Cuando ni las piedras hablan
?Por qu¨¦ Carlos Maz¨®n no activ¨® las alarmas ante la emergencia meteorol¨®gica mucho antes de que los da?os por la dana fuesen ya irreparables? ?Qu¨¦ tem¨ªa?
Mi abuelo Mart¨ª Dom¨ªnguez Barber¨¤ present¨® su dimisi¨®n como director de Las Provincias despu¨¦s de que la dictadura franquista amenazase a los propietarios del diario con la cancelaci¨®n del cupo de papel. De este modo, no tuvo m¨¢s remedio que poner su cargo a disposici¨®n de la empresa, que lo acept¨® de inmediato y busc¨® un nuevo director, mucho m¨¢s d¨®cil para sus intereses pol¨ªticos. Por medio quedaron numerosos art¨ªculos suyo...
Mi abuelo Mart¨ª Dom¨ªnguez Barber¨¤ present¨® su dimisi¨®n como director de Las Provincias despu¨¦s de que la dictadura franquista amenazase a los propietarios del diario con la cancelaci¨®n del cupo de papel. De este modo, no tuvo m¨¢s remedio que poner su cargo a disposici¨®n de la empresa, que lo acept¨® de inmediato y busc¨® un nuevo director, mucho m¨¢s d¨®cil para sus intereses pol¨ªticos. Por medio quedaron numerosos art¨ªculos suyos denunciando la inacci¨®n del Estado ante la tragedia de la riada de 1957, piezas opinativas que public¨® desatendiendo las imposiciones de la censura, y que culmin¨® con el discurso que realiz¨® con motivo de la exaltaci¨®n de la fallera mayor de 1958, radiado a la ciudadan¨ªa, y que titul¨® Valencia, la gran silenciada. Cuando enmudecen los hombres¡ ?hablan las piedras! Aquel discurso de rebeld¨ªa ante la dictadura tuvo un eco extraordinario, pero al mismo tiempo focaliz¨® sobre ¨¦l (y sobre otros protagonistas del momento, como el alcalde Tom¨¢s Tr¨¦nor o el presidente del Ateneo de Valencia Joaquim Maldonado) la ira de las autoridades franquistas.
Por tanto, no es de extra?ar que durante estos d¨ªas diferentes articulistas hayan recordado aquel discurso, y, como suele decirse, hayan arrimado el ascua a su sardina. Sorprende c¨®mo los paralelismos son tantos, y lo poco que hemos avanzado desde aquellos fat¨ªdicos d¨ªas de 1957. No obstante, salvando las distancias, en este caso la inacci¨®n no ha venido precisamente de la desatenci¨®n del Gobierno central de Madrid, sino desde el propio Gobierno auton¨®mico. La incapacidad de gobernar del president de la Generalitat y de sus consellers ha quedado tan dram¨¢ticamente expuesta, urbi et orbi, que resulta casi incomprensible. ?Por qu¨¦ Carlos Maz¨®n no activ¨® las alarmas ante la emergencia meteorol¨®gica mucho antes de que los da?os fuesen ya irreparables? ?Qu¨¦ tem¨ªa? ?Por qu¨¦ no solicit¨® ayuda de inmediato al Estado espa?ol cuando la evidencia de la cat¨¢strofe humanitaria as¨ª lo requer¨ªa? ?Qu¨¦ espurios equilibrios le desaconsejaron hacerlo?
Estas preguntas y muchas otras resultan muy inc¨®modas de contestar, y las posibles respuestas muestran diversos escenarios en los que confluyen intereses de partido, temor a alterar las pol¨ªticas neoliberales y una pigricia intelectual general. Todo ello condimentado con unas pol¨ªticas medioambientales negacionistas del cambio clim¨¢tico, que se han basado en desarrollar pol¨ªticas agresivas sobre el medio ambiente, deshaciendo los pasos proteccionistas (ciertamente, pocos) del gobierno anterior, y recuperando el ladrillo como ¨²nico motor econ¨®mico. El ladrillo, y todo lo que ello implica, permitiendo edificaciones m¨¢s cercanas a la costa, recuperando el uso hotelero del Sidi Saler, ampliando y planificando nuevas carreteras en lugar de desarrollar zonas ajardinadas, etc. Acciones que se suman a otras ya en curso de gran potencial destructor de nuestro medio ambiente, como la ampliaci¨®n del puerto de Valencia, o la del bypass que circunda el ¨¢rea metropolitana valenciana, ampliamente defendidas por el gobierno conservador actual, pero tambi¨¦n por el anterior ejecutivo socialista.
En cualquier caso, la culpabilidad del gobierno de Carlos Maz¨®n en la nefasta gesti¨®n de la dana es incuestionable, y todos sus intentos y los de sus adl¨¢teres medi¨¢ticos de culpar a otros organismos del Estado (como la Aemet, la Confederaci¨®n Hidrogr¨¢fica del J¨²car, etc¨¦tera) ser¨ªan irrisorios si no fatigasen la infamia, que dir¨ªa Jorge Luis Borges. En realidad, Carlos Maz¨®n y su jefe Alberto N¨²?ez Feijo¨® desear¨ªan que ni las piedras hablasen. Como en el m¨¢s oscuro franquismo. En eso, desgraciadamente, tampoco hemos avanzado demasiado. Ojal¨¢ no sea as¨ª y la ciudadan¨ªa hable, y sepa responder adecuadamente a tanta incompetencia y desolaci¨®n.