Oler
Las cr¨®nicas ya no huelen a campo de f¨²tbol sino a laboratorio; los periodistas son analistas y especialistas
A?oro el Camp Nou. Necesito sentir el f¨²tbol y por tanto no me conforma ver los partidos por televisi¨®n, y menos cuando juega el Bar?a ¡ªhoy reaparece en Mallorca y el martes recibe al Legan¨¦s. Nunca asoci¨¦ el juego a un espect¨¢culo ¨²nicamente visual, sino a un ritual que exige igualmente del o¨ªdo, el gusto, el tacto, el olfato y de los ojos propios, que no son precisamente los del realizador, por m¨¢s devoto que sea de profesionales excelentes como ?scar Lago, Xavier Garasa o V¨ªctor Santamar¨ªa. Yo quer¨ªa ser cronista para poder i...
A?oro el Camp Nou. Necesito sentir el f¨²tbol y por tanto no me conforma ver los partidos por televisi¨®n, y menos cuando juega el Bar?a ¡ªhoy reaparece en Mallorca y el martes recibe al Legan¨¦s. Nunca asoci¨¦ el juego a un espect¨¢culo ¨²nicamente visual, sino a un ritual que exige igualmente del o¨ªdo, el gusto, el tacto, el olfato y de los ojos propios, que no son precisamente los del realizador, por m¨¢s devoto que sea de profesionales excelentes como ?scar Lago, Xavier Garasa o V¨ªctor Santamar¨ªa. Yo quer¨ªa ser cronista para poder ir al campo, no para escribir desde casa o la redacci¨®n, y tambi¨¦n para que un d¨ªa figuraran junto a la firma dos palabras: enviado especial; ni que fuera a Zaragoza o a Valencia.
Los que viajan son cada vez menos y las cr¨®nicas ya no huelen a campo de f¨²tbol sino a laboratorio porque los periodistas nos hemos convertido en analistas y especialistas, escrutadores de im¨¢genes, datos y declaraciones, m¨¢s pendientes de la pantalla que del c¨¦sped, igual que los jugadores piensan m¨¢s en c¨®mo celebrar los goles que en marcarlos. Atrapados por la prisa y cegados por la televisi¨®n, se nos pide adem¨¢s que visualicemos el ma?ana, tal que fu¨¦ramos hombres del tiempo, sin reparar en el hoy y seguir el ejemplo de aquellos maestros que nos llevaban de la mano al estadio por c¨®mo nos contaban el partido.
La verdad ya no est¨¢ en la letra de las cr¨®nicas sino en las im¨¢genes y en las redes sociales, de manera que sentarse en un pupitre de prensa de un estadio puede parecer hasta una p¨¦rdida de tiempo si se trata de ver y no de vivir un partido con independencia del rival y del torneo, del horario y del d¨ªa. A veces ocurre incluso que no te enteras de qu¨¦ pas¨® porque tienes la vista puesta en el ordenador, un hincha te tap¨® la jugada o te has distra¨ªdo, te colocaron en mal sitio o no te funciona el wifi ni el m¨®vil, no hay monitor y no puedes seguir la transmisi¨®n de Torquemada, Pou o Flaquer.
Las radios y las televisiones ayudan mucho, sobre todo cuando se tiene un mal d¨ªa, se escapan los detalles y no se ve bien el partido, circunstancia que no solo depende del escenario y de los medios sino tambi¨¦n de la concentraci¨®n y capacidad para leer el juego, un asunto aparentemente m¨¢s f¨¢cil en el Camp Nou. A fin de cuentas se trata del estadio de toda la vida y por tanto la faena es m¨¢s previsible porque se ha interiorizado la liturgia de los partidos del Bar?a. Alcanza con escuchar para saber qu¨¦ pasa y si se mira es para constatar que la intuici¨®n era certera, la evidencia de que se aprendi¨® a interpretar el silencio del Camp Nou. Nunca fue un campo mudo que solo habla contra el Madrid.
