La democracia en peligro: una advertencia americana
Las democracias bipartidistas cl¨¢sicas no vieron o no quisieron percibir el cambio y fue la extrema derecha la que se anticip¨® y ofreci¨® el camino del autoritarismo postdemocr¨¢tico
La llaman ¡°cancel culture¡± y es una variante de la ¡°correcci¨®n pol¨ªtica¡±. Muy tensas deben estar las cosas en Estados Unidos como para que gente tan dispar c¨®mo Noam Chomsky, Margaret Atwood, Salman Rushdie, Francis Fukuyama y Steven Pinker compartan una declaraci¨®n p¨²blica. Y no s¨®lo contra Trump al que, obviamente, consideran como ¡°una amenaza para la democracia¡±. Ciento cincuenta personalidades del mundo cultural han firmado un manifiesto contra la intolerancia y el sectarismo en la batalla contra el trumpismo. Lo cual confirma que las derivas autoritarias generan respuestas autoritarias al...
La llaman ¡°cancel culture¡± y es una variante de la ¡°correcci¨®n pol¨ªtica¡±. Muy tensas deben estar las cosas en Estados Unidos como para que gente tan dispar c¨®mo Noam Chomsky, Margaret Atwood, Salman Rushdie, Francis Fukuyama y Steven Pinker compartan una declaraci¨®n p¨²blica. Y no s¨®lo contra Trump al que, obviamente, consideran como ¡°una amenaza para la democracia¡±. Ciento cincuenta personalidades del mundo cultural han firmado un manifiesto contra la intolerancia y el sectarismo en la batalla contra el trumpismo. Lo cual confirma que las derivas autoritarias generan respuestas autoritarias al llevar a la pol¨ªtica a la lucha simple entre el amigo y el enemigo. Y que la derecha radicalizada funda su ¨¦xito en la confrontaci¨®n y su capacidad para capitalizarla, en sociedades en que el miedo est¨¢ a flor de piel. Y la izquierda cae en la trampa. As¨ª gan¨® Trump.
Es probable que tengan raz¨®n algunos cr¨ªticos que ven en el manifiesto un ejercicio de melancol¨ªa de la vieja figura del intelectual comprometido, en evidente declive de autoridad, por parte de veteranos autores consolidados. Pero s¨ª fuera as¨ª a¨²n es m¨¢s evidente el valor sintom¨¢tico del texto. ¡°La batalla contra Trump no puede caer en los dogmas y en la coerci¨®n ideol¨®gica¡±, escriben. Y a?aden: ¡°La censura se extiende y hay intolerancia a los distintos puntos de vista¡±. Frases que sin duda tienen todo el sentido entre nosotros, d¨®nde hemos visto como la dial¨¦ctica de buenos y traidores operaba tanto dentro de los dos bandos de la querella entre unionismo e independentismo como en los intentos de la derecha radicalizada de convertir al llamado populismo de izquierdas en enemigo mortal. S¨ª, tambi¨¦n aqu¨ª hay que razones para reclamar ¡°la libertad de experimentaci¨®n, de riesgos e incluso de errores¡±, exigible en una cultura democr¨¢tica, cuando se impone la idea de que en n
Ciento cincuenta personalidades del mundo cultural han firmado un manifiesto contra la intolerancia y el sectarismo en la batalla contra el trumpismo
ombre de un valor supremo hay que cerrar filas y los discrepantes son renegados.
Ni lo que ocurre en Estados Unidos ni lo que ocurre en Espa?a es excepcional. Es consecuencia de una evoluci¨®n de las democracias liberales hacia el autoritarismo que hay que tomarse muy en serio, y sin dogmatismos, sino se quiere que se acabe imponiendo por la fuerza de las din¨¢micas en curso. Dos realidades est¨¢n afectando directamente al espacio de representaci¨®n: El paso de la econom¨ªa de la escala nacional a la escala global, que ha debilitado la eficacia del Estado en el control de los mercados y ha empeque?ecido al Estado del bienestar, provocando la p¨¦rdida de confianza de la ciudadan¨ªa en los gobernantes. Y la mutaci¨®n del espacio comunicacional de la prensa cl¨¢sica (escrita, radiada o televisiva) al universo digital, d¨®nde cualquier criterio de exigencia de rigor, de verdad o de respeto al otro brilla por su ausencia, y la din¨¢mica de turba funciona a pleno rendimiento.
La cuesti¨®n de fondo es tan es sencilla como esta: ?tiene futuro la democracia o se impondr¨¢n las pasarelas hacia el autoritarismo?
La suma de estos factores alimenta un mal estar de fondo que las democracias bipartidistas cl¨¢sicas no han sabido integrar. No vieron o no quisieron percibir el cambio y fue la extrema derecha la que se anticip¨® y ofreci¨® el camino del autoritarismo postdemocr¨¢tico. Cuando la crisis de los partidos tradicionales abri¨® paso a nuevas organizaciones, en vez de ampliar el campo de juego e integrar a los nuevos actores se les etiquet¨® indiscriminadamente como populistas como forma de descalificarles. Es verdad, pretend¨ªan dar voz al pueblo que no se sent¨ªa escuchado, que percib¨ªa que los que mandaban ya no le representaban. Pero no todos eran iguales ni en objetivos ni en m¨¦todos.
La din¨¢mica de polarizaci¨®n creci¨® cuando se busc¨® refugi¨® en las utop¨ªas disponibles (Marina Subirats) como en el caso del nacionalismo catal¨¢n. Y la confrontaci¨®n se adue?¨® de la situaci¨®n. Derecha radicalizada contra izquierda populista, patria contra patria. Campo de batalla abonado a las exigencias de la correcci¨®n pol¨ªtica de cada bando. Incluso el feminismo y el ecologismo, las propuestas m¨¢s renovadoras, caen a menudo en estas formas de autocomplacencia. Y ocurren cosas como las que el manifiesto americano denuncia. La cuesti¨®n de fondo es tan sencilla como ¨¦sta: ?tiene futuro la democracia o se impondr¨¢n las pasarelas hacia el autoritarismo? Despu¨¦s del caso Trump ya no hay excusa para mirar a otra parte. Y si queremos salvar la democracia hay que combatir la intolerancia, dentro y fuera de cada casa. Con ideas, es decir, con libertad y respeto para explicarlas.