La propietaria de los ¡®dal¨ªs¡¯ robados en Barcelona: ¡°Ven¨ªan buscando estos dibujos¡±
Montserrat Herrera Coromines, de 84 a?os, explica el periplo de las obras del pintor ampurdan¨¦s, que guardaba en un piso sin ninguna medida de seguridad
Montserrat Herrera Coromines observa la pared desnuda del comedor. Donde antes colgaban dos obras de Salvador Dal¨ª ahora queda una sombra, un vac¨ªo que a¨²n no asume. ¡°Estos dibujos han formado parte de mi paisaje visual desde ni?a. Voy a echarlos tanto de menos¡ El de la sardana ten¨ªa mucho movimiento¡±, cuenta, como si ya los diera por perdidos, como si hubiera abandonado toda esperanza de que los Mossos los recuperen, detengan a ...
Montserrat Herrera Coromines observa la pared desnuda del comedor. Donde antes colgaban dos obras de Salvador Dal¨ª ahora queda una sombra, un vac¨ªo que a¨²n no asume. ¡°Estos dibujos han formado parte de mi paisaje visual desde ni?a. Voy a echarlos tanto de menos¡ El de la sardana ten¨ªa mucho movimiento¡±, cuenta, como si ya los diera por perdidos, como si hubiera abandonado toda esperanza de que los Mossos los recuperen, detengan a los ladrones que el domingo a mediod¨ªa irrumpieron en su casa, en el acomodado distrito barcelon¨¦s de Sarri¨¤-Sant Gervasi, y le devuelvan unas l¨¢minas que explican parte de su vida, pero tambi¨¦n la intensa amistad de la familia Coromines y los Dal¨ª.
Herrera Coromines, de 84 a?os, sali¨® el domingo por la ma?ana hacia Matadepera para comer en casa de su hija. A primera hora de la tarde, la portera del edificio la llam¨® por tel¨¦fono para avisarle de que un inquilino hab¨ªa visto la puerta de su piso abierta. Alguien la hab¨ªa forzado. La mujer lleg¨® antes de que lo hiciera la polic¨ªa. Comprob¨® que los dos dal¨ªs ¡ªEls pagesos y Les sardanes, ambos pintados en 1922¡ª hab¨ªan desaparecido, lo mismo que algunas joyas. Lo dem¨¢s estaba intacto. Los ladrones no tocaron el dinero en efectivo ni su iPad. E ignoraron un cuadro mucho m¨¢s grande y colorido ¡ªlas dos l¨¢minas de Dal¨ª, de unos 45 cent¨ªmetros de lado, son en blanco y negro¡ª, obra de Rafael Bataller, tambi¨¦n colgado en el comedor.
¡°Me parece que ven¨ªan a buscar los dal¨ªs¡±, dice Herrera Coromines. Asegura que no tiene ninguna pista sobre la autor¨ªa del robo. ¡°Por muchas vueltas que le doy, no s¨¦ qu¨¦ puede haber pasado. Eran cuadros discretos, no llaman la atenci¨®n a gente poco instruida¡¡±. Su hip¨®tesis coincide con la de los investigadores de la unidad de patrimonio hist¨®rico de los Mossos d¡¯Esquadra, que sospechan de un robo por encargo. A los ladrones les facilit¨® las cosas el hecho de que la mujer no dispusiera en el piso de ninguna medida de seguridad: ni c¨¢maras ni puerta blindada ni alarma. Ella se excusa. ¡°No s¨¦¡ Ten¨ªa estos dibujos tan interiorizados que para m¨ª no ten¨ªan un valor econ¨®mico sino sentimental. Nunca hab¨ªa pensado en venderlos. Me apena que no vayan a pasar a mis hijos¡±, dice, esc¨¦ptica sobre la posibilidad de que esta historia tenga un final feliz.
Cada l¨¢mina podr¨ªa tener un valor aproximado de unos 300.000 euros, seg¨²n consta en la denuncia. Pero Herrera Coromines confiesa que no est¨¢ tan segura de que sea tan elevado. ¡°Me forzaron un poco a dar una cifra¡ Creo que fue el importe del seguro que me hicieron cuando los dej¨¦ para una exposici¨®n¡±, dice sobre la salida de las obras para ser expuestas en el Museo de L¡¯Empord¨¤ en 2004, dentro de la exposici¨®n El Pa¨ªs de Dal¨ª que pudo verse durante la celebraci¨®n del A?o Dal¨ª. En 2015 se subast¨® un dibujo realizado en tinta china por el pintor en 1923 de caracter¨ªsticas parecidas a estos cuatro y alcanz¨® un remate de 78.404 euros.
Los dos dibujos sustra¨ªdos formaban parte de un conjunto de cuatro que Dal¨ª pint¨® hace 100 a?os para su amigo y abogado Pere Coromines. Deb¨ªan formar parte del libro Les gr¨¤cies de l¡¯Empord¨¤, que nunca lleg¨® a publicarse. Los dibujos, aun as¨ª, se conservaron y han estado siempre en poder de los herederos de Coromines. Y aqu¨ª es donde los caminos de las cuatro ¡°gracias¡± se bifurcan. Y donde conviene echar la vista atr¨¢s.
