Pandemonio
Lo que a trav¨¦s del estado de alarma asumi¨® el Ejecutivo central ahora est¨¢ en manos de las autonom¨ªas, que, recuperadas sus competencias sanitarias, reproducen a peque?a escala lo que los Estados hacen en el ¨¢mbito continental
Un fantasma recorre Europa, el fantasma del coronavirus. Parafraseando a Marx y Engels y su conocido inicio del Manifiesto comunista, podr¨ªamos convenir que ¡°todas las fuerzas de la vieja Europa se han unido en santa cruzada para acosar a este fantasma¡±. Y aquella uni¨®n de circunstancias parece revivir con parecidos l¨ªmites.
Francia ha restablecido su estado de urgencia, toque de queda incluido en el Par¨ªs metropolitano. Holanda ha declarado confinami...
Un fantasma recorre Europa, el fantasma del coronavirus. Parafraseando a Marx y Engels y su conocido inicio del Manifiesto comunista, podr¨ªamos convenir que ¡°todas las fuerzas de la vieja Europa se han unido en santa cruzada para acosar a este fantasma¡±. Y aquella uni¨®n de circunstancias parece revivir con parecidos l¨ªmites.
Francia ha restablecido su estado de urgencia, toque de queda incluido en el Par¨ªs metropolitano. Holanda ha declarado confinamiento parcial e Italia ha reducido horarios de restaurantes y vida social despu¨¦s de obligar a usar mascarilla. Alemania, alarmada con mucha menos incidencia, teme el caos. Incluso el Reino Unido, Brexit latente al margen, advierte de las duras medidas a tomar por un rubio peligroso que se las promet¨ªa muy felices minimizando el riesgo hasta caer del caballo por el azote de la enfermedad padecida en carne propia.
Mientras, y siguiendo la propuesta ideada hace meses por el matem¨¢tico catal¨¢n de la Universidad de Par¨ªs-Dauphine Miquel Oliu-Barton, la Comisi¨®n Europea ha empezado a preparar su mapa de colores seg¨²n los contagios en cada zona. Persigue ofrecer alternativas de relaci¨®n, contacto y movilidad a tanta divisi¨®n de criterios y tan poca armonizaci¨®n sanitaria promoviendo posibles corredores seguros que alivien la castigada econom¨ªa. Como si el Tratado de Schengen no existiera porque la Uni¨®n no se hubiera ideado siquiera. Y no porque la covid-19 no entienda de administraciones, patrias ni fronteras, sino porque estos conceptos funcionariales, f¨ªsicos o emocionales son patrimonio de los Estados, que los modulan a su parecer en un proceso de aparente improvisaci¨®n seg¨²n las sugerencias de cient¨ªficos superados.
En este sentido, poco parece haber cambiado aquel mundo de 1848 que las oligarqu¨ªas ve¨ªan amenazado por la revoluci¨®n comunista y contra el que los dos grandes pensadores redactaron ¡°el programa del proletariado¡±. Tanto por la actual fragmentaci¨®n de las defensas como por la falta de unidad en el ataque. Tanto por la disparidad de criterios pol¨ªticos como por las insatisfactorias soluciones m¨¦dicas. Se sigue sabiendo tan poco del virus por su novedad y temiendo tanto de ¨¦l por su incidencia como se hizo entonces con aquel movimiento que marc¨® la historia del mundo. Tambi¨¦n en esto hay coincidencia. Nadie pone en duda que nuestra experiencia pasar¨¢ a los anales. Hay, por tanto, similitudes entre ambas batallas. Incluso por el sufrimiento mayormente distribuido entre los m¨¢s d¨¦biles a causa de una condici¨®n social que les empuja a la exclusi¨®n, como advierte Intermon-Oxfam.
Presentada la pasada primavera como una guerra a la que se intent¨® hacer frente con el lenguaje convencional de las grandes confrontaciones y potenciando la propaganda con el m¨¢s arcaico de los estilos, el tiempo est¨¢ demostrando cu¨¢n equivocados iban los gobiernos y lo err¨®neo de sus m¨¦todos. Todos. Quienes entonces parec¨ªan enfrentarse adecuadamente a las nuevas circunstancias porque sus epidemi¨®logos optaron por unas medidas menos invasivas, la cura de humildad les lleg¨® despu¨¦s. Y quienes, al rev¨¦s, se presentaron como los adelantados de la dureza para aparentar una gallard¨ªa que de poco serv¨ªa, Espa?a por ejemplo, en el actual cap¨ªtulo est¨¢n viendo lo insatisfactorio de aquel gran sacrificio de la primavera robada si es que fue pensado para ser m¨¢s eficientes en el oto?o de la falsa esperanza.
Claro que tambi¨¦n aqu¨ª entra en juego una diferencia sustancial: la distribuci¨®n de responsabilidades. Y lo que a trav¨¦s del estado de alarma asumi¨® el Ejecutivo central ahora est¨¢ en manos de las autonom¨ªas, que, recuperadas sus competencias sanitarias, reproducen a peque?a escala lo que los Estados hacen en el ¨¢mbito continental. Madrid, el paradigma. Catalu?a, el simbolismo. Una por voluntad partidista. Otra por necesidad vital. Y la consecuencia es la sensaci¨®n generalizada de desamparo ciudadano fruto de miradas ideol¨®gicas contrapuestas. Porque aunque la ciencia pueda ser neutra, sus profesionales no lo son y los gobiernos ni deben ni pueden serlo. Y acaban aplicando metodolog¨ªas fruto de unos planteamientos m¨¢s o menos intervencionistas o m¨¢s o menos liberales.
En esta otra batalla estamos ahora si nos fijamos en las decisiones econ¨®micas que se toman, que se critican o que se padecen. Mientras D¨ªaz Ayuso acusa imprudente y tendenciosamente al Gobierno S¨¢nchez-Iglesias de pretender el ahogo de Madrid, el de Aragon¨¨s fija las medidas de izquierdas bajo pretexto de prevenir para evitar tener que curar. Pero lo hace como correctivo a los catalanes que incumplen las normas en la mejilla de los propietarios de bares y restaurantes. Como si fueran ellos los responsables de un comportamiento que tambi¨¦n es consecuencia de lo que los gobiernos no supieron hacer durante el largo confinamiento: incentivar y promover la responsabilidad individual y social antes que sermonear y sancionar. Y aquel paternalismo protector de palo y zanahoria ahora se vuelve en su contra.
Si Marx y Engels pretend¨ªan crear una sociedad nueva, con el coronavirus se persigue nueva la normalidad. Mientras, pandemonio. (Ruido y confusi¨®n.)