Toque de queda en la luna
Muchos turistas y tambi¨¦n barceloneses ignoran el confinamiento nocturno en las playas y en La Rambla
Un grupo de seis j¨®venes alemanes, de Frankfurt, estaba el mi¨¦rcoles por la noche en La Rambla, muy cerca de Canaletas, en Barcelona, comprando bocadillos y latas de cerveza a un vecino paquistan¨ª que aguantaba con una mano una caja con la mercanc¨ªa. ¡°?Toque de queda aqu¨ª entre la una y las seis? Pero ?si est¨¢ lleno de gente!¡±, dice asombrado Haeh Ahmet, de 23 a?os, estudiante de Derecho, dando una vuelta sobre s¨ª mismo. ¡°Es que es raro. La polic¨ªa no dice nada¡±, recalca. Eran cerca de las dos de la madrugada y unos metros m¨¢s abajo, otro grupo de turistas ingleses jugueteaba a f¨²tbol con un m...
Un grupo de seis j¨®venes alemanes, de Frankfurt, estaba el mi¨¦rcoles por la noche en La Rambla, muy cerca de Canaletas, en Barcelona, comprando bocadillos y latas de cerveza a un vecino paquistan¨ª que aguantaba con una mano una caja con la mercanc¨ªa. ¡°?Toque de queda aqu¨ª entre la una y las seis? Pero ?si est¨¢ lleno de gente!¡±, dice asombrado Haeh Ahmet, de 23 a?os, estudiante de Derecho, dando una vuelta sobre s¨ª mismo. ¡°Es que es raro. La polic¨ªa no dice nada¡±, recalca. Eran cerca de las dos de la madrugada y unos metros m¨¢s abajo, otro grupo de turistas ingleses jugueteaba a f¨²tbol con un mu?eco roto. La escena, a esas horas, pod¨ªa haber sido de cualquier d¨ªa de verano sin pandemia. No hab¨ªa demasiado rastro del toque de queda de esta quinta ola de coronavirus, prorrogada este jueves en Catalu?a hasta el d¨ªa 30.
¡±?Toque de qu¨¦? ?Por el covid? ?Eso es todo mentira!¡±, exclama un joven de Montpellier, de vacaciones tambi¨¦n, con un skate en mano y unas copas de m¨¢s. Bajo un calor sofocante, las sillas de La Rambla estaban ocupadas y la mayor¨ªa de la gente paseaba ajena a nada. No todo el mundo parec¨ªa vivir en la luna. Y algunos apretaron el acelerador de vuelta a casa. ¡°Estamos cansados¡±, afirman tres j¨®venes enfilando la calle de Santa Anna. ¡°La cuarentena es a la una¡±. Jennifer, de 29 a?os, acompa?ada de su hermana y sus hijos, uno con una careta de Anonimus y otro en un cochecito, dice con prisas: ¡°Vamos corriendo a coger el coche. Estamos de vacaciones. He entrado en una tienda a comprar y he preguntado por el toque de queda. Me han dicho: ¡®No pasa nada¡¯. As¨ª va Espa?a¡±.
Jennifer iba corriendo en busca de coche poco antes pas¨® por esa zona de La Rambla, a la altura de la calle de Canuda, dos urbanos motorizados que vieron al grupo de chicos ingleses jugando al f¨²tbol o al de alemanes, en el que estaba Ahmet, y pese a sus miradas fulminantes, no dijeron ni palabra. Faru, de 51 a?os, paquistan¨ª, con 15 a?os de residencia en Catalu?a, est¨¢ descansando en una de las sillas de la Rambla, feliz porque ha vendido las 24 latas de cerveza que llevaba de mercanc¨ªa. Parlanch¨ªn, matiza: ¡°Hoy me han dejado vender y estar aqu¨ª pero ayer [por el mi¨¦rcoles] los urbanos me enviaron a casa¡±, dice.
El confinamiento nocturno propuesto por el Govern el d¨ªa 17 y prorrogado ahora una semana por el Tribunal Superior de Justicia de Catalu?a es como la noche y el d¨ªa comparado con el que se aplic¨® el a?o pasado. La Rambla se convirti¨® entonces en un decorado inanimado. Un teatro vac¨ªo en el que solo patrullaban la polic¨ªa, circulaban los autobuses y casi parec¨ªan exploradores solitarios quienes iban caminando de noche, volvieran del trabajo o no. Esta es otra historia porque pese a la virulencia de la quinta ola y el confinamiento la vida nocturna en La Rambla, sin estar masificada, sigue existiendo. Desde luego m¨¢s ligera que la de las playas. Cientos de j¨®venes disfrutaban a esa misma hora en la Barceloneta del botell¨®n bajo la mirada de los polic¨ªas. Dos patrullas de los Mossos s¨ª se detuvieron en La Rambla pasadas las 2.30 h, e invitaron a algunos ciudadanos a irse.
¡°Hay de todo. Turistas y gente de aqu¨ª. Pueden ser de fuera pero no hay excusas. Se ha informado del horario en ingl¨¦s, alem¨¢n y en todos los idiomas posibles en los hoteles. Si quieren se enteran¡±, dec¨ªa un agente. No da tregua a la posibilidad de que la gente se relaje despu¨¦s de que el Constitucional haya anulado las multas por romper el confinamiento. ¡°Las de ahora no lo est¨¢n¡±, precisa.
Un taxista observa la escena desde el veh¨ªculo. Justo delante de ¨¦l, el grupo de chicos alemanes debate si coge un taxi. ¡±El toque de queda se lo pasan por el forro¡±, dice lamentando la escasa presi¨®n policial. ¡°Dentro de un rato igual s¨ª que hay menos gente. Los que nos hemos salvado es para estar contentos. Es para engancharlo¡±, apunta. La doble patrulla de los Mossos se va Rambla abajo y una pareja de ciudadanos indios, con latas en la mano, destornill¨¢ndose de risa, caminan por el paseo y se acercan a la parada. ¡°No hablo espa?olo¡±, dice el chico, casi con cara asustada, coloc¨¢ndose enseguida una mascarilla, sin que nadie se lo pida, cuando se le pregunta por el toque de queda. Dice que va a coger un taxi. Dos horas despu¨¦s, un pakistan¨ª canta a gritos con toda el alma en el mismo lugar. Dos chicos le graban. La Rambla.