De familia ampurdanesa, el escritor, pol¨ªtico y economista Pere Coromines fue compa?ero en la Facultad de Derecho de Barcelona de Salvador Dal¨ª Cus¨ª, padre del pintor, con el que trab¨® amistad. En 1896, Coromines fue acusado de intervenir en un atentado terrorista en Barcelona y llevado al castillo de Montju?c para ser juzgado bajo la amenaza de pena de muerte. El testimonio del padre de Dal¨ª y futuro notario de Figueres fue clave. Declar¨® con tanta vehemencia que ¡°parec¨ªa que le quer¨ªa pegar al juez¡±, escribir¨ªa el acusado, m¨¢s tarde, en una carta. Con todo, fue condenado a ocho a?os de c¨¢rcel y luego, en 1901, amnistiado. La amistad hab¨ªa quedado sellada para siempre.
En 1922, Coromines pide a un jovenc¨ªsimo Dal¨ª, que apenas tiene 18 a?os, pero ha expuesto ya por primera vez obra en las galer¨ªas Dalmau de Barcelona, que ilustre una nueva edici¨®n de su libro de prosa po¨¦tica. El pintor le escribe dos cartas en septiembre. ¡°Me place manifestarle que los cuatro temas que he escogido son los siguientes: Els burrus de Viure, Les Sardanes de la festa major, El vi ranci, Els pagesos. Le ruego tenga la bondad de comunicarme, as¨ª que lo tenga decidido, la forma y el tama?o en que debo hacer los dibujos. Quedo a sus ¨®rdenes¡±. En otra misiva posterior, expresa su inter¨¦s por el proyecto: ¡°No puede imaginarse con qu¨¦ amor y con qu¨¦ ilusi¨®n estoy dibujando los ninots para la ilustraci¨®n de su libro¡±.
El libro no lleg¨® ver la luz, pero las l¨¢minas s¨ª, y sobrevivieron al paso del tiempo y a los avatares de la historia. Cuando Pere Coromines muri¨® en el exilio en Buenos Aires, en 1939, la obra pict¨®rica que hab¨ªa acumulado se reparti¨®. Cada uno de sus seis hijos se hizo con una obra del pintor Joaqu¨ªn Torres-Garc¨ªa. Pero los cuatro dibujos de Dal¨ª quedaron en manos de una de ellas, Carme Corominas, que los tuvo toda su vida colgados en el sal¨®n comedor de su casa, en un piso de la calle Muntaner de Barcelona. Por eso formaban parte de la memoria visual de Montserrat Herrera Coromines. Y de sus hermanos.
La di¨¢spora de las cuatro ¡®gracias¡¯
La muerte de Carme Corominas, en 2007, supuso que la obra, concebida como una unidad, se disgregase por primera vez. Fue un reparto amistoso, en funci¨®n de los gustos de cada cual, y provisional. La idea era que las l¨¢minas circularan de casa en casa, como en una especie de exposici¨®n temporal. La realidad es que, con el tiempo, pasaron a formar parte de la colecci¨®n permanente de cada una de las hijas.
J¨²lia Herrera Coromines, de 77 a?os, se qued¨® Els burros de Viura y El vi ranci, que le gustaba especialmente porque, cuando com¨ªa, lo ten¨ªa delante. El lunes, por error, trascendi¨® que uno de los cuadros robados era El vi ranci. ¡°A ver si van a venir los Mossos o alguien a desayunar, ve aqu¨ª la l¨¢mina y piensa que la hemos robado¡±, bromea Ignasi Oliva, el marido de J¨²lia. Oliva cree que su cu?ada fue v¨ªctima de alg¨²n tipo de seguimiento el domingo, pero tampoco encuentra una explicaci¨®n para el robo. ¡°No s¨¦, si hay gente que circula por la casa, quiz¨¢ alguien se fij¨®...¡±.
¡°Estos cuadros ten¨ªan un valor en su conjunto, seguramente muy superior a los 300.000 euros¡ Pero por separado¡ Con el robo pierden ya parte de su valor. Adem¨¢s, es un dibujo en blanco y negro, de un Dal¨ª muy joven, y la firma que aparece no es la que luego ha sido universalmente conocida¡±, cuenta Oliva, que ejerce como historiador informal de las peripecias de la familia y de los dibujos. Precisamente para evitar controversias por la firma, la familia llev¨® las l¨¢minas hasta el castillo de P¨²bol, donde ¡°las autentific¨® el mismo Dal¨ª¡±. ¡°Conocemos la historia, se han exhibido¡ No hay duda de que son aut¨¦nticos¡±, remacha.
¡°Si los ladrones saben que son dal¨ªs, los malvender¨¢n si encuentran alg¨²n coleccionista que les quiera pagar. No creo que les sirva de gran cosa. Estos cuadros son para tenerlos colgados y disfrutarlos¡±, sigue Oliva. Recuerda que, en el piso de la suegra, en la calle Muntaner de Barcelona, las peque?as gracias dalinianas a¨²n pasaban m¨¢s desapercibidas. ¡°All¨ª, la firma de Dal¨ª ni siquiera se ve¨ªa: quedaba oculta por el paspart¨²¡±.