La Barcelona que nos robaron
Lo que yo creo, cuando voy ahora a la plaza Reial es que ya no es tan real. Que la real era la de antes, con las terrazas llenas de gente, de turistas, con aquella ventana tras la cual seguro que estaba Oriol Bohigas
Los seres humanos tenemos una gran capacidad para urdir utop¨ªas. Para mentirnos a nosotros mismos. Queremos ser felices a toda costa y convencer a nuestros semejantes que alguien entre nosotros les traer¨¢ esa felicidad. Por eso ocurre que a veces aceptamos sin m¨¢s que vivimos en planetas o islas inexistentes. Cuanto m¨¢s inexistentes, m¨¢s reales. La prueba de ello son esos lugares maravillosos que nos dicen algunos que existen (y por decir eso cobran un sueldo nada modesto) y en los cuales vivimos, pero que no existen, que nos amparan sistemas pol¨ªticos que tampoco existen. Es verdad que a vece...
Los seres humanos tenemos una gran capacidad para urdir utop¨ªas. Para mentirnos a nosotros mismos. Queremos ser felices a toda costa y convencer a nuestros semejantes que alguien entre nosotros les traer¨¢ esa felicidad. Por eso ocurre que a veces aceptamos sin m¨¢s que vivimos en planetas o islas inexistentes. Cuanto m¨¢s inexistentes, m¨¢s reales. La prueba de ello son esos lugares maravillosos que nos dicen algunos que existen (y por decir eso cobran un sueldo nada modesto) y en los cuales vivimos, pero que no existen, que nos amparan sistemas pol¨ªticos que tampoco existen. Es verdad que a veces caen en flagrantes contradicciones, porque mientras nos dicen que ya vivimos en una rep¨²blica catalana, por citar un caso de amplio conocimiento y difusi¨®n, por otro nos dicen que no gozamos ni de libertad ni de democracia. En fin, sorpresas que nos damos los seres humanos. O leyendas urbanas. Yo quiero hablar hoy de una de esas leyendas que se va colando entre la gente, y no precisamente la m¨¢s desinformada.
Resulta que voy escuchando y viendo por televisi¨®n que Barcelona est¨¢ recuperando sus espacios, supuestamente invadidos por las hordas de turistas que nos estuvieron arruinando nuestra preciosa ciudad. Los reportajes por TV3, la m¨ªa, consisten en llevar a las c¨¢maras por lugares t¨ªpicos. Un d¨ªa la plaza Reial, otro d¨ªa el Park G¨¹ell, otro la Casa Batll¨®. Y as¨ª por multitud de sitios que se supone que los barceloneses han recuperado despu¨¦s de los largos a?os de opresi¨®n tur¨ªstica. Pero mira por d¨®nde, resulta que esta ansiada recuperaci¨®n de los espacios genuinamente barceloneses se ha producido por una crisis sanitaria de enormes y nefastas consecuencias humanas y materiales. Si se sigue con este determinista silogismo va a resultar que a los habitantes de Barcelona les vino de perlas la pandemia del coronavirus. Va a resultar que unos cientos de ancianos muertos en las residencias por el virus nos ha posibilitado recuperar nuestros dominios de la ciudad. Claro que la pandemia tambi¨¦n dej¨® sin trabajo a mucha gente (entre ellos un hijo m¨ªo), pero qu¨¦ importa eso si ahora podemos pasear por la Rambla y no chocarnos con los molestos guiris, aunque eso conlleve ver a las floristas muertas de pena esperando que alguien les compre una miserable rosa.
Lo que yo creo, cuando voy ahora a la plaza Real, es que ya no es tan real. Que la real era la de antes, con las terrazas llenas de gente, de turistas, con aquella ventana tras la cual seguro estaba Oriol Bohigas observ¨¢ndola. La de ahora no puede ser real solo porque la hayan ¡°descubierto¡± los barceloneses. La real era la de antes, la de los camareros hart¨¢ndose de trajinar mesa por mesa, sudando con alegr¨ªa porque sab¨ªan que podr¨ªan pagar el alquiler y alimentar a su prole.
El turismo es un asunto muy serio. No se puede cambiar el modelo de turismo de Catalu?a (y el de Barcelona) en un pisp¨¢s. Ser¨ªa lo deseable, como tambi¨¦n lo ser¨ªa que se corrigieran los enormes desmanes que en nombre suyo se infligen a los trabajadores que viven de ¨¦l. Y es verdad que el turismo tal como est¨¢ concebido, masificado, atenta contra la sostenibilidad de nuestro planeta. Pero no lo es menos que el uso del coche tambi¨¦n hace da?o (tanto da?o que incluso los grillos han vuelto a cantar en la terraza de mi casa cuando el confinamiento), como tambi¨¦n tener segundas residencias, beber agua en botellas de pl¨¢stico o tirar las compresas o los palillos de los o¨ªdos por el v¨¢ter.
Deber¨ªamos ser m¨¢s cautos a la hora de saltar de alegr¨ªa porque no veamos en la calle o lugares p¨²blicos a esa gente que estamos convencidos de que han venido a robarnos la ciudad. A los que van a la Casa Batll¨® ahora (habr¨ªa que preguntarse por qu¨¦ no lo hac¨ªan antes) se les nota que se sienten liberados, Barcelona vuelve a ser suya. Estuve este ¨²ltimo domingo en el Museo de Ciencias Naturales de Barcelona, sito en el edificio F¨®rum. Visit¨¦ sus espacios habituales y uno de monogr¨¢fico dedicado a los chimpanc¨¦s. Entre los dos, solo vi a cuatro adultos y tres ni?os en tres horas. Les pregunt¨¦ a los gu¨ªas si sol¨ªan venir turistas y me contestaron que casi nadie. Los que m¨¢s visitan el museo son los colegios.
?Y si fuera que los barceloneses ahora conocen que existen la Casa Batll¨®, la Pedrera, el Park G¨¹ell, la plaza Reial, la Rambla, etc., gracias a los turistas?