Todos los dramas de la dana en una sola calle: ¡°Algunas muertes se podr¨ªan haber evitado¡±
La riada destroz¨® la casa de Nuria, la tienda de Sarai, el cole de Mar¨ªa. En los 300 metros de la avenida Blasco Ib¨¢?ez de Catarroja murieron cinco vecinos. Reconstruimos la cat¨¢strofe a trav¨¦s de lo que ocurri¨® aqu¨ª: el fallo de las alertas, las casas y negocios perdidos, los servicios de emergencia, la marea de voluntarios. Y el futuro.
Los coches pitaban y los perros empezaron a ladrar. Es lo primero que recuerdan Laura Jim¨¦nez y Vicente Cantador. Despu¨¦s escucharon el sonido del agua. Pero no ca¨ªa del cielo, porque esa tarde no cay¨® una gota. Ven¨ªa del suelo. ¡°Es el barranco que se ha desbordado¡±, pensaron. Vieron c¨®mo una lengua de agua, peque?a al principio, avanzaba desde el comienzo de la calle hacia su portal. Bajaron corriendo del primer piso en el que viven y trataron de sacar uno de los coches del garaje. Lleg¨® una tromba de agua. En dos minutos, el caos. Con algunos vecinos, Vicente hizo un dique improvisado en la puerta del garaje con bolsas de basura. Se fue la luz en el n¨²mero 7 de la avenida Blasco Ib¨¢?ez de Catarroja. Subi¨® a tranquilizar a su hijo, que estaba llorando. Se escuchaban gritos y golpes. Todo estaba oscuro.
Calm¨® al ni?o y baj¨® de nuevo. El agua corr¨ªa con una fuerza imparable. Bueno, en realidad, no era agua. Era una masa marr¨®n viscosa con piedras, ¨¢rboles, residuos, maderas, objetos de todo tipo. En ese momento a algunos de los que estaban haciendo el dique se los llev¨® la ola hacia dentro del aparcamiento sin que nadie pudiera hacer nada para impedirlo. Dos d¨ªas despu¨¦s, la Unidad Militar de Emergencias (UME) sac¨® de all¨ª cuatro cuerpos sin vida. Muchos vecinos a¨²n no pueden hablar de lo que pas¨®. ¡°No quiero recordar esa noche nunca m¨¢s en la vida¡±, dice uno de ellos.
Catarroja, a ocho kil¨®metros de Valencia, tiene casi 30.000 habitantes. Es uno de los municipios m¨¢s perjudicados por las riadas del 29 de octubre, que han provocado al menos 215 muertes en la provincia y destruido decenas de pueblos. Es una zona de huerta y marjal entre Paiporta, Benet¨²sser, Albal y Massanassa, los cuatro tristemente famosos estos d¨ªas como parte de la zona cero de la dana. Est¨¢n todos pegados. Si no conoces la zona, no sabes bien d¨®nde termina uno y empieza el siguiente.
El nivel de devastaci¨®n en todos ellos deja sin respiraci¨®n. En muchas calles solo hay barro y seres humanos con muchas historias por contar. Cada persona tiene una. Lo que ha pasado es tan brutal que los propios periodistas reflexionamos sobre si es posible transmitir en toda su dimensi¨®n la tragedia que se est¨¢ viviendo aqu¨ª. A veces es ¨²til mirar con el microscopio, as¨ª que este reportaje se centra en una ¨²nica calle de Catarroja, la de Vicente y Laura, la de los cuatro fallecidos en ese garaje. La avenida Blasco Ib¨¢?ez.
Se llama avenida, pero en realidad es una calle no muy grande. Apenas 300 metros. Tiene unas 200 viviendas construidas, el colegio Larrod¨¦ al fondo, el instituto Berenguer Dalmau, la peluquer¨ªa Azabache, de Pili, la tienda de ropa Lola Guarch, de Sarai y su madre, una manzana de casitas blancas de tres pisos, un parque para que jueguen los ni?os, el restaurante Pasta nostra, el 11 de calle, el bar Marjal, la casa de Laura y Vicente, la de Pedro, la de Jos¨¦, la de Nuria... Y al comienzo, aunque formalmente pertenece a otra calle, la funeraria San Vicente M¨¢rtir. Justo detr¨¢s, a un minuto andando, aparece el barranco del Poyo. Cuando est¨¢ bajo, parece el cauce inofensivo de un r¨ªo tranquilo. Pero fue uno de los que se desbord¨® torrencialmente y esta calle una de las primeras en recibir su violenta marea marr¨®n.
Ahora, todo est¨¢ arrasado. El pabell¨®n deportivo del colegio Larrod¨¦ se ha convertido en un punto de entrega de comida y productos de primera necesidad que organizan profesores y padres en la ¨²nica parte que ha quedado en buen estado. El comedor es un amasijo de barro y mesas. Las aulas de infantil quedaron anegadas. Las mochilitas con las mudas y los percheros con fotos de los nenes entre abejas o hipop¨®tamos est¨¢n llenos de fango. El instituto Berenguer Dalmau est¨¢ cerrado a cal y canto y su patio lleno de escombros y de coches enterrados. Alguien ha entrado en el edificio y ha arrasado uno de los despachos, dejando papeles y orlas de antiguos alumnos tiradas por el suelo.
