo s¨ª a todo lo que le pregunt¨® la Guardia Civil igual que ¡°admite cualquier cosa cuando se siente presionado¡±. All¨ª, en los breves instantes que pudo estar con ¨¦l, el joven apenas habl¨®, pero dej¨® una frase que el padre todav¨ªa intenta comprender:
¡ª Veo m¨¢scaras, pap¨¢.