Razones, opiniones y credos
Tres cuartas partes de los votantes republicanos sigue creyendo que Joe Biden es un usurpador. Y se otorgan la raz¨®n porque se consideran la aut¨¦ntica opini¨®n p¨²blica. Ellos se lo guisan, ellos se lo comen
Probablemente constituimos la primera generaci¨®n desinformada por exceso. A diferencia de nuestros abuelos, por ejemplo, que lo eran por defecto, nos resulta imposible poder asimilar todo lo que nos llega aun sin buscarlo. As¨ª, de recibir las noticias a trav¨¦s de los peri¨®dicos al d¨ªa siguiente de los hechos, o puede que incluso m¨¢s tarde, como suced¨ªa en Espa?a hasta mediados del siglo pasado, hemos saltado a poder saber con detalle cualquier cosa de lo que acontece en el mismo momento que sucede en cualquier parte del mundo. Tanto es as¨ª que incluso nos llegan impactos emocionales que nada t...
Probablemente constituimos la primera generaci¨®n desinformada por exceso. A diferencia de nuestros abuelos, por ejemplo, que lo eran por defecto, nos resulta imposible poder asimilar todo lo que nos llega aun sin buscarlo. As¨ª, de recibir las noticias a trav¨¦s de los peri¨®dicos al d¨ªa siguiente de los hechos, o puede que incluso m¨¢s tarde, como suced¨ªa en Espa?a hasta mediados del siglo pasado, hemos saltado a poder saber con detalle cualquier cosa de lo que acontece en el mismo momento que sucede en cualquier parte del mundo. Tanto es as¨ª que incluso nos llegan impactos emocionales que nada tienen que ver con la actualidad pero que nos condicionan. Ni siquiera con la informaci¨®n porque son opiniones, percepciones, rumores, exhibiciones o desvar¨ªos de aquellos con quienes compartimos chats, seguimos en las redes o nos buscan para intentar seducirnos e influir en nuestra posici¨®n sobre aspectos que se presumen pol¨¦micos.
El caso relevante m¨¢s reciente es el que tiene al ministro Alberto Garz¨®n en el punto de mira por sus declaraciones sobre las granjas intensivas de ganado y la calidad de su carne. Es paradigm¨¢tico porque las cr¨ªticas llegaron una semana despu¨¦s de la publicaci¨®n de la entrevista en The Guardian. Por tanto, de inmediatez, nada. Y este dato pone de relieve tambi¨¦n la influencia del gran ciclo festivo en el periodismo profesional, que parec¨ªa estar digiriendo los turrones hasta que el sector aludido lanz¨® su r¨¦plica, a partir de una tambi¨¦n interesada traducci¨®n y adaptaci¨®n de lo expuesto. Y se arm¨® el Bel¨¦n. De poco le sirve ahora al titular de Consumo matizar, porque la ri?a divide al mismo Gobierno y el debate se ha escapado de cualquier mano que intentara controlarlo. O quiz¨¢s tampoco, si tenemos en cuenta que siempre hay alguien que se beneficia del lodazal ajeno.
¡°Cuando cambian los hechos, yo cambio de opini¨®n. ?Usted no?¡±, preguntaba Keynes, con gran l¨®gica
La mirada pol¨ªtica sobre este hecho, como sobre cualquier otro, tampoco es neutra. Nunca lo fue ni por razones ideol¨®gicas ni por intereses electorales. Pero desde hace tiempo hay que a?adir el deseo de controlar y conducir con mayor precisi¨®n a la llamada opini¨®n p¨²blica para hacerle entender que poco tiene que ver con la publicada a trav¨¦s de los medios de comunicaci¨®n convencionales, tradicionales, hist¨®ricos o a?ejos. Porque todo parece anticuado ante las nuevas tendencias que se arrogan la categor¨ªa de no necesitar el periodismo para construir sus referentes, asumirlos y defenderlos m¨¢s como acto de fe inalterable que como posici¨®n susceptible de ser cambiada seg¨²n el desarrollo de los acontecimientos. La frase de Keynes, tan repetida ¨²ltimamente a modo de justificaci¨®n por falta de coherencia, es ya un eslogan que tiene en una gran personalidad de la historia la gran coartada pero tambi¨¦n la gran l¨®gica: ¡°Cuando cambian los hechos, yo cambio de opini¨®n. ?Usted no?¡±.
Ese trabajo para que los concienciados no desfallezcan y los dudosos superen el trance y vuelvan a formar parte del club de los elegidos es hoy la principal fuente de ocupaci¨®n de un sector que hac¨ªa tiempo que daba muestras de saturaci¨®n en el mercado laboral. Hacerlo en el entorno de una fuerza pol¨ªtica, una empresa sin escr¨²pulos o un colectivo con intereses y medios para defenderlos poco importa. Lo que vale es el fin que justificar¨¢ todos los medios. De ah¨ª la estigmatizaci¨®n de la equidistancia, la neutralidad o el agnosticismo. Se quieren adictos. No comprometerse con la verdad propia, que es la aut¨¦ntica, significa convertirse en hereje de cualquiera de las excesivas religiones que nos acechan porque se confunde la opini¨®n de la mayor¨ªa con esa verdad. Y no es cierto.
No comprometerse con la verdad propia, que es la aut¨¦ntica, significa convertirse en hereje
El d¨ªa que el candidato a las primarias republicanas Donald Trump constat¨® que sus m¨ªtines eran seguidos en directo por cinco millones de norteamericanos a trav¨¦s de su cuenta de Facebook Live concluy¨® que ya no necesitaba de los medios convencionales para que sus ideas llegaran a sus potenciales votantes. Y empez¨® a atacarles sin contemplaciones. Primero a quienes matizaban sus palabras, desment¨ªan sus datos e interpelaban sus irresponsabilidades. Despu¨¦s al resto. Pero el da?o ya estaba hecho porque la contrarr¨¦plica era que formaban parte del mundo que era necesario cambiar, de las din¨¢micas que hab¨ªan arruinado al pa¨ªs, de los intereses que segu¨ªan beneficiando a los que siempre los tuvieron creados. De aquellos polvos, los lodos actuales: casi las tres cuartas partes de los votantes republicanos sigue creyendo que les robaron la presidencia y que Joe Biden es un usurpador. Y todos ellos se otorgan la raz¨®n porque todos ellos se consideran la aut¨¦ntica opini¨®n p¨²blica. La que para constituirse no necesita de mediadores ni de mensajeros. Ellos se lo guisan, ellos se lo comen. Viven en sus burbujas y aborrecen a los de las otras pompas de raz¨®n. Ellos son la verdad y la vida. Y de ellos ser¨¢ el reino del error. Pero las consecuencias las pagaremos todos.