Mujeres periodistas... en el cine
Una redactora de Econom¨ªa protagoniza la serie sueca ¡®Blinded¡¯
Las modernas series sobre periodistas trasladan una mirada desconfiada sobre las redacciones. Mucho m¨¢s que el actual cine que, desde Spotlight, parece que hace m¨¢s caranto?as a la gente de este oficio. De todas maneras hay ejemplos, como veremos, para desmentir las dos afirmaciones. Aprovechando el enjaulamiento sanitario de estos d¨ªas, he revisado algunos t¨ªtulos sobre mujeres periodistas. Empezando por la serie sueca Blinded (2019), en Filmin, que paso a comentar¡ con spoilers. Bea Farkas trabaja en la secci¨®n de Econom¨ªa de un importante diario y es amante del m¨¢ximo e...
Las modernas series sobre periodistas trasladan una mirada desconfiada sobre las redacciones. Mucho m¨¢s que el actual cine que, desde Spotlight, parece que hace m¨¢s caranto?as a la gente de este oficio. De todas maneras hay ejemplos, como veremos, para desmentir las dos afirmaciones. Aprovechando el enjaulamiento sanitario de estos d¨ªas, he revisado algunos t¨ªtulos sobre mujeres periodistas. Empezando por la serie sueca Blinded (2019), en Filmin, que paso a comentar¡ con spoilers. Bea Farkas trabaja en la secci¨®n de Econom¨ªa de un importante diario y es amante del m¨¢ximo ejecutivo de un banco de inversiones. ?l se ha hecho banquero para ganar dinero y ella, dice, periodista para controlar el dinero de los dem¨¢s. Una relaci¨®n a la que no parece querer renunciar a pesar de que le provoca obvias incomodidades. Particularmente cuando con sus art¨ªculos desmonta la aparente solidez del banco, que se hunde. Un hundimiento lleno de sangre: su fuente en el banco se suicida y el patr¨®n intenta asesinar a todo aquel que pueda perjudicarle, incluida Farkas. La serie hace un dibujo devastador del banco de inversiones. Un casino temerario con el dinero, donde se miente y enga?a. En el diario hay distintos temperamentos. Un redactor jefe que no se f¨ªa de su gente y no defiende sus informaciones, lo peor que puede pasar. A la m¨ªnima publica el desmentido del banco y retira una informaci¨®n de la web que resultar¨¢ veraz. Menos mal que quien manda sobre todos, otra mujer, hace lo contrario. La serie promete contar m¨¢s aventuras de Farkas. En la ¨²ltima secuencia de la temporada la vemos preparando un reportaje sobre cr¨¦ditos fraudulentos, un negocio en el que est¨¢ implicado un ex colega, detalle que desconoce. La serie pinta una Farkas decidida, persistente, acostumbrada a la dificultad de obtener datos fiables en un territorio particularmente opaco, el de las finanzas, habitado por personajes con una influencia casi irresistible por m¨²ltiples razones.
Menos indulgente ha sido Clint Eastwood en Richard Jewell (2019). El film es una zurra a la prensa capaz de emponzo?ar la vida de cualquiera. Con fake news o, incluso, con medias verdades. The Washington Post ha dicho que es la pel¨ªcula m¨¢s trumpista que se ha perpetrado. Pues porque ataca a dos enemigos del presidente: el FBI (que lo ha investigado) y la prensa (que el presidente acusa de embustera). Se basa en personajes aut¨¦nticos. Es la historia real de Jewell, un bonifacio que trabaja como agente de seguridad. En Atlanta, durante los Juegos Ol¨ªmpicos, descubre durante un concierto una bolsa sospechosa. Y evita que la bomba, al explotar, cause una masacre mayor. Jewell es tratado como un h¨¦roe hasta que una periodista del diario local, Kathy Scrugg, publica que Jewell est¨¢ en la lista de sospechosos del FBI de haber colocado el explosivo. Una noticia totalmente confirmada. De repente su vida se volver¨¢ un infierno. Algo perfectamente descrito por Eastwood. El problema es que presenta una reportera, fallecida en 2001, sin escr¨²pulos, que se alegra del atentado porque es una noticia que dar¨¢ juego y utiliza sus encantos para seducir a la fuente policial. Su diario, The Atlanta Journal-Constitution, ha tomado la delantera y demandado al cineasta por el falso retrato que hace de la periodista. El director del peri¨®dico escribi¨® en The Washington Post que resulta chocante que un film basado en un hecho real est¨¦ tan plagado de distorsiones y que su director se una al sostenido y alarmante asalto pol¨ªtico a la credibilidad de las organizaciones period¨ªsticas de la naci¨®n. El cr¨ªtico de The New York Times dijo que el retrato de la periodista era caricaturesco y tan demon¨ªaco que, en la ¨²ltima secuencia, se la imaginaba a las puertas del infierno.