Nuria, su marido y sus hijos, que viven frente al instituto, no tienen casa. Pili no tiene peluquer¨ªa. Sarai y su madre se han quedado sin tienda. Tras la funeraria asoma un ata¨²d lleno de lodo. Laura y Vicente sienten una angustia que no se les va. Todos en la calle est¨¢n en shock. Pero tiran para delante y llevan 12 d¨ªas trabajando d¨ªa y noche, con la ayuda de una marea de voluntarios, para recuperar su vida en mitad del lodo y de un olor p¨²trido que lo impregna todo, que se te queda dentro y no sale. La historia de la dana se contiene entera en esta calle de Catarroja.
1-LA RIADA: ¡°Una noche de horror y gritos en la oscuridad¡±
¡°Fue espeluznante¡±. ¡°Nunca hab¨ªa pasado tanto miedo¡±. Los recuerdos de los vecinos de la avenida Blasco Ib¨¢?ez coinciden en que el martes 29 de octubre fue el peor d¨ªa de sus vidas. ¡°Los de fuera hab¨¦is visto luego en im¨¢genes la destrucci¨®n, el fango, pero no os pod¨¦is imaginar el miedo que pasamos aquella noche¡±, dice Sarai Gil, de 29 a?os, que estaba ese d¨ªa en su tienda de ropa, en el n¨²mero 32 de la calle, trabajando entre telas y vestidos. Todos relatan lo mismo, que fue muy r¨¢pido, que estaban tan tranquilos, que vieron un poco de agua, y que de repente esa agua les llegaba al cuello. A Sarai, literalmente. Sali¨® como pudo del local y se la llevaron los vecinos al primer piso.
¡°Las palabras no alcanzan a expresar el horror de aquella noche de gritos en la oscuridad¡±, recuerda. ¡°Imag¨ªnate: sin luz ni posibilidad de llamar a nadie. Incomunicados. Se iban reventando todas las persianas. La riada sonaba muy muy fuerte. Desde los balcones ve¨ªamos los coches flotando como si nuestra calle fuera un r¨ªo. Pero lo peor eran los gritos constantes de gente pidiendo auxilio. Es algo que no olvidaremos jam¨¢s. Los escuchabas impotente sin saber si les estaban ayudando o se estaban muriendo¡±.
¡°Fue, sin duda, la noche m¨¢s angustiosa de mi vida¡±, dice tambi¨¦n Nuria Cabezas, de 35 a?os. Ella estaba fumando un cigarrillo en el balc¨®n y escribiendo en el ordenador. Vive en un bajo en el n¨²mero 36. Su marido hab¨ªa salido y sus tres hijos adolescentes estaban dentro de la casa cuando not¨® el agua llegar ¡°con una fuerza tremenda¡±: ¡°Era una animalada, les dije a los chiquillos que nos fu¨¦ramos corriendo a casa de los vecinos. A partir de ah¨ª fue todo horrible. Los cristales del patio empezaron a reventarse. Aqu¨ª abajo hab¨ªa un cad¨¢ver que se llev¨® la corriente. Hasta el jueves no supe si mi marido estaba vivo o muerto. He llorado tanto que ya no tengo ni l¨¢grimas¡±.
A partir del d¨ªa siguiente los vecinos se enfrentaron a los da?os en las casas, los negocios, las empresas, los coches, las calles¡ pero esa noche lo que estaba en juego era la vida. Mucha gente luch¨® por agarrarse a lo que fuese, una verja o una s¨¢bana que le lanzaban. Otros se quedaron en equilibrios imposibles durante horas encima de cualquier cosa estable, como la puerta de un garaje. Desde los balcones, madres y padres iluminaban las calles para que sus hijos pudieran aferrarse a algo e intentaran entrar en sus casas como fuera.
Los menos afortunados, como los vecinos de Vicente y Laura, murieron. Los bomberos a¨²n siguen estos d¨ªas achicando el agua del garaje porque hay una parte que todav¨ªa est¨¢ inundada, aunque han entrado con las lanchas y en principio creen que no encontrar¨¢n m¨¢s fallecidos. ¡°Ojal¨¢ sea as¨ª¡±, dice Vicente. ¡°Pero aparte de las cuatro personas que hallaron, yo vi a dos chicos j¨®venes en la rampa del garaje. Ella deb¨ªa tener unos 20 a?os, iba en pantal¨®n corto y me miraba con unos ojos que me acompa?ar¨¢n toda la vida. Yo los iluminaba con el m¨®vil, pero no pod¨ªa ayudarlos. Se fueron para dentro. Quiero creer que de alg¨²n modo lograron salvarse¡±.
¡°Lo m¨¢s absurdo de todo es que cuando ya hab¨ªa gente ahogada y est¨¢bamos todos viendo c¨®mo salvar la vida, entonces nos lleg¨® a los m¨®viles la alerta diciendo que evit¨¢ramos desplazamientos por las fuertes lluvias¡±, recuerda. ¡°La puta alerta¡±.
