La Rep¨²blica vive en la periferia

Han pasado muchos a?os desde la Transici¨®n, pero cambiar ciertas inercias sigue siendo una quimera. Desde esta semana y hasta el pr¨®ximo mes de mayo el Ayuntamiento ha puesto en marcha unas jornadas de debate sobre memoria y espacio p¨²blico bajo el t¨ªtulo ¡®La Barcelona inc¨®moda¡¯. Es una evidencia que los monumentos conmemorativos o alusivos a la Rep¨²blica ¡ªinexistentes en el espacio urbano hasta bien avanzada la transici¨®n¡ª comenzaron a ubicarse en...

Han pasado muchos a?os desde la Transici¨®n, pero cambiar ciertas inercias sigue siendo una quimera. Desde esta semana y hasta el pr¨®ximo mes de mayo el Ayuntamiento ha puesto en marcha unas jornadas de debate sobre memoria y espacio p¨²blico bajo el t¨ªtulo ¡®La Barcelona inc¨®moda¡¯. Es una evidencia que los monumentos conmemorativos o alusivos a la Rep¨²blica ¡ªinexistentes en el espacio urbano hasta bien avanzada la transici¨®n¡ª comenzaron a ubicarse en los barrios perif¨¦ricos a partir de los a?os noventa. Ah¨ª est¨¢ el vanguardista Pabell¨®n de la Rep¨²blica, que se exhibi¨® en 1937 en Par¨ªs, una r¨¦plica del cual se encuentra en el Vall d¡¯Hebron desde 1992. Otro tanto sucedi¨® con el monumento La Rep¨²blica. Homenatge a Pi i Margall. Si en 1932 la escultura de Viladomat coronaba el paseo de Gr¨¤cia, hasta mediados de los ochenta no sali¨® de la clandestinidad para ser colocada el 14 de julio de 1990 en la plaza de Llucmajor, en Nou Barris, que hasta 2016 no se denomin¨® plaza de la Rep¨²blica. En la Rambla del Carmel, en una de las inh¨®spitas bocas del t¨²nel de la Rovira, se encuentra desde 1988 el monumento a las Brigadas Internacionales, pagado por asociaciones memorial¨ªsticas norteamericanas, entre ellas la del batall¨®n Abraham Lincoln. El desaparecido Oriol Bohigas se propuso monumentalizar la periferia, lo que redund¨® en una mejora urban¨ªstica y, al tiempo, facilit¨® la centrifugaci¨®n de lo inc¨®modo.

Los perdedores tienen mal acomodo en el centro de la ciudad, tal como sostuvo en la jornada inaugural de las citadas sesiones de La Barcelona inc¨®moda el historiador Manel Riques. La transici¨®n mantuvo inicialmente en la clandestinidad urbana a la Rep¨²blica mientras trataba con indulgencia la simbolog¨ªa franquista. Era una actuaci¨®n que pretend¨ªa no desatar las iras de esa Espa?a que ora y embiste, cuando se digna usar de la cabeza. El cierre en falso de toda esa ¨¦poca se refleja en ?D¨®nde est¨¢ Franco?, editado por Tres Hermanas, en el que la arquitecta Julia Schultz-Dornburg describe su lucha kafkiana contra la mara?a burocr¨¢tica que le impidi¨® ver y documentar seis de las nueve estatuas ecuestres del Caudillo dispersas por Espa?a, expulsadas de la v¨ªa p¨²blica para residir en los m¨¢s ins¨®litos lugares, desde una universidad laboral abandonada y con aluminosis hasta un aparcamiento municipal. El hecho es que nadie sabe qu¨¦ hacer con ellas, falta un relato oficial de c¨®mo tratar al dictador en un pa¨ªs con muchas heridas por curar, v¨ªctimas sin reparar, donde crece la extrema derecha y en el que, como sostiene el hispanista Sebastiaan Faber, ha faltado consenso transversal antifascista.

Hace unos d¨ªas la Associaci¨® catalana d¡¯expresos pol¨ªtics del franquisme pidi¨® a los grupos parlamentarios que practicaran ¡°la inteligencia pol¨ªtica¡± y huyeran de ¡°maximalismos est¨¦riles¡± para dar un impulso definitivo en el Congreso de los Diputados al proyecto de ley de Memoria Democr¨¢tica, que supere los d¨¦ficits de la de 2007. Y apuntan que un paso en la buena direcci¨®n ser¨ªa que el curr¨ªculum escolar incluyera lo que antes se ocultaba y ahora se blanquea: que durante 40 a?os hubo una dictadura que tortur¨®, fusil¨® o encarcel¨® a quienes se atrevieron a plantarle cara.

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