El desbarajuste
Tenemos unas elecciones a la vista y los partidos que forman el gobierno comparten el mismo electorado, o sea que sus votos los ganan a costa de los compa?eros de gobierno
La segunda ola de la pandemia amenaza con elevar el desconcierto a m¨¢xima categor¨ªa: los ciudadanos han vivido un retorno a la mal llamada normalidad y ha resultado que era un espectro. Y al constatar que volv¨ªan a perder el control de sus vidas por orden administrativa han ido creciendo el malestar y la indignaci¨®n. El Gobierno catal¨¢n en las ¨²ltimas semanas ha ofrecido un lamentable espect¨¢culo de desuni¨®n, desconfianza entre partidos, rivalidades personales, y miedo a la irritaci¨®n creciente de una parte de las clases medias, es decir, de gentes del espacio social propio de su electorado....
La segunda ola de la pandemia amenaza con elevar el desconcierto a m¨¢xima categor¨ªa: los ciudadanos han vivido un retorno a la mal llamada normalidad y ha resultado que era un espectro. Y al constatar que volv¨ªan a perder el control de sus vidas por orden administrativa han ido creciendo el malestar y la indignaci¨®n. El Gobierno catal¨¢n en las ¨²ltimas semanas ha ofrecido un lamentable espect¨¢culo de desuni¨®n, desconfianza entre partidos, rivalidades personales, y miedo a la irritaci¨®n creciente de una parte de las clases medias, es decir, de gentes del espacio social propio de su electorado.
Hemos visto peque?os asaltos de Ramon Tremosa a Pere Aragon¨¨s, ambos con aspiraciones presidenciales
Si en la primera pandemia Torra busc¨® la cohesi¨®n de grupo utilizando el Gobierno espa?ol como culpable de todos los males en una estrategia reactiva que consist¨ªa en apostar siempre por lo contrario que Madrid, ahora la pelea se ha instalado en el interior de la coalici¨®n de gobierno y la pugna de deslealtades entre las consejer¨ªas seg¨²n el color de cada una de ellas. Incluso cuando son del mismo ramo, pero de distinto partido, como hemos visto con los peque?os asaltos del consejero de Empresa, Ramon Tremosa, al vicepresidente Pere Aragon¨¨s, ambos con aspiraciones de presidenciables. En suma, un espect¨¢culo nada edificante en un momento convulso como este. La apelaci¨®n a la prioridad absoluta de la salud para justificar decisiones impopulares no resulta muy cre¨ªble ante esta resurrecci¨®n del lado m¨¢s miserable de la pol¨ªtica: qu¨ªtate t¨², que me pongo yo. Naturalmente hay una lectura f¨¢cil: tenemos unas elecciones a la vista y los partidos que forman el Gobierno comparten el mismo electorado, o sea que sus votos los ganan a costa de los compa?eros de gobierno. Si adem¨¢s el trofeo es la presidencia de la Generalitat, es decir, ganar la iniciativa para los pr¨®ximos a?os, la pelea sale inevitablemente a la luz.
Pero siendo cierta esta explicaci¨®n, no es suficiente. Hay otros factores que favorecen esta indecorosa pelea a la que me temo que una parte de los protagonistas han llegado sin apenas darse cuenta. Una de las causas, por supuesto, ha sido la decisi¨®n de Torra de alargar la agon¨ªa de un Gobierno que ya se sab¨ªa tocado, despu¨¦s de haber anunciado elecciones a principios de a?o. Pr¨®rroga que se prolong¨® todav¨ªa m¨¢s tras el infantil episodio de la pancarta, que lo llev¨® a salir de la presidencia.
La generaci¨®n de los pol¨ªticos de 2017 se aleja, pero su relevo no llega por un temor reverencial que nadie rompe
Pero las causas de fondo de esta crisis est¨¢n en el impasse al que se ha llegado despu¨¦s de tres a?os de resaca del oto?o de 2017. La reiterada apelaci¨®n a la implementaci¨®n del mandato del 1 de octubre y la autodeterminaci¨®n ha servido en este per¨ªodo para apagar los fuegos, pero este tiempo ya pas¨®. Las palabras m¨¢gicas no solo ya no sirven para disimular la realidad de una crisis sanitaria, econ¨®mica, social, educativa y, por supuesto, pol¨ªtica, sino que m¨¢s bien pueden acabar siendo factor de escarnio. Con lo cual es inevitable que surja todo aquello que la gran promesa pretend¨ªa esconder: las diferencias de intereses entre unos grupos y otros, que ya han servido para dividir el espacio de Junts; el miedo a espantar a las clientelas de cada cual; las diferencias ideol¨®gicas (puestas de manifiesto por ejemplo en la votaci¨®n de la ley Cela¨¢ de educaci¨®n); las rivalidades personales, y el vac¨ªo de liderazgo. La generaci¨®n de 2017, unos en la c¨¢rcel, otros en el exilio, se va alejando, pero su relevo no llega por un cierto temor reverencial que nadie ha osado romper. El mismo hecho de que Pere Aragon¨¨s no haya asumido formalmente la presidencia que Torra ha dejado vacante es un s¨ªntoma de que los tiempos han cambiado pero el independentismo sigue prisionero de sus inercias. Y el desbarajuste de estos d¨ªas no es ajeno al hecho de que nadie ocupe la peana presidencial: falta al mando alguien al que se le reconozca que ante cualquier desavenencia tiene la ¨²ltima palabra.
No es por tanto una crisis coyuntural, aunque s¨ª expresa el enorme desgaste de quienes han lidiado con este momento enrevesado en que la pandemia se ha entrometido en la fase de descompresi¨®n del proc¨¦s. Cuando lobbies y sectores econ¨®micos han empezado a movilizarse porque la situaci¨®n se acerca al l¨ªmite, el Gobierno ha quedado desbordado. Y se ha puesto en evidencia que hay sensibles diferencias en los intereses de cada parte. Y que no solo de la independencia viven los partidos (y sus electores).