La alerta dec¨ªa as¨ª: ¡°Alerta de Protecci¨®n Civil por las fuertes lluvias y como medida preventiva se debe evitar cualquier tipo de desplazamiento en la provincia de Valencia. Est¨¦n atentos a futuros avisos a trav¨¦s de este canal y fuentes oficiales, en X@GVA112 y en ? Punt¡±.
Todo estaba mal en esa alerta. La cadena ? Punt no se pod¨ªa ver ni escuchar ya: no hab¨ªa luz, ni cobertura de tel¨¦fono, ni, a esas alturas, nada de nada. En la calle de Vicente y Laura no hab¨ªa habido lluvias, ni fuertes ni flojas: se desbord¨® un barranco, que es bien distinto. Y las cuatro personas que despu¨¦s aparecieron muertas en ese garaje no se estaban desplazando a ning¨²n sitio. Solo trataban de proteger sus coches porque no ten¨ªan ni idea de la magnitud de lo que se avecinaba y pensaban que se tratar¨ªa de un desbordamiento peque?o, como tantos otros que hab¨ªan vivido en unas casas que est¨¢n construidas en zona inundable. Nadie les hab¨ªa avisado de nada. No arriesgaron su vida por un coche. Carec¨ªan de informaci¨®n y todo pas¨® en cuesti¨®n de minutos.
Tampoco se desplaz¨® a ning¨²n sitio Luis, que viv¨ªa en la misma calle, a unos pocos metros. Era un se?or mayor que resid¨ªa solo en una casita blanca de tres plantas. Hab¨ªa sufrido un ictus, ten¨ªa problemas de movilidad, caminaba con un andador y hac¨ªa su vida en la planta baja. Estaba en casa tranquilamente, sinti¨¦ndose seguro, cuando lleg¨® el agua. Cuando todo empez¨®, un matrimonio vecino llam¨® al 112 para avisar de que hab¨ªa una persona sola que pod¨ªa estar en peligro. ¡°Lo hicimos varias veces, pero nadie nos cogi¨® el tel¨¦fono¡±, recuerda Pedro D¨ªaz. Y ellos no pod¨ªan hacer mucho m¨¢s. Pedro tiene 71 a?os. Su esposa, 70. Bastante ten¨ªan con intentar salvarse a s¨ª mismos. Al d¨ªa siguiente, la hija de Luis encontr¨® su cad¨¢ver en la casa.
Al menos cinco personas fallecieron esa noche en la avenida Blasco Ib¨¢?ez. En la provincia de Valencia han muerto por los efectos de la Dana, seg¨²n los ¨²ltimos datos disponibles, 214 personas (se han practicado las mismas autopsias). La principal causa de muerte, seg¨²n se?ala uno de los forenses que trabajan en las zonas afectadas, es la asfixia por agua y lodo. Aparte de en casas y en garajes, se han encontrado cuerpos sin vida en calles, campos y carreteras. Algunas v¨ªctimas fallecieron por traumatismos provocados por una riada que arrastraba con much¨ªsima fuerza todo lo que encontraba a su paso.
La hora de las alertas es algo que enciende los ¨¢nimos de todos los vecinos. No hay quien no diga enfurecido que desde la Generalitat valenciana se minimiz¨® el riesgo, que ten¨ªan informaci¨®n y no la dieron, que los m¨¢s de 200 muertos, o al menos algunos de ellos, se pod¨ªan haber evitado. En esta calle, es un hecho que llegaron tarde y que no sirvieron para nada. Si esas cinco personas hubieran sabido que hab¨ªa riesgo de inundaciones y que pod¨ªan tener esa magnitud, Luis podr¨ªa haber subido a un piso superior y los fallecidos del garaje no se habr¨ªan metido en esa ratonera. Aunque para que eso sucediera, las alertas deber¨ªan haber sido mucho m¨¢s contundentes y haber indicado que la gravedad era m¨¢xima.
¡°Lo que desde luego ten¨ªan que haber dicho es que el riesgo era por desbordamiento del barranco, no por lluvias¡±, opina Vicente. ¡°Porque claro, nosotros mir¨¢bamos al cielo y aqu¨ª no ca¨ªa ni una gota. Pens¨¢bamos que la dana no estaba llegando a Catarroja. Y vaya que si lo hizo¡±. ¡°El destrozo en los edificios y en las cosas no se pod¨ªa evitar, pero muchas muertes s¨ª¡±, coincide Nuria. ¡°Mucha gente se pod¨ªa haber salvado con informaci¨®n. La obligaci¨®n de las autoridades era tenerla y d¨¢rsela a la poblaci¨®n. No entiendo c¨®mo ha podido pasar. ?Qu¨¦ clase de gesti¨®n es esta?¡±.
