Elogio de la capillita
Sin el entramado de conocidos, sin la actividad comunicacional b¨¢sica, sin presentaciones ni recitales ni ferias sent¨ª que esa especie de tertulia colectiva se iba al garete
El verano es tiempo de reencuentros. Conocidos del gremio que no veo durante el a?o de golpe me escriben un mensaje, me desean unas buenas vacaciones. Tampoco es extra?o que veraneen cerca, al final a todo el mundo le gustan las mismas playas y los mismos valles, y el caso dado es que con la pandemia de por medio (movilidad reducida, miedos, muertos, viajes cancelados y estrechez econ¨®mica) este a?o he topado con m¨¢s conocidos de lo que fuera habitual. Se han multiplicado los encuentros de proximidad vacacional al azar.
Uno tiene la suerte de ser escritor y la tara de necesitar la gente...
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El verano es tiempo de reencuentros. Conocidos del gremio que no veo durante el a?o de golpe me escriben un mensaje, me desean unas buenas vacaciones. Tampoco es extra?o que veraneen cerca, al final a todo el mundo le gustan las mismas playas y los mismos valles, y el caso dado es que con la pandemia de por medio (movilidad reducida, miedos, muertos, viajes cancelados y estrechez econ¨®mica) este a?o he topado con m¨¢s conocidos de lo que fuera habitual. Se han multiplicado los encuentros de proximidad vacacional al azar.
Uno tiene la suerte de ser escritor y la tara de necesitar la gente del gremio para comentar los vaivenes del oficio. Algunos escritores se las dan de eremitas, pero la mayor¨ªa necesitamos hablar de lo nuestro con nuestros semblantes, rajar de nuestros semblantes con otros semblantes, alimentar la sensaci¨®n de significar algo en el jard¨ªn de las letras y agarrar, a veces al vuelo, posibilidades de trabajar. Por suerte o por desgracia, va con el oficio. El barullo extraliterario que se da en los bares ca¨ªdo el sol o durante algunas comidas que se arrancan de las actuales y prietas agendas, las conversaciones p¨²blicas o privadas en las redes, cr¨ªticos, periodistas, poetas, alg¨²n que otro m¨²sico, editores, dramaturgos, los escasos programas en radio y televisi¨®n, sin esa especie de algarab¨ªa un sistema literario como el catal¨¢n solo producir¨ªa listas de aforismos quejosos o libros de escritores rentistas.
Siendo Catalu?a un pa¨ªs peque?o que adem¨¢s concentra el meollo literario en Barcelona, y trabajando de escritor, al cabo de pocos a?os de ir a presentaciones y recitales y de asistir a ferias y sobremesas uno tiene la sensaci¨®n de que casi todos los que se dedican a ello se conocen. Si al detalle le sumamos que las redes sociales han facilitado la charla p¨²blica con todo el mundo, la sensaci¨®n se agudiza. Pero la pandemia ha dejado hecho trizas el sector en Catalu?a, y no se trata solo de las ventas. Para que un sector como el literario se mantenga en ebullici¨®n, creativo, los intercambios y las capillitas, las charlas, los contactos son necesarios. Tienen que correr el aire y las ideas, las noticias y las obras, tambi¨¦n es necesario que vuelen algunas dagas, pero el confinamiento y la posterior desescalada han causado una verdadera desorientaci¨®n. Por decirlo de otra manera, se ha perdido el toque de la pelota.
La catalan¨ªsima instituci¨®n de la capelleta siempre ha sido denostada por los escritores o aspirantes que, en apariencia, no pertenecen a ninguna. Sea por lejan¨ªa ¡ªviven en un pueblo donde a nadie le interesan las trifulcas de artista¡ª, sea porque son poco dados al trato afable o porque consideran que todos los dem¨¢s c¨®nclaves son capillitas menos su grupito de amigos, los anticapillitas suelen atribuir los males y los fracasos a esta curiosa condici¨®n voluntaria.
Yo necesito los contactos con gente del gremio para poder seguir dedic¨¢ndome a ello. Si el grupo de escritores con el cual tengo tratos (articulistas, poetas, editores, profesores¡) es una capillita, entonces necesito la capillita para trabajar. La pandemia cercen¨® las ya pocas ocasiones de que dispon¨ªa normalmente. Bajaron a cero las charlas informales, los d¨ªas y las noches que uno vuelve a casa con la certeza de haber escuchado a gente inteligente. El aislamiento, a pesar de o gracias a las nuevas tecnolog¨ªas, me hizo caer en la cuenta: sin el entramado de conocidos, sin la actividad comunicacional b¨¢sica (de viva voz y piel, tan estimulante), sin presentaciones ni recitales ni ferias sent¨ª que esa especie de tertulia colectiva se iba al garete. Por si fuera poco, la pandemia aguz¨® las diferencias, las condiciones de posibilidad de los escritores. Los hay con hijos peque?os o gente mayor a su cargo. Los hay que dependen mucho de los trabajos adyacentes que se cancelaron. Los hay que el par¨®n les vino de perlas para acabar sendas novelas. Etc¨¦tera.
Por suerte este verano he coincidido con algunos compa?eros de oficio. Hemos hablado de avatares, nos hemos recomendado libros, contamos an¨¦cdotas y pensamos en voz alta sobre proyectos que, si no cambia mucho el panorama, pasadas las vacaciones ser¨¢ dif¨ªcil sacarlos adelante. Capillita estival, tan necesaria para seguir creyendo que este oficio vale mucho la pena, lo bueno ser¨ªa que volviera a ponerse en marcha el entramado entero, porque se escribe en soledad pero somos muchos los que amamos las tertulias de los letrudos.