Agua antigua de cisterna
El dep¨®sito era la primera dependencia de la casa: antes que los cimientos, se excavaba el hueco en la tierra o en la roca
Sin duda, el agua de naturaleza celestial, la segunda lluvia que se recoge en la cisterna, reposa en la oscuridad y los silencios, es invencible. Casi es la nada que refresca y complace, un sabor neutral, fino, sin par en la boca y en su transcurrir lento por los rincones del cuerpo.
Beber este l¨ªquido privado, fresco, al pie de esa fuente, en la mesa cercana, o a 40 kil¨®metros, es normal, natural y sostenible. Un placer que remite a costumbres y fidelidades directas. Esa rutina tan preciada arrastra fugaces recuerdos de saciar la sed, tras los juegos de la infancia, la merienda con ...
Sin duda, el agua de naturaleza celestial, la segunda lluvia que se recoge en la cisterna, reposa en la oscuridad y los silencios, es invencible. Casi es la nada que refresca y complace, un sabor neutral, fino, sin par en la boca y en su transcurrir lento por los rincones del cuerpo.
Beber este l¨ªquido privado, fresco, al pie de esa fuente, en la mesa cercana, o a 40 kil¨®metros, es normal, natural y sostenible. Un placer que remite a costumbres y fidelidades directas. Esa rutina tan preciada arrastra fugaces recuerdos de saciar la sed, tras los juegos de la infancia, la merienda con pan-pan y, tambi¨¦n, el vaso cubierto con una pa?o bordado ante ancianos o enfermos.
Una cisterna evoca las generaciones de manos que la cuidaron para mantener el inevitable combustible de la necesidad. Es un recurso de minor¨ªas por el declive demogr¨¢fico y el descuido de la tradici¨®n pr¨¢ctica.
Las personas reponen su naturaleza, vencen su sed y atienden el paladar con las reservas antiguas de las cisternas, reservas particulares, agua propia, apreciada y valorada. Esa s¨ª es natural, sin rastro de sales minerales, durezas, filtrajes artificiales y a?adidos invisibles.
Las mismas lluvias que nutren las m¨ªnimas cisternas se infiltran en la tierra insular, entre las grietas y rocas del subsuelo, abren micror¨ªos profundos, invisibles. Las llamadas venas que forman acu¨ªferos de los que se extrae el agua para regar o embotellar, y que han bautizado como mineral. El agua de pozo perforado ¡ªo microembalse¡ª es la que fluye hasta el abastecimiento urbano, con controles y agregados.
Agua de lluvia, de corriola ( polea), de fuente, del cielo, es la del dep¨®sito individual casero. Era la primera dependencia de la casa: antes que los cimientos, se excavaba el recipiente en la tierra o la roca. Esa agua capturada deb¨ªa ser extra¨ªda a pulso, con una cadena fina y un cubo met¨¢lico, de zinc, con un agujero en su fondo. El cubo usado gotea o chorrea durante unos minutos, una sonata de frescor, la ex lluvia que da vida a la reserva ancestral.
Esa sustancia ca¨ªda de las nubes al vientre viejo y oscuro da enorme valor a muchas de las casas conservadas tal cual, con los tejados, terrados y canalizaciones cuidados, limpios. Una vez al a?o, tras un temporal, el agua es m¨ªnimamente tratada y analizada. Se cuenta que se lanzaba una anguila a la cisterna para vigilar posibles larvas de intrusos. Se explican apariciones de ejemplares gigantes, ciegos, al vaciar y limpiar el dep¨®sito.
En la cocina familiar, la cisterna, su agua, era o es necesidad manifiesta desde el biber¨®n y el caf¨¦ hasta el ¨²ltimo sorbo para calmar la sed de quien se va sin querer. Guisos, legumbres, caldos, arroces e infusiones no saben bien sin la madre agua.
El agua cae del cielo y entra para quedarse en las casas ¡ªcon cisterna¡ª con un rumor agradable, noticioso, pero que no atiende al dictado del deseo. El ruido del agua contra agua es alegr¨ªa en el sur. La lluvia moderada o intensa, constante, sorprende escasos d¨ªas al a?o en las islas secas. Los recursos h¨ªdricos surgen de las precipitaciones o sale del mar con la f¨¢brica de agua artificial.
El murmullo de la lluvia al precipitarse para reposar y llenar el vientre bajo de las casas es ¡ªera¡ª amable porque relaja y conforta las necesidades dom¨¦sticas de los habitantes. Se trata de un eco del dispar caudal de agua de lluvia recogida en la alturas de la casa, entre tejas o suelo blanqueado, precipit¨¢ndose a chorro en las reservas de la cisterna.
En los pueblos, toda vivienda se alzaba por l¨®gica necesidad sobre un dep¨®sito que recog¨ªa el agua de boca. La existencia insular se organiz¨® alrededor de las fuentes, las poblaciones subsistieron contra la escasez de agua, el hambre y las pestes.
El aprecio del agua de cisterna fue evidente con un trasiego masivo urbano-rural en la segunda mitad del siglo XX. Los domingos, al atardecer, al retornar las familias a su domicilio en Palma desde sus casas familiares en los pueblos, de los coches sal¨ªan bidones de agua de cisterna, agua buena, para cocinar, lavarse la cara, los dientes y el cabello. Tambi¨¦n llegaban guisos y congelados maternos para el men¨² infantil y familiar, provisiones.
En tiempos de sequ¨ªa y cat¨¢strofe de gesti¨®n, el agua de grifo era dura, con cal y casi salobre. El fondo de las ollas y las cafeteras era destrozado por la cal del caudal del suministro municipal. En 1995 se trajo a Mallorca agua del r¨ªo Ebro, en barcos, con tanques repintados que degradaron el l¨ªquido. El primer cargamento se ech¨® al mar. Luego llegaron las desaladoras y su agua rara.