¡°Deber¨ªan haber pasado con altavoces desde el Ayuntamiento avisando, dici¨¦ndonos que el barranco se pod¨ªa desbordar, que era todo muy peligroso¡±, a?ade Juanma de la C¨¢mara, un vecino del n¨²mero 32, de 59 a?os. El problema es que los Ayuntamientos tampoco ten¨ªan informaci¨®n. ¡°La Generalitat no nos pas¨® avisos de nada en todo el d¨ªa¡±, dice Lorena Silvent, la alcaldesa de Catarroja, del PSOE. Este es su relato de lo que ocurri¨® ese d¨ªa:
¡ª Sab¨ªamos desde el s¨¢bado que est¨¢bamos en zona que pod¨ªa verse afectada por la dana, pero nada m¨¢s. Yo activ¨¦ al grupo de trabajos de emergencias para revisar alcantarillas, vigilar filtraciones... Esa ma?ana supimos que hab¨ªa llovido por la Ribera y empezamos a hablar entre los alcaldes de la comarca para ver si suspend¨ªamos las clases. Nosotros lo hicimos. Suspendimos a partir de las 3 de la tarde, pero de forma preventiva y por los desplazamientos que implican las clases. No ten¨ªamos ning¨²n aviso de ning¨²n tipo por parte de la Generalitat sobre la evoluci¨®n de la dana y aqu¨ª no llov¨ªa. ?bamos a ciegas. Yo no s¨¦ lo que llueve ni lo que pasa en otras zonas porque no estoy en contacto con la Confederaci¨®n Hidrogr¨¢fica. De todas formas, por si acaso, mand¨¦ a una patrulla de la Polic¨ªa Local cerca de los barrancos. A las 17.30 estaba todo muy tranquilo. En ese momento, el agua no ten¨ªa ni un metro de altura. Pero poco despu¨¦s alguien de una empresa llam¨® a la polic¨ªa: ¡°Oye, que aqu¨ª hay agua¡±. Y a partir de ah¨ª fue todo tan r¨¢pido que no dio tiempo a nada. Sobre las 18.30 se empez¨® a desbordar el barranco y a las 19 empez¨® el caos y la destrucci¨®n.
Esa frase, ¡°fue todo tan r¨¢pido que no dio tiempo a nada¡±, la repiten todos en la avenida Blasco Ib¨¢?ez. Jos¨¦ Maestre estaba haciendo la compra en el Mercadona que tiene a la vuelta de la esquina. ¡°Jos¨¦, vete que aqu¨ª pasa algo raro¡±, le dijo la cajera. Cuando sali¨®, el agua apenas llegaba a los bordillos de la calle. Cuando lleg¨® a su portal, a apenas 140 metros, estaban ya los vecinos intentando hacer el dique en la puerta del garaje en el que luego murieron cuatro personas.
A Rosa Manzanares, la mujer de Juanma, s¨ª le pill¨® todo en la calle. Estaba yendo a pilates en coche cuando alguien le grit¨®: ¡°Date la vuelta, que viene la ola¡±. Acabaron dejando los coches donde pudieron y se marcharon corriendo. ¡°El agua ven¨ªa hacia nosotros con contenedores, con coches, lo arrastraba todo... La gente se sub¨ªa encima de los cap¨®s. Cada uno hizo lo que pudo. Por suerte yo logr¨¦ llegar al Ayuntamiento, avis¨¦ a Juanma antes de que nos qued¨¢ramos incomunicados, y dorm¨ª all¨ª con varias decenas de personas¡±. La alcaldesa Silvent lo recuerda bien: ¡°Rescatamos a la gente que pudimos y la refugiamos aqu¨ª. Hab¨ªa una chica embarazada, gente mayor, personas con ataques de p¨¢nico. No hab¨ªa luz ni comunicaciones. Nadie pod¨ªa llamar a su familia. Fue un drama¡±.
Mientras tanto, durante esas horas clave de comienzo de la tarde, cuando hab¨ªa ya una patrulla de la polic¨ªa local de Catarroja observando el barranco del Poyo, y a punto de que empezara el desastre, ?qu¨¦ pasaba en la Generalitat valenciana? A las cinco de la tarde hab¨ªa comenzado la reuni¨®n del Centro de emergencias, el Cecopi, pero all¨ª no estaba el presidente de la comunidad aut¨®noma, Carlos Maz¨®n, que estuvo comiendo hasta alrededor de las seis con una periodista, supuestamente para ofrecerle ser la directora de la cadena de televisi¨®n auton¨®mica, ? Punt. Ya se hab¨ªan inundado Utiel y otros pueblos, la UME hab¨ªa salido a las cinco hacia all¨ª, los alcaldes estaban muy nerviosos y sin saber qu¨¦ hacer, la Aemet hab¨ªa lanzado horas antes una alerta roja por riesgo de dana en toda la zona y la Confederaci¨®n Hidrol¨®gica del J¨²car hab¨ªa enviado ya correos a Emergencias (Generalitat) alertando de la situaci¨®n en los r¨ªos Magro y J¨²car. Pero Maz¨®n segu¨ªa comiendo. Se incorpor¨® a la reuni¨®n casi a las siete y media, cuando, seg¨²n se puede ver con las im¨¢genes de los vecinos, la avenida Blasco Ib¨¢?ez estaba ya completamente inundada y destruida, al igual que muchas otras de los 65 municipios de la provincia de Valencia afectados por la dana. Cuando a partir de las ocho se empezaron a mandar alertas, ya era tarde para todo.
Construcciones
da?adas
Rastro
de inundaci¨®n
Colegio
Larrod¨¦
Barranco del Poyo
Ronda Nord
36
32
IES
Berenguer
Dalmau
Av. Blasco Ib¨¢?ez
7
CATARROJA
Casa de
Nuria
Cabezas
Peluquer¨ªa
Azabache
y tienda
de Lola Guarch
Cuatro
muertos
en un
garaje
Fuente: Copernicus y elaboraci¨®n propia.
