Aire, pan y agua
En este tiempo de dietas y buenos prop¨®sitos no est¨¢ de m¨¢s recordar tres cosas a las que una ciudad deber¨ªa aspirar: aire limpio y respirable, agua buena y de buen sabor en el grifo y un pan de calidad
En estos d¨ªas de balance he recordado algunos debates pasados sobre la idea de la ¡°ciudad saludable¡±. Tras las definiciones y aproximaciones a esta idea es frecuente que aparezca la cuesti¨®n del papel de los espacios verdes y tambi¨¦n las reiteradas llamadas a la ciudadan¨ªa a tener pr¨¢cticas saludables como practicar el ejercicio f¨ªsico. Sin embargo, no suele decirse lo que las ciudades deben hacer para mejorar la salud de sus ciudadanos. En t¨¦rminos generales, lo que deducimos de estos textos es que una ciudad m¨¢s verde, con menos coches y m¨¢s transporte p¨²blico y bicicletas ser¨ªa una ciudad s...
En estos d¨ªas de balance he recordado algunos debates pasados sobre la idea de la ¡°ciudad saludable¡±. Tras las definiciones y aproximaciones a esta idea es frecuente que aparezca la cuesti¨®n del papel de los espacios verdes y tambi¨¦n las reiteradas llamadas a la ciudadan¨ªa a tener pr¨¢cticas saludables como practicar el ejercicio f¨ªsico. Sin embargo, no suele decirse lo que las ciudades deben hacer para mejorar la salud de sus ciudadanos. En t¨¦rminos generales, lo que deducimos de estos textos es que una ciudad m¨¢s verde, con menos coches y m¨¢s transporte p¨²blico y bicicletas ser¨ªa una ciudad saludable y mejorar¨ªa la calidad del aire. Ahora en este tiempo de dietas, ayunos y buenos prop¨®sitos me parece que no est¨¢ de m¨¢s recordar tres cosas a las que una ciudad deber¨ªa aspirar: aire limpio y respirable, por supuesto, pero tambi¨¦n agua buena y de buen sabor en el grifo y, adem¨¢s, un pan de calidad con todo lo que ello supone, procedencia de la harina, cosecha y calidad. Aire, pan y agua, tres cosas que podr¨ªamos tomar como principios urbanizadores.
El aire limpio supone un consenso para erradicar lo que lo hace irrespirable. Hoy el aire forma parte de la informaci¨®n de muchas aplicaciones que consultamos en el m¨®vil para saber sobre el tiempo (temperatura, nubosidad, precipitaciones, viento, etc.), la contaminaci¨®n, es decir, la calidad del aire, una cuesti¨®n claramente urbana, ya forma parte de esta informaci¨®n en nuestro tel¨¦fono. Se podr¨ªa decir que es la lastimosa contribuci¨®n urbana al clima. El aire es tambi¨¦n el medio por el que se propaga el sonido y el ruido de la ciudad puede indicarnos en qu¨¦ modo la contaminaci¨®n ac¨²stica est¨¢ asociada a la poluci¨®n. As¨ª no son tanto los ¨¢rboles y las zonas verdes como el aire que estas contribuyen a mejorar. La cuesti¨®n es pues qu¨¦ aire queremos respirar en nuestra ciudad.
?Cu¨¢ntos agentes deber¨ªan coordinarse para tener agua de boca buena en nuestros grifos y peces en los r¨ªos?
El agua deber¨ªa formar parte de estas mismas preocupaciones. ?Se puede pescar en el Bes¨°s o en el Llobregat? ?Para cu¨¢ndo una reuni¨®n de alcaldes metropolitanos de esas cuencas en la que escenificaran beber agua de esos r¨ªos en una foto de familia? ?Cu¨¢ntas administraciones y agentes p¨²blicos y privados deber¨ªan coordinarse para tener agua de boca buena en nuestros grifos y peces en los r¨ªos? ?Cu¨¢nto tardar¨ªa en concluir un proyecto as¨ª, tan simple y tan complejo a la vez? Parafraseando el eslogan de J.L. Sert en el 4? CIAM de 1933 ?Can our cities survive?, dir¨ªamos ?Podemos beber el agua de nuestras ciudades? Desde el punto de vista de una ciudad, el agua que consume representa una idea gr¨¢fica que va del grifo de casa, pasando por el edificio y la calle, hasta el embalse, plasm¨¢ndose en una fabulosa red de tuber¨ªas y canalizaciones, que literalmente enra¨ªzan las ciudades y sus redes con el territorio y ¡°lo dibujan¡±, urbaniz¨¢ndolo. Hoy el agua en la ciudad se traduce en cientos botellas de pl¨¢stico y, aunque muchos bienintencionados las vac¨ªen en botellas de aluminio que llevan en bolsos y mochilas, no deja de ser un s¨ªmbolo de consumo y en cierto modo una claudicaci¨®n.
El pan es tambi¨¦n algo que define a una ciudad. No hace mucho que la representaci¨®n de un parisino era alguien con una baguete bajo el brazo. El pan, nuestro pan, se ha convertido en algo, o bien vulgar y comercial, o gourmet y ¡°de tendencia¡±. Como reacci¨®n mucha gente prefiere hacerse su propio pan en casa y buscar los ingredientes, encontrar las calidades de diferentes harinas, amasarlo, reposarlo y hornearlo, para descubrir que sigue estando bueno d¨ªas despu¨¦s y que apenas necesitamos un poco de sal y de aceite para disfrutar de una comida b¨¢sica que nos define y nos dice a qu¨¦ sitio pertenecemos, y que cuando es redondo, como afirma el ge¨®grafo Franco Farinelli, deviene una representaci¨®n del mundo, con su corteza y su interior blando. Pero cuando huimos de las cadenas y franquicias de pan para hacerlo nosotros mismos, al igual que cuando llevamos agua mineral en botellas de aluminio en el bolso o la cartera, negamos el papel de la ciudad en estas cosas elementales. Si la ciudad ya no nos las proporciona, deber¨ªamos reclamarlo. Esto es urbanismo.
Tras el aire, el pan y el agua, est¨¢ tambi¨¦n la reclamaci¨®n de un lenguaje y un vocabulario despolitizado y sin alambiques, que se?ale con claridad lo que de verdad importa y nombre las cosas por su nombre (curiosamente la expresi¨®n: ¡°al pan, pan¡¡±, alude a esto mismo), y deje que cada uno busque y teja los significados que lo llenen de contenido. Lo contrario de lo que ocurre con la palabra ¡°saludable¡± y su irrupci¨®n desde hace un tiempo en el discurso urbano y que nos distrae de la verdad.