Bailar sin moverse de la silla
El d¨²o Cala Vento sacude las sillas que en el castillo de Montju?c acogen a 350 personas en el ciclo Sala Barcelona
Antes del inicio del concierto lo dec¨ªa Carmen Zapata, gerente de ASSAC (Associaci¨® de Sales de Concerts de Catalunya), a la saz¨®n impulsores de la serie de conciertos que ocupar¨¢n el castillo de Montju?c hasta finales de agosto: ¡°Est¨¢ siendo la primera vez de muchas cosas¡±. S¨ª, cuando la vida era algo consabido que discurr¨ªa por carriles ya tendidos, llega un virus y este verano ir de conciertos en Barcelona supone casi siempre una primera vez. Y organizarlos en los espacios en los que est¨¢n teniendo lugar, lo mismo. No es que el castillo de Montju?c nunca haya escuchado m¨²sica, pero la forma...
Antes del inicio del concierto lo dec¨ªa Carmen Zapata, gerente de ASSAC (Associaci¨® de Sales de Concerts de Catalunya), a la saz¨®n impulsores de la serie de conciertos que ocupar¨¢n el castillo de Montju?c hasta finales de agosto: ¡°Est¨¢ siendo la primera vez de muchas cosas¡±. S¨ª, cuando la vida era algo consabido que discurr¨ªa por carriles ya tendidos, llega un virus y este verano ir de conciertos en Barcelona supone casi siempre una primera vez. Y organizarlos en los espacios en los que est¨¢n teniendo lugar, lo mismo. No es que el castillo de Montju?c nunca haya escuchado m¨²sica, pero la forma en la que ¨¦sta es acogida en tiempos de normalidades alteradas s¨ª supone una novedad a sumar a la larga historia del recinto militar. As¨ª, el primer no hay entradas del ciclo Sala Barcelona se logr¨® la noche del s¨¢bado con los ampurdaneses Cala Vento, encargados de evidenciar que hoy ya no se baila como antes, sino, tomando un s¨ªmil ciclista, haciendo surplace.
Tampoco se entra como antes al recinto de las actuaciones, que, dicho sea de paso, rara vez es el patio de armas de un castillo. Antes de ingresar en el mismo, vistas panor¨¢micas de la ciudad por un lado y, por el otro, un mar con el horizonte en bruma camuflando en tonos crema una luna que a¨²n con luz diurna iniciaba su ascenso, apenas a unos cent¨ªmetros del horizonte. La vendedora de discos y camisetas del grupo miraba desconfiada a una gaviota, est¨¢bamos en su territorio, que en la vertical de su puesto, sobre una farola, bien pod¨ªa deponer sobre la mercanc¨ªa. Al mismo tiempo, todo el mundo con mascarilla hac¨ªa educada, distanciada y comprensiva cola antes de, en grupos lo m¨¢s reducidos posibles y sin juntar a personas que no ven¨ªan ya juntas, deslizarse en compa?¨ªa de una acomodadora por las tripas del recinto y sus pasillos abovedados.
Ya en el patio de armas, ce?ido por la galer¨ªa de soportales y el escalofr¨ªo propio de las dependencias militares en las que se ha dado muerte, mesas para grupos, sillas emparejadas y tambi¨¦n individuales escampadas por el vasto espacio. Una vez en sus localidades, 350, un grupo de eficaces camareros atend¨ªan a una clientela que no pod¨ªa ir personalmente a la barra pero que recib¨ªa servicio s¨®lo levantando la mano, como en el cole. Como en un club de jazz, pero sin jazz, al aire libre, sin humos y con obligaci¨®n de ponerse mascarilla para ir al lavabo, cuya ubicaci¨®n era notificada nada m¨¢s ocupar la localidad sin que ello fuera un reconocimiento a la edad de aquellos varones en edad de tener la pr¨®stata desarrollada.
Y menos los camareros, una concesi¨®n explotada por el propio castillo, todo era personal de salas de conciertos ahora cerradas por lo que no tienen trabajo. Y parte de la recaudaci¨®n del ciclo ir¨¢ destinada a las peque?as salas m¨¢s acuciadas por esta normalidad tan anormal. Ese recuerdo a los locales y al tiempo que hac¨ªa que no tocaban estuvo presente en la actuaci¨®n del d¨²o Cala Vento, cuyo br¨ªo, impulsado s¨®lo por bater¨ªa y guitarra, gener¨® escenas delirantes, tal que asistentes bail¨¢ndose encima sin mover sus posaderas de la silla. Eran as¨ª tronco, brazos, piernas y cabeza los responsables de la agitaci¨®n f¨ªsica, convertido el m¨®vil en improvisada baqueta con la que golpear el aire, ya de por s¨ª removido por la cabeza. Las melod¨ªas de grupo, certeras y n¨ªtidas, infalibles en muchos casos, iban espoleando la danza, hasta que en la parte final, coincidiendo con temas como Gente como t¨², Estoy enamorado de ti o Abril, el p¨²blico se puso en pie y bail¨® como esos ciclistas que, haciendo surplace, se quedan en el mismo lugar, ahora iluminado por una luna casi llena que ya se hab¨ªa despegado del horizonte y flotaba sobre el recinto. Todo es nuevo, todo es ins¨®lito y la m¨²sica est¨¢ sonando en espacios que hacen pensar en lo bonita que es una ciudad c¨®mplice del mar.