Construcciones
da?adas
Rastro
de inundaci¨®n
Colegio
Larrod¨¦
Barranco del Poyo
Ronda Nord
36
32
IES
Berenguer
Dalmau
Av. Blasco Ib¨¢?ez
20
7
CATARROJA
Casa de
Nuria
Cabezas
Peluquer¨ªa
Azabache
y tienda
de Lola Guarch
Cuatro
muertos
en un
garaje
Un
anciano
ahogado
Fuente: Copernicus y elaboraci¨®n propia.
Construcciones
da?adas
Barranco del Poyo
Iglesia
Rastro
de inundaci¨®n
Av. Vicent A. Estell¨¦s
Colegio
Larrod¨¦
Ronda Nord
36
50 m
32
Av. Ram¨®n y Cajal
IES
Berenguer
Dalmau
Av. Blasco Ib¨¢?ez
20
CATARROJA
7
Casa de
Nuria Cabezas
Peluquer¨ªa Azabache
y tienda Lola Guarch
Cuatro muertos
en un garaje
Un anciano
ahogado
Fuente: Copernicus y elaboraci¨®n propia.
Construcciones
da?adas
Barranco del Poyo
Iglesia
Rastro
de inundaci¨®n
Av. Vicent A. Estell¨¦s
Colegio
Larrod¨¦
Ronda Nord
36
50 m
32
Av. Ram¨®n y Cajal
IES
Berenguer
Dalmau
Av. Blasco Ib¨¢?ez
20
CATARROJA
7
El colegio se usa
como punto de apoyo
Casa de
Nuria Cabezas
Peluquer¨ªa Azabache
y tienda Lola Guarch
Cuatro muertos
en un garaje
Un anciano
ahogado
Fuente: Copernicus y elaboraci¨®n propia.
La magnitud de la cat¨¢strofe es brutal. Se inundaron 530 kil¨®metros cuadrados y se calcula que las riadas han afectado a 190.000 personas y al 7% de los edificios de la provincia. Ya se han dado partes a los seguros de m¨¢s de 70.000 coches, y de 33.000 casas, seg¨²n los registradores. Un tercio de las empresas, 54.000, se han visto afectadas en mayor o menor medida: 355.000 trabajadores, 51.000 aut¨®nomos y 63 parques empresariales o pol¨ªgonos industriales, seg¨²n los datos de la C¨¢mara de Comercio.
2-EL D?A DESPU?S: ¡°Mi vida entera se ha ido con esa riada¡±
Cuando amaneci¨® el mi¨¦rcoles 30 de octubre, nada era igual. Los que consiguieron dormir algo se despertaron y se asomaron a los balcones. La avenida Blasco Ib¨¢?ez era un escenario postapocal¨ªptico de coches empotrados, maderas y barro. En el n¨²mero 7 sab¨ªan que hab¨ªa cad¨¢veres en el garaje. Hab¨ªa otro m¨¢s adelante, en el n¨²mero 22. No ten¨ªan luz, ni agua, ni gas. El instituto y el colegio estaban destruidos, al igual que todos los locales comerciales y los bajos. Esa misma ma?ana empezaron a quitar barro de los portales para poder salir a la calle y comenzar a limpiarlo todo aunque, miraran donde miraran, aquel desastre parec¨ªa imposible de arreglar. A pesar de todo, en esta calle y en muchas otras se repite la misma frase: ¡°Nos salvamos, seguimos con vida, y eso es lo ¨²nico importante¡±.
¡°Nosotros nos hemos tenido que ir a vivir con mis suegros¡±, explica Nuria. ¡°Por un lado te sientes muy afortunado por haber sobrevivido, pero lo hemos perdido todo. Una casa es un refugio. Yo estoy pasando una depresi¨®n, y este era el ¨²nico lugar en el que me sent¨ªa bien. Ahora no queda nada¡±. Han tenido que tirar la ropa, el sof¨¢ nuevo, la mesa de comedor, la impresora, el ordenador, los documentos, las fotos, las habitaciones de los chicos.
Cuando los due?os de los locales comerciales abrieron por primera vez las persianas, el espect¨¢culo era desolador. ¡°Nosotros ten¨ªamos aqu¨ª metidos unos 100.000 o 150.000 euros¡±, cuenta Sarai de la tienda de ropa que abri¨® con su madre hace 12 a?os, Lola Guarch. Dan casi todo por perdido. En unos barre?os negros est¨¢n intentando salvar los tejidos a los que tienen m¨¢s cari?o, pero no saben si lo lograr¨¢n. ¡°Como mucho quiz¨¢ salvemos el 1% de lo que hab¨ªa¡±, dice. ¡°Ten¨ªamos tambi¨¦n tienda online, pero claro, ahora no hay nada que vender¡±. En el local solo quedan intactas las l¨¢mparas de techo a las que el agua no lleg¨®. El suelo est¨¢ lleno de sombreros, faldas, botas, vestidos o camisas tan sucios que es dif¨ªcil adivinar los colores que ten¨ªan.