No hay un estadio igual y el del Bar?a es sensible y no fr¨ªo como denuncian los visitantes acostumbrados a canchas calientes, sobre todo los que convierten el factor campo en decisivo incluso en los partidos de entretiempo. Aunque no s¨¦ si por querencia o condescend¨ªa, extra?o el Camp Nou por culpa de la pandemia y estoy dispuesto a jurar que se entra y sale f¨¢cilmente por cualquier calle; que los bocadillos son tan sabrosos y baratos como la cerveza sin alcohol; que las sillas giratorias de la tribuna de prensa resultan m¨¢s funcionales y silenciosas que las del palco y que los bramidos del speaker suenan a m¨²sica celestial.
Nunca aborrecer¨¦ al Camp Nou por la comida y la bebida, o por el estruendo y la incomodidad, penalidades soportables con tal de ver a Messi. Hoy, en su ausencia, forman parte de un imaginario feliz que nada tiene que ver con el recuerdo de la ¨²ltima visita, cuando el Bar?a gan¨® a la Real con un gol de penalti del 10. Aquel d¨ªa se me fue la mano por aseverar que los azulgrana precisaron del VAR para sostenerse en la Liga. La presencia en el campo no garantiza una mejor cr¨®nica que la escrita a trav¨¦s de la televisi¨®n; solo expresa el sentir de quien est¨¢ en el lugar de los hechos y se enfrenta a la duda de formar parte de ellos o querer distanciarse tanto que falta a la verdad ¡ªde lo malo a lo peor.
Sin menospreciar a los que se quedan en casa, al estadio hay que ir siempre que se pueda, para intentar descifrar mejor el partido despu¨¦s de impregnarse del ambiente y poder responder cuando te preguntan: ¡°Qu¨¨ et diu el nas?¡±, expresi¨®n muy propia en la jerga culer antes de que salga a calentar el Bar?a. Tengo una obsesi¨®n por el olor desde que de joven husmeaba la ropa reci¨¦n dispuesta cuando sal¨ªa de casa despu¨¦s de limpiar la cuadra, la pocilga y esparcir el esti¨¦rcol. Ten¨ªa p¨¢nico a oler ¡ªoler a vaca, a cerdo, a mierda¡ª por m¨¢s que me hubiera lavado en un barre?o con mucha agua y jab¨®n, rascado con piedra p¨®mez y rematado con una pastilla de un detergente llamado Flota.
Nunca imit¨¦ a los amigos del pueblo que se fumigaban con una colonia cuyo aroma tumbaba m¨¢s que la peste, sino que siempre quise seguir el rastro de los veraneantes que seduc¨ªan a las chicas por c¨®mo vest¨ªan, se cortaban el pelo y ol¨ªan, siempre impolutos, reci¨¦n llegados de Barcelona. Aprend¨ª que el aseo era un asunto vital, no solo por respeto a la higiene y obviamente a la salud, sino en atenci¨®n a los dem¨¢s y por tanto a los que te huelen por narices en la calle, en el bus o en el metro, donde los problemas de sudoraci¨®n y transpiraci¨®n marean hasta a los sucios.
Nada me preocupa m¨¢s de la covid-19 que la posibilidad de quedarme sin olfato, incluso cuando s¨¦ que mi punto d¨¦bil son el asma y los pulmones de un exfumador empedernido, as¨ª que quiero regresar al estadio para reencontrarme con los olores, los sonidos y las vistas, se?al de salud y de deseo: el de escribir con la adrenalina que solo se siente a pie de campo. Aceptar¨¦, mientras, ver los partidos por televisi¨®n sin que me importe si la emoci¨®n est¨¢ enlatada o generada por el sonido ambiente de un partido a puerta cerrada, sin p¨²blico. A falta de espontaneidad, pienso en la suerte que tiene el hincha furibundo incapaz de seguir el partido en casa, el bar o el estadio: ojos que no ven, coraz¨®n que no siente.
Necesito ver y oler, siempre desinfectado, contaminado si acaso por el apego al Camp Nou.