Otra historia real, con otra reportera y estrenada el a?o pasado es La corresponsal (A private war), de Matthew Heineman. Un retrato acad¨¦mico y, esta vez, laudatorio, de Marie Colvin, una aplaudida periodista que testific¨® sobre varias guerras recientes y falleci¨® en un campo de batalla a los 56 a?os (Homs, Siria, febrero de 2012). La l¨¢stima es que Heineman parece m¨¢s interesado en lo que tienen de espect¨¢culo las batallas que en proponer una reflexi¨®n sobre el particular oficio de corresponsal de guerra. Por ejemplo, el director abandona una escena, donde la periodista va a recibir un premio de la sociedad londinense, antes de que Colvin empiece a hablar. La hermana de la periodista ha comentado que este biopic es bastante exacto en lo profesional, pero mucho menos en el retrato de su vida personal. Sobre Colvin, adem¨¢s, hay un libro y un documental. Otro asunto que tambi¨¦n ha tenido triple tratamiento ha sido el final del fundador de Fox News, Roger Ailes. Un documental, una serie y, lo ¨²ltimo, una pel¨ªcula (El esc¨¢ndalo), muy sencillita. Quiz¨¢ es en la serie donde se aprecia mejor la dificultad de construir la fraternidad entre las v¨ªctimas del abusador para derribar a la bestia.
Pionera victoriana
Pensando en esta cr¨®nica he revisado en casa filmes sobre mujeres periodistas pioneras. El m¨¢s curioso, aunque no se trate de una gran obra, es A woman rebels (Una mujer se rebela, 1936, Mark Sandrich). Presenta a Pam, hija de la distinguida familia brit¨¢nica de los Thistlewaite. Estamos en la ¨¦poca victoriana. Harta del rigor paterno, se instala en Londres y trabaja en la secretar¨ªa de una peque?a revista de costura. Un d¨ªa, aprovechando la ausencia del director, escribe un editorial criticando el papel que tiene adjudicado la mujer en la sociedad inglesa. El director lee su revista con aquella soflama y¡tiembla. Cree que le hundir¨¢ la clientela, pero cuando se acerca a la redacci¨®n resulta que hay una cola de damas queriendo conseguir un ejemplar. La revista, a partir de entonces, liderar¨¢ el combate por la liberaci¨®n femenina.
Howard Good (Girl reporter, gender, journalism and the movies, 1998) teoriza en su libro porqu¨¦ el cine estadounidense entre los a?os treinta y sesenta prodig¨® pel¨ªculas de mujeres periodistas. Es un efecto indirecto del c¨®digo de censura. El trabajo era un territorio donde mostrar pasi¨®n sin alertar a los bur¨®cratas de la censura. Una plaza, adem¨¢s, donde el personaje femenino pod¨ªa tratar de t¨² a t¨² al masculino. Y un cine que explora argumentos muy concretos: la carrera profesional como un objetivo por encima de la boda; la oficina como nuevo hogar; los colegas en lugar de la familia y la libertad nocturna que se opone a la domesticidad de la clase media.
El western ha presentado mujeres periodistas de distinto pelaje. No son lo mismo la editora de Cimarr¨®n que la debutante de La venganza de Frank James. Ni ¨¦stas tienen nada que ver con la valiente Prudence de Texas lady, a quien nadie arrodilla. Si la cosa sigue as¨ª, espero que no, en otra cr¨®nica hablaremos de ellas.