As¨ª era la calle antes y despu¨¦s de la dana
En la peluquer¨ªa de al lado, Azabache, tambi¨¦n en el n¨²mero 32, Pili limpia con su marido, Juan Jos¨¦, y con su hija Noelia, de 17 a?os. Cree que no podr¨¢ salvar nada. Ni los secadores, que como est¨¢n en la pared pensaba que quiz¨¢ habr¨ªan sobrevivido. ¡°Mont¨¦ esta peluquer¨ªa hace 20 a?os¡±, dice. ¡°Era mi vida, y ahora no s¨¦ si voy a poder abrir de nuevo. Tengo que reponerlo absolutamente todo. Solo podr¨¦ hacerlo con muchas ayudas¡±. Lavabos, butacas, tocadores... ¡°Solo ha aguantado el suelo, milagrosamente. Parece todo un sue?o, una pesadilla, m¨¢s bien. Est¨¢s aqu¨ª pero no est¨¢s. Tenemos encima un shock de flipar¡±.
El ritmo de la calle es fren¨¦tico. Ha pasado una semana desde la dana y la gente saca a la calle enseres irrecuperables que se van acumulando mientras otros quitan barro y m¨¢s barro con las palas. Ver esas monta?as de escombros da mucha tristeza. Hay lavadoras, cepillos, mesas, sof¨¢s, sillas, sillones, estanter¨ªas, l¨¢mparas, carritos de beb¨¦, zapatos, patucos, mucha ropa, papeles, libros, discos. Vidas enteras sepultadas en el lodo. Pedro, el hombre que llam¨® al 112 para intentar salvar a su vecino de movilidad reducida sin lograrlo, se pone a llorar al pensar en lo que se ha perdido. ?l ten¨ªa preparado un peque?o ajuar para cuando su hijo, que tiene ahora 26 a?os, se fuera de casa. ¡°Eran cosas a las que ten¨ªamos mucho cari?o, como unas toallas que bord¨® la abuela, pero ya no hay nada¡±.
Est¨¢n todos a flor de piel, recuper¨¢ndose del trauma mientras trabajan y trabajan. Lloran y r¨ªen y agradecen cualquier ayuda que reciben. Los servicios de emergencias estatales, auton¨®micos y locales, con los recursos y efectivos que tienen, act¨²an fijando prioridades: b¨²squeda de desaparecidos, despejar v¨ªas principales para que se pueda acceder a todas partes, achicar el agua de s¨®tanos y garajes y lugares que siguen inundados, quitar los coches destrozados, sacar barro. Mientras hacen todas estas cosas van ayudando en lo que pueden a los vecinos, que los reciben casi con abrazos cuando aparecen.
Catarroja se ha dividido en seis sectores para la emergencia. El punto de mando est¨¢ en el colegio Jaume I. Ah¨ª se re¨²nen cada d¨ªa a las 8.30 y a las 18.30 las siguientes personas: la alcaldesa, la concejala de seguridad, el director de la emergencia (que es un bombero), el representante de los bomberos que est¨¢ al mando de cada sector y un militar de la UME. Al no haberse declarado el nivel 3, la emergencia nacional, la direcci¨®n del operativo en esta cat¨¢strofe lo tiene la Comunidad Aut¨®noma, no el Estado. As¨ª que quien manda en estas reuniones son los bomberos.
¡°En cada sector se hace un reconocimiento¡±, explica la alcaldesa Silvent. ¡°Luego se liberan v¨ªas de acceso y se va avanzando poco a poco por las calles como si fuera todo una tela de ara?a. Ponemos en com¨²n todas las necesidades para tratar de ordenar el caos. Y cada sector tiene una carpa montada para resolver consultas de vecinos y de voluntarios¡±. Entre los voluntarios que ayudan en la calle Blasco Ib¨¢?ez, a algunos s¨ª les han dicho en estos puntos d¨®nde ir. Otros dicen que ellos han llamado por tel¨¦fono, que no han obtenido respuesta municipal y que se han ido a colaborar en la primera calle que han visto con problemas.
Sobre el terreno hay unos 8.000 militares. Tambi¨¦n 2.450 bomberos llegados de todo el pa¨ªs, as¨ª como 9.700 agentes de Polic¨ªa Nacional y Guardia Civil y 130 de Polic¨ªa Local (en el caso de Catarroja, 32 agentes). Pero no dan abasto. A la calle Blasco Ib¨¢?ez apenas han llegado. Hay bomberos achicando el garaje en el que fallecieron cuatro personas, y poco m¨¢s. Unos guardias civiles de permiso est¨¢n ayudando a un voluntario con un tractor a retirar los coches de la calle. Los militares de la UME insisten en que se tienen que fijar prioridades para avanzar de forma ordenada, pero que ellos llegar¨¢n a todas las casas, a todas las calles.
3-UNA OLA DE SOLIDARIDAD SIN PRECEDENTES: ¡°Los agricultores y los j¨®venes nos han salvado¡±
Mientras tanto, los vecinos van limpiando sin parar y organiz¨¢ndose tambi¨¦n para los suministros de comida, productos de limpieza y agua. Cuentan con la ayuda de un ej¨¦rcito de voluntarios llegados de todas partes del pa¨ªs. Con palas y escobas pero tambi¨¦n con tractores, camiones o excavadoras.
