Maldita lectura de los martes
No hay semana en que no se juzgue alg¨²n caso de violencia sexual sobre mujeres y ni?os. Leer los relatos de esas agresiones se me hace insoportable
Los periodistas leemos, sobre todo, por obligaci¨®n. Quiero decir que dedicamos m¨¢s tiempo a leer para hacer nuestro trabajo que por puro placer. Hay textos a los que ni se nos ocurrir¨ªa asomarnos en el tiempo libre. Tal vez si uno lee novelas o ensayos, como le pasa al gigante de Carles Geli, sea posible cerrar el c¨ªrculo. Pero si uno es periodista de tribunales, la cosa se complica.
Los periodistas de tribunales nos alimentamos de fuentes, como los dem¨¢s, pero somos por naturaleza desconfiados de la oralidad. Puede que quedemos fascinados por la historia que nos cuenta un abogado; por ...
Los periodistas leemos, sobre todo, por obligaci¨®n. Quiero decir que dedicamos m¨¢s tiempo a leer para hacer nuestro trabajo que por puro placer. Hay textos a los que ni se nos ocurrir¨ªa asomarnos en el tiempo libre. Tal vez si uno lee novelas o ensayos, como le pasa al gigante de Carles Geli, sea posible cerrar el c¨ªrculo. Pero si uno es periodista de tribunales, la cosa se complica.
Los periodistas de tribunales nos alimentamos de fuentes, como los dem¨¢s, pero somos por naturaleza desconfiados de la oralidad. Puede que quedemos fascinados por la historia que nos cuenta un abogado; por la primicia que, sin querer o queriendo, nos revela un juez; por las intrigas que nos confiesa un fiscal en la intimidad de su despacho. Pero, tarde o temprano, vamos a pedir un papel: lo necesitamos porque es nuestra tabla de salvaci¨®n en un mundo de palabras en el que lo que no est¨¢ escrito no vale. Scripta manent.
Los documentos judiciales pueden ser interesantes, reveladores, pueden contener bombas informativas. Rara vez son divertidos. Hay sentencias que narran los hechos de forma trepidante, como la que absolvi¨® al major de los Mossos Josep Llu¨ªs Trapero. Pero son las menos, y lo que abunda son construcciones jur¨ªdicas barrocas, que precisan m¨¢s de una mano de lectura para su comprensi¨®n. Luego est¨¢n los sumarios, miles de folios que exigen una mirada en diagonal antes de dar con el informe clave de la polic¨ªa, con las fotograf¨ªas de los seguimientos a sospechosos, con la transcripci¨®n de la conversaci¨®n grabada que brinda el titular.
Los de tribunales nos acostumbramos a esos p¨¢rrafos de dudoso gusto literario y hasta los acabamos disfrutando sin que nadie entienda muy bien por qu¨¦. Pero hay algo para lo que ni siquiera los ejemplares de esta subespecie de la fauna period¨ªstica tenemos est¨®mago. Un d¨ªa a la semana, leer se hace sencillamente insoportable. Los martes, todos los martes del a?o, nos vemos sometidos a un ejercicio de degradaci¨®n moral, a una prueba de fe en la humanidad, a un descenso a los infiernos.
Los martes llegan al buz¨®n del correo las ¡°calificaciones¡±. Contienen el relato que la fiscal¨ªa hace de un determinado asunto, las conclusiones que alcanza y las penas que pide para los procesados. Son los casos m¨¢s graves, los delitos que superan los cinco a?os de prisi¨®n y que por eso llegan a la Audiencia de Barcelona. Dos pulsiones subyacen en la inmensa mayor¨ªa de esos procesos: el dinero (drogas, estafas) y el sexo en su forma m¨¢s aberrante. No hay semana en que no se juzgue alguna clase de violencia sexual sobre mujeres y ni?os. Y eso solo en la provincia de Barcelona. Es una lacra.
Se supone que debo leer con atenci¨®n esas calificaciones para ver si, entre la monta?a de casos similares que van a juicio cada semana, hay alguno que merezca una atenci¨®n informativa especial. Hace ya tiempo que no cumplo con esa obligaci¨®n profesional, o que lo hago solo a medias. Los relatos sobre abusos y agresiones sexuales se me hacen insoportables, y especialmente, ahora que soy padre, los que sufren los menores, muchas veces a cargo de familiares o amigos de familiares: la nueva pareja de la madre, una persona de confianza del padre, el t¨ªo que se ofreci¨® a cuidar al peque?o los fines de semana.
La fiscal¨ªa ha encontrado unas cuantas f¨®rmulas estereotipadas para comenzar sus relatos. ¡°Guiado por su ¨¢nimo libidinoso¡¡±, ¡°con evidente intenci¨®n de satisfacer sus deseos¡±, ¡°con ¨¢nimo de satisfacer su apetito sexual¡±. Y as¨ª. Solo con leer esas frases ya me pongo nervioso y de mal humor. Antes de desplazar el cursor y pasar de p¨¢gina acierto a leer palabras, expresiones, fragmentos de una realidad atroz que persiste.
El martes llegaron, claro, nuevas calificaciones. Entre el lunes 22 y el viernes 26 de noviembre se celebran en Barcelona diez juicios por violencia sexual.
1. Un hombre con antecedentes que penetra vaginal, anal y bucalmente a una menor de 15 a?os.
2. Un hombre que ve a una menor discapacitada en una parada de autob¨²s, la coge de la mu?eca, se la lleva a una casa abandonada y la viola.
3. Un hombre que, tras someter a su pareja a mil vejaciones, la introduce en el coche y la penetra contra su voluntad.
4. Un hombre que aprovecha el estado de embriaguez de una joven con la que hab¨ªa ido a una discoteca, la desnuda y la viola.
5. Un hombre que abusa durante dos a?os de la hija menor de la mujer con la que conviv¨ªa.
6. Un hombre que toca la vagina de su nieta de cinco a?os en el sof¨¢ familiar.
7. Un hombre que golpea a su expareja para tener relaciones sexuales con ella.
8. Un hombre que aprovecha la ¡°estrecha relaci¨®n de amistad y confianza¡± con unos padres para masturbar durante dos a?os a su hijo menor.
9. Un hombre que hace tocamientos a una menor con la que ten¨ªa relaci¨®n de parentesco.
10. Un hombre que viola a una chica en su casa tras haber conversado con ella por Whatsapp.
Si te has visto sometido sin quererlo, lector, a un embrutecimiento de los sentidos, a la maldita lectura de los martes, no te preocupes: hay semanas peores.