Esta ola de solidaridad es, probablemente, lo m¨¢s emocionante que se ha vivido tras esta devastadora dana. En la calle todos piden sin cesar que se escriba sobre ello: ¡°Dilo, por favor, una y mil veces¡±, dice Pedro D¨ªaz. ¡°Nos hemos sentido solos y abandonados por las instituciones, al menos en esta calle, y ya han pasado 10 d¨ªas. Si no fuera por esta gente, por los voluntarios, por toda la ayuda desinteresada que nos est¨¢n dando, no s¨¦ qu¨¦ habr¨ªa sido de nosotros¡±. Pedro se pone a llorar cuando recuerda a los desconocidos que han aparecido en su s¨®tano para ayudarle a limpiarlo, ofrecerle comida o agua. ¡°Es de las cosas m¨¢s bonitas que he vivido, y ha sido en medio de este horror¡±.
¡°Los agricultores nos han salvado¡±, dice Rosa Pic¨® en uno de los puntos de entrega de una calle aleda?a. ¡°Empezaron a aparecer desde el primer d¨ªa para ayudar a quitar barro, a retirar los coches. Ha sido incre¨ªble. Y todos esos j¨®venes que han caminado kil¨®metros con sus escobas... para que luego digan que los j¨®venes no son solidarios. Y la gente que se ha cruzado el pa¨ªs con sus camiones y sus m¨¢quinas, pag¨¢ndose la gasolina de su bolsillo. Yo no hab¨ªa vivido algo as¨ª en mi vida. No puedo dejar de emocionarme con lo que ha pasado¡±.
La avenida Blasco Ib¨¢?ez est¨¢ llena de voluntarios que no se dan ninguna importancia. ¡°Hemos visto lo que pasaba y hemos venido a ayudar, sin m¨¢s¡±, dicen. ¡°?C¨®mo no vas a hacer nada ante algo as¨ª?¡±. Como Francisco Oliv¨¢n, un agricultor de Cari?ena. O Jos¨¦ Miguel Redondo, de Argamasilla de Calatrava, en Ciudad Real, que se ha venido con su tr¨¢iler con ba?era contenedora.
El agua, la comida fresca y los productos sanitarios y de limpieza los consiguen en uno de los m¨²ltiples puntos de recogida y entrega que hay por el pueblo. Cerca de la calle hab¨ªa tres, y el jueves se abri¨® uno en la misma avenida. El colegio que hay al final de la calle, el Larrod¨¦, se ha convertido en uno. Es una cooperativa de profesores con alumnos de infantil a Bachillerato. El pabell¨®n deportivo se mantuvo en pie porque estaba m¨¢s alto, y les llamaron del Ayuntamiento para ver si pod¨ªan organizar all¨ª un centro de ayuda. A partir de ah¨ª, todo fue autogesti¨®n de profesores, familias del centro, vecinos y voluntarios. Un grupo de mujeres atiende fuera en mesas escolares dispuestas a modo de mostrador:
¡ª ?Ten¨¦is mochos?
¡ª No quedan
¡ª Vale, ?y jab¨®n de lavar?
¡ª Eso s¨ª.
¡ª Pues dame, por favor. Y unos caquis y unas naranjas.
Todo est¨¢ organizado y clasificado como si fuera un supermercado. Por un lado las conservas, por otro la leche, las galletas, las lej¨ªas, los detergentes, las frutas y verduras frescas, el agua¡ Por las tardes muchos restaurantes y colegios llevan comida caliente que les sobra. Y hay gente del barrio que cocina cada d¨ªa para los afectados. Abren de diez a seis de la tarde, aunque en realidad trabajan de siete de la ma?ana a siete de la tarde porque, como en todas partes, hay much¨ªsimas cosas por hacer. Mar¨ªa Mu?oz, titular del centro, de 47 a?os, explica que est¨¢n desbordados de pa?ales y ropa de beb¨¦ que no necesitan, porque los beb¨¦s se han ido casi todos del barrio a zonas no inundadas. Tambi¨¦n hay un exceso de ropa en general, porque solo la han perdido los que viven en bajos. Pero faltan botas de agua. Y en otros puntos necesitan detergente de ropa y lavavajillas.
A los ancianos o personas con problemas de movilidad siempre les acerca lo que necesitan alg¨²n vecino o voluntario. Algunos van con carrito e incluso meg¨¢fono en mano ofreciendo cosas: ¡°Compresas, mascarillas, batas¡±.
Los vecinos de la calle Blasco Ib¨¢?ez est¨¢n tan agradecidos con la solidaridad de los voluntarios como enfadados con los pol¨ªticos, con todos. Desde luego con el presidente de la Generalitat, Carlos Maz¨®n, por su actuaci¨®n el d¨ªa de las riadas, por la falta de previsi¨®n, de implicaci¨®n, por esa alerta de las ocho de la tarde. Pero cuando hablan de la gesti¨®n posterior, el enfado va m¨¢s all¨¢. Todos los que han participado en este reportaje dicen que no est¨¢n para analizar de qui¨¦n son las competencias, que esto es una emergencia como no se ha visto otra en d¨¦cadas y que se han sentido abandonados por los pol¨ªticos.
¡°Luego est¨¢n todos estos bulos circulando que son un peligro¡±, dice Aitana, estudiante de Administraci¨®n de Empresas. Si los voluntarios han sido el lado luminoso de la gesti¨®n de esta crisis, el oscuro lo han sido los centenares de bulos circulando ¡ªcomo el que aseguraba que en el aparcamiento del centro comercial de Bonaire hab¨ªa centenares de muertos cuando no encontraron ninguno¡ª que solo han a?adido confusi¨®n e inquietud a una situaci¨®n dram¨¢tica.
4-EL FUTURO: Algo de esperanza en medio del horror
Doce d¨ªas despu¨¦s de las riadas, el trabajo que queda por hacer es ingente. A¨²n as¨ª, se ven peque?os rayos de esperanza en la calle Blasco Ib¨¢?ez. Los primeros d¨ªas los escombros eran monta?as que se iban por la noche y reaparec¨ªan por la ma?ana, como la roca de S¨ªsifo. Por suerte la calle es ancha y las m¨¢quinas de los voluntarios han podido entrar sin problema, lo que no ha ocurrido en otras v¨ªas m¨¢s estrechas de Paiporta o del propio Catarroja, que siguen llenas de escombros. Aqu¨ª se han ido retirando, al igual que los coches destrozados, y en cuesti¨®n de d¨ªas el escenario cambi¨® de forma notable.
No hay gas, pero s¨ª luz y agua, aunque esta ¨²ltima tard¨® en llegar a una manzana de la calle por una fuga en una ca?er¨ªa. Los vecinos van avanzando con las labores de vaciado y limpieza de bajos y locales. Se van turnando unos aparatos que sueltan agua a presi¨®n y hacen magia en los suelos y quitando el lodo de todas partes. ¡°Que manden todas las que puedan¡±, dice Sarai. Como tantos otros j¨®venes, ella va haciendo en Instagram peticiones de ayuda concreta que se va necesitando. Ahora ha dejado de limpiar y est¨¢ centrada en mirar todas las ayudas que se pueden pedir mientras su madre sigue quitando lodo.
Pili tambi¨¦n est¨¢ haciendo n¨²meros para ver si puede ¡°salir adelante y volver a abrir¡±. ¡°El futuro lo veo duro. Arrancar va a ser muy muy dif¨ªcil, pero pondremos toda la fuerza que tenemos¡±, asegura. ¡°Necesitamos que las instituciones nos ayuden en todo, que nos ayuden m¨¢s, dejar de sentirnos solos frente a esta tragedia y poco a poco ir superando el trauma que se nos ha quedado dentro¡±. Mar¨ªa, la profesora del colegio Larrod¨¦, conf¨ªa en que pronto se pueda trasladar el punto de ayuda a otro sitio para centrarse en rehabilitar la escuela y que los alumnos puedan volver. Ahora, o est¨¢n en casa o escolarizados en otros sitios. ¡°Los chavales necesitan recuperar la normalidad cuanto antes¡±, dice.
Nuria quiere regresar a su casa, su refugio, que tiene que montar entera de nuevo. Pero cree que nada volver¨¢ a ser lo mismo. Vicente y Laura no piensan m¨¢s all¨¢ ¡°de ma?ana o pasado¡±. ¡°Parece un t¨®pico, pero es as¨ª¡±, dice Vicente. ¡°Funcionamos pensando solo en el d¨ªa siguiente. No tenemos coche y menos mal que mi mujer puede teletrabajar. Lo que s¨ª creo es que estos pueblos han muerto. Tendr¨¢n que pasar un par de generaciones para que a la gente se le olvide esto y las familias quieran volver a vivir aqu¨ª. Aunque no s¨¦. La verdad es que viendo a toda la gente joven que ha venido a ayudar creo que con ellos s¨ª hay futuro¡±. Pedro quiere que los pol¨ªticos, y desde luego los de la Generalitat, asuman sus responsabilidades por los errores que se han cometido y por el desamparo que ha sentido.
Despu¨¦s de varios d¨ªas en la calle con ellos, la madre de Sarai, Mar¨ªa Asencio, nos llama de lejos al fot¨®grafo y a m¨ª y se acerca corriendo.
¡ª Os quer¨ªa decir, antes de que os vay¨¢is, que al final hemos decidido volver a abrir la tienda. No sabemos c¨®mo, pero lo haremos en marzo o abril, aunque sea con pocas prendas, para la temporada de verano.
Hoy est¨¢ hablando, por primera vez, con una sonrisa. Los efectos de esta dana tardar¨¢n mucho tiempo en revertirse, hay afectados que a¨²n no han encontrado a sus desaparecidos o enterrado a sus muertos, que lo han perdido todo, que viven en calles diminutas llenas a¨²n de monta?as de lodo y basura en las que el barro cubre la bota entera y por las que apenas se puede caminar. Pero muchos buscan, en medio del horror, algo a lo que aferrarse. ¡°Por favor, venid cuando reabramos la tienda¡±, pide Mar¨ªa